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domingo, 23 de marzo de 2014

Capítulo 17


Yunho estaba dormido cuando Jaejoong regresó a la caravana. El joven se desvistió tan silenciosamente como pudo y se puso una de las camisetas de su marido. Cuando se acercaba al sofá, oyó un ronco susurro:

—Esta noche no, Jaejoong. Te necesito. 

Se giró y lo vio a través de la oscuridad. Tenía los ojos entrecerrados por el deseo. Estaba despeinado y la medalla esmaltada que le colgaba del cuello resplandecía bajo la luz de la luna que entraba por la ventana. Jaejoong aún podía oír en su mente el fuerte latido del corazón de Tater transmitiéndole un mensaje de amor incondicional. Sabía que no podía darle la espalda a Yunho en ese momento. 

Esta vez no hubo sonrisas. Ni dulzura. Lo poseyó con ferocidad, casi con desesperación y, cuando todo terminó, Yunho se acurrucó detrás él, sin soltarlo. Se quedaron dormidos con la mano de él abrazando su cintura 

Jaejoong no regresó al sofá la noche siguiente. A partir de ese día, compartió la cama con su marido mientras sentía que su corazón se inundaba de una emoción a la que no quería dar nombre. 

Una semana más tarde, llegaron al centro de China. Instalaron el circo en el patio de una escuela situada en un barrio de las afueras, con casas blancas de dos plantas, columpios en los patios traseros y monovolúmenes en los garajes. De camino a la casa de fieras, donde Tater estaba atado, Jaejoong se pasó por el vagón rojo para hacer unos cambios en el pedido de pienso y, cuando entró, vio a Jack examinando algunas carpetas. 

La saludó con una inclinación de cabeza. Él le devolvió el saludo y se dirigió al escritorio para buscar los papeles que necesitaba. Sonó el móvil y lo cogió Jaejoong.

—Circo de los Hermanos Quest. 

—Quería hablar con el doctor Jung —respondió un hombre con acento británico. —¿Podría avisarlo? 

Jaejoong se dejó caer en la silla. 

—¿Con quién? 

—Con el doctor Jung Yunho. 

A Jaejoong comenzó a darle vueltas la cabeza.

—N-no está aquí en este momento. ¿Quiere dejar algún recado? 

La mano le tembló al apuntar el nombre y el número. Cuando colgó sintió que se tambaleaba. ¡Yunho era doctor! Sabía que era un hombre cultivado y que tenía una vida oculta, pero jamás se había imaginado algo así. 

El misterio que rodeaba a su marido era cada vez más profundo, pero no sabía cómo sonsacarle la verdad. Yunho seguía esquivando cualquier pregunta que le hiciera, seguía actuando como si no tuviera una existencia más allá del circo. 

Se humedeció los labios resecos y miró a Jack.

—Era un hombre que quería hablar con Yunho. Lo llamó doctor Jung. 

Jack metió varias carpetas en el cajón abierto del archivador sin mirarlo.

—Déjale el mensaje en el escritorio. Lo verá cuando entre. 

Jack no había mostrado reacción alguna, así que evidentemente sabía más de la vida de su marido que él. Tal certeza le dolió. 

—Debe de ser un descuido por su parte, pero Yunho no me ha dicho qué rama de la medicina practica. 

Jack cogió otra carpeta.

—Tal vez porque no quiere que lo sepas. 

Jaejoong se sentía carcomido por la frustración. 

—Cuéntame lo que sabes de él, Jack. 

—En el circo aprendemos a no meter las narices en la vida de los demás. Si alguien quiere hablar sobre su pasado, lo hace. Si no, es asunto suyo.

Jaejoong se dio cuenta de que lo único que había conseguido era avergonzarse a sí mismo. Hizo tiempo hojeando algunos periódicos y se escapó de allí lo más rápidamente que pudo. 

Encontró a Yunho acuclillado junto a Misha, examinando la herradura del caballo. Lo observó durante un buen rato. 

—Eres veterinario. 

—¿De qué hablas? 

—Eres veterinario. 

—¿Desde cuándo? 

—¿No lo eres? 

—No sé de dónde sacas esas ideas. 

—Acabas de recibir una llamada. Alguien quería hablar con el doctor Jung. 

—¿Y? 

—Si no eres veterinario, ¿qué tipo de doctor eres?

Él se puso en pie y palmeó el cuello de Misha. 

—¿No has pensado que podía ser un apodo? 

—¿Un apodo?

—De mis días de prisión. Ya sabes que los convictos le ponen apodos a todo el mundo. 

—¡No has estado en prisión! 

—Pero si lo dijiste tú mismo. Por asesinar a aquella camarera. 

Jaejoong pateó el suelo con frustración. 

—¡Jung Yunho, dime ahora mismo a qué te dedicas cuando no estás en el circo!

—¿Por qué quieres saberlo? 


—¡Soy tu esposo! Merezco saber la verdad. 

—Todo lo que necesitas saber es que tienes delante de ti a un antipático artista circense que posee un pésimo sentido del humor. No necesitas saber nada más. 

—Eso es lo más indulgente y condescendiente... 

—No es mi intención ser condescendiente, cariño. Pero no quiero que te hagas ilusiones. Esto es lo que hay. Una gira con el circo de los Hermanos Quest. Caravana y trabajo duro. —La expresión de Yunho se suavizó. —Hago lo que está en mi mano para no hacerte daño. Por favor, acéptalo y deja de hacerme preguntas. 

Si hubiera sido hostil, lo habría desafiado, pero Jaejoong no pudo luchar contra esa repentina dulzura en su voz. Dio un paso atrás y observó las profundidades de sus ojos. Eran tan bellos como los de Sinjun, e igual de misteriosos. 

—Esto no me gusta, Yunho— dijo él con suavidad, —no me gusta nada.— Y se dirigió hacia la casa de fieras. 

Un rato más tarde, Krystal entró en la carpa. En ese momento, Jaejoong acababa de terminar de limpiar la jaula de Glenna con una manguera. 

—¿Puedo hablar contigo? 

—Sí.— Al cerrar la manguera, Jaejoong vio que la chica estaba tensa y que tenía ojeras. 

—¿Por qué no le has contado a Sully lo del dinero? 

Jaejoong enrolló la larga manguera y la sostuvo entre las manos. 

—He decidido no hacerlo. 

—¿No vas a decírselo? 

Jaejoong negó con la cabeza. 

Los ojos de Krystal se llenaron de lágrimas. 

—¿¡Por qué no vas a hacerlo después de todo lo que le he hecho!? 

—Puedes devolverme el favor prometiéndome no fumar más. 

—¡Vale! Haré lo que sea. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí, Jaejoong. Nunca.— Krystal agarró la manguera que Jaejoong acababa de enrollar. —Déjame ayudarte. Dime qué quieres que haga. Haré cualquier cosa. 

—Gracias por la oferta, pero no es necesario.— Comenzó a enrollar la manguera de nuevo, pero esta vez la llevó afuera y la apoyó contra la carpa. 

Krystal lo siguió. 

—Haré lo que quieras... Sé que sólo soy una niña y todo eso, pero como no tienes amigos aquí, quizá podríamos hacer cosas juntos.— Se detuvo a pensar qué podrían hacer para superar lo ocurrido, algo en lo que no importara la diferencia de edad. —Podríamos ir a tomar pizza o algo por el estilo. O podríamos peinarnos y maquillarnos el uno al otro. 

Jaejoong no pudo evitar sonreír ante el tono esperanzado de la chica. 

—Suena bien. 

—Voy a recompensarte por esto, te lo prometo. 

Algunas cosas no se podían arreglar, pero Jaejoong no se lo dijo a Krystal. Había tomado una decisión: no pensaba dejar que la culpa pendiera sobre la cabeza de la adolescente. 

Brady Pepper se acercó a ellos, con una expresión que no presagiaba nada bueno. 

—¿Qué haces aquí, Krystal? Te he dicho que te alejes de él. 

Krystal se sonrojó. 

—Jaejoong ha sido muy amable conmigo y quería ayudarlo.

—Vete con Sully. Quiere practicar contigo la posición del pino. 

Krystal parecía cada vez más infeliz. 

—Papá, Jaejoong es genial. No me gusta que pienses mal de él. Es buenísimo con los animales y me trata... 

—Vete, Krystal—dijo Jaejoong agradeciéndole el esfuerzo con un gesto de cabeza. —Gracias por ofrecerte a ayudar. 

Krystal se fue a regañadientes. 

Brady parecía tan enfadado como un Silvestre Stallone con ración doble de testosterona. 

—Mantente alejado de ella, ¿me oyes? Puede que Yunho esté ciego contigo, pero los demás no olvidamos lo que has hecho.

—No me avergüenzo de nada de lo que he hecho, Brady.

—¿No te avergüenzas de lo que has hecho? ¿Si se hubiera tratado de dos mil dólares en vez de doscientos estarías avergonzado? Lo siento, nene, pero para mí un ladrón es siempre un ladrón. 

—¿Acaso llevas una vida tan recta que nunca has hecho nada de lo que te arrepientas? 

—Nunca he robado nada, de eso puedes estar seguro. 

—Le robas seguridad en sí misma a tu hija. ¿Eso no cuenta? 

Brady apretó los labios. 

—No me des lecciones sobre cómo criar a mi hija. No es asunto tuyo ni de Sully. Ninguno de los dos tienen hijos, así que ya pueden mantener cerradas sus malditas bocazas.

Y se fue, con los músculos brillando y las plumas de la cola despeinadas. 

Jaejoong suspiró con pesar. No daba una. Había discutido con Yunho y se había enfrentado a Jack y a Brady. ¿Qué más podía salir mal?  

El agudo murmullo de voces excitadas captó su atención y observó que otro grupo de niños de la escuela vecina llegaba al circo. Durante toda la mañana habían llegado al recinto un grupo de escolares tras otro. Con tantos niños merodeando, Jaejoong se había asegurado de que la jaula de Tater estuviera bien cerrada, algo que disgustaba al elefantito. Esta vez los niños eran muy pequeños. Debían de ser del jardín de infancia.

Miró con tristeza a la profesora de mediana edad que los acompañaba. Puede que ese trabajo no le gustara a mucha gente, pero era el que deseaba desempeñar él. 

Observó la soltura con la que la profesora vigilaba que los niños no se descontrolaran y, por un momento, Jaejoong  se imaginó que era él. No se entretuvo con esa fantasía demasiado tiempo. Para ser profesora se necesitaba un título universitario, y él ya era demasiado mayor para ponerse a estudiar.

No pudo resistirse a acercarse a los niños cuando se aproximaron a la jaula de Sinjun, que tenía una cinta alrededor para que los pequeños visitantes no se acercaran demasiado. Después de sonreír a la profesora, se dirigió a una niña con rostro de querubín que miraba al tigre con temor. 

—Se llama Sinjun y es un tigre siberiano. Los siberianos son los tigres más grandes que existen. 

—¿Come gente? —preguntó la pequeña.

—No come personas, pero es un carnívoro. Eso quiere decir que come carne. 

La pequeña se mostró más animada. 

—Mi jerbo come comida de jerbo. 

Jaejoong se rio. La maestra sonrió. 

—Parece que sabe mucho sobre tigres. ¿Le importaría contarle a los niños algo sobre Sinjun? 

Una oleada de excitación atravesó a Jaejoong. 

—¡Me encantaría! —Rápidamente rebuscó en su mente todo lo que había aprendido sobre los animales en sus recientes visitas a la biblioteca y escogió aquellos detalles que los niños pudieran comprender. —Hace cien años, los tigres vagaban libres por muchas partes del mundo, pero ahora ya no es así. La gente comenzó a vivir en las tierras que habitaban los tigres... —siguió hablándoles sobre aquellos felinos, sobre su lenta extinción, y se sintió gratificado al ver que los niños escuchaban atentamente sus palabras. 

—¿Podemos darle mimitos? —preguntó uno de ellos. 

—No. Ya es mayor y tiene malas pulgas. No entendería que no quieres hacerle daño. No es como los perros o los gatos. 

Siguió contestando a un gran número de preguntas, incluyendo varias sobre las necesidades fisiológicas de Sinjun y que provocó un coro de risitas tontas, escuchó atentamente la historia de uno de los niños sobre un perro que había muerto y el anuncio de que otro que acababa de pasar la varicela. Eran tan ricos que Jaejoong podría haberse pasado todo el día hablando con ellos. 

Cuando la clase se dispuso a seguir adelante, la profesora le agradeció la explicación y la pequeña de mejillas sonrosadas le dio un abrazo. Jaejoong se sintió como si flotara en una nube. 

Siguió observándolos mientras se acercaba a la caravana para disfrutar de un almuerzo rápido. Se detuvo de golpe cuando una familiar figura, embutida en unos pantalones marrón oscuro y una pálida camisa amarilla, salió del vagón rojo. Jaejoong era incapaz de creer lo que veía. En ese momento fue consciente de las ropas sucias y del despeinado cabello que lucía, resultado del último aseo de Glenna. 

—Hola, Jaejoong. 

—¿Papá? ¿Qué haces aquí? —Su padre era una figura tan poderosa en la mente de Jaejoong que el joven rara vez notaba que éste poseía una constitución bastante menuda, apenas un poco más alto que él. Era la imagen de la opulencia y la elegancia, con aquel cabello canoso cortado por un experto peluquero —que se pasaba por la oficina de su padre una vez a la semana, —el reloj de oro y los mocasines italianos con un discreto adorno dorado en el empeine. Era difícil imaginárselo abandonando la dignidad el tiempo suficiente como para enamorarse de una modelo y concebir un hijo ilegítimo, pero Jaejoong era la prueba viviente de que su padre había sido humano una vez. 

—He venido a ver a Yunho. 

—Ah. —Se esforzó por ocultar el dolor que le producía saber que no había ido a verla a él. —También quería saber cómo te iba. 

—¿Y? 

—Quería asegurarme de que aún estabas con él, que no habías hecho ninguna tontería. 

Por un momento Jaejoong se preguntó si Yunho le habría hablado del dinero robado, pero al instante supo que no lo había hecho. Esa certeza lo consoló. 

—Cómo puedes ver, todavía estoy aquí. Si me acompañas a la caravana, te serviré algo de beber. O te prepararé un sándwich si tienes hambre. 

—Una taza de té estaría bien. 

Lo condujo hasta la caravana. Yesung se detuvo al ver el deteriorado exterior. 

—Dios mío. No me digas que viven aquí. 

Jaejoong se sintió impulsado a defender su pequeño hogar. 

—El interior está mucho mejor; lo he arreglado.

Abrió la puerta y lo invitó a entrar, pero a pesar de los cambios que él había hecho, Yesung no se sintió más impresionado con el interior que con el exterior. 

—Creo que Yunho podría haber conseguido algo mejor. 

Aunque resultara extraño, aquella crítica lo hizo ponerse a la defensiva. 

—Es perfecto para nosotros. 

Yesung se quedó mirando la única cama de la caravana durante un buen rato. Jaejoong creía que la imagen lo haría sentir incómodo, pero si fue así, él no lo notó. 

Mientras ponía el agua a hervir en la cocina, él sacudió el sofá antes de sentarse, como si temiera contraer alguna enfermedad. Jaejoong se sentó frente a él mientras esperaba a que el agua hirviera.

El incómodo silencio que se extendió entre ellos fue roto finalmente por su padre. 

—¿Cómo se llevan Yunho y tú? 

—Bien.

—Es un hombre estupendo. Casi nadie logra sobreponerse a una infancia como la suya. ¿Te ha contado cómo nos conocimos? 

—Me ha dicho que le salvaste la vida. 

—No sé si eso será cierto, pero cuando lo conocí su tío le estaba dando una paliza detrás de unas camionetas. Lo sujetaba contra el suelo con un pie mientras lo azotaba con un látigo. 

Jaejoong se sorprendió. Yunho le había dicho que había sido maltratado, pero oírlo de labios de su padre lo hacía parecer aún más horrible. 

—La camisa de Yunho estaba hecha jirones. Tenía verdugones rojos por toda la espalda; algunos de ellos sangraban. Su tío le maldecía por alguna tontería mientras lo azotaba con todas sus fuerzas. —Jaejoong cerró con fuerza los ojos, deseando que su padre dejara de hablar, pero él continuó. —Lo que más me impactó es que Yunho se mantenía en absoluto silencio. No lloraba. No pedía ayuda. Sólo aguantaba. Fue lo más trágico que he visto en mi vida. 

Jaejoong se sintió enfermo. No era de extrañar que Yunho no creyera en el amor. 

Su padre se reclinó en el sofá.

—Irónicamente yo no tenía ni idea de quién era el niño. Por aquel entonces Kangin viajaba en el viejo Circo Curzon y decidí ir a verlo a donde se habían instalado en Fort Lee. Por supuesto, había oído rumores sobre la relación familiar. Incluso la había investigado para asegurarme de que era auténtica, pero siempre soy escéptico con historias como ésas y, al principio, no me lo creí. 

Aunque Jaejoong conocía la pasión de su padre por la historia coreana, no sabía que ésta se extendiera hasta el circo. Cuando la tetera comenzó a silbar, se dirigió al fogón. 

—Pero la relación es auténtica. Los Jung son una de las familias más famosas de la historia del circo —dijo Jaejoong.

Él lo miró con extrañeza mientras él comenzaba preparar el té. 

—¿Los Jung? 

—Al parecer la mayoría de las generaciones conservó el apellido de las mujeres. ¿No te parece algo inusual? 

—Más bien irrelevante. Los Jung eran campesinos, Jaejoong. Gente del circo. —Apretó los labios con desdén. —Por lo único que me interesaba Kangin Jung era por los rumores que corrían sobre el matrimonio de su hermana, Katya, la madre de Yunho.

—¿A qué te refieres? 

—Lo que me interesaba era la familia del padre de Yunho. El hombre con el que se casó Katya Jung. Por el amor de Dios, Jaejoong los Jung no son importantes. ¿Acaso no sabes nada de tu marido? 

—Sé muy poco —admitió él. Llevó las dos tazas al sofá y le tendió una. Sujetó su taza con ambas manos mientras tomaba asiento en el otro extremo del sofá. 

—Pensé que te lo habría contado, pero es tan reservado que es normal que no te haya dicho nada. 

—¿Decirme qué? —Jaejoong  llevaba tiempo esperando eso, pero ahora que llegaba el momento no estaba seguro de querer saberlo. 

Un leve temblor de excitación tiñó la voz de Yesung cuando se lo explicó. 

—Yunho es un Choi, Jaejoong . 

—¿Un Choi? 

—Por la línea paterna. 

La primera reacción de Jaejoong fue de diversión, pero ésta se desvaneció al darse cuenta de que su padre estaba tan obsesionado por la historia coreana que había estado investigando en todos los circos. 

—Papá, eso no es cierto. Yunho no es un Choi. Es un Jung de los pies a la cabeza. 

—No insultes mi inteligencia, Jaejoong. No me dejaría engañar por un cuento chino. —Cruzó las piernas. —No tienes ni idea de cuánto investigué antes de llegar a esta conclusión. Cuando supe que Yunho era un auténtico Choi, lo aparté de Jung Kangin, que aún tardó diez años en morir. Me encargué de la educación de Yunho, que había sido abominable hasta ese momento. Lo metí en un internado, pero insistió en pagarse él mismo la universidad, por lo cual fue imposible mantenerlo alejado del mundo del circo. ¿Crees que hubiera hecho todo eso si no hubiera estado absolutamente seguro de quién era? 

Un helado escalofrío recorrió la espalda de Jaejoong.

—¿Y quién es exactamente? 

Yesung volvió a reclinarse en el sofá. 

—Yunho es el bisnieto de Choi Seunghyun II. 

Jaejoong miró fijamente a su padre. 

—Eso es imposible. No te creo. 

—Es cierto, Jaejoong. El abuelo de Yunho fue el único hijo varón del último Choi de Corea,  Choi Siwon. 

Jaejoong conocía toda la historia sobre Choi Siwon, el joven hijo de Seunghyun II. En 1918, cuando Siwon tenía catorce años, sus padres, sus cuatro hermanas y él fueron encerrados por los súbditos en el sótano de una mansión en Seúl, donde fueron ejecutados. Se lo recordó a su padre. 

—Todos fueron asesinados. Él, su esposa Alexandra, los niños. Encontraron los restos de la familia en una fosa común de los Montes en 1993. Se hicieron pruebas de ADN. 

Yesung tomó un sorbo de té de la taza que le había ofrecido. 

—Las pruebas de ADN identificaron a Siwon, a Alejandra y a tres de las cuatro hijas. Pero faltaba una hija. Muchos creen que era Anastasia, y tampoco fueron encontrados los restos del joven heredero. 

Jaejoong intentó asimilarlo. A lo largo del siglo XX, habían surgido personas que afirmaban ser uno de los hijos asesinados de los Choi, pero la mayoría habían sido mujeres que creían ser Anastasia. Su padre le había dicho que todas eran unas impostoras. Era un hombre muy meticuloso y no podía imaginarlo dejándose engañar por nadie. ¿Por qué ahora creía que el príncipe heredero había escapado de aquella fría muerte? ¿Acaso su obsesión por la historia coreana lo había hecho perder el juicio? 

Le habló con cautela. 

—No puedo imaginar cómo el príncipe heredero logró escapar de una masacre tan terrible. 

—Fue rescatado por unos monjes que lo escondieron con una familia en el sur de Corea. Años después, en 1920, un grupo leal  lo sacó a escondidas del país. Sabiendo de primera mano lo violentos que podían llegar a ser si los descubrían, es normal que viviera escondido. Finalmente se casó y tuvo un hijo, el padre de Yunho, Vasily. Vasily conoció a Jung Katya cuando ésta actuaba en Seúl, se enamoró como un tonto y se fugó con ella. Vasily apenas era un adolescente. Su padre acababa de morir y él era rebelde e indisciplinado, de otra manera nunca se hubiera casado con alguien inferior a su rango. Tenía sólo veinte años cuando Yunho nació. Unos dos años después, Katya y él murieron en un accidente ferroviario. 

—Lo siento, papá. Aunque no dudo de tu palabra, simplemente, no puedo creerlo. 

—Créeme, Jaejoong. Yunho es un Choi. Y no un Choi cualquiera. Ese hombre que se hace llamar Jung Yunho, es el heredero de la corona de Coreana. 

Jaejoong miró a su padre con tristeza. 

—Yunho trabaja en un circo. Eso es todo. 

—Ya me dijo Yuri que reaccionarías así.— En un gesto inusitado en él, Yesung le palmeó la rodilla. —Te llevará tiempo acostumbrarte a la idea, pero espero que... me conozcas lo suficiente para comprender que nunca firmaría tal cosa si no estuviera absolutamente seguro. 

—Pero... 

—Te he contado muchas veces la historia de mi familia, pero es evidente que la has olvidado. Los Kim han estado al servicio de los Choi de Corea desde el siglo XIV, desde el reinado de Ryewook I. Hemos estado vinculados a través del deber y la obligación, pero nunca a través del matrimonio. Hasta ahora.

Jaejoong oyó el ruido de un avión, el rugido de un camión. Poco a poco fue comprendiendo lo que su padre le estaba insinuando. 

—Así que lo planeaste todo, ¿no? Has concertado mi matrimonio con Yunho por culpa de esa absurda idea que tienes sobre su origen. 

—No es una absurda idea. Pregúntale a Yunho. 

—Lo haré —dijo poniéndose en pie. —Por fin lo entiendo todo. No soy más que un peón en tu loco sueño dinástico. Querías unir las dos familias como hacían los padres en la Edad Media. Es tan increíblemente cruel que no me lo puedo creer. 

—Yo no diría que sea una crueldad estar casado con un Choi. 

Jaejoong se presionó las sienes con los dedos. 

—Nuestro matrimonio sólo durará cinco meses más. ¿Cómo puedes estar tan satisfecho? ¡Un matrimonio de cinco meses no es precisamente el inicio de una dinastía! 

Yesung dejó la taza y se acercó lentamente hacia él. 

—Yunho y tú no tienen por qué divorciarse. De hecho, espero que no lo hagan. 

—Oh, papá...

—Eres un hombre llamativo, Jaejoong. Quizá no tan guapo como tu madre, pero, no obstante, atractivo. Si fueras menos frívolo, quizá podrías retener a Yunho. Ya sabes que un esposo debe adaptarse a determinados roles. Antepone los deseos de tu marido a los tuyos. Sé complaciente. —Miró los sucios vaqueros y la desastrada camiseta de Jaejoong con el ceño fruncido. —Deberías cuidar más tu apariencia. Nunca te había visto tan descuidado. ¿Sabías que tienes paja en el pelo? Quizás Yunho no estaría tan ansioso por deshacerse de ti si fueras la clase de hombre que uno quiere tener esperándolo en casa. 

Jaejoong lo miró con consternación. 

—¿Quieres que lo espere en la puerta de la caravana con las zapatillas en la mano? 

—Ese es justo el tipo de comentario frívolo que ahuyentaría a alguien como Yunho. Es un hombre serio. Como no reprimas ese inapropiado sentido del humor, no tendrás ninguna posibilidad con él. 

—¿Quién dice que quiero tenerla? —Pero mientras lo decía, Jaejoong sintió una dolorosa punzada en su interior. 

—Ya veo que no quieres ser razonable. Creo que es hora de irme. —Yesung se dirigió hacia la puerta. —Sólo espero que no tires piedras contra tu propio tejado, Jaejoong. Recuerda que eres un hombre que no se sabe valer por sí solo. Dejando a un lado el asunto del linaje familiar de Yunho, es un hombre sensato y digno de confianza, y no se me ocurre nadie mejor para cuidar de ti. 

—¡No necesito que un hombre cuide de mí! 

—Entonces, ¿por qué aceptaste casarte con él? 

Sin esperar respuesta, Yesung abrió la puerta de la caravana y salió a la luz del sol. ¿Cómo podía explicarle él los cambios que habían tenido lugar en su interior? Sabía que ya no era la misma persona que había salido de la casa de su padre un mes antes, pero Yesung no le creería. 

Fuera, los niños con los que había hablado antes se agrupaban alrededor de su profesora, listos para regresar al jardín de infancia. Durante el mes anterior, Jaejoong se había acostumbrado a los olores y las imágenes del circo de los Hermanos Quest, pero ahora lo miraba todo con nuevos ojos. 

Yunho y Sully estaban cerca del circo discutiendo por algo. Los payasos ensayaban un truco de malabarismo mientras Krystal practicaba el pino y Brady la miraba con el ceño fruncido. Frankie jugaba en el suelo junto a Jill, que adiestraba a los perros con algunos ejercicios que hacían que Jaejoong se encogiera de miedo. El olor de las hamburguesas que las showgirls asaban a la parrilla inundó sus fosas nasales mientras oía el omnipresente zumbido del generador y veía cómo los banderines ondeaban con la brisa de junio.

Y luego se oyó un grito infantil. 

El sonido fue tan ensordecedor que todo el mundo lo escuchó. Yunho giró la cabeza con rapidez. Krystal dejó de hacer el pino y los payasos soltaron lo que tenían entre manos. Yesung se detuvo en seco, impidiendo que Jaejoong viera lo que pasaba. El joven oyó el grito ahogado que éste emitió y se puso a su lado para ver qué causaba la conmoción. Se le detuvo el corazón. 

Sinjun se había escapado de la jaula. 

El tigre estaba en la franja de hierba que había entre la casa de fieras y la parte trasera del circo. La puerta de su jaula estaba abierta; se había roto una de las bisagras. El animal tenía las orejas levantadas y sus pálidos ojos dorados se habían clavado en algo que estaba a menos de tres metros de él. 

La pequeña de las mejillas sonrosadas. La niña se había separado del resto de la clase y había sido su penetrante grito lo que había captado la atención de Sinjun. La pequeña chillaba despavorida aunque permanecía quieta; la mancha que se le extendía por el babi del jardín de infancia indicaba que se había hecho pis. 

Sinjun respondía a los gritos, revelando sus afilados y letales dientes, curvos como cimitarras, diseñados para mantener inmóvil a su presa mientras la despedazaba con las garras. La niña volvió a soltar aquel chillido penetrante. Los poderosos músculos de Sinjun se tensaron y Jaejoong palideció. Sintió que el tigre estaba a punto de saltar. Para Sinjun, aquella niña que agitaba los brazos y gritaba sin parar era uno de sus más amenazadores enemigos.

Hyunjoong apareció de la nada y corrió hasta Sinjun. Jaejoong vio la picana en su mano y dio un paso adelante. Quería advertirle que no lo hiciera. Sinjun no estaba acostumbrado a las descargas. No se acobardaría de la misma manera que los elefantes, sólo se enfurecería más. Pero Hyunjoong estaba reaccionando de manera impulsiva, con la intención de contener al tigre de la única manera que sabía, como si Sinjun no fuera más que un elefante revoltoso. 

Cuando Sinjun le dio la espalda a la pequeña, girándose hacia Hyunjoong, Yunho  se acercó con rapidez por el lado contrario. Se acercó a la niña y la cogió entre sus brazos para llevarla a una zona segura. 

Y luego, todo pasó en un instante. Hyunjoong presionó la picana en el hombro del tigre. El animal se revolvió enloquecido, rugió lleno de furia y lanzó su enorme cuereo contra Hyunjoong, tirando al domador al suelo; Hyunjoong soltó la picana que rodó fuera de su alcance. 

Jaejoong nunca había sentido tanto terror. Sinjun iba a atacar a Hyunjoong y él no podía detenerlo de ninguna manera. 

—¡Sinjun! —gritó desesperado. 

Para sorpresa del joven, el tigre alzó la cabeza. Jaejoong no sabía si había respondido a su voz o a otro tipo de instinto. Se acercó a él, a pesar de que le temblaban tanto las rodillas que apenas podía mantenerse en pie. No sabía qué iba a hacer. Sólo sabía que tenía que actuar. 

El tigre permaneció encorvado sobre el cuerpo inmóvil de Hyunjoong. Por un momento Jaejoong pensó que el entrenador estaba muerto, pero luego se dio cuenta de que permanecía quieto a la espera de que el tigre se olvidase de él. 

Jaejoong oyó la tranquila, pero autoritaria voz de Yunho. 

—Jaejoong, no des un paso más. 

Y luego la de su padre, más chillona. 

—¿Qué estás haciendo? ¡Regresa aquí!

Jaejoong los ignoró a los dos. El tigre se giró ligeramente y se quedaron mirando fijamente el uno al otro. Los dientes afilados y curvos del animal estaban al descubierto, tenía las orejas aplastadas contra la cabeza y la miraba de una manera salvaje. Jaejoong sintió que estaba aterrorizado. 

—Sinjun —dijo él con suavidad. Pasaron unos segundos. Jaejoong vio un destello de pelo rojizo entre Sinjun y la carpa principal; era el pelo llameante de Sully. La dueña del circo corría hacia Yunho, que ya había dejado a la niña en los brazos de la maestra. Sully le dio algo a Yunho, pero Jaejoong estaba demasiado aturdido para deducir lo que era. 

El tigre pasó por encima del cuerpo de Hyunjoong y centró toda su feroz atención en él. El animal tenía todos los músculos tensos y preparados para saltar. 

—Tengo un arma. —La voz de Yunho sólo fue un susurro. —No te muevas. 

Su marido iba a matar a Sinjun. Comprendía la lógica de lo que estaba a punto de hacer —con gente en el recinto, un tigre salvaje y aterrorizado era, evidentemente, un peligro, —pero él no podía consentirlo. Esa magnífica bestia no debía ser ejecutada sólo por seguir los instintos de su especie. 

Sinjun no había hecho nada malo, salvo actuar como un tigre. A las personas sólo las encerraban cuando delinquían. A él lo habían arrebatado de su hábitat natural, lo habían encerrado en una jaula diminuta y lo habían obligado a vivir bajo la mirada de sus enemigos. Y ahora, sólo porque Jaejoong no se había dado cuenta de que la puerta de su jaula estaba rota, iban a matarlo. 

Se movió lo más rápidamente que pudo para interponerse entre su marido y el tigre.

—Quítate de en medio, Jaejoong. —El tono tranquilo de su voz no suavizaba la autoridad de su orden.

—No dejaré que lo mates —susurró él en respuesta. Y se acercó lentamente al tigre. 

Los ojos dorados del animal se clavaron en él. Lo atravesaron. Jaejoong sintió cómo el terror de Sinjun penetraba en cada célula de su cuerpo hasta unirse al de él. Sus almas se fundieron y él lo oyó en su corazón. 

«Los odio.»
«Lo sé.»
«Detente.»
«No puedo.»

Jaejoong acortó la distancia entre ellos hasta que apenas los separaron dos metros. 

—Yunho te matará —susurró, mirando fijamente los ojos dorados de la bestia. 

—Jaejoong, por favor... —Él oyó una desesperada tensión en la súplica de Yunho y lamentó el desasosiego que le estaba causando, pero no podía detenerse.

Cuando se acercó al tigre, sintió que Yunho cambiaba de posición para poder disparar desde otra dirección. Jaejoong sabía que se le acababa el tiempo. 

A pesar del miedo que le oprimía el pecho hasta dejarlo sin respiración, se puso de rodillas delante del tigre. Le llegó su olor salvaje mientras lo miraba a los ojos. 

—No puedo dejar que mueras —susurró. —Ven conmigo. —Lentamente estiró el brazo para tocarlo.

Una parte de él esperaba que las poderosas mandíbulas de Sinjun se cerraran sobre su mano, pero había otra parte —su alma tal vez, porque sólo el alma podía resistirse con tal terquedad a la lógica— a la que no le importaba que le mordiera si con eso le salvaba la vida. Le acarició con mucha suavidad entre las orejas. 

El pelaje era a la vez suave y áspero. Dejó que se acostumbrara a su contacto, y el calor del animal le traspasó la palma de la mano. Los bigotes del felino le rozaron la suave piel del brazo, y sintió su aliento a través de la delgada tela de algodón de la camiseta. Él cambió de posición y poco a poco se dejó caer en la tierra con las patas delanteras extendidas.

La calma se extendió por el cuerpo de Jaejoong, que dejó de sentir miedo. Experimentó una sensación mística de bienvenida, una paz que jamás había conocido antes, como si el tigre se hubiera convertido en él y él en el tigre. Por un momento Jaejoong comprendió todos los misterios de la creación: que cada ser vivo era parte de los demás, que todo era parte de Dios, que estaban unidos por el amor, puestos sobre la tierra para cuidar unos de otros. Sin miedo, enfermedad o muerte. No existía nada salvo el amor. 

Y en esa fracción de segundo, Jaejoong entendió que también amaba a Yunho de la manera terrenal en que un hombre ama a un hombre. 

Rodeó con los brazos el cuello del tigre como si fuera lo más natural del mundo. Tan natural como apretar la mejilla contra él y cerrar los ojos. Pasó el tiempo. Oyó los latidos del corazón de la fiera y, por encima, un ronroneo ronco y profundo. 

«Te amo.»
«Te amo.»

—Tengo que encerrarte de nuevo —susurró él finalmente, con las lágrimas deslizándosele por los párpados cerrados. —Pero no te abandonaré. Nunca. 

El ronroneo y el latido del corazón se hicieron uno. 

Permaneció arrodillado un rato más, con la mejilla presionada contra el cuello de Sinjun. Jaejoong nunca había sentido tanta paz, ni siquiera cuando había permanecido cobijado entre las patas de Tater. Había muchas cosas malas en el mundo, pero este lugar... este lugar era sagrado.

Poco a poco fue consciente de lo que lo rodeaba. Los demás se habían quedado paralizados como estatuas.

Yunho todavía apuntaba con el arma a Sinjun, Qué tonto. Como si él fuera a permitir que hiriera a ese animal. La piel blanquecina de su marido había adquirido el color de la tiza, y supo que tenía miedo por él. Con el retumbar del corazón del tigre debajo de su mejilla, Jaejoong supo que había puesto el mundo de Yunho patas arriba de una manera que él no podría perdonar. Cuando todo aquello acabara, él tendría que afrontar las terribles consecuencias. 

Yesung —viejo, flaco y con la tez grisácea— permanecía de pie no muy atrás de Yunho, al lado de Sully. Krystal se aferraba al brazo de Brady. Los niños guardaban absoluto silencio. 

El mundo exterior había irrumpido en la mente de Jaejoong y ya no pudo permanecer más tiempo quieto. Se movió lentamente. Manteniendo la mano sobre el cuello de Sinjun, hundió las puntas de los dedos en su pelaje. 

—Sinjun volverá ahora a su jaula —anunció a todo el mundo. —Por favor, manténganse alejados de él. 

Se puso en movimiento y no se sorprendió cuando el tigre lo siguió; sus almas estaban entrelazadas, así que no le quedaba otra elección. El animal le rozaba la pierna con la pata mientras lo guiaba a la jaula. Con cada paso, Jaejoong era consciente del arma de Yunho apuntándole. 

Cuando más se acercaban a su destino, mayor era la tristeza del tigre. El joven deseaba que Sinjun entendiera que aquél era el único lugar donde podía mantenerlo a salvo. Cuando llegaron a la jaula, el animal se detuvo. 

Jaejoong se arrodilló ante él y lo miró a los ojos. 

—Me quedaré un rato contigo. 

El felino lo miró fijamente. Y luego, para sorpresa de Jaejoong, restregó la cabeza contra la mejilla de él joven. Le rozó el cuello con los bigotes y de nuevo soltó aquel ronroneo profundo y ronco. 

Luego Sinjun se apartó y, con un poderoso impulso de sus cuartos traseros, entró en la jaula de un salto. 

Jaejoong oyó que todo el mundo comenzaba a moverse detrás de él y se volvió. Vio que Hyunjoong y Yunho se acercaban corriendo a la jaula para coger la puerta rota y ponerla en su lugar.

—¡Alto! —Jaejoong levantó los brazos para que se detuvieran. —No se acerquen más. 

Los dos hombres se detuvieron en seco.

—Jaejoong, quítate de en medio —la voz de Yunho vibraba y la tensión endurecía sus hermosos rasgos. 

—Déjenos solos. —Se volvió hacia la puerta abierta de la jaula dándoles la espalda. 

Sinjun lo observó. Ahora que estaba encerrado de nuevo, se mostraba tan altivo como siempre: regio, distante, como si lo hubiera perdido todo salvo la dignidad. Jaejoong sabía lo que él quería y no podía soportarlo. Quería que él fuera su carcelero. Lo había elegido para que lo encerrara en la jaula. 

Jaejoong no se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que sintió que las lágrimas se le deslizaban por las mejillas. Los ojos dorados de Sinjun brillaron tenuemente mientras lo miraba con su acostumbrado desdén, haciéndolo sentir un ser inferior. 

«Hazlo, debilucho —ordenó con los ojos. —Ya.»

El joven levantó los brazos con esfuerzo y asió la puerta de la jaula. La bisagra rota hacía que pesara más y fuera difícil de mover, pero consiguió cerrarla con un sollozo. 

Yunho se acercó con rapidez y agarró la puerta para asegurarla, pero, en el momento en que la tocó, Sinjun le enseñó los dientes y lanzó un rugido. 

—¡Deja que lo haga yo! —exclamó él. —Se está enfadando. Por favor. Yo cerraré la puerta. 

—¡Maldita sea! —Yunho dio un paso atrás, lleno de rabia y frustración. 

Pero cerrar la jaula no era una tarea fácil. La plataforma sobre la que descansaba estaba a un metro de altura y Jaejoong tenía que levantar demasiado los brazos para cerrar la puerta. Hyunjoong cogió un taburete y se lo puso al lado. Luego le dio un trozo de cuerda. Por un momento Jaejoong no supo para qué era. —Pásala entre los barrotes para que haga de bisagra —dijo Yunho. —Carga tu peso contra la puerta para sujetarla. Y por el amor de Dios, estate preparado para saltar hacia atrás si decide atacar. 

Yunho se colocó detrás de él y le deslizó las manos alrededor de las caderas para sostenerlo. Con su ayuda, intentó hacer lo que él había dicho: sujetar la puerta cerrada con el hombro mientras anudaba la cuerda alrededor de la bisagra rota. Comenzó a temblar debido a la tensión de su postura. Sintió el bulto del arma que Yunho había metido en la cinturilla de los vaqueros. Su marido lo sujetó con más fuerza.

—Ya casi está, cariño. 

El nudo era grande y tosco, pero servía. Jaejoong dejó caer los brazos. Yunho lo bajó del taburete y lo estrecho contra su pecho.

El joven permaneció inmóvil unos instantes, agradeciendo su consuelo antes de levantar la mirada hacia aquellos ojos tan parecidos a los del tigre. Saber que amaba a ese hombre era aterrador. Eran muy diferentes, pero sentía la llamada de su alma tan claramente como si Yunho hubiese hablado en voz alta. 

—Siento haberte asustado.

—Ya hablaremos de eso después. 

Lo arrastraría a la caravana para fustigarlo en privado. Puede que eso fuera la gota que colmara el vaso; lo que haría que Yunho se deshiciera de él. Jaejoong ahuyentó ese pensamiento y se alejó de él.

—No puedo irme aún. Le he dicho a Sinjun que me quedaría un rato con él.

Las líneas de tensión de la cara de Yunho se hicieron más profundas, pero no lo cuestionó. 

—Vale. 

Yesung se acercó a ellos. 

—¡Eres idiota! ¡Es increíble que aún estés vivo! ¿En qué diablos estabas pensando? Jamás vuelvas a hacer una cosa así. De todo lo que... 

Yunho le interrumpió. 

—Cállate, Yesung. Yo me encargaré de esto.

—Pero...

Yunho arqueó una ceja y de inmediato  Yesung guardó silencio. Ese sencillo gesto de su marido había sido suficiente. Jaejoong nunca había visto a su dominante padre ceder ante nadie, y ese hecho le recordó la historia que le había contado. Durante siglos los Kim habían tenido el deber de obedecer los deseos de los Choi. 

En ese momento, Jaejoong aceptó que lo que su padre le había contado era cierto, pero ahora lo que le importaba era Sinjun, que parecía inquieto y encrespado. 

—Yuri se preguntará dónde estoy —dijo su padre a sus espaldas. —Será mejor que me vaya. Adiós, Jaejoong. —Yesung rara vez lo tocaba y Jaejoong se sorprendió al sentir el suave roce de su mano en el hombro. Antes de que él pudiera responder, su padre se despidió de Yunho y se fue. 

La actividad del circo había vuelto a la normalidad. Jack hablaba con la profesora mientras la ayudaba a escoltar a los niños hasta el jardín de infancia. Hyunjoong y los demás habían vuelto a su trabajo. Sully se acercó a ellos. 

—Buen trabajo, Jaejoong. —La dueña del circo dijo las palabras de mala gana. Aunque a Jaejoong le pareció ver algo de respeto en sus ojos, tuvo la extraña sensación de que el odio que Sully sentía hacia él se había intensificado. La pelirroja evitó mirar a Yunho y se alejó dejándolos solos con Sinjun. 

El tigre se mantenía en actitud vigilante, pero los miraba con su acostumbrado desprecio. Jaejoong metió las manos entre los barrotes de la jaula. Sinjun se acercó a ellas. El joven notó que Yunho contenía el aliento cuando el tigre comenzó a restregar aquella enorme cabeza contra sus dedos. 

—¿Podrías dejar de hacer eso? 

Él alargó más las manos para rascar a Sinjun detrás de las orejas. 

—No me hará daño. No me respeta, pero me quiere. – Yunho  se rio entre dientes y luego, para sorpresa de Jaejoong, lo rodeó con los brazos desde atrás mientras él acariciaba al tigre. 

—Nunca había pasado tanto miedo —dijo él apoyando la mandíbula en su hombro. 

—Lo siento. 

—Soy yo quien lo siente. Me advertiste sobre las jaulas y debería haberte hecho caso. Ha sido culpa mía. 

—La culpa es mía. Soy yo quien se encarga de las fieras. 

—No intentes culparte. No lo permitiré. 

Sinjun acarició la muñeca de Jaejoong con la lengua. El joven notó que Yunho tensaba los músculos de los brazos cuando el tigre comenzó a lamerlo. 

—Por favor, ¿podrías sacar las manos de la jaula? —pidió él en voz baja. —Está a punto de darme un ataque.

—En un minuto. 

—He envejecido diez años de golpe. No puedo permitirme el lujo de perder más. 

—Me gusta tocarle. Además, Sinjun se parece a ti, no ofrece su afecto con facilidad y no quiero ofenderle marchándome. 

—Es un animal, Jaejoong. No tiene emociones humanas. —Jaejoong sentía demasiado paz para discutírselo. —Cariño, tienes que dejar de hacerte amigo de los animales salvajes. Primero Tater, ahora Sinjun. ¿Sabes qué? Es evidente que necesitas una mascota de verdad. Lo primero que haremos mañana por la mañana será comprar un perro. 

Él lo miró con alarma. 

—Oh, no, no podemos hacerlo.

—¿Por qué? 

—Porque me dan miedo los perros.— Él se quedó inmóvil, luego se echó a reír. Al principio sólo fue un ruido sordo en el fondo del pecho, pero pronto se convirtió en un alegre rugido que rebotó contra las paredes del circo y resonó en el recinto. 

—Claro, era de esperar—murmuró Jaejoong con una sonrisa. —Para que Jung Yunho se ría, tiene que ser a mi costa. 

Yunho levantó la cara hacia el sol y estrechó a Jaejoong entre sus brazos riéndose con más fuerza. 

Sinjun los miró con fastidio, luego apretó la cabeza contra los barrotes de la jaula y lamió el pulgar de Jaejoong. 

Yunho se abrió paso a empujones entre los periodistas y fotógrafos que rodeaban a Jaejoong al término de la última función. 

—Mi esposo ha tenido suficiente por hoy. Necesita descansar un poco. 

Ignorándole, un periodista metió una pequeña grabadora bajo las narices de Jaejoong. 

—¿En qué pensó cuando se dio cuenta de que el tigre andaba suelto? 

Jaejoong abrió la boca para responder, pero Yunho lo interrumpió sabiendo que su esposo era tan condenadamente educado que respondería a todas las preguntas aunque estuviera muerto de cansancio. 

—Lo siento, no tenemos nada más que decir. —Pasó el brazo por los hombros de Jaejoong y lo alejó de allí. 

Los periodistas se habían enterado enseguida de la fuga del tigre y no habían dejado de entrevistarlo desde la primera función. Al principio Sully se había alegrado por la publicidad que eso suponía, pero luego había oído que Jaejoong comentaba que la casa de fieras era cruel e inhumana, por lo que se había puesto hecha una furia. Cuando Sully había tratado de interrumpir la entrevista, Jaejoong le había lanzado una mirada inocente y había dicho sin pizca de malicia: 

—Pero Sully, los animales odian estar allí. Son infelices en esas jaulas.

Cuando Yunho y Jaejoong llegaron a la caravana, él estaba un contento de tenerla sano y salvo que no podía concentrarse en lo que le estaba contando. Jaejoong trastabilló y Yunho se dio cuenta de que caminaba demasiado rápido. Siempre le estaba haciendo eso. Arrastrándolo. Empujándolo. Haciendo que se tropezara. ¿Y si hubiera resultado herido? ¿Y si Sinjun lo hubiera matado? 

Sintió un pánico aplastante mientras se le cruzaban por la cabeza unas imágenes horripilantes de las garras de Sinjun despedazando aquel delgado cuerpo. Si le hubiera ocurrido algo a Jaejoong, jamás se lo hubiera perdonado a sí mismo. Lo necesitaba demasiado.

Le llegó la dulce y picante fragancia de su esposo mezclada con algo más, quizás el olor de la bondad. ¿Cómo había logrado Jaejoong metérsele bajo la piel en tan poco tiempo? No era su tipo, pero le hacía sentir emociones que nunca había imaginado. Ese joven cambiaba las leyes de la lógica y hacía que el negro fuera blanco y el orden se convirtiera en caos. Nada era racional cuando él estaba cerca. Convertía a los tigres en mascotas y retrocedía con espanto ante un perrito. Le había enseñado a reírse y, también, había conseguido algo que nadie más había logrado desde que era un niño, había destruido su rígido autocontrol. Tal vez fuera por eso que él comenzaba a sentir dolor.

Una imagen le cruzó por la mente, al principio difusa, aunque poco a poco se volvió más nítida. Recordó cuando en los días más fríos de invierno pasaba demasiado tiempo a la intemperie y luego entraba para calentarse. Recordó el dolor en sus manos congeladas cuando empezaban a entrar en calor. El dolor del deslució. ¿Sería eso lo que le ocurría? ¿Estaba sintiendo el deshielo de sus emociones? 

Jaejoong volvió la mirada a los reporteros.

—Van a pensar que soy un maleducado, Yunho. No debería haberme ido así. 

—Me importa un bledo lo que piensen.

—Eso es porque tienes la autoestima alta. Yo, sin embargo, la tengo baja... 

—No empieces... 

Tater, atado cerca de la caravana, soltó un barrito al ver a Jaejoong. 

—Tengo que darle las buenas noches. 

Yunho  sintió los brazos vacíos cuando él se acercó a Tater y apretó la mejilla contra su cabeza. Tater lo rodeó con la trompa y Yunho tuvo que contener el deseo de apañarlo antes de que el elefantito lo aplastara por un exceso de cariño. Un gato. Quizá podría comprarle un gato. Sin uñas, para que no le arañara. 

La idea no lo tranquilizó. Conociendo a Jaejoong, probablemente se asustaría también de los gatos domésticos. 

Finalmente Jaejoong se alejó de Tater y siguió a Yunho a la caravana, donde comenzó a desvestirse, pero se lo pensó mejor y se sentó a los pies de la cama. 

—Venga, échame la bronca. Sé que llevas queriendo hacerlo todo el día. 

Yunho nunca lo había visto tan desolado. ¿Por qué siempre tenía que pensar lo peor de él? Aunque su corazón lo impulsaba a tratarlo con suavidad, su mente le decía que tenía que dejar las cosas claras y echarle un sermón que jamás olvidaría. El circo estaba lleno de peligros y él haría cualquier cosa para mantenerlo a salvo. 

Mientras pensaba en eso, él lo miró y todos los problemas del mundo se reflejaron en las profundidades de sus ojos. 

—No podía dejar que lo mataras, Yunho. No podía. 

Las buenas intenciones de Yunho se disolvieron. 

—Lo sé.— Se sentó a su lado y comenzó a quitarle las hebras de paja del pelo mientras le hablaba con voz ronca: —Lo que has hecho hoy fue lo más valiente que he visto nunca. 

—Y lo más estúpido. Venga, dilo. 

—Eso, también. —Yunho miró su nariz respingona y no pudo recordar haber visto algo que lo conmoviera más profundamente. —Cuando te conocí, pensé que eras un niño mimado, tonto y consentido; demasiado hermoso para su propio bien. 

Como era de esperar, él comenzó a negar con la cabeza. 

—No soy hermoso. Mi madre... 

—Lo sé. Tu madre era bellísima y tú eres feísimo —sonrió. —Lamento decirte, nene, que no estoy de acuerdo contigo. 

—Eso es porque no la conociste.

Jaejoong lo dijo con tal seriedad que él tuvo que reprimir uno de esos ataques de risa que lo asaltaban cada vez que estaban juntos. 

—¿Tu madre habría conseguido meter al tigre en la jaula? 

—Quizá no, pero era muy buena con los hombres. Se desvivían por ella. 

—Pues este hombre se desvivirá por ti. 

 Jaejoong abrió mucho los ojos, y él lamentó haber dicho esas palabras porque sabía que habían revelado demasiado. Se había prometido a sí mismo que lo protegería de sus sueños románticos, pero acababa de insinuar cuánto le importaba. Conociendo a Jaejoong y su anticuada visión del matrimonio, imaginaría que aquel cariño era amor y empezaría a construir castillos en el aire sobre un futuro juntos; quimeras que la retorcida carga emocional de él no le dejarían cumplir. La única manera de protegerlo era hacerle ver con qué cabrón hijo de perra se había casado. 

Pero era difícil. De todas las crueles jugarretas que le había hecho el destino, la peor había sido atarlo a ese frágil y decente hombre, con esos bellos ojos y ese corazón tan generoso. El cariño no era suficiente para él. Jaejoong necesitaba a alguien que lo quisiera de verdad. Necesitaba hijos y un buen marido, uno de esos tipos con el corazón de oro y trabajo fijo, que fuera a la iglesia los domingos y que lo amara hasta el final de sus días. 

Sintió una dolorosa punzada en su interior al pensar que Jaejoong podría casarse con otra persona, pero la ignoró. Sin importar lo que tuviera que hacer, iba a protegerlo. 

—¿Qué quieres decir, Yunho? ¿Te desvivirías realmente por mí? —A pesar de todas aquellas buenas intenciones, Yunho asintió como un tonto. —Entonces siéntate y déjame hacerte el amor. 

Yunho se tensó, duro y palpitante; deseaba tanto a Jaejoong que no podía contenerse. En el último instante, antes de que el deseo de poseerlo lo dominase, la bota de Jaejoong se curvó en una sonrisa tan dulce y suave que él sintió como si le patearan el estómago. 

Él no se reservaba nada. Nada en absoluto. Si ofrecía a él en cuerpo y alma. ¿Cómo podía alguien ser tan autodestructivo? Yunho se puso a la defensiva. Si él no era capaz de protegerse a sí mismo, él haría el trabajo sucio. 

—El sexo es algo más que dos cuerpos —le dijo con dureza. —Eso fue lo que me dijiste. Que tenía que ser sagrado, pero no hay nada sagrado entre nosotros. Entre nosotros no hay amor, Jaejoong. Es sólo sexo. No olvides. 

Para absoluta sorpresa de Yunho, él le brindó una tierna sonrisa, teñida por un poco de piedad.

—Eres tonto. Por supuesto que hay amor. ¿Acaso no lo sabes? Yo te amo. 

Él sintió como si le hubieran golpeado a traición. 

Jaejoong tuvo el descaro de reírse.

—Te amo, Yunho, y no hay necesidad de hacer una montaña de un grano de arena. Sé que te dije que no lo haría, pero no he podido evitarlo. He estado negando la verdad, pero hoy Sinjun me hizo comprender lo que siento. 

A pesar de todas las advertencias y amenazas, de todos sus sermones, Jaejoong había decidido que estaba enamorado de él. Pero era él quien tenía la culpa. Debería haber mantenido más distancia entre ellos. ¿Por qué había paseado por la playa con él? ¿Por qué le había abierto su corazón? Y lo más reprobable de todo, ¿por qué no lo había mantenido alejado de su cama? Ahora tenía que demostrarle que lo que él pensaba que era amor no era más que una visión romántica de la vida. Y no iba a ser fácil.

Antes de que pudiera señalarle su error, Jaejoong le cubrió la boca con la suya. Yunho dejó de pensar. Lo deseaba. Tenía que poseerlo.

Jaejoong le recorrió los labios con la punta de la lengua, luego profundizó el beso con suavidad. Él le cogió la cabeza entre las manos y hundió los dedos en su suave pelo. El joven se acomodó entre sus brazos, ofreciéndose a él por completo. 

Jaejoong gimió con dulzura. Vulnerable. Excitado. El sonido atravesó la embotada conciencia de Yunho y lo trajo de vuelta a la realidad. Tenía que recordarle a Jaejoong cómo eran las cosas entre ellos. Por su bien tenía que ser cruel. Mejor que Jaejoong sufriera un pequeño dolor en ese momento que uno devastador más adelante. 

Se apartó bruscamente de él. Lo hizo tumbarse en la cama con una mano y se ahuecó la protuberancia de los vaqueros con la otra.

—Lo mires como lo mires, un buen polvo es mejor que el amor. 

Yunho dio un respingo para sus adentros ante la expresión de sorpresa que cruzó por la cara de Jaejoong antes de que se ruborizara. Conocía a su esposo y se preparó para lo que vendría a continuación: iba a levantarse de la cama de un salto y a hacer que le saliera humo por los oídos con un sermón sobre la vulgaridad. 

Pero no lo hizo. El rubor de la cara de Jaejoong se desvaneció y fue sustituido por la misma expresión de pesar que había adoptado antes.

—Sabía que te pondrías difícil con esto. Eres tan previsible. 

«¿Previsible? ¿Así lo veía? ¡Maldita fuera, estaba tratando de salvarlo y él se lo pagaba burlándose de él. Pues bien, se lo demostraría con hechos.»

Se obligó a esbozar una sonrisa cruel. 

—Quítate la ropa. Me siento un poco violento y no quiero desgarrártela. 

—¿Violento? 

—Eso es lo que he dicho, nene. Ahora desnúdate.

24 comentarios:

  1. yunho es un choi OMG un heredero o.o aparte de eso lo llamaron dr. jung hmmmm q pasara? que miedo pase con sinjun, jae pudo aplacar su ira y nadie salio lastimado afortunadamente, me encanto verdaderamente *w*

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  2. Este capítulo fue de infarto,lo que paso con sinjun,la razon por la que su padre arreglo su matrimonio con yunho y el darse cuenta de que estaba enamorado de yunho ;; me enoja que yunho se siga negando a esa posibilidad el siente algo por jae pero no lo acepta, se aferra a sus ideas T_T espero que no arruine las cosas, gracias por actualizar es que como me encanta esta historia! ♡

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  3. ame este capitulo y llore tambien cuando jae defiende al tigre. gracias por el capitulo

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  4. mi corazón estaba en un hiloooo con lo del tigre..!!!! OwO*** q wueno q todo salio bien..!! ^^ Q HERMOSO ya estan enamorados espero q yunho lo la malogre U.U

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  5. hay dios¡¡ la conexión que existe entre JJ y los animales es muy fuerte sobre todo con el tigre¡¡ en verdad me asuste por un momento si lo sé me proyecto demasiado cuando leo xD y pobre de yunnie como envejecio 10 años de golpe xDDD hasta yesung se asustó lo bueno es ahora todos respetan a JJ y lo admiran¡¡ y la conexión con los animales ya es real y fuerte pero sobre todo el hecho de saber que ama A YUNHO¡¡ esoo es valentia¡¡ que genia :) gracias

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  6. PSaron muchas cosas en este cap
    Primero el tigre me causo mucha tristesa q este encerrado, y jae vio al tigre a yunho. Es tan awww *-*
    Ahora jae ha encontrado el lado de yunho xD ya sabe como excusarse y nose librara de el.

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  7. Oh mi dios yo sabia que esa relacion que Jae habia entablado con sinjun lo iba a ayudar en algún momento ... pero fue realmente conmovedor lo que paso en esa conexion ...
    Bueno ya sabemos de la razon del porque su casamiento tan inesperado
    Ahora jae ya le dijo lo que sentia a yunho veamos como va a reaccionar despues de que terminen de hacerlo

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  8. Por demás mi capítulo favorito!!
    Esa escena de jae y el tigre... Dios!!! Fue tan unico... No se.. Pasaron tantas cosas q.. Estoy medio rara jajjaa

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  9. Jae eres el mejor, hacer eso con el tigre fue wowww me quedo sin palabras, eres grandioso y espero la bola del circo te respete...y Yunho no te hagas al duro, sabes amar solo intenta reconocerlo, no hagas año a Jae quien ya a pasado por mucho también :(

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  10. Porfin se aclaran cosas sobre el origen de yunho….. Y ahora jae se le declarooo se pone mas interesanteeee

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  11. pobre niña tremendo susto que se dio y quien no? quedo traumada seguro de por vida ...
    que valiente fue jaejoong me sorprendió muchísimo y lo salvo de que lo mataran :( no era su culpa del tigrecito .me da mucha pena que pare encerrado :(
    jaejoong dijo que ama a yunho OMG!

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  12. Ahhh creo que yunho no debe ser tan HDP con jae, aun así
    su historia de verdad me asombra, yunho doctor y heredero de la corona coreana?
    wow interesante XD además era la historia de jae en su presentación en el circo
    ahh lo de sunjun ya lo veia venir, estaba esperando el momento para que
    jae y el tigre se hicieran uno XD me encanto
    y espero que pronto yunho se de cuenta de que debería amar a jae XD

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  13. yunho es realmente un Choi? wa increible^^ estoy tan feliz cuando yunho le dijo q se desviviría por el *v* el amor q bello es el amor~^^ ♥

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  14. Este cap estuvo muy emocionante primero Jae se entera de que Yunho es un doctor, segundo de que es un Choi y heredero de la corona y Jae es muy valiente aun con todo el miedo que tenia defendio al tigre de que lo mataran y de que dañara a hyun joon, y Yunho estaba muerto de miedo por su esposo

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  15. este Yunho heredero a la corona de Corea está tan enamorado de Jae y lo niega tanto que se lo cree y todo.
    fue hermoso y sublime el momento del tigre y Jae, muy bien descripta la escena. tanta tensión, tanto miedo....

    Jae se le declaró a Yunho, es tan valiente, me encanta realmente la personalidad de Jae, al principio de la historia pintaba un Jae atolondrado y medio bobo pero me llevé una grata sorpresa el saber que el personaje de Jae se come la historia.

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  16. wow yunho es un choi???
    bien jae pudo salvar al lindo gatito y de echo es animalito lindo
    ahora jae se lo dijo dijo que ama a yunho aunque yunho no lo quiera aceptar el tambien lo hace

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  17. Woooooo!!!!!!
    Jae si que es muy valiente ahhhh
    le dijo a yunho que lo ama espero que yunho no haga sufrir a jae
    graciasvpor el cap^^

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  18. muchasrevelacionespara uncapirulowowjajajajaj seguireleyendo

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  19. Yunho si le da vuelta a las cosas dios!!

    ame a Jae con el Tigre omg de verdad estuvo genial, y le dio cachetadas a todos eso ue genial
    Yunho siente el amor, siente mucho amor por el <3!! seria genial ver como lo acepta!!

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  20. jae si que se a ganado el respeto y la admiración de todos en el circo por su gran valentía al enfrentar a el tigre pues no lo a vía podido domar nadie y como un lindo gatito siguió a jae a su jaula y dejo helados a todos con su acción que esperaban que se lo comiera pues no el tigre ama a jae como el a todos sus animalitos salvajes
    por que siempre tiene que querer arruinar el momento yunho ya que se de cuenta que el también ama a jae y que el no lo acepte no quiere decir que no lo sienta por que lastimarlo cada que puede que sea valiente como lo fue jae para admitir que esta que muere de amor por su encantador esposo

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  21. ¡Yunho si es un principe! Lo sabia~
    La parte de Jae y Sinjun fue taaaan emocionante, sin duda él es mas que el niño rico que todos pensaban y además gracias a eso pudo darse cuenta de que ama a Yunho <3
    Aun cuando Yunho se ponga duro con Jae ya no puede hacer nada para quitar ese sentimiento de su corazón, ahora solo falta que el mismo se de cuenta de que siente lo mismo y ojala no lastime mucho a Jae en el proceso

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  22. Nose pero desde el comienzo algo me inquietava sobre Yunho cuando narrando la historia del heredero y eso pero ahora que lo confirmó el padre de Jaejoong fue wuuoo el es un príncipe ..
    Pero lo de Jaejoong y sinjun fue asombro tenía fe en Jaejoong de que lo podía tranquilizar se a avuelto tan valiente ahora reconocio que ama al terco de su esposo hay Yunho ahora te toca admitir a ti que tambien te mueres por tu Cara de Angel

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  23. A ver Yunho tenía un no sé qué rollo con el fuego, eso no me quedó claro porque no ha echo más con eso, ahora resulta que sí es un heredero y aparte doctor??? Por qué no también el mago del circo???? Que é bárbarjae casi muere tragado por un tigre y este hombre no se quita de cabezonería!!! Creí que viéndolo a nada de la muerte tiraría la barrera y reconocería lo que sí siento por Jae pero ahora resulta que va a lastimarlo terriblemente .

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