Yunho
estaba dormido cuando Jaejoong regresó a la caravana. El joven se desvistió tan
silenciosamente como pudo y se puso una de las camisetas de su marido. Cuando
se acercaba al sofá, oyó un ronco susurro:
—Esta
noche no, Jaejoong. Te necesito.
Se
giró y lo vio a través de la oscuridad. Tenía los ojos entrecerrados por el
deseo. Estaba despeinado y la medalla esmaltada que le colgaba del cuello
resplandecía bajo la luz de la luna que entraba por la ventana. Jaejoong aún
podía oír en su mente el fuerte latido del corazón de Tater transmitiéndole un
mensaje de amor incondicional. Sabía que no podía darle la espalda a Yunho en
ese momento.
Esta
vez no hubo sonrisas. Ni dulzura. Lo poseyó con ferocidad, casi con
desesperación y, cuando todo terminó, Yunho se acurrucó detrás él, sin
soltarlo. Se quedaron dormidos con la mano de él abrazando su cintura
Jaejoong
no regresó al sofá la noche siguiente. A partir de ese día, compartió la cama
con su marido mientras sentía que su corazón se inundaba de una emoción a la
que no quería dar nombre.
Una
semana más tarde, llegaron al centro de China. Instalaron el circo en el patio
de una escuela situada en un barrio de las afueras, con casas blancas de dos
plantas, columpios en los patios traseros y monovolúmenes en los garajes. De
camino a la casa de fieras, donde Tater estaba atado, Jaejoong se pasó por el
vagón rojo para hacer unos cambios en el pedido de pienso y, cuando entró, vio
a Jack examinando algunas carpetas.
La
saludó con una inclinación de cabeza. Él le devolvió el saludo y se dirigió al
escritorio para buscar los papeles que necesitaba. Sonó el móvil y lo cogió Jaejoong.
—Circo
de los Hermanos Quest.
—Quería
hablar con el doctor Jung —respondió un hombre con acento británico. —¿Podría
avisarlo?
Jaejoong
se dejó caer en la silla.
—¿Con
quién?
—Con
el doctor Jung Yunho.
A Jaejoong
comenzó a darle vueltas la cabeza.
—N-no
está aquí en este momento. ¿Quiere dejar algún recado?
La
mano le tembló al apuntar el nombre y el número. Cuando colgó sintió que se
tambaleaba. ¡Yunho era doctor! Sabía que era un hombre cultivado y que tenía
una vida oculta, pero jamás se había imaginado algo así.
El
misterio que rodeaba a su marido era cada vez más profundo, pero no sabía cómo
sonsacarle la verdad. Yunho seguía esquivando cualquier pregunta que le hiciera,
seguía actuando como si no tuviera una existencia más allá del circo.
Se
humedeció los labios resecos y miró a Jack.
—Era
un hombre que quería hablar con Yunho. Lo llamó doctor Jung.
Jack
metió varias carpetas en el cajón abierto del archivador sin mirarlo.
—Déjale
el mensaje en el escritorio. Lo verá cuando entre.
Jack
no había mostrado reacción alguna, así que evidentemente sabía más de la vida
de su marido que él. Tal certeza le dolió.
—Debe
de ser un descuido por su parte, pero Yunho no me ha dicho qué rama de la
medicina practica.
Jack
cogió otra carpeta.
—Tal
vez porque no quiere que lo sepas.
Jaejoong
se sentía carcomido por la frustración.
—Cuéntame
lo que sabes de él, Jack.
—En
el circo aprendemos a no meter las narices en la vida de los demás. Si alguien
quiere hablar sobre su pasado, lo hace. Si no, es asunto suyo.
Jaejoong
se dio cuenta de que lo único que había conseguido era avergonzarse a sí mismo.
Hizo tiempo hojeando algunos periódicos y se escapó de allí lo más rápidamente
que pudo.
Encontró
a Yunho acuclillado junto a Misha, examinando la herradura del caballo. Lo
observó durante un buen rato.
—Eres
veterinario.
—¿De
qué hablas?
—Eres
veterinario.
—¿Desde
cuándo?
—¿No
lo eres?
—No
sé de dónde sacas esas ideas.
—Acabas
de recibir una llamada. Alguien quería hablar con el doctor Jung.
—¿Y?
—Si
no eres veterinario, ¿qué tipo de doctor eres?
Él
se puso en pie y palmeó el cuello de Misha.
—¿No
has pensado que podía ser un apodo?
—¿Un
apodo?
—De
mis días de prisión. Ya sabes que los convictos le ponen apodos a todo el
mundo.
—¡No
has estado en prisión!
—Pero
si lo dijiste tú mismo. Por asesinar a aquella camarera.
Jaejoong
pateó el suelo con frustración.
—¡Jung
Yunho, dime ahora mismo a qué te dedicas cuando no estás en el circo!
—¿Por
qué quieres saberlo?
—¡Soy
tu esposo! Merezco saber la verdad.
—Todo
lo que necesitas saber es que tienes delante de ti a un antipático artista
circense que posee un pésimo sentido del humor. No necesitas saber nada más.
—Eso
es lo más indulgente y condescendiente...
—No
es mi intención ser condescendiente, cariño. Pero no quiero que te hagas
ilusiones. Esto es lo que hay. Una gira con el circo de los Hermanos Quest.
Caravana y trabajo duro. —La expresión de Yunho se suavizó. —Hago lo que está
en mi mano para no hacerte daño. Por favor, acéptalo y deja de hacerme
preguntas.
Si
hubiera sido hostil, lo habría desafiado, pero Jaejoong no pudo luchar contra
esa repentina dulzura en su voz. Dio un paso atrás y observó las profundidades
de sus ojos. Eran tan bellos como los de Sinjun, e igual de misteriosos.
—Esto
no me gusta, Yunho— dijo él con suavidad, —no me gusta nada.— Y se dirigió
hacia la casa de fieras.
Un
rato más tarde, Krystal entró en la carpa. En ese momento, Jaejoong acababa de
terminar de limpiar la jaula de Glenna con una manguera.
—¿Puedo
hablar contigo?
—Sí.—
Al cerrar la manguera, Jaejoong vio que la chica estaba tensa y que tenía
ojeras.
—¿Por
qué no le has contado a Sully lo del dinero?
Jaejoong
enrolló la larga manguera y la sostuvo entre las manos.
—He
decidido no hacerlo.
—¿No
vas a decírselo?
Jaejoong
negó con la cabeza.
Los
ojos de Krystal se llenaron de lágrimas.
—¿¡Por
qué no vas a hacerlo después de todo lo que le he hecho!?
—Puedes
devolverme el favor prometiéndome no fumar más.
—¡Vale!
Haré lo que sea. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí, Jaejoong. Nunca.— Krystal
agarró la manguera que Jaejoong acababa de enrollar. —Déjame ayudarte.
Dime qué quieres que haga. Haré cualquier cosa.
—Gracias
por la oferta, pero no es necesario.— Comenzó a enrollar la manguera de nuevo,
pero esta vez la llevó afuera y la apoyó contra la carpa.
Krystal
lo siguió.
—Haré
lo que quieras... Sé que sólo soy una niña y todo eso, pero como no tienes
amigos aquí, quizá podríamos hacer cosas juntos.— Se detuvo a pensar qué
podrían hacer para superar lo ocurrido, algo en lo que no importara la
diferencia de edad. —Podríamos ir a tomar pizza o algo por el estilo. O
podríamos peinarnos y maquillarnos el uno al otro.
Jaejoong
no pudo evitar sonreír ante el tono esperanzado de la chica.
—Suena
bien.
—Voy
a recompensarte por esto, te lo prometo.
Algunas
cosas no se podían arreglar, pero Jaejoong no se lo dijo a Krystal. Había
tomado una decisión: no pensaba dejar que la culpa pendiera sobre la cabeza de
la adolescente.
Brady
Pepper se acercó a ellos, con una expresión que no presagiaba nada bueno.
—¿Qué
haces aquí, Krystal? Te he dicho que te alejes de él.
Krystal
se sonrojó.
—Jaejoong
ha sido muy amable conmigo y quería ayudarlo.
—Vete
con Sully. Quiere practicar contigo la posición del pino.
Krystal
parecía cada vez más infeliz.
—Papá,
Jaejoong es genial. No me gusta que pienses mal de él. Es buenísimo con los animales y me trata...
—Vete,
Krystal—dijo Jaejoong agradeciéndole el esfuerzo con un gesto de cabeza. —Gracias
por ofrecerte a ayudar.
Krystal
se fue a regañadientes.
Brady
parecía tan enfadado como un Silvestre Stallone con ración doble de
testosterona.
—Mantente
alejado de ella, ¿me oyes? Puede que Yunho esté ciego contigo, pero los demás
no olvidamos lo que has hecho.
—No
me avergüenzo de nada de lo que he hecho, Brady.
—¿No
te avergüenzas de lo que has hecho? ¿Si se hubiera tratado de dos mil dólares
en vez de doscientos estarías avergonzado? Lo siento, nene, pero para mí un
ladrón es siempre un ladrón.
—¿Acaso
llevas una vida tan recta que nunca has hecho nada de lo que te arrepientas?
—Nunca
he robado nada, de eso puedes estar seguro.
—Le
robas seguridad en sí misma a tu hija. ¿Eso no cuenta?
Brady
apretó los labios.
—No
me des lecciones sobre cómo criar a mi hija. No es asunto tuyo ni de Sully.
Ninguno de los dos tienen hijos, así que ya pueden mantener cerradas sus
malditas bocazas.
Y
se fue, con los músculos brillando y las plumas de la cola despeinadas.
Jaejoong
suspiró con pesar. No daba una. Había discutido con Yunho y se había enfrentado
a Jack y a Brady. ¿Qué más podía salir mal?
El
agudo murmullo de voces excitadas captó su atención y observó que otro grupo de
niños de la escuela vecina llegaba al circo. Durante toda la mañana habían
llegado al recinto un grupo de escolares tras otro. Con tantos niños
merodeando, Jaejoong se había asegurado de que la jaula de Tater estuviera bien
cerrada, algo que disgustaba al elefantito. Esta vez los niños eran muy
pequeños. Debían de ser del jardín de infancia.
Miró
con tristeza a la profesora de mediana edad que los acompañaba. Puede que ese
trabajo no le gustara a mucha gente, pero era el que deseaba desempeñar él.
Observó
la soltura con la que la profesora vigilaba que los niños no se descontrolaran
y, por un momento, Jaejoong se imaginó que era él. No se entretuvo con
esa fantasía demasiado tiempo. Para ser profesora se necesitaba un título
universitario, y él ya era demasiado mayor para ponerse a estudiar.
No
pudo resistirse a acercarse a los niños cuando se aproximaron a la jaula de
Sinjun, que tenía una cinta alrededor para que los pequeños visitantes no se
acercaran demasiado. Después de sonreír a la profesora, se dirigió a una niña
con rostro de querubín que miraba al tigre con temor.
—Se
llama Sinjun y es un tigre siberiano. Los siberianos son los tigres más grandes
que existen.
—¿Come
gente? —preguntó la pequeña.
—No
come personas, pero es un carnívoro. Eso quiere decir que come carne.
La
pequeña se mostró más animada.
—Mi
jerbo come comida de jerbo.
Jaejoong
se rio. La maestra sonrió.
—Parece
que sabe mucho sobre tigres. ¿Le importaría contarle a los niños algo sobre
Sinjun?
Una
oleada de excitación atravesó a Jaejoong.
—¡Me
encantaría! —Rápidamente rebuscó en su mente todo lo que había aprendido sobre
los animales en sus recientes visitas a la biblioteca y escogió aquellos
detalles que los niños pudieran comprender. —Hace cien años, los tigres vagaban
libres por muchas partes del mundo, pero ahora ya no es así. La gente comenzó a
vivir en las tierras que habitaban los tigres... —siguió hablándoles sobre
aquellos felinos, sobre su lenta extinción, y se sintió gratificado al ver que
los niños escuchaban atentamente sus palabras.
—¿Podemos
darle mimitos? —preguntó uno de ellos.
—No.
Ya es mayor y tiene malas pulgas. No entendería que no quieres hacerle daño. No
es como los perros o los gatos.
Siguió
contestando a un gran número de preguntas, incluyendo varias sobre las
necesidades fisiológicas de Sinjun y que provocó un coro de risitas tontas,
escuchó atentamente la historia de uno de los niños sobre un perro que había
muerto y el anuncio de que otro que acababa de pasar la varicela. Eran tan
ricos que Jaejoong podría haberse pasado todo el día hablando con ellos.
Cuando
la clase se dispuso a seguir adelante, la profesora le agradeció la explicación
y la pequeña de mejillas sonrosadas le dio un abrazo. Jaejoong se sintió como
si flotara en una nube.
Siguió
observándolos mientras se acercaba a la caravana para disfrutar de un almuerzo
rápido. Se detuvo de golpe cuando una familiar figura, embutida en unos
pantalones marrón oscuro y una pálida camisa amarilla, salió del vagón rojo. Jaejoong
era incapaz de creer lo que veía. En ese momento fue consciente de las ropas
sucias y del despeinado cabello que lucía, resultado del último aseo de Glenna.
—Hola,
Jaejoong.
—¿Papá?
¿Qué haces aquí? —Su padre era una figura tan poderosa en la mente de Jaejoong
que el joven rara vez notaba que éste poseía una constitución bastante menuda,
apenas un poco más alto que él. Era la imagen de la opulencia y la elegancia,
con aquel cabello canoso cortado por un experto peluquero —que se pasaba por la
oficina de su padre una vez a la semana, —el reloj de oro y los mocasines
italianos con un discreto adorno dorado en el empeine. Era difícil imaginárselo
abandonando la dignidad el tiempo suficiente como para enamorarse de una modelo
y concebir un hijo ilegítimo, pero Jaejoong era la prueba viviente de que su padre
había sido humano una vez.
—He
venido a ver a Yunho.
—Ah.
—Se esforzó por ocultar el dolor que le producía saber que no había ido a verla
a él. —También quería saber cómo te iba.
—¿Y?
—Quería
asegurarme de que aún estabas con él, que no habías hecho ninguna tontería.
Por
un momento Jaejoong se preguntó si Yunho le habría hablado del dinero robado,
pero al instante supo que no lo había hecho. Esa certeza lo consoló.
—Cómo
puedes ver, todavía estoy aquí. Si me acompañas a la caravana, te serviré algo
de beber. O te prepararé un sándwich si tienes hambre.
—Una
taza de té estaría bien.
Lo
condujo hasta la caravana. Yesung se detuvo al ver el deteriorado exterior.
—Dios
mío. No me digas que viven aquí.
Jaejoong
se sintió impulsado a defender su pequeño hogar.
—El
interior está mucho mejor; lo he arreglado.
Abrió
la puerta y lo invitó a entrar, pero a pesar de los cambios que él había hecho, Yesung no se sintió más impresionado con el interior que con el exterior.
—Creo
que Yunho podría haber conseguido algo mejor.
Aunque
resultara extraño, aquella crítica lo hizo ponerse a la defensiva.
—Es
perfecto para nosotros.
Yesung
se quedó mirando la única cama de la caravana durante un buen rato. Jaejoong
creía que la imagen lo haría sentir incómodo, pero si fue así, él no lo notó.
Mientras
ponía el agua a hervir en la cocina, él sacudió el sofá antes de sentarse, como
si temiera contraer alguna enfermedad. Jaejoong se sentó frente a él mientras esperaba
a que el agua hirviera.
El
incómodo silencio que se extendió entre ellos fue roto finalmente por su padre.
—¿Cómo
se llevan Yunho y tú?
—Bien.
—Es
un hombre estupendo. Casi nadie logra sobreponerse a una infancia como la suya. ¿Te ha contado cómo nos conocimos?
—Me
ha dicho que le salvaste la vida.
—No
sé si eso será cierto, pero cuando lo conocí su tío le estaba dando una paliza
detrás de unas camionetas. Lo sujetaba contra el suelo con un pie mientras lo
azotaba con un látigo.
Jaejoong
se sorprendió. Yunho le había dicho que había sido maltratado, pero oírlo de
labios de su padre lo hacía parecer aún más horrible.
—La
camisa de Yunho estaba hecha jirones. Tenía verdugones rojos por toda la
espalda; algunos de ellos sangraban. Su tío le maldecía por alguna tontería mientras
lo azotaba con todas sus fuerzas. —Jaejoong cerró con fuerza los ojos, deseando
que su padre dejara de hablar, pero él continuó. —Lo que más me impactó es que Yunho
se mantenía en absoluto silencio. No lloraba. No pedía ayuda. Sólo aguantaba.
Fue lo más trágico que he visto en mi vida.
Jaejoong
se sintió enfermo. No era de extrañar que Yunho no creyera en el amor.
Su
padre se reclinó en el sofá.
—Irónicamente
yo no tenía ni idea de quién era el niño. Por aquel entonces Kangin viajaba
en el viejo Circo Curzon y decidí ir a verlo a donde se habían instalado en
Fort Lee. Por supuesto, había oído rumores sobre la relación familiar. Incluso
la había investigado para asegurarme de que era auténtica, pero siempre soy
escéptico con historias como ésas y, al principio, no me lo creí.
Aunque
Jaejoong conocía la pasión de su padre por la historia coreana, no sabía que
ésta se extendiera hasta el circo. Cuando la tetera comenzó a silbar, se
dirigió al fogón.
—Pero
la relación es auténtica. Los Jung son una de las familias más famosas de
la historia del circo —dijo Jaejoong.
Él
lo miró con extrañeza mientras él comenzaba preparar el té.
—¿Los
Jung?
—Al
parecer la mayoría de las generaciones conservó el apellido de las mujeres. ¿No
te parece algo inusual?
—Más
bien irrelevante. Los Jung eran campesinos, Jaejoong. Gente del circo. —Apretó
los labios con desdén. —Por lo único que me interesaba Kangin Jung era por los
rumores que corrían sobre el matrimonio de su hermana, Katya, la madre de Yunho.
—¿A
qué te refieres?
—Lo
que me interesaba era la familia del padre de Yunho. El hombre con el que se
casó Katya Jung. Por el amor de Dios, Jaejoong los Jung no son importantes. ¿Acaso
no sabes nada de tu marido?
—Sé
muy poco —admitió él. Llevó las dos tazas al sofá y le tendió una. Sujetó su
taza con ambas manos mientras tomaba asiento en el otro extremo del sofá.
—Pensé
que te lo habría contado, pero es tan reservado que es normal que no te haya
dicho nada.
—¿Decirme
qué? —Jaejoong llevaba tiempo esperando eso, pero ahora que llegaba el
momento no estaba seguro de querer saberlo.
Un
leve temblor de excitación tiñó la voz de Yesung cuando se lo explicó.
—Yunho
es un Choi, Jaejoong .
—¿Un
Choi?
—Por
la línea paterna.
La
primera reacción de Jaejoong fue de diversión, pero ésta se desvaneció al darse
cuenta de que su padre estaba tan obsesionado por la historia coreana que había
estado investigando en todos los circos.
—Papá,
eso no es cierto. Yunho no es un Choi. Es un Jung de los pies a la cabeza.
—No
insultes mi inteligencia, Jaejoong. No me dejaría engañar por un cuento chino.
—Cruzó las piernas. —No tienes ni idea de cuánto investigué antes de llegar a
esta conclusión. Cuando supe que Yunho era un auténtico Choi, lo aparté de Jung
Kangin, que aún tardó diez años en morir. Me encargué de la educación de Yunho,
que había sido abominable hasta ese momento. Lo metí en un internado, pero
insistió en pagarse él mismo la universidad, por lo cual fue imposible
mantenerlo alejado del mundo del circo. ¿Crees que hubiera hecho todo eso si no
hubiera estado absolutamente seguro de quién era?
Un
helado escalofrío recorrió la espalda de Jaejoong.
—¿Y
quién es exactamente?
Yesung
volvió a reclinarse en el sofá.
—Yunho
es el bisnieto de Choi Seunghyun II.
Jaejoong
miró fijamente a su padre.
—Eso
es imposible. No te creo.
—Es
cierto, Jaejoong. El abuelo de Yunho fue el único hijo varón del último Choi de
Corea, Choi Siwon.
Jaejoong
conocía toda la historia sobre Choi Siwon, el joven hijo de Seunghyun II. En
1918, cuando Siwon tenía catorce años, sus padres, sus cuatro hermanas y él
fueron encerrados por los súbditos en el sótano de una mansión en Seúl,
donde fueron ejecutados. Se lo recordó a su padre.
—Todos
fueron asesinados. Él, su esposa Alexandra, los niños. Encontraron los restos
de la familia en una fosa común de los Montes en 1993. Se hicieron pruebas de
ADN.
Yesung
tomó un sorbo de té de la taza que le había ofrecido.
—Las
pruebas de ADN identificaron a Siwon, a Alejandra y a tres de las cuatro hijas. Pero faltaba una hija. Muchos creen que era Anastasia, y tampoco fueron
encontrados los restos del joven heredero.
Jaejoong
intentó asimilarlo. A lo largo del siglo XX, habían surgido personas que
afirmaban ser uno de los hijos asesinados de los Choi, pero la mayoría habían
sido mujeres que creían ser Anastasia. Su padre le había dicho que todas eran
unas impostoras. Era un hombre muy meticuloso y no podía imaginarlo dejándose
engañar por nadie. ¿Por qué ahora creía que el príncipe heredero había escapado
de aquella fría muerte? ¿Acaso su obsesión por la historia coreana lo había
hecho perder el juicio?
Le
habló con cautela.
—No
puedo imaginar cómo el príncipe heredero logró escapar de una masacre tan
terrible.
—Fue
rescatado por unos monjes que lo escondieron con una familia en el sur de
Corea. Años después, en 1920, un grupo leal lo sacó a escondidas del
país. Sabiendo de primera mano lo violentos que podían llegar a ser si los
descubrían, es normal que viviera escondido. Finalmente se casó y tuvo un hijo,
el padre de Yunho, Vasily. Vasily conoció a Jung Katya cuando ésta actuaba
en Seúl, se enamoró como un tonto y se fugó con ella. Vasily apenas era un
adolescente. Su padre acababa de morir y él era rebelde e indisciplinado, de
otra manera nunca se hubiera casado con alguien inferior a su rango. Tenía sólo
veinte años cuando Yunho nació. Unos dos años después, Katya y él murieron en
un accidente ferroviario.
—Lo
siento, papá. Aunque no dudo de tu palabra, simplemente, no puedo creerlo.
—Créeme,
Jaejoong. Yunho es un Choi. Y no un Choi cualquiera. Ese hombre que se hace
llamar Jung Yunho, es el heredero de la corona de Coreana.
Jaejoong
miró a su padre con tristeza.
—Yunho
trabaja en un circo. Eso es todo.
—Ya
me dijo Yuri que reaccionarías así.— En un gesto inusitado en él, Yesung le
palmeó la rodilla. —Te llevará tiempo acostumbrarte a la idea, pero espero
que... me conozcas lo suficiente para comprender que nunca firmaría tal cosa si
no estuviera absolutamente seguro.
—Pero...
—Te
he contado muchas veces la historia de mi familia, pero es evidente que la has
olvidado. Los Kim han estado al servicio de los Choi de Corea desde el
siglo XIV, desde el reinado de Ryewook I. Hemos estado vinculados a través
del deber y la obligación, pero nunca a través del matrimonio. Hasta ahora.
Jaejoong
oyó el ruido de un avión, el rugido de un camión. Poco a poco fue comprendiendo
lo que su padre le estaba insinuando.
—Así
que lo planeaste todo, ¿no? Has concertado mi matrimonio con Yunho por culpa de
esa absurda idea que tienes sobre su origen.
—No
es una absurda idea. Pregúntale a Yunho.
—Lo
haré —dijo poniéndose en pie. —Por fin lo entiendo todo. No soy más que un peón
en tu loco sueño dinástico. Querías unir las dos familias como hacían los
padres en la Edad Media. Es tan increíblemente cruel que no me lo puedo
creer.
—Yo
no diría que sea una crueldad estar casado con un Choi.
Jaejoong
se presionó las sienes con los dedos.
—Nuestro
matrimonio sólo durará cinco meses más. ¿Cómo puedes estar tan satisfecho? ¡Un
matrimonio de cinco meses no es precisamente el inicio de una dinastía!
Yesung
dejó la taza y se acercó lentamente hacia él.
—Yunho
y tú no tienen por qué divorciarse. De hecho, espero que no lo hagan.
—Oh,
papá...
—Eres
un hombre llamativo, Jaejoong. Quizá no tan guapo como tu madre, pero, no
obstante, atractivo. Si fueras menos frívolo, quizá podrías retener a Yunho. Ya
sabes que un esposo debe adaptarse a determinados roles. Antepone los deseos de
tu marido a los tuyos. Sé complaciente. —Miró los sucios vaqueros y la
desastrada camiseta de Jaejoong con el ceño fruncido. —Deberías cuidar más tu
apariencia. Nunca te había visto tan descuidado. ¿Sabías que tienes paja en el
pelo? Quizás Yunho no estaría tan ansioso por deshacerse de ti si fueras la
clase de hombre que uno quiere tener esperándolo en casa.
Jaejoong
lo miró con consternación.
—¿Quieres
que lo espere en la puerta de la caravana con las zapatillas en la mano?
—Ese
es justo el tipo de comentario frívolo que ahuyentaría a alguien como Yunho. Es un hombre serio. Como no reprimas ese inapropiado sentido del humor, no tendrás
ninguna posibilidad con él.
—¿Quién
dice que quiero tenerla? —Pero mientras lo decía, Jaejoong sintió una dolorosa
punzada en su interior.
—Ya
veo que no quieres ser razonable. Creo que es hora de irme. —Yesung se dirigió
hacia la puerta. —Sólo espero que no tires piedras contra tu propio tejado, Jaejoong. Recuerda que eres un hombre que no se sabe valer por sí solo. Dejando a un lado
el asunto del linaje familiar de Yunho, es un hombre sensato y digno de
confianza, y no se me ocurre nadie mejor para cuidar de ti.
—¡No
necesito que un hombre cuide de mí!
—Entonces,
¿por qué aceptaste casarte con él?
Sin
esperar respuesta, Yesung abrió la puerta de la caravana y salió a la luz del
sol. ¿Cómo podía explicarle él los cambios que habían tenido lugar en su
interior? Sabía que ya no era la misma persona que había salido de la casa de
su padre un mes antes, pero Yesung no le creería.
Fuera,
los niños con los que había hablado antes se agrupaban alrededor de su
profesora, listos para regresar al jardín de infancia. Durante el mes anterior,
Jaejoong se había acostumbrado a los olores y las imágenes del circo de los
Hermanos Quest, pero ahora lo miraba todo con nuevos ojos.
Yunho
y Sully estaban cerca del circo discutiendo por algo. Los payasos ensayaban un
truco de malabarismo mientras Krystal practicaba el pino y Brady la miraba con
el ceño fruncido. Frankie jugaba en el suelo junto a Jill, que adiestraba a los
perros con algunos ejercicios que hacían que Jaejoong se encogiera de miedo. El
olor de las hamburguesas que las showgirls asaban a la parrilla inundó sus
fosas nasales mientras oía el omnipresente zumbido del generador y veía cómo
los banderines ondeaban con la brisa de junio.
Y
luego se oyó un grito infantil.
El
sonido fue tan ensordecedor que todo el mundo lo escuchó. Yunho giró la cabeza
con rapidez. Krystal dejó de hacer el pino y los payasos soltaron lo que tenían
entre manos. Yesung se detuvo en seco, impidiendo que Jaejoong viera lo que
pasaba. El joven oyó el grito ahogado que éste emitió y se puso a su lado para
ver qué causaba la conmoción. Se le detuvo el corazón.
Sinjun
se había escapado de la jaula.
El
tigre estaba en la franja de hierba que había entre la casa de fieras y la
parte trasera del circo. La puerta de su jaula estaba abierta; se había roto
una de las bisagras. El animal tenía las orejas levantadas y sus pálidos ojos
dorados se habían clavado en algo que estaba a menos de tres metros de él.
La
pequeña de las mejillas sonrosadas. La niña se había separado del resto de la
clase y había sido su penetrante grito lo que había captado la atención de
Sinjun. La pequeña chillaba despavorida aunque permanecía quieta; la mancha que
se le extendía por el babi del jardín de infancia indicaba que se había hecho
pis.
Sinjun
respondía a los gritos, revelando sus afilados y letales dientes, curvos como
cimitarras, diseñados para mantener inmóvil a su presa mientras la despedazaba
con las garras. La niña volvió a soltar aquel chillido penetrante. Los
poderosos músculos de Sinjun se tensaron y Jaejoong palideció. Sintió que el
tigre estaba a punto de saltar. Para Sinjun, aquella niña que agitaba los
brazos y gritaba sin parar era uno de sus más amenazadores enemigos.
Hyunjoong
apareció de la nada y corrió hasta Sinjun. Jaejoong vio la picana en su mano y
dio un paso adelante. Quería advertirle que no lo hiciera. Sinjun no estaba
acostumbrado a las descargas. No se acobardaría de la misma manera que los
elefantes, sólo se enfurecería más. Pero Hyunjoong estaba reaccionando de
manera impulsiva, con la intención de contener al tigre de la única manera que
sabía, como si Sinjun no fuera más que un elefante revoltoso.
Cuando
Sinjun le dio la espalda a la pequeña, girándose hacia Hyunjoong, Yunho
se acercó con rapidez por el lado contrario. Se acercó a la niña y la
cogió entre sus brazos para llevarla a una zona segura.
Y
luego, todo pasó en un instante. Hyunjoong presionó la picana en el hombro del
tigre. El animal se revolvió enloquecido, rugió lleno de furia y lanzó su
enorme cuereo contra Hyunjoong, tirando al domador al suelo; Hyunjoong soltó la
picana que rodó fuera de su alcance.
Jaejoong
nunca había sentido tanto terror. Sinjun iba a atacar a Hyunjoong y él no podía
detenerlo de ninguna manera.
—¡Sinjun!
—gritó desesperado.
Para
sorpresa del joven, el tigre alzó la cabeza. Jaejoong no sabía si había
respondido a su voz o a otro tipo de instinto. Se acercó a él, a pesar de que
le temblaban tanto las rodillas que apenas podía mantenerse en pie. No sabía
qué iba a hacer. Sólo sabía que tenía que actuar.
El
tigre permaneció encorvado sobre el cuerpo inmóvil de Hyunjoong. Por un momento
Jaejoong pensó que el entrenador estaba muerto, pero luego se dio cuenta de que
permanecía quieto a la espera de que el tigre se olvidase de él.
Jaejoong
oyó la tranquila, pero autoritaria voz de Yunho.
—Jaejoong,
no des un paso más.
Y
luego la de su padre, más chillona.
—¿Qué
estás haciendo? ¡Regresa aquí!
Jaejoong
los ignoró a los dos. El tigre se giró ligeramente y se quedaron mirando
fijamente el uno al otro. Los dientes afilados y curvos del animal estaban al
descubierto, tenía las orejas aplastadas contra la cabeza y la miraba de una
manera salvaje. Jaejoong sintió que estaba aterrorizado.
—Sinjun
—dijo él con suavidad. Pasaron unos segundos. Jaejoong vio un destello de pelo
rojizo entre Sinjun y la carpa principal; era el pelo llameante de Sully. La
dueña del circo corría hacia Yunho, que ya había dejado a la niña en los brazos
de la maestra. Sully le dio algo a Yunho, pero Jaejoong estaba demasiado aturdido
para deducir lo que era.
El
tigre pasó por encima del cuerpo de Hyunjoong y centró toda su feroz atención
en él. El animal tenía todos los músculos tensos y preparados para saltar.
—Tengo
un arma. —La voz de Yunho sólo fue un susurro. —No te muevas.
Su
marido iba a matar a Sinjun. Comprendía la lógica de lo que estaba a punto de
hacer —con gente en el recinto, un tigre salvaje y aterrorizado era,
evidentemente, un peligro, —pero él no podía consentirlo. Esa magnífica bestia
no debía ser ejecutada sólo por seguir los instintos de su especie.
Sinjun
no había hecho nada malo, salvo actuar como un tigre. A las personas sólo las
encerraban cuando delinquían. A él lo habían arrebatado de su hábitat natural,
lo habían encerrado en una jaula diminuta y lo habían obligado a vivir bajo la mirada
de sus enemigos. Y ahora, sólo porque Jaejoong no se había dado cuenta de que
la puerta de su jaula estaba rota, iban a matarlo.
Se
movió lo más rápidamente que pudo para interponerse entre su marido y el tigre.
—Quítate
de en medio, Jaejoong. —El tono tranquilo de su voz no suavizaba la autoridad
de su orden.
—No
dejaré que lo mates —susurró él en respuesta. Y se acercó lentamente al tigre.
Los
ojos dorados del animal se clavaron en él. Lo atravesaron. Jaejoong sintió cómo
el terror de Sinjun penetraba en cada célula de su cuerpo hasta unirse al de
él. Sus almas se fundieron y él lo oyó en su corazón.
«Los odio.»
«Lo sé.»
«Detente.»
«No puedo.»
Jaejoong
acortó la distancia entre ellos hasta que apenas los separaron dos metros.
—Yunho
te matará —susurró, mirando fijamente los ojos dorados de la bestia.
—Jaejoong,
por favor... —Él oyó una desesperada tensión en la súplica de Yunho y lamentó
el desasosiego que le estaba causando, pero no podía detenerse.
Cuando
se acercó al tigre, sintió que Yunho cambiaba de posición para poder disparar
desde otra dirección. Jaejoong sabía que se le acababa el tiempo.
A
pesar del miedo que le oprimía el pecho hasta dejarlo sin respiración, se puso
de rodillas delante del tigre. Le llegó su olor salvaje mientras lo miraba a
los ojos.
—No
puedo dejar que mueras —susurró. —Ven conmigo. —Lentamente estiró el brazo para
tocarlo.
Una
parte de él esperaba que las poderosas mandíbulas de Sinjun se cerraran sobre
su mano, pero había otra parte —su alma tal vez, porque sólo el alma podía
resistirse con tal terquedad a la lógica— a la que no le importaba que le
mordiera si con eso le salvaba la vida. Le acarició con mucha suavidad entre
las orejas.
El
pelaje era a la vez suave y áspero. Dejó que se acostumbrara a su contacto, y
el calor del animal le traspasó la palma de la mano. Los bigotes del felino le
rozaron la suave piel del brazo, y sintió su aliento a través de la delgada
tela de algodón de la camiseta. Él cambió de posición y poco a poco se dejó
caer en la tierra con las patas delanteras extendidas.
La
calma se extendió por el cuerpo de Jaejoong, que dejó de sentir miedo.
Experimentó una sensación mística de bienvenida, una paz que jamás había
conocido antes, como si el tigre se hubiera convertido en él y él en el tigre.
Por un momento Jaejoong comprendió todos los misterios de la creación: que cada
ser vivo era parte de los demás, que todo era parte de Dios, que estaban unidos
por el amor, puestos sobre la tierra para cuidar unos de otros. Sin miedo,
enfermedad o muerte. No existía nada salvo el amor.
Y
en esa fracción de segundo, Jaejoong entendió que también amaba a Yunho de la
manera terrenal en que un hombre ama a un hombre.
Rodeó
con los brazos el cuello del tigre como si fuera lo más natural del mundo. Tan
natural como apretar la mejilla contra él y cerrar los ojos. Pasó el tiempo.
Oyó los latidos del corazón de la fiera y, por encima, un ronroneo ronco y
profundo.
«Te amo.»
«Te amo.»
—Tengo
que encerrarte de nuevo —susurró él finalmente, con las lágrimas deslizándosele
por los párpados cerrados. —Pero no te abandonaré. Nunca.
El
ronroneo y el latido del corazón se hicieron uno.
Permaneció
arrodillado un rato más, con la mejilla presionada contra el cuello de Sinjun. Jaejoong
nunca había sentido tanta paz, ni siquiera cuando había permanecido cobijado
entre las patas de Tater. Había muchas cosas malas en el mundo, pero este lugar...
este lugar era sagrado.
Poco
a poco fue consciente de lo que lo rodeaba. Los demás se habían quedado
paralizados como estatuas.
Yunho
todavía apuntaba con el arma a Sinjun, Qué tonto. Como si él fuera a permitir
que hiriera a ese animal. La piel blanquecina de su marido había adquirido
el color de la tiza, y supo que tenía miedo por él. Con el retumbar del corazón
del tigre debajo de su mejilla, Jaejoong supo que había puesto el mundo de Yunho
patas arriba de una manera que él no podría perdonar. Cuando todo aquello
acabara, él tendría que afrontar las terribles consecuencias.
Yesung
—viejo, flaco y con la tez grisácea— permanecía de pie no muy atrás de Yunho,
al lado de Sully. Krystal se aferraba al brazo de Brady. Los niños guardaban
absoluto silencio.
El
mundo exterior había irrumpido en la mente de Jaejoong y ya no pudo permanecer
más tiempo quieto. Se movió lentamente. Manteniendo la mano sobre el cuello de
Sinjun, hundió las puntas de los dedos en su pelaje.
—Sinjun
volverá ahora a su jaula —anunció a todo el mundo. —Por favor, manténganse
alejados de él.
Se
puso en movimiento y no se sorprendió cuando el tigre lo siguió; sus almas
estaban entrelazadas, así que no le quedaba otra elección. El animal le rozaba
la pierna con la pata mientras lo guiaba a la jaula. Con cada paso, Jaejoong
era consciente del arma de Yunho apuntándole.
Cuando
más se acercaban a su destino, mayor era la tristeza del tigre. El joven
deseaba que Sinjun entendiera que aquél era el único lugar donde podía
mantenerlo a salvo. Cuando llegaron a la jaula, el animal se detuvo.
Jaejoong
se arrodilló ante él y lo miró a los ojos.
—Me
quedaré un rato contigo.
El
felino lo miró fijamente. Y luego, para sorpresa de Jaejoong, restregó la
cabeza contra la mejilla de él joven. Le rozó el cuello con los bigotes y de
nuevo soltó aquel ronroneo profundo y ronco.
Luego
Sinjun se apartó y, con un poderoso impulso de sus cuartos traseros, entró en
la jaula de un salto.
Jaejoong
oyó que todo el mundo comenzaba a moverse detrás de él y se volvió. Vio que Hyunjoong
y Yunho se acercaban corriendo a la jaula para coger la puerta rota y ponerla
en su lugar.
—¡Alto!
—Jaejoong levantó los brazos para que se detuvieran. —No se acerquen más.
Los
dos hombres se detuvieron en seco.
—Jaejoong,
quítate de en medio —la voz de Yunho vibraba y la tensión endurecía sus
hermosos rasgos.
—Déjenos
solos. —Se volvió hacia la puerta abierta de la jaula dándoles la espalda.
Sinjun
lo observó. Ahora que estaba encerrado de nuevo, se mostraba tan altivo como
siempre: regio, distante, como si lo hubiera perdido todo salvo la dignidad. Jaejoong
sabía lo que él quería y no podía soportarlo. Quería que él fuera su carcelero.
Lo había elegido para que lo encerrara en la jaula.
Jaejoong
no se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que sintió que las
lágrimas se le deslizaban por las mejillas. Los ojos dorados de Sinjun brillaron
tenuemente mientras lo miraba con su acostumbrado desdén, haciéndolo sentir un
ser inferior.
«Hazlo, debilucho
—ordenó con los ojos. —Ya.»
El
joven levantó los brazos con esfuerzo y asió la puerta de la jaula. La bisagra
rota hacía que pesara más y fuera difícil de mover, pero consiguió cerrarla con
un sollozo.
Yunho
se acercó con rapidez y agarró la puerta para asegurarla, pero, en el momento
en que la tocó, Sinjun le enseñó los dientes y lanzó un rugido.
—¡Deja
que lo haga yo! —exclamó él. —Se está enfadando. Por favor. Yo cerraré la
puerta.
—¡Maldita
sea! —Yunho dio un paso atrás, lleno de rabia y frustración.
Pero
cerrar la jaula no era una tarea fácil. La plataforma sobre la que descansaba
estaba a un metro de altura y Jaejoong tenía que levantar demasiado los brazos
para cerrar la puerta. Hyunjoong cogió un taburete y se lo puso al lado. Luego
le dio un trozo de cuerda. Por un momento Jaejoong no supo para qué era.
—Pásala entre los barrotes para que haga de bisagra —dijo Yunho. —Carga tu peso
contra la puerta para sujetarla. Y por el amor de Dios, estate preparado para
saltar hacia atrás si decide atacar.
Yunho
se colocó detrás de él y le deslizó las manos alrededor de las caderas para
sostenerlo. Con su ayuda, intentó hacer lo que él había dicho: sujetar la
puerta cerrada con el hombro mientras anudaba la cuerda alrededor de la bisagra
rota. Comenzó a temblar debido a la tensión de su postura. Sintió el bulto del
arma que Yunho había metido en la cinturilla de los vaqueros. Su marido lo sujetó
con más fuerza.
—Ya
casi está, cariño.
El
nudo era grande y tosco, pero servía. Jaejoong dejó caer los brazos. Yunho lo
bajó del taburete y lo estrecho contra su pecho.
El
joven permaneció inmóvil unos instantes, agradeciendo su consuelo antes de levantar
la mirada hacia aquellos ojos tan parecidos a los del tigre. Saber que amaba a
ese hombre era aterrador. Eran muy diferentes, pero sentía la llamada de su
alma tan claramente como si Yunho hubiese hablado en voz alta.
—Siento
haberte asustado.
—Ya
hablaremos de eso después.
Lo
arrastraría a la caravana para fustigarlo en privado. Puede que eso fuera la
gota que colmara el vaso; lo que haría que Yunho se deshiciera de él. Jaejoong
ahuyentó ese pensamiento y se alejó de él.
—No
puedo irme aún. Le he dicho a Sinjun que me quedaría un rato con él.
Las
líneas de tensión de la cara de Yunho se hicieron más profundas, pero no lo
cuestionó.
—Vale.
Yesung
se acercó a ellos.
—¡Eres
idiota! ¡Es increíble que aún estés vivo! ¿En qué diablos estabas pensando? Jamás vuelvas a hacer una cosa así. De todo lo que...
Yunho
le interrumpió.
—Cállate,
Yesung. Yo me encargaré de esto.
—Pero...
Yunho
arqueó una ceja y de inmediato Yesung guardó silencio. Ese sencillo gesto
de su marido había sido suficiente. Jaejoong nunca había visto a su dominante
padre ceder ante nadie, y ese hecho le recordó la historia que le había contado.
Durante siglos los Kim habían tenido el deber de obedecer los deseos de los
Choi.
En
ese momento, Jaejoong aceptó que lo que su padre le había contado era cierto,
pero ahora lo que le importaba era Sinjun, que parecía inquieto y encrespado.
—Yuri
se preguntará dónde estoy —dijo su padre a sus espaldas. —Será mejor que me
vaya. Adiós, Jaejoong. —Yesung rara vez lo tocaba y Jaejoong se sorprendió al
sentir el suave roce de su mano en el hombro. Antes de que él pudiera
responder, su padre se despidió de Yunho y se fue.
La
actividad del circo había vuelto a la normalidad. Jack hablaba con la profesora
mientras la ayudaba a escoltar a los niños hasta el jardín de infancia. Hyunjoong
y los demás habían vuelto a su trabajo. Sully se acercó a ellos.
—Buen
trabajo, Jaejoong. —La dueña del circo dijo las palabras de mala gana. Aunque a
Jaejoong le pareció ver algo de respeto en sus ojos, tuvo la extraña sensación
de que el odio que Sully sentía hacia él se había intensificado. La pelirroja
evitó mirar a Yunho y se alejó dejándolos solos con Sinjun.
El
tigre se mantenía en actitud vigilante, pero los miraba con su acostumbrado
desprecio. Jaejoong metió las manos entre los barrotes de la jaula. Sinjun se
acercó a ellas. El joven notó que Yunho contenía el aliento cuando el tigre
comenzó a restregar aquella enorme cabeza contra sus dedos.
—¿Podrías
dejar de hacer eso?
Él
alargó más las manos para rascar a Sinjun detrás de las orejas.
—No
me hará daño. No me respeta, pero me quiere. – Yunho se rio entre dientes
y luego, para sorpresa de Jaejoong, lo rodeó con los brazos desde atrás mientras
él acariciaba al tigre.
—Nunca
había pasado tanto miedo —dijo él apoyando la mandíbula en su hombro.
—Lo
siento.
—Soy
yo quien lo siente. Me advertiste sobre las jaulas y debería haberte hecho caso.
Ha sido culpa mía.
—La
culpa es mía. Soy yo quien se encarga de las fieras.
—No
intentes culparte. No lo permitiré.
Sinjun
acarició la muñeca de Jaejoong con la lengua. El joven notó que Yunho tensaba
los músculos de los brazos cuando el tigre comenzó a lamerlo.
—Por
favor, ¿podrías sacar las manos de la jaula? —pidió él en voz baja. —Está a
punto de darme un ataque.
—En
un minuto.
—He
envejecido diez años de golpe. No puedo permitirme el lujo de perder más.
—Me
gusta tocarle. Además, Sinjun se parece a ti, no ofrece su afecto con facilidad
y no quiero ofenderle marchándome.
—Es
un animal, Jaejoong. No tiene emociones humanas. —Jaejoong sentía demasiado paz
para discutírselo. —Cariño, tienes que dejar de hacerte amigo de los animales
salvajes. Primero Tater, ahora Sinjun. ¿Sabes qué? Es evidente que necesitas
una mascota de verdad. Lo primero que haremos mañana por la mañana será comprar
un perro.
Él
lo miró con alarma.
—Oh,
no, no podemos hacerlo.
—¿Por
qué?
—Porque
me dan miedo los perros.— Él se quedó inmóvil, luego se echó a reír. Al
principio sólo fue un ruido sordo en el fondo del pecho, pero pronto se
convirtió en un alegre rugido que rebotó contra las paredes del circo y resonó
en el recinto.
—Claro,
era de esperar—murmuró Jaejoong con una sonrisa. —Para que Jung Yunho se ría,
tiene que ser a mi costa.
Yunho
levantó la cara hacia el sol y estrechó a Jaejoong entre sus brazos riéndose
con más fuerza.
Sinjun
los miró con fastidio, luego apretó la cabeza contra los barrotes de la jaula y
lamió el pulgar de Jaejoong.
Yunho
se abrió paso a empujones entre los periodistas y fotógrafos que rodeaban a Jaejoong
al término de la última función.
—Mi
esposo ha tenido suficiente por hoy. Necesita descansar un poco.
Ignorándole,
un periodista metió una pequeña grabadora bajo las narices de Jaejoong.
—¿En
qué pensó cuando se dio cuenta de que el tigre andaba suelto?
Jaejoong
abrió la boca para responder, pero Yunho lo interrumpió sabiendo que su esposo
era tan condenadamente educado que respondería a todas las preguntas aunque
estuviera muerto de cansancio.
—Lo
siento, no tenemos nada más que decir. —Pasó el brazo por los hombros de Jaejoong
y lo alejó de allí.
Los
periodistas se habían enterado enseguida de la fuga del tigre y no habían
dejado de entrevistarlo desde la primera función. Al principio Sully se había
alegrado por la publicidad que eso suponía, pero luego había oído que Jaejoong
comentaba que la casa de fieras era cruel e inhumana, por lo que se había
puesto hecha una furia. Cuando Sully había tratado de interrumpir la
entrevista, Jaejoong le había lanzado una mirada inocente y había dicho sin
pizca de malicia:
—Pero Sully,
los animales odian estar allí. Son infelices en esas jaulas.
Cuando
Yunho y Jaejoong llegaron a la caravana, él estaba un contento de tenerla sano
y salvo que no podía concentrarse en lo que le estaba contando. Jaejoong
trastabilló y Yunho se dio cuenta de que caminaba demasiado rápido. Siempre le
estaba haciendo eso. Arrastrándolo. Empujándolo. Haciendo que se tropezara. ¿Y
si hubiera resultado herido? ¿Y si Sinjun lo hubiera matado?
Sintió
un pánico aplastante mientras se le cruzaban por la cabeza unas imágenes
horripilantes de las garras de Sinjun despedazando aquel delgado cuerpo. Si le
hubiera ocurrido algo a Jaejoong, jamás se lo hubiera perdonado a sí mismo. Lo
necesitaba demasiado.
Le
llegó la dulce y picante fragancia de su esposo mezclada con algo más, quizás
el olor de la bondad. ¿Cómo había logrado Jaejoong metérsele bajo la piel en
tan poco tiempo? No era su tipo, pero le hacía sentir emociones que nunca había
imaginado. Ese joven cambiaba las leyes de la lógica y hacía que el negro fuera
blanco y el orden se convirtiera en caos. Nada era racional cuando él estaba
cerca. Convertía a los tigres en mascotas y retrocedía con espanto ante un
perrito. Le había enseñado a reírse y, también, había conseguido algo que nadie
más había logrado desde que era un niño, había destruido su rígido autocontrol.
Tal vez fuera por eso que él comenzaba a sentir dolor.
Una
imagen le cruzó por la mente, al principio difusa, aunque poco a poco se volvió
más nítida. Recordó cuando en los días más fríos de invierno pasaba demasiado
tiempo a la intemperie y luego entraba para calentarse. Recordó el dolor en sus
manos congeladas cuando empezaban a entrar en calor. El dolor del deslució.
¿Sería eso lo que le ocurría? ¿Estaba sintiendo el deshielo de sus emociones?
Jaejoong
volvió la mirada a los reporteros.
—Van
a pensar que soy un maleducado, Yunho. No debería haberme ido así.
—Me
importa un bledo lo que piensen.
—Eso
es porque tienes la autoestima alta. Yo, sin embargo, la tengo baja...
—No
empieces...
Tater,
atado cerca de la caravana, soltó un barrito al ver a Jaejoong.
—Tengo
que darle las buenas noches.
Yunho
sintió los brazos vacíos cuando él se acercó a Tater y apretó la mejilla
contra su cabeza. Tater lo rodeó con la trompa y Yunho tuvo que contener el
deseo de apañarlo antes de que el elefantito lo aplastara por un exceso de
cariño. Un gato. Quizá podría comprarle un gato. Sin uñas, para que no le
arañara.
La
idea no lo tranquilizó. Conociendo a Jaejoong, probablemente se asustaría también
de los gatos domésticos.
Finalmente
Jaejoong se alejó de Tater y siguió a Yunho a la caravana, donde comenzó a
desvestirse, pero se lo pensó mejor y se sentó a los pies de la cama.
—Venga,
échame la bronca. Sé que llevas queriendo hacerlo todo el día.
Yunho
nunca lo había visto tan desolado. ¿Por qué siempre tenía que pensar lo peor de
él? Aunque su corazón lo impulsaba a tratarlo con suavidad, su mente le decía
que tenía que dejar las cosas claras y echarle un sermón que jamás olvidaría.
El circo estaba lleno de peligros y él haría cualquier cosa para mantenerlo a
salvo.
Mientras
pensaba en eso, él lo miró y todos los problemas del mundo se reflejaron en las
profundidades de sus ojos.
—No
podía dejar que lo mataras, Yunho. No podía.
Las
buenas intenciones de Yunho se disolvieron.
—Lo
sé.— Se sentó a su lado y comenzó a quitarle las hebras de paja del pelo
mientras le hablaba con voz ronca: —Lo que has hecho hoy fue lo más valiente
que he visto nunca.
—Y
lo más estúpido. Venga, dilo.
—Eso,
también. —Yunho miró su nariz respingona y no pudo recordar haber visto
algo que lo conmoviera más profundamente. —Cuando te conocí, pensé que eras un
niño mimado, tonto y consentido; demasiado hermoso para su propio bien.
Como
era de esperar, él comenzó a negar con la cabeza.
—No
soy hermoso. Mi madre...
—Lo
sé. Tu madre era bellísima y tú eres feísimo —sonrió. —Lamento decirte, nene,
que no estoy de acuerdo contigo.
—Eso
es porque no la conociste.
Jaejoong
lo dijo con tal seriedad que él tuvo que reprimir uno de esos ataques de risa
que lo asaltaban cada vez que estaban juntos.
—¿Tu
madre habría conseguido meter al tigre en la jaula?
—Quizá
no, pero era muy buena con los hombres. Se desvivían por ella.
—Pues
este hombre se desvivirá por ti.
Jaejoong
abrió mucho los ojos, y él lamentó haber dicho esas palabras porque sabía que
habían revelado demasiado. Se había prometido a sí mismo que lo protegería de
sus sueños románticos, pero acababa de insinuar cuánto le importaba. Conociendo
a Jaejoong y su anticuada visión del matrimonio, imaginaría que aquel cariño
era amor y empezaría a construir castillos en el aire sobre un futuro juntos;
quimeras que la retorcida carga emocional de él no le dejarían cumplir. La
única manera de protegerlo era hacerle ver con qué cabrón hijo de perra se
había casado.
Pero
era difícil. De todas las crueles jugarretas que le había hecho el destino, la
peor había sido atarlo a ese frágil y decente hombre, con esos bellos ojos y
ese corazón tan generoso. El cariño no era suficiente para él. Jaejoong
necesitaba a alguien que lo quisiera de verdad. Necesitaba hijos y un buen
marido, uno de esos tipos con el corazón de oro y trabajo fijo, que fuera a la
iglesia los domingos y que lo amara hasta el final de sus días.
Sintió
una dolorosa punzada en su interior al pensar que Jaejoong podría casarse con
otra persona, pero la ignoró. Sin importar lo que tuviera que hacer, iba a
protegerlo.
—¿Qué
quieres decir, Yunho? ¿Te desvivirías realmente por mí? —A pesar de todas
aquellas buenas intenciones, Yunho asintió como un tonto. —Entonces siéntate y
déjame hacerte el amor.
Yunho
se tensó, duro y palpitante; deseaba tanto a Jaejoong que no podía contenerse.
En el último instante, antes de que el deseo de poseerlo lo dominase, la bota
de Jaejoong se curvó en una sonrisa tan dulce y suave que él sintió como si le
patearan el estómago.
Él
no se reservaba nada. Nada en absoluto. Si ofrecía a él en cuerpo y alma. ¿Cómo
podía alguien ser tan autodestructivo? Yunho se puso a la defensiva. Si él no
era capaz de protegerse a sí mismo, él haría el trabajo sucio.
—El
sexo es algo más que dos cuerpos —le dijo con dureza. —Eso fue lo que me
dijiste. Que tenía que ser sagrado, pero no hay nada sagrado entre nosotros.
Entre nosotros no hay amor, Jaejoong. Es sólo sexo. No olvides.
Para
absoluta sorpresa de Yunho, él le brindó una tierna sonrisa, teñida por un poco
de piedad.
—Eres
tonto. Por supuesto que hay amor. ¿Acaso no lo sabes? Yo te amo.
Él
sintió como si le hubieran golpeado a traición.
Jaejoong
tuvo el descaro de reírse.
—Te
amo, Yunho, y no hay necesidad de hacer una montaña de un grano de arena. Sé
que te dije que no lo haría, pero no he podido evitarlo. He estado negando la
verdad, pero hoy Sinjun me hizo comprender lo que siento.
A
pesar de todas las advertencias y amenazas, de todos sus sermones, Jaejoong
había decidido que estaba enamorado de él. Pero era él quien tenía la culpa.
Debería haber mantenido más distancia entre ellos. ¿Por qué había paseado por
la playa con él? ¿Por qué le había abierto su corazón? Y lo más reprobable de
todo, ¿por qué no lo había mantenido alejado de su cama? Ahora tenía que demostrarle
que lo que él pensaba que era amor no era más que una visión romántica de la
vida. Y no iba a ser fácil.
Antes
de que pudiera señalarle su error, Jaejoong le cubrió la boca con la suya. Yunho
dejó de pensar. Lo deseaba. Tenía que poseerlo.
Jaejoong
le recorrió los labios con la punta de la lengua, luego profundizó el beso con
suavidad. Él le cogió la cabeza entre las manos y hundió los dedos en su suave
pelo. El joven se acomodó entre sus brazos, ofreciéndose a él por completo.
Jaejoong
gimió con dulzura. Vulnerable. Excitado. El sonido atravesó la embotada
conciencia de Yunho y lo trajo de vuelta a la realidad. Tenía que recordarle a Jaejoong
cómo eran las cosas entre ellos. Por su bien tenía que ser cruel. Mejor que Jaejoong
sufriera un pequeño dolor en ese momento que uno devastador más adelante.
Se
apartó bruscamente de él. Lo hizo tumbarse en la cama con una mano y se ahuecó
la protuberancia de los vaqueros con la otra.
—Lo
mires como lo mires, un buen polvo es mejor que el amor.
Yunho
dio un respingo para sus adentros ante la expresión de sorpresa que cruzó por
la cara de Jaejoong antes de que se ruborizara. Conocía a su esposo y se
preparó para lo que vendría a continuación: iba a levantarse de la cama de un
salto y a hacer que le saliera humo por los oídos con un sermón sobre la
vulgaridad.
Pero
no lo hizo. El rubor de la cara de Jaejoong se desvaneció y fue sustituido por
la misma expresión de pesar que había adoptado antes.
—Sabía
que te pondrías difícil con esto. Eres tan previsible.
«¿Previsible?
¿Así lo veía? ¡Maldita fuera, estaba tratando de salvarlo y él se lo pagaba
burlándose de él. Pues bien, se lo demostraría con hechos.»
Se
obligó a esbozar una sonrisa cruel.
—Quítate
la ropa. Me siento un poco violento y no quiero desgarrártela.
—¿Violento?
—Eso
es lo que he dicho, nene. Ahora desnúdate.
yunho es un choi OMG un heredero o.o aparte de eso lo llamaron dr. jung hmmmm q pasara? que miedo pase con sinjun, jae pudo aplacar su ira y nadie salio lastimado afortunadamente, me encanto verdaderamente *w*
ResponderBorrarEste capítulo fue de infarto,lo que paso con sinjun,la razon por la que su padre arreglo su matrimonio con yunho y el darse cuenta de que estaba enamorado de yunho ;; me enoja que yunho se siga negando a esa posibilidad el siente algo por jae pero no lo acepta, se aferra a sus ideas T_T espero que no arruine las cosas, gracias por actualizar es que como me encanta esta historia! ♡
ResponderBorrarame este capitulo y llore tambien cuando jae defiende al tigre. gracias por el capitulo
ResponderBorrarmi corazón estaba en un hiloooo con lo del tigre..!!!! OwO*** q wueno q todo salio bien..!! ^^ Q HERMOSO ya estan enamorados espero q yunho lo la malogre U.U
ResponderBorrarhay dios¡¡ la conexión que existe entre JJ y los animales es muy fuerte sobre todo con el tigre¡¡ en verdad me asuste por un momento si lo sé me proyecto demasiado cuando leo xD y pobre de yunnie como envejecio 10 años de golpe xDDD hasta yesung se asustó lo bueno es ahora todos respetan a JJ y lo admiran¡¡ y la conexión con los animales ya es real y fuerte pero sobre todo el hecho de saber que ama A YUNHO¡¡ esoo es valentia¡¡ que genia :) gracias
ResponderBorrarPSaron muchas cosas en este cap
ResponderBorrarPrimero el tigre me causo mucha tristesa q este encerrado, y jae vio al tigre a yunho. Es tan awww *-*
Ahora jae ha encontrado el lado de yunho xD ya sabe como excusarse y nose librara de el.
Oh mi dios yo sabia que esa relacion que Jae habia entablado con sinjun lo iba a ayudar en algún momento ... pero fue realmente conmovedor lo que paso en esa conexion ...
ResponderBorrarBueno ya sabemos de la razon del porque su casamiento tan inesperado
Ahora jae ya le dijo lo que sentia a yunho veamos como va a reaccionar despues de que terminen de hacerlo
Genial y emocionante capitulo gracias...
ResponderBorrarPor demás mi capítulo favorito!!
ResponderBorrarEsa escena de jae y el tigre... Dios!!! Fue tan unico... No se.. Pasaron tantas cosas q.. Estoy medio rara jajjaa
Jae eres el mejor, hacer eso con el tigre fue wowww me quedo sin palabras, eres grandioso y espero la bola del circo te respete...y Yunho no te hagas al duro, sabes amar solo intenta reconocerlo, no hagas año a Jae quien ya a pasado por mucho también :(
ResponderBorrarPorfin se aclaran cosas sobre el origen de yunho….. Y ahora jae se le declarooo se pone mas interesanteeee
ResponderBorrarpobre niña tremendo susto que se dio y quien no? quedo traumada seguro de por vida ...
ResponderBorrarque valiente fue jaejoong me sorprendió muchísimo y lo salvo de que lo mataran :( no era su culpa del tigrecito .me da mucha pena que pare encerrado :(
jaejoong dijo que ama a yunho OMG!
Ahhh creo que yunho no debe ser tan HDP con jae, aun así
ResponderBorrarsu historia de verdad me asombra, yunho doctor y heredero de la corona coreana?
wow interesante XD además era la historia de jae en su presentación en el circo
ahh lo de sunjun ya lo veia venir, estaba esperando el momento para que
jae y el tigre se hicieran uno XD me encanto
y espero que pronto yunho se de cuenta de que debería amar a jae XD
yunho es realmente un Choi? wa increible^^ estoy tan feliz cuando yunho le dijo q se desviviría por el *v* el amor q bello es el amor~^^ ♥
ResponderBorrarEste cap estuvo muy emocionante primero Jae se entera de que Yunho es un doctor, segundo de que es un Choi y heredero de la corona y Jae es muy valiente aun con todo el miedo que tenia defendio al tigre de que lo mataran y de que dañara a hyun joon, y Yunho estaba muerto de miedo por su esposo
ResponderBorrareste Yunho heredero a la corona de Corea está tan enamorado de Jae y lo niega tanto que se lo cree y todo.
ResponderBorrarfue hermoso y sublime el momento del tigre y Jae, muy bien descripta la escena. tanta tensión, tanto miedo....
Jae se le declaró a Yunho, es tan valiente, me encanta realmente la personalidad de Jae, al principio de la historia pintaba un Jae atolondrado y medio bobo pero me llevé una grata sorpresa el saber que el personaje de Jae se come la historia.
wow yunho es un choi???
ResponderBorrarbien jae pudo salvar al lindo gatito y de echo es animalito lindo
ahora jae se lo dijo dijo que ama a yunho aunque yunho no lo quiera aceptar el tambien lo hace
Woooooo!!!!!!
ResponderBorrarJae si que es muy valiente ahhhh
le dijo a yunho que lo ama espero que yunho no haga sufrir a jae
graciasvpor el cap^^
muchasrevelacionespara uncapirulowowjajajajaj seguireleyendo
ResponderBorrarYunho si le da vuelta a las cosas dios!!
ResponderBorrarame a Jae con el Tigre omg de verdad estuvo genial, y le dio cachetadas a todos eso ue genial
Yunho siente el amor, siente mucho amor por el <3!! seria genial ver como lo acepta!!
jae si que se a ganado el respeto y la admiración de todos en el circo por su gran valentía al enfrentar a el tigre pues no lo a vía podido domar nadie y como un lindo gatito siguió a jae a su jaula y dejo helados a todos con su acción que esperaban que se lo comiera pues no el tigre ama a jae como el a todos sus animalitos salvajes
ResponderBorrarpor que siempre tiene que querer arruinar el momento yunho ya que se de cuenta que el también ama a jae y que el no lo acepte no quiere decir que no lo sienta por que lastimarlo cada que puede que sea valiente como lo fue jae para admitir que esta que muere de amor por su encantador esposo
¡Yunho si es un principe! Lo sabia~
ResponderBorrarLa parte de Jae y Sinjun fue taaaan emocionante, sin duda él es mas que el niño rico que todos pensaban y además gracias a eso pudo darse cuenta de que ama a Yunho <3
Aun cuando Yunho se ponga duro con Jae ya no puede hacer nada para quitar ese sentimiento de su corazón, ahora solo falta que el mismo se de cuenta de que siente lo mismo y ojala no lastime mucho a Jae en el proceso
Nose pero desde el comienzo algo me inquietava sobre Yunho cuando narrando la historia del heredero y eso pero ahora que lo confirmó el padre de Jaejoong fue wuuoo el es un príncipe ..
ResponderBorrarPero lo de Jaejoong y sinjun fue asombro tenía fe en Jaejoong de que lo podía tranquilizar se a avuelto tan valiente ahora reconocio que ama al terco de su esposo hay Yunho ahora te toca admitir a ti que tambien te mueres por tu Cara de Angel
A ver Yunho tenía un no sé qué rollo con el fuego, eso no me quedó claro porque no ha echo más con eso, ahora resulta que sí es un heredero y aparte doctor??? Por qué no también el mago del circo???? Que é bárbarjae casi muere tragado por un tigre y este hombre no se quita de cabezonería!!! Creí que viéndolo a nada de la muerte tiraría la barrera y reconocería lo que sí siento por Jae pero ahora resulta que va a lastimarlo terriblemente .
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