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domingo, 23 de marzo de 2014

Capítulo 16


—¿Qué coño has hecho aquí? —Yunho se quedó paralizado bajo el umbral de la puerta.

—¿A que queda genial? —Jaejoong contempló con satisfacción la transformación de la caravana en lo que él consideraba un acogedor y encantador nidito de amor. 

Unas fundas en tono crema salpicadas de pensamientos en colores púrpuras, azules y caramelo ocultaban el horroroso estampado a cuadros del sofá; los colines a juego hacían que los viejos muebles parecieran cálidos y confortables. Había instalado también unas pequeñas barras de latón encima de las ventanas, sustituyendo aquellas horribles cortinas amarillentas por otras de muselina blanca adornadas con cintas azules y lavanda de diversas texturas y anchuras. 

Un lazo de seda azul y violeta camuflaba la pantalla rota de la lámpara en la esquina, y varias cestas de mimbre contenían ahora las revistas y los periódicos que antes estaban esparcidos por todas partes. Un surtido de envases desaparejados, desde floreros y tazones de alfarería a jarras azules Wedgwood, llenaban el estante de encima de la cocina donde había clavado con chínchelas una cuerda de colores para que no se cayeran los utensilios cuando la caravana estuviera en movimiento. La mesa estaba dispuesta con mantelitos individuales en la misma gama de colores púrpura y violeta, así como la porcelana china, que aunque no hacía juego entre sí, poseía las mismas tonalidades. Había dos tazas blancas, dos copas de cristal, una de las cuales tenía una fisura, y unos platos de color añil. En el centro de la mesa, un recipiente de barro albergaba un ramillete de flores silvestres que Jaejoong había cogido en el borde del recinto. 

—No he podido hacer más con la alfombra —le explicó aún jadeante por haber tenido que prepararlo con prisa. —Pero he quitado las peores manchas y no ha quedado tan mal. Cuando tenga algo de dinero, me ocupare de la cama. Quizá le ponga una de esas colchas indias y más almohadones. No soy buen costurero, pero creo que puedo...

—¿De dónde has sacado el dinero para hacer esto?

—De mi sueldo.

—¿Te has gastado tu dinero en esto? 

—He buscado en tiendas de segunda mano y en los mercadillos de los pueblos que hemos visitado. ¿Sabías que nunca había entrado en un WalMart hasta hace dos semanas? Es asombroso lo que puede dar de sí un dólar si te lo propones... —En ese momento Jaejoong vio la expresión en la cara de Yunho y su sonrisa se desvaneció. —No te gusta.

—No he dicho eso. 

—No hace falta que lo digas. Se te ve en la cara.

—No es que no me guste. Es que no tiene sentido que desperdicies tu dinero en este lugar. 

—No creo que sea un desperdicio.

—Es una caravana, por el amor de Dios. No vamos vivir aquí tanto tiempo.

Ésa no era la verdadera razón de la reticencia de Yunho. Jaejoong lo observó y llegó a la conclusión de que tenía dos opciones: podía marcharse enfadado o podía obligarle a ser sincero con él. 

—Dime exactamente qué es lo que no te gusta. 

—Nada. 

—Sí, algo no te gusta. Sully me dijo que habías rechazado una caravana mejor que ésta. —Él se encogió de hombros. —¿Acaso sólo querías hacerme las cosas más difíciles?

Yunho fue a la nevera y cogió una botella de vino que había comprado el día anterior; una botella que él había considerado demasiado cara para su presupuesto. 

Jaejoong se negó a dejar pasar el tema. —¿Querías seguir viviendo en este lugar tal y como estaba? 

—Estaba bien —repuso él sacando un sacacorchos del cajón. 

—No te creo. Te gustan las cosas bonitas. He observado cómo miras el paisaje cuando viajamos y siempre me señalas los escaparates cuando ves algo bonito. Ayer, cuando paramos en aquel quiosco al lado de la carretera, dijiste que la cesta con frutas te recordaba a un Cézanne.

—¿Quieres una copa de vino?

 Jaejoong negó con la cabeza y lo estudió. Finalmente se dio cuenta de lo que pasaba.

—He traspasado la línea otra vez, ¿verdad? 

—No sé a qué te refieres. 

—Me refiero a esa línea invisible que has trazado en tu mente entre un matrimonio de verdad y otro que no lo es. La he cruzado otra vez, ¿no? 

—Lo que dices no tiene sentido. 

—Claro que lo tiene. Has hecho una lista mental de reglas y preceptos para nuestro matrimonio. Se supone que debo acatar tus órdenes sin rechistar y que debo mantenerme apartado de ti, salvo para acostarnos juntos, claro. Pero lo más importante de todo es que no debemos crear vínculos emocionales. No me está permitido preocuparme por ti, ni por nuestro matrimonio, ni por nuestra vida en común. Ni siquiera puedo ocuparme de que esta fea caravana resulte acogedora. 

Por fin consiguió que Yunho reaccionara. Él posó con un gesto brusco la copa de vino sobre el mostrador. 

—¡No quiero que hagas un «nidito de amor», eso es todo! No es una buena idea. 

—Así que tengo razón —dijo él en voz baja. 

Yunho se pasó la mano por el pelo. 

—Eres un maldito romántico. Algunas veces, cuando te veo observándome, tengo la sensación de que no me ves cómo soy en realidad, sino como tú quieres que sea. Eso es lo que haces con este acuerdo... este vínculo legal que hay entre nosotros. Vas a moldearlo hasta que se ajuste a tus ideas.

—Es un matrimonio, Yunho, no un simple vínculo legal. Hemos hecho unos votos sagrados.

—¡Durante seis meses! ¿No entiendes que estoy preocupado por ti? Intento protegerte para no hacerte daño.

—¿Protegerme? Ya entiendo. —Jaejoong respiró hondo. —¿Por eso cuentas mis píldoras? 

La expresión de Yunho se volvió fría y distante.

—Eso no significa nada. 

—Al principio no entendía por qué sobresalían del estante del botiquín cuando siempre las dejaba al fondo. Luego me di cuenta de que las contabas. 

—Sólo me aseguraba de que no te olvidabas ninguna, eso es todo.

—En otras palabras, me has estado espiando. 

—No pienso disculparme. Sabes lo importante que es para mí no tener hijos. 

Jaejoong lo miró con tristeza. 

—No hay nada entre nosotros, ¿verdad? Ni respeto, ni afecto, ni confianza. 

—Existe afecto, Jaejoong. Por lo menos por mi parte. — Vaciló. —Y también te has ganado mi respeto. Nunca pensé que te tomarías el trabajo tan en serio. Eres muy valiente, Jaejoong.

El joven se negó a sentirse agradecido por aquellas palabras. 

—Pero no confías en mí. 

—Creo que tienes buenas intenciones.

—Aun así crees que soy un ladrón. Eso no habla bien de mis buenas intenciones. 

—Estabas desesperado cuando cogiste ese dinero. Estabas cansado y asustado o no lo habrías hecho. Ahora lo sé. 

—Yo no cogí el dinero.

—No importa, Jaejoong. No te culpo. 

El hecho de que él aún no le creyera no debería dolerle tanto. La única manera de convencerlo sería implicar a Krystal y, como ahora sabía, no podía hacerlo.

¿Qué ganaría con ello? No quería ser el responsable del destierro de Krystal. Y aquella relación no funcionaría si tenía que demostrarle a Yunho su inocencia. 

—Si confías en mí, ¿por qué contabas las píldoras? 

—No puedo correr riesgos. No quiero tener hijos. 

—Eso ya lo has dejado claro. —Quiso preguntarle si lo que encontraba tan repulsivo era tener un hijo o tenerlo con él, pero le daba miedo la respuesta. —No quiero que vuelvas a contarlas. Te he dicho que las tomaría y lo haré. Pero tendrás que confiar en mí. 

El joven percibió la lucha interna de su marido. A pesar de que su propia madre lo había traicionado con Park Yoochun, Jaejoong no había perdido la fe en la raza humana. Pero Yunho no confiaba en nadie salvo en sí mismo. 

Para su sorpresa, sintió que la indignación que sentía se desvanecía y la compasión ocupaba su lugar. Qué terrible debía de ser esperar siempre lo peor de la gente. 

Jaejoong rozó la mano de Yunho con la punta de los dedos.

—Nunca te haría daño a propósito, Yunho. Me gustaría que al menos creyeras eso.

—No es fácil. 

—Lo sé. Pero es necesario que lo hagas.

Él lo miró durante un buen rato antes de asentir brevemente con la cabeza.

—Vale. No las contaré más.

 Jaejoong sabía lo que esa pequeña concesión le había costado a su marido y se emocionó.

—¡Yyyyy ahora, entrará en la pista central del circo de los Hermanos Quest, Jaejoong, el hermoso esposo de Yunho el Coreano! 

A Jaejoong le temblaban tanto las rodillas que trastabilló, echando a perder su primera entrada. «¿Qué había sido de lo de el gitanillo salvaje?», se preguntó frenéticamente mientras escuchaba el discurso de Jack por primera vez. Esa mañana, durante el ensayo, había comenzado a contar una historia de un gitano, pero se había marchado lleno de frustración cuando él soltó el primer grito. Jaejoong se enteró de que el narrador contaría otra historia cuando Sully le dio el traje, pero la propietaria del circo se alejó sin dar más explicaciones. 

La música de la balalaica resonaba en el circo, situado esta vez en el aparcamiento de una  ciudad de verano en China, Shanghái. Yunho entró en la pista central con el látigo en la mano. Bajo el resplandor carmesí de los focos, resaltaban las brillantes botas negras y las lentejuelas rojas del cinturón centelleaban ante cualquier movimiento. 

—¿Parece nervioso, damas y caballeros? —preguntó Jack, señalándolo con la mano. —A mí sí que me lo parece. Pero este joven ha tenido que armarse de mucho valor para entrar en la pista con su marido. 

El traje de Jaejoong susurró mientras se adentraba lentamente en la arena. Era un traje de noche recatado, con el cuello alto adornado. Yunho le había colocado una rosa roja de papel de seda entre su pecho antes de salir. Le había dicho que formaba parte del vestuario. 

Jaejoong sintió los ojos del público en él. La voz de Jack se mezclaba con la música coreana y con el susurro de la brisa del océano que agitaba los laterales de la carpa. 

—Hijo de ricos aristócratas chinos, Jaejoong estuvo apartado del mundo moderno por los curas que lo instruían. 

«¿Curas?» Pero ¿qué estaba diciendo Jack? 

Mientras el director de pista continuaba su monólogo, Yunho comenzó el lento baile del látigo que siempre daba comienzo a su número, mientras él se mantenía inmóvil bajo los focos frente a él. La luz se volvió más suave; el público escuchaba la historia de Jack hipnotizado por los gráciles movimientos de Yunho. 

—Conoció al coreano cuando el circo actuó en un pueblo cercano al seminario donde vivía, y los dos se enamoraron profundamente. Pero los padres del joven se opusieron a la idea de que su gentil hijo se casara con un hombre al que consideraban un bárbaro y lo encerraron bajo llave. Jaejoong tuvo que escapar de su familia. 

La música se hizo más dramática y el baile del látigo de Yunho pasó de enérgico a seductor. 

—Ahora, damas y caballeros, entra en la pista con su marido, algo muy difícil para él. El látigo aterroriza a este dulce joven. Por eso les rogamos que estén lo más quietos posible para que él pueda enfrentarse a sus miedos. Les recuerdo que si está aquí es sólo por una cosa —el baile del látigo de Yunho alcanzó su clímax, —el amor que siente por su feroz marido coreano.

La música siguió in crescendo y, sin previo aviso, Yunho agitó el látigo formando un arco sobre su cabeza. El aliento abandonó el cuerpo de Jaejoong en un grito estrangulado y dejó caer el rollito que acababa de sacar del bolsillo especial que Sully le había cosido al traje sólo unas horas antes. 

El público contuvo el aliento y él se percató de que la increíble historia de Jack había funcionado. En lugar de reírse por la reacción de Jaejoong, habían simpatizado con el desvalido joven. 

Para su sorpresa, Yunho se acercó a él, recogió el rollito del suelo y se lo ofreció como si fuera una rosa, luego inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos. 

El gesto fue tan romántico que Jaejoong oyó suspirar a una mujer en la primera fila. Él mismo también habría suspirado si no hubiera sabido que él sólo jugaba con las emociones del público. A Jaejoong le temblaron los dedos cuando sostuvo el rollito de papel tan alejado de su cuerpo como pudo.

Logró mantener la compostura cuando él se alejó, pero cuando llegó el momento de ponérselo en la boca, comenzaron a temblarle las rodillas de nuevo. Deslizó ligeramente el rollito entre los labios, cerró los ojos y se puso de perfil.

Sonó el chasquido del látigo y el extremo del rollito cayó al suelo. Jaejoong cerró los puños a los costados. Si había pensado que tener audiencia haría que aquello resultara más fácil, estaba equivocado.

Yunho chasqueó el látigo dos veces más hasta que sólo quedó el cabo entre los labios de su esposo. Jaejoong tenía la boca tan seca que no podía tragar.

La voz de Jack surgió entonces, susurrante y dramática. 

—Damas y caballeros, necesitamos su colaboración mientras Yunho intenta hacer el último corte al pequeño rollo de papel que su esposo sujeta entre los labios. Necesita silencio absoluto. Les recuerdo que el látigo pasará tan cerca de la cara del joven que la más mínima equivocación por parte de su marido podría marcarlo de por vida. 

Jaejoong gimió. Se clavó las uñas en las palmas de las manos con tanta fuerza que temió haberse hecho sangre. 

El chasquido resonó en sus oídos cuando el látigo cortó la última sección del rollito que sostenía en la boca.

El público estalló en vítores. Jaejoong abrió los ojos, sintiéndose tan mareado que temió desmayarse. Yunho le hizo indicaciones con la mano, señalándole lo que iba a hacer a continuación. Lo único que él pudo hacer fue alzar la barbilla. 

Cuando levantó la cabeza, la punta del látigo voló hacia él y la roja flor que llevaba entre el pecho explotó en un despliegue de frágiles pétalos de papel. 

Jaejoong dio un respingo y dejó escapar un siseo que el público acalló con sus aplausos. Yunho hizo otro gesto, indicándole que levantara las manos y cruzara las muñecas. Temblando, él siguió sus indicaciones.

El látigo restalló de nuevo y la multitud soltó un grito ahogado cuando el látigo se enroscó alrededor de las muñecas de Jaejoong. Él esperó un momento, luego lo liberó. Un murmullo indescifrable surgió de las gradas. Yunho lo miró con el ceño fruncido y él recordó que debía sonreír. Consiguió curvar los labios y mostrar las muñecas para que vieran que estaba ileso. Mientras hacía eso, él volvió a chasquear el látigo. 

Jaejoong dio un respingo. Miró hacia abajo y vio que el látigo le rodeaba los tobillos. Yunho no había hecho eso antes y él le dirigió una mirada preocupada. Lo liberó y arqueó una ceja indicándole que saludara. Jaejoong le dirigió al público otra sonrisa falsa. A continuación Yunho le indicó que levantase los brazos. Con una sensación de fatalidad, Jaejoong hizo lo que le ordenaba. 

«¡Zas!»

A Jaejoong se le escapó un gritito cuando el látigo se curvó en torno a su cintura. Jaejoong esperaba que él aliviara la presión de la cuerda, pero Yunho se limitó a tirar con fuerza del látigo, obligándolo a acercarse a él. Sólo cuando rozó los muslos de Yunho, él sustituyó el látigo por sus brazos para darle un beso arrebatador que habría hecho justicia a la portada de un libro romántico. 

La multitud soltó una ovación.

Jaejoong se sentía mareado, y aunque estaba enfadado con Yunho, no pudo evitar sentirse feliz. Su marido silbó y Misha resolló con furia al volver a la arena. Yunho lo soltó sólo un momento y montó a lomos del caballo de un salto mientras el equino trotaba por la pista. Un escalofrío de inquietud se deslizó por la espalda de Jaejoong. Sin duda alguna él no iba a... 

Jaejoong sintió que sus pies dejaban de tocar el suelo cuando Yunho se inclinó sobre el lateral del caballo para subirlo en sus brazos. Antes de saber qué sucedía, estaba sentado en su regazo. 

Se apagaron las luces, dejando la pista sumida en la oscuridad. Los aplausos fueron ensordecedores. Yunho aflojó uno de los brazos mientras él se agarraba frenéticamente a su cintura. Un momento después, sonó una explosión y el gran látigo de fuego danzó por encima de sus cabezas. 

Jaejoong cruzó la estrecha carretera asfaltada que separaba el aparcamiento donde estaba instalado el circo. 

El debut de Jaejoong había tenido lugar en la primera representación del circo en Shanghái y ahora estaba demasiado excitado para dormir. El público de la segunda función había reaccionado con más entusiasmo aún y una maravillosa sensación de realización le impedía sentirse cansado. 

Incluso Brady Pepper había abandonado su acostumbrado silencio para brindarle una gélida inclinación de cabeza. 

Inhaló el olor del mar y comenzó a pasear por la arena, que había perdido el calor del día y le enfriaba los pies al metérsele en las sandalias. Le encantaba estar junto al océano y se alegraba de que el circo fuera a permanecer allí más de una noche.

—¿Jaejoong? —Se volvió y vio a Yunho en lo alto de las escaleras, una alta y delgada silueta recortada contra el tenue resplandor de la noche. La brisa le revolvía el pelo y le pegaba la camisa al cuerpo.—¿Te importa si paseo contigo o prefieres estar solo? 

—¿Vas armado? 

—Ya he guardado los látigos por esta noche.

—Entonces ven. —Jaejoong sonrió y le tendió la mano. 

Yunho vaciló un momento y Jaejoong se preguntó si el gesto habría sido demasiado personal para él. Decía mucho de su relación el hecho de que cogerse de la mano fuera más íntimo que mantener relaciones sexuales. Aun así, no bajó el brazo. Aquello sólo era un reto más que él debía vencer. 

Las botas de Yunho resonaron en los escalones de madera cuando se acercó. Le cogió la mano y las callosidades de su palma le recordaron a Jaejoong que era un hombre acostumbrado al trabajo duro. Aquella cálida y firme mano envolvió la suya.

La playa estaba desierta, pero aún quedaban restos que había dejado la gente que había acudido al lugar adelantándose a la temporada veraniega: latas vacías, plásticos, la tapa rota de un vaso térmico. Se dirigieron hacia el mar. 

—Al público le ha gustado el número. 

—Estaba tan asustado que me temblaban las rodillas. Si no hubiera sido por el giro que Jack le dio a la historia, mi actuación hubiera resultado un desastre. Cuando intenté agradecérselo me dijo que había sido idea tuya. —Lo miró y sonrió. —¿No crees que te has pasado un poco con lo de los monjes? 

—Conozco de primera mano tus creencias morales, cariño. A menos que me equivoque, estoy seguro de que los monjes formaron parte de esa extraña educación que recibiste.

Jaejoong no lo negó. 

Pasearon durante un rato en un cómodo silencio. La brisa agitaba levemente el cabello de Jaejoong y el vaivén de las olas acallaba los lejanos ruidos de la feria, al otro lado de la carretera, dándoles la sensación de que estaban solos en el mundo. Jaejoong esperaba que él le soltara la mano en cualquier momento, pero seguía manteniéndola agarrada.

—Has hecho un buen trabajo esta noche, Jaejoong. Trabajas duro. 

—¿De veras? ¿De verdad crees que trabajo duro? 

—Claro.

—Gracias. Nunca me habían dicho eso. —Soltó una risita irónica. —Y si lo hubiesen hecho, seguramente no me lo habría creído.

—Pero a mí me crees. 

—No eres un hombre que diga las cosas a la ligera.

—¿Estoy oyendo un cumplido? 

—No estoy seguro.

—No es justo.

—¿Qué?

—Te he dicho algo agradable. Al menos podrías decir una cosa buena de mí.

—Por supuesto que puedo. Haces un chile de muerte.

Para sorpresa de Jaejoong, él frunció el ceño. 

—Estupendo. Olvídalo. 

Atónito, Jaejoong se dio cuenta de que, sin querer, había herido los sentimientos de su marido. Pensaba que él estaba bromeando, pero tratándose de Yunho debería saber que eso no era posible. Aun así era toda una sorpresa que a él le importara su opinión.

—Sólo me estaba reservando lo mejor —dijo él. 

—No es importante. De verdad, déjalo. 

Pero tenía importancia y a Jaejoong le encantaba.

—Mmm, déjame pensar...

—Olvídalo.

Jaejoong le apretó la mano.

—Siempre haces lo que crees que es correcto, incluso si la gente lo desaprueba. Es algo por lo que te admiro. Admiro tu integridad, pero... —Jaejoong le rodeó los dedos con los suyos. —¿Quieres que sea sincero?

—Eso he dicho, ¿no?

Jaejoong ignoró el beligerante gesto de su mandíbula.

—Tienes una sonrisa maravillosa. 

Yunho pareció algo aturdido y relajó la mano bajo la de él. 

—¿Te gusta mi sonrisa? 

—Sí, muchísimo.

—Nadie me lo había dicho nunca. 

—No muchas personas consiguen verla. —Jaejoong contuvo una sonrisa mientras observaba el gesto serio con el que Yunho consideraba lo que él había dicho. —Y hay otra cosa más, pero no sé cómo vas a tomártelo.

—Suéltalo.

—Tienes un cuerpo de infarto.

—¿Un cuerpo de infarto? ¿Sí? ¿Ésa es la segunda cosa que más te gusta de mí? 

—No he dicho que fuera la segunda. Te estoy diciendo cosas que me gustan de ti y ésa en concreto me encanta.

—¿Mi cuerpo? 

—Tienes un cuerpo estupendo, Yunho. En serio. 

—Gracias.

—De nada.

El embate de las olas llenó el silencio que se extendió entre ellos. 

—Tú también —dijo él.

—¿También qué? 

—Tienes un cuerpo estupendo. Me gusta.

—¿De veras? Pero si no es gran cosa. Tengo los hombros demasiado estrechos en comparación con las caderas y los muslos demasiado delgados. Y mi estómago... 

Él negó con la cabeza. 

—La próxima vez que oiga a un hombre decir que las mujeres son unas neuróticas, recordaré esto. Tú me dices que te gusta mi cuerpo, ¿y qué hago yo? Te doy las gracias. Luego te digo que me gusta el tuyo, ¿y qué escucho? Una larga lista de quejas.

—Es culpa de los modelos. —La mueca de desagrado de Yunho lo complació sobremanera. —Gracias por el cumplido, pero sé sincero. ¿No crees que tengo el trasero demasiado pequeño?

—Ésa es una pregunta con trampa, seguro.

—Solo quiero que me digas la verdad. 

—¿Estás seguro?

—Sí.

—Vale. Veamos. —Lo tomó por los hombros y lo hizo girar de cara al océano, luego se puso detrás de él. Lo rodeó con un brazo y le ahuecó una nalga primero. La piel de Jaejoong se erizó de deseo cuando Yunho apretó y moldeó por separado cada uno de los montículos. 

A Jaejoong se le entrecortó la respiración. Yunho le acarició la oreja con los labios y le murmuró al oído:

—Creo que son perfectos, Jaejoong. Exactamente del tamaño adecuado. 

Jaejoong se volvió y no había nada en el mundo que pudiera haber evitado que lo besase. Le rodeó el cuello con los brazos, se puso de puntillas y apretó su boca contra la de él, con labios suaves y flexibles. La lengua de Yunho jugueteó con la suya y él respondió a la provocación. Jaejoong perdió la noción del tiempo y ni se le pasó por la cabeza separarse de él. Los dos cuerpos se habían fundido en uno.

—¡Mira, Taecyeon! Es la pareja del circo. 

Jaejoong y Yunho se separaron de golpe, como dos adolescentes pillados in fraganti por la policía.

La dueña de la estridente voz era una mujer de mediana edad, con un vestido de flores verde lima y un enorme bolso negro colgado del hombro. Su marido llevaba puesta una gorra azul que cubría lo que, casi con toda seguridad, sería una calva. El hombre tenía los pantalones enrollados en las pantorrillas y la camiseta de deporte se te ceñía a la prominente barriga. 

La mujer les brindó una alegre sonrisa. 

—Hemos asistido a la función. Éste es Taecyeon. No se ha creído que estuvieran enamorados de verdad. Me aseguró que todo era falso, pero le dije que nadie podía fingir algo así. —Dio una palmadita en la barriga de su marido. —Taecyeon y yo llevamos casados treinta y dos años, así que sé reconocer el amor verdadero cuando lo veo.

Al lado de Jaejoong, Yunho estaba rígido y ponía cara de póquer, dejando que fuera él quien sonriera al matrimonio. 

—Seguro. 

—Nada me gusta más que un matrimonio con los pies en el suelo.

Yunho saludó a la pareja con una brusca inclinación de cabeza y agarró el brazo de Jaejoong para alejarlo de allí. Jaejoong se volvió y les gritó: 

—¡Espero que disfruten de otros treinta y dos años ¡juntos! 

—Y ustedes también, tesoro. 

Dejó que Yunho lo arrastrara, sabiendo que no conseguiría nada protestando. El tema del amor lo ponía un nervioso que Jaejoong sintió el absurdo impulso de consolarlo. Cuando llegaron a los escalones que conducían a la carretera, se detuvo y se volvió hacia él. 

—Yunho, no pasa nada. No voy a enamorarme de ti. 

En cuanto las palabras salieron de su boca, Jaejoong notó una pequeña punzada en el corazón. Eso lo asustó, porque sabía que sería una catástrofe enamorarse de él. Eran demasiado diferentes. Él era duro, serio y cínico, mientras que él era justo lo contrario. 

Entonces, ¿por qué él provocaba algo tan elemental en su interior? ¿Y por qué él parecía comprenderle tan bien cuando Yunho no le había contado nada de su pasado ni sobre su vida fuera del circo? A pesar de todo, Jaejoong sabía que Yunho lo había ayudado a encontrarse a sí mismo. Gracias a él era más independiente de lo que nunca lo había sido. Por primera vez en su vida, se sentía bien consigo mismo. 

Yunho subió los escalones. 

—Eres un romántico, Jaejoong. No es que me considere un ser irresistible, bien sabe Dios que no lo soy, pero llevo años observando que cuanto más indiferente se muestra un hombre, más interesada se vuelve la otra persona.

—Bah. 

Cuando llegaron arriba, él apoyó las caderas en la barandilla y lo observó.

—Lo he visto muchas veces. Las personas anhelan lo que no pueden tener, incluso aunque no sea bueno para ellas.

—¿Es así como te consideras? Malo para las personas que te rodean.

—No quiero hacerte daño. Por eso me molestó el cambio que hiciste en la caravana. Ahora es más acogedora y será más fácil vivir en ella, pero no quiero jugar a las casitas. A pesar de que nuestro matrimonio sea un acuerdo legal, esto no es más que un simple rollo. Una cana al aire. Sólo eso. 

—¿Un rollo? 

—Un lío. Una aventura. Llámalo como quieras. Sólo es algo pasajero. 

—Eres imbécil. 

—¿Ves cómo tengo razón?

Jaejoong intentó controlar la cólera. 

—¿Por qué te casaste conmigo? Al principio pensé que mi padre te había pagado, pero ahora sé que no fue así. 

—¿Y qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión? 

—Ahora te conozco.

—¿Y crees que no me dejo comprar?

—Sé que es imposible que te dejes comprar.

—Todo el mundo tiene un precio. 

—Pues dime, ¿cuál fue el tuyo? 

—Le debía un favor a tu padre y tenía que pagárselo. Eso es todo. 

—Debía de ser un favor muy grande.

La expresión de Yunho se volvió fría y Jaejoong se sorprendió cuando, después de un largo silencio, añadió: 

—Mis padres murieron en un accidente ferroviario en Corea cuando yo tenía dos años. Se hizo cargo de mí el pariente más cercano, el hermano de mi madre, Kangin. Era un sádico hijo de puta al que le daba placer pegarme. 

—Oh, Yunho...

—No quiero ganarme tu simpatía. Sólo quiero que comprendas cómo soy. —Él se sentó en un banco y parte de su rabia desapareció. Se inclinó hacia delante y se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice. —Siéntate, Jaejoong.

Ahora que ya no tenía remedio, Jaejoong se preguntó si no debería haber dejado las cosas tal y como estaban, pero había llegado demasiado lejos como para retroceder ahora, y se sentó a su lado. Él se quedó mirando hacia delante; parecía cansado y vacío. 

—Habrás leído historias sobre niños maltratados, niños a los que mantienen encerrados durante años. —Él asintió con la cabeza. —Los psicólogos dicen que incluso después de haber sido liberados de esa tortura, estos niños no se desarrollan de la misma manera que los demás. No tienen las mismas actitudes sociales. Y si no los rescatan a tiempo, ni siquiera aprenden a hablar. Supongo que eso es lo que me pasa con el amor. No llegué a experimentarlo en la infancia y ahora no puedo sentirlo. 

—¿A qué te refieres? 

—No soy uno de esos cínicos que cree que el amor no existe, porque lo he visto en otras personas. Pero yo no puedo sentirlo. Ni por una mujer ni por nadie. Nunca he amado. 

—Oh, Yunho. 

—No es que no lo haya intentado. He conocido algunas mujeres  y hombres maravillosos a lo largo de mi vida, pero, al final, sólo he conseguido herirlos. Por eso te he contado las píldoras. Por eso no quiero tener hijos. 

—¿Crees que nunca podrás mantener una relación duradera? ¿Te refieres a eso? 

—Sé que no puedo. Pero es más profundo que todo eso. 

—No entiendo. ¿Qué es lo que te pasa? 

—¿No has oído nada de lo que he dicho? 

—Sí, pero... 

—No puedo sentir las mismas emociones que los demás hombres. Por nadie. Ni siquiera por un niño. Cualquier niño merece que su padre lo ame, pero yo no podría. 

—No te creo. 

—¡Créelo! Me conozco a mí mismo y sé que no podría hacerlo. Mucha gente se toma a la ligera tener hijos, pero yo no. Los niños necesitan amor y, si no lo tienen, algo se muere en su interior. No podría vivir conmigo mismo sabiendo que un niño sufre por mi culpa. 

—Todo el mundo es capaz de amar, y más cuando se trata de su propio hijo. Te ves a ti mismo como una especie de... de monstruo. 

—Más bien como una mutación. No tuve una educación normal y es por eso que soy distinto. No puedo tolerar la idea de tener un hijo y que crezca sabiendo que no le amo. No pienso hacerle a nadie lo que me hicieron a mí. 

Era una noche calurosa, pero Jaejoong se estremeció al darse cuenta del terrible legado que aquel violento pasado le había dejado a Yunho. Ese legado también le afectaba a él y se abrazó a sí mismo. Nunca se había imaginado teniendo un hijo con Yunho, pero quizá la idea ya había germinado en su subconsciente porque sentía como si acabara de sufrir una profunda pérdida. 

Jaejoong observó el perfil de su marido recortado contra el tiovivo que giraba a lo lejos. La imagen la llenó de pena. Los caballos de madera, de brillantes colores, parecían representar la inocencia, mientras que Yunho, con aquellos ojos sombríos y el corazón vacío, era como un condenado a muerte. Durante todo el tiempo Jaejoong había pensado que era él quién que más amor necesitaba, pero él tenía heridas mucho más profundas.

Guardaron silencio mientras volvían caminando a la caravana; no había nada más que decir. Tater se había escapado otra vez y lo estaba esperando. Trotó hacia él saludándolo con un barrito.

—Lo ataré de nuevo —dijo Yunho. 

—No te preocupes, ya lo hago yo. Necesito estar solo un rato. 

Él asintió con la cabeza y le pasó el pulgar por la mejilla mientras le dirigía una mirada tan desolada que Jaejoong no pudo soportarlo, así que se volvió y acarició la trompa de Tater. 

—Vamos, cariño. 

Lo llevó con los demás elefantitos y lo ató con la correa; luego cogió una vieja manta de lana y la puso en el suelo a su lado. Se sentó y se rodeó las rodillas con los brazos, Tater se acercó a él. Por un momento pensó que lo pisaría y se puso tenso, pero el animal se limitó a colocar sus patas delanteras a ambos lados y a rodearlo con la trompa. 

Jaejoong se encontró sumergido en una cálida cueva. Presionó la mejilla contra el áspero cuerpo del animal, protegido entre las patas de Tater mientras oía el fuerte latido de su dulce y travieso corazón. Sabía que debería moverse, pero a pesar de estar bajo una tonelada de elefante, nunca se había sentido más seguro. Allí sentado, pensó en Yunho y deseó que fuera lo suficientemente pequeño para estar donde él estaba, justo debajo del corazón de Tater.

21 comentarios:

  1. ;_; yunho,fue tanto lo que le paso en la infancia que nunca ha experimentado el amor y no cree nunca poder hacerlo y por lo mismo no desea tener hijos, pero eso podria cambiar solo debe dejar que pase, T_T es tan triste,tanto el como jae han pasado por mucho, se necesitan!

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  2. definitivamente yunho quedo marcado con aquellos maltratos en su infancia :( pero el mismo se denomina malo sin sentimientos pero si fuera asi no le importaria lastimar a jaejoong ni traer un hijo al mundo q no reciba su amor, todo es psicologico, necesita algun tipo de ayuda o estimulo para superarlo, pobre jae quedo triste ante esta declaracion, solo su elefantito lo consuela. la parte del espectaculo con los latigos me dio miedo, era como estar ahi viendo el espectaculo y pensar q ahorita le daba en el rostro, felizmente todo salio bien y wooo jae arreglo la caravana tan bonito

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  3. pucha yunho por todo lo que paso desde niño es tan serado con el amor y los hijos , gracias por el capitulo

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  4. muy bien pude notar en este capitulo un poco del pasado de yunho y entenderlo pobresillo cuanto a de haber sufrido para llegar a ser lo que es hoy u_u pero se ve que JJ YA SE ESTA ENAMORANDO PERDIDAMENTTE de yunhie :3 cosas hermosas como no terminas queriendolos y dioss¡¡ el acto del circo su historia toda misteriosa sobre JJ ay esos dos cada vez avanzan más espero de todo corazón que si puedan enamorarse y formar un hogar sobre todo por como Yunho y JJ han sufrido merecen ser feliz.

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  5. Oww TnT es q yunho tuvo una infancia dura ahora comprendo porque es asi.

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  6. Que triste es lo que le paso a Yunho que lo ha marcado en su vida, pero estoy segura que Jae lo hará cambiar con su amor...

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  7. Mmm...Q triste cap...
    Lo único q me gusto es q todos van notando el amor q se tienen..

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  8. Aunque Yunho no crea poder amar yo se que si T.T tu puedes Yunho solo abre los ojos y ve lo que tienes enfrente...su historia es triste ningún niño o adulto merece ser golpeado por nadie :´(

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  9. Yunho ba pasado por tanto en su niñes ..que por ello ha creado un perfil erroneo de si mismo #* y cierra la posibilidad de amar y tener una familia *-*

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  10. Las cosas se complican
    jae la esta pasando mal, seguro si queria tener un bebé de yunho
    pero con su dura infancia probablemnete sea dificil
    aun así siento que se pasa por que no reconoce el esfuerzo que ha hecho jae
    como lo de la casa, arreglarla no es tan malo, pero su reaccion no fue buena, espero que se vayan sabiendo mas cosas en los proximos capitulos XD

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  11. Woo pobre historia de Yunho Y_Y conr azon es como es~ me gusto mucho como estaban hablando del cuerpo del otro xD yo podría decir que otras cosas me gustan de yunho *v*♥

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  12. Pobre Yunho el sufrio mucho con en su niñez y por eso se ha convertido en la persona que es y como es, el cree que no puede amar a nadie y eso a Jae le hace sentir mal, solo tater lo consuela.
    El acto de Yunho y Jae ha sido un éxito

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  13. qué triste infancia e historia tiene Yunho, está muy traumatizado y cree que no puede amar a nadie.
    tan desconfiado el pobre contando las píldoras de Jae.
    y Jae tan dulce y comprensivo
    la pareja que los vió besarse se dieron cuenta de que esto dos están enamorados.
    gracias

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  14. wow pobre yunho si que tuvo una infancia fatal
    pero tiene que saber que el puede ser nejor persona con los seres que el quiere y ademas aunque lo niegue ya esta enamorado de jae

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  15. Pobre yunho sufrio mucho de pequeño TT__TT
    ahhh gracias por el cap^^

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  16. ahh me encanto la funcion del YUNJAE ..el final fue ...cuento de hadas...yunho llevando en brazos a jae montando un caballo...*o*...y ahora sabemos el origen del problema de yunho....todo fue por ser maltratado y no recibir amor....pero yo creo que yunho seria un buen padre..el amor nace cuando menos te lo esperas.....creo que yunho dice que no quiere crear vinculos entre ellos pero al final se van acercando mas y mas... YUNJAE LOVE~ ^^

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  17. Es totalmente normal que Yunho quiera poner esa barrera entre Jae y el pff el pobre paso
    Y Jae debe sentirse muy..deprimido, y frustrado pero bueno esperemos y veremos
    Taste es una dulzura es un elefantito que es como el pañuelo de Jae y eso me
    parece hermoso.

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  18. fue triste la niñez de yunho pero ya tiene a jae que lo llenara de amor y le dará todo lo que le negaron de chico y jae lo enseñara a amar
    como el pequeño elefantito le da cariño y mucho amor a jae así debería de ser yunho llenarlo de amor y cariño solo eso necesita jae de el para ser completa mente feliz yo se que yunho si puede amarlo de echo el ya siente amor por jae pero no se da cuenta pues lo protege y no quiere que sufra

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  19. Yunho no puede abrir su corazón a Jaejoong por su pasado :( La verdad que su infancia fue muy dura pero si el no deja que lo ayuden y se encierra en si mismo.estará así para siempre y perderá a Jae
    Pero ¡Hey! Joongie estuvo genial en la funcion:D Ahora tiene que pensar en lo que le ha pasado y las cosas que le dijo Yunho acerca de los niños, lo bueno es que.tiene a Tater para protegerlo c:

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  20. Se que el comportamiento de Yunho es por el trauma que tubo de niño no creo que el no pueda amr solo tiene que abrir su corazón y se el que entrará va ser Jaejoong pero Jaejoong creo que esta sintiendo algo por el y se que sufrira si Yunho no cambia

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  21. Tengo un nudo en la garganta, primero porque Ambos necesita sanar su corazón y segundo porque Jae tiene esperanzas, espera de la vida, pero Yunho no. Está tan lastimado que no quiere abrir su corazón quiere protegerse y proteger a los demás de su propio dolor y eso es tan triste. Ningún niño debería sufrir así. Ni el menosprecio, el desamor o la crueldad.

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