El
último año había sido un desastre total y Jaejoong se había acostumbrado a
animarse con pequeñas cosas a fin de no dejarse llevar totalmente por la
desesperación.
Se
recordó a sí mismo que aunque su educación podía haber sido poco ortodoxa,
desde luego sí había sido completa. Y a pesar de lo que su padre pensaba, había
heredado el cerebro de Yesung y no el de Jessica. También poseía un gran
sentido del humor y era optimista por naturaleza, cualidad que ni siquiera el
último año había podido destruir por completo. Hablaba cuatro idiomas, era
capaz de identificar al diseñador de casi cualquier modelo de alta costura y
era todo un experto en calmar a mujeres histéricas. Por desgracia, no poseía ni
el más mínimo sentido común.
¿Por
qué no había hecho caso del abogado parisino de Jessica, cuando le dejó claro
que no le quedaría ni un centavo una vez que pagara las deudas que ésta había
dejado? Ahora sospechaba que había sido el sentimiento de culpa lo que lo había
impulsado a asistir a todas aquellas fiestas durante los desastrosos meses que
siguieron al funeral. Llevaba muchos años queriendo liberarse del chantaje
emocional al que su madre la había sometido en su interminable búsqueda del
placer. Pero no había querido que Jessica muriera. Eso no.
Se
le llenaron los ojos de lágrimas. Había querido muchísimo a su madre y, a pesar
de su egoísmo, de sus interminables exigencias y de su constante necesidad de
reafirmarse en la belleza, Jaejoong sabía que Jessica lo había querido.
Se
había sentido culpable ante la inesperada libertad que el dinero y la muerte de
Jessica le habían proporcionado. Se había gastado toda la fortuna, no sólo en
sí mismo sino en cualquiera de los viejos amigos de Jessica que estuviera en
apuros. Cuando las amenazas de los acreedores habían subido de tono, había
extendido cheques para mantenerlos callados, sin saber ni importarle si tenía
dinero para cubrirlos.
Yesung
descubrió el derroche de Jaejoong el mismo día que emitieron una orden de
arresto contra él. Fue entonces cuando se dio cuenta de la realidad y del
alcance de lo que había hecho. Tuvo que rogarle a su padre que le prestara
dinero para mantener alejados a los acreedores, prometiendo devolvérselo en
cuanto pudiera.
Yesung
había recurrido al chantaje. Era hora de que madurara, le había dicho, y si no
quería ir a la cárcel debería poner fin a todas esas extravagancias y seguir
sus órdenes sin rechistar.
En
un tono brusco e inflexible, él había dictado sus términos. Se casaría con el
hombre que él escogiera para él tan pronto como pudiera arreglarlo. Y no sólo
eso, tendría que permanecer casado durante seis meses, ejerciendo de esposo
obediente durante ese tiempo. Sólo al final de esos seis meses podría
divorciarse y beneficiarse de un fondo fiduciario que él establecería para él,
un fondo fiduciario que él controlaría. Si era cuidadoso, podría vivir con
relativa comodidad el resto de su vida.
—¡No
puedes hablar en serio! —exclamó él cuando finalmente había recobrado el habla. —Ya no existen los matrimonios de conveniencia.
—Nunca
he hablado más en serio. Si no aceptas casarte, irás a la cárcel. Y si no
permaneces casado durante seis meses, nunca volverás a ver un penique más de mi
bolsillo.
Tres
días más tarde, le había presentado al futuro novio sin mencionar qué estudios
poseía ni a qué se dedicaba, y sólo le había hecho una advertencia: —Él te
enseñará algo sobre la vida. Por ahora, es todo lo que necesitas saber.
Se
dio cuenta de que muy pronto llegarían a La Guardia, por lo cual no podía
esperar más para sacar a colación el tema sobre el que tenían que hablar. Por
costumbre, Jaejoong sacó un espejo dorado del bolso para cerciorarse de que
todo estaba como tenía que estar. Ya más seguro, lo cerró con un golpe seco.
—Disculpe,
señor Jung.
Él
no respondió.
Jaejoong
se aclaró la garganta. —¿Señor Jung? ¿Yunho? Creo que tenemos que hablar.
Él
abrió los párpados que ocultaban aquellos ojos color marrón profundo. —¿De qué?
A
pesar de los nervios, él sonrió. —Somos unos completos desconocidos que acaban
de contraer matrimonio. Creo que eso nos da tema más que suficiente para
hablar.
—Si
quieres escoger los nombres de nuestros hijos, cara de ángel, creo que paso.
Así
que tenía sentido del humor después de todo, aunque fuera algo cínico. —Quiero
decir que deberíamos hablar de cómo vamos a pasar los próximos seis meses antes
de poder solicitar el divorcio.
—Creo
que será mejor que vayamos paso a paso, día a día —hizo una pausa. —Noche a
noche.
A Jaejoong
se le puso la piel de gallina y se dijo a sí mismo que no fuera estúpido. Él
había hecho un comentario perfectamente inocente y él sólo había imaginado la
connotación sexual en aquel tono bajo y ronco. Forzó una brillante sonrisa.
—Tengo un plan, un plan muy simple en realidad.
—¿Sí?
—Si
me da la mitad de lo que le pagó mi padre por casarse conmigo, y creo que
estará de acuerdo conmigo en que es lo más justo, podremos irnos cada cual por
su lado y acabar con este lío.
Una
expresión divertida asomó en esos rasgos de acero. —¿De qué lío hablas?
Jaejoong
debería haber sabido, por la experiencia adquirida gracias a los amantes de su
madre, que un hombre así de guapo no rebosaría materia gris. —El lío de
encontrarnos casados con un desconocido.
—Pues
creo que llegaremos a conocernos bastante bien. —De nuevo esa voz ronca. —Y eso
de ir cada uno por su lado no era lo que Yesung tenía en mente. Tal y como lo
recuerdo, se supone que tenemos que vivir juntos como matrimonio.
—Eso
pretende mi padre. Es un poco tirano en lo que se refiere a las vidas de otras
personas. Lo mejor de mi plan consiste en que él nunca sabrá que nos hemos
separado. Mientras no vivamos en su casa de Seúl, donde puede vernos, no tendrá
ni idea de dónde estamos.
—Definitivamente
no viviremos en su casa de Seúl.
Él
parecía no estar tan dispuesto a cooperar como él había esperado, pero Jaejoong
era lo suficientemente optimista como para creer que sólo necesitaba un poco
más de persuasión.
—Sé
que mi plan funcionará.
—A
ver si nos entendemos. ¿Quieres que te dé la mitad de lo que Yesung me dio por
casarme contigo?
—Ya
que lo menciona, ¿cuánto fue?
—No
fue ni mucho menos suficiente —masculló él.
Jaejoong
nunca había tenido que discutir las condiciones y no le gustaba tener que
hacerlo ahora, pero al parecer no tenía alternativa.
—Si
lo piensa un poco, verá que es lo justo. Después de todo, si no fuera por mí,
no tendría nada.
—¿Quieres
decir que planeas darme la mitad del fondo fiduciario que tu padre ha prometido
establecer para ti?
—Oh,
no, no pienso hacer eso.
Él
soltó una breve carcajada. —Me lo imaginaba.
—No
lo entiende. Le pagaré la deuda tan pronto como tenga acceso a mi dinero. Sólo
le estoy pidiendo un préstamo.
—Y
yo me niego.
Jaejoong
comprendió que le había vuelto a pasar lo de siempre. Tenía la mala costumbre
de asumir lo que otras personas harían o lo que haría él en su lugar. Por
ejemplo, si fuera Jung Yunho, se prestaría a darle la mitad del dinero
simplemente por deshacerse de él.
Necesitaba
fumar. Aquello no pintaba bien. —¿Puede devolverme los cigarrillos? Estoy
seguro de que no todos estaban defectuosos.
Él
sacó el arrugado paquete del bolsillo de los pantalones y se lo entregó. Jaejoong
encendió uno con rapidez, cerró los ojos y se llenó los pulmones de humo.
Se
escuchó un estallido y cuando abrió los ojos de golpe, el cigarrillo estaba en
llamas. Con un grito ahogado, lo dejó caer. De nuevo, Yunho apagó la colilla y
las ascuas con el pañuelo.
—Deberías
denunciarlos —dijo él con suavidad. Jaejoong se llevó la mano a la garganta, demasiado
aturdido para hablar.
Él
se acercó y le tocó el pecho. Él sintió el roce de ese dedo y se estremeció, lo
mismo que la piel sensible debajo del raso. Alzó la mirada de golpe a esos
insondables ojos negros. —Un poco de ceniza —dijo él. Jaejoong puso la mano
donde él lo había tocado y sintió el martilleo del corazón bajo los dedos.
¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que una mano que no fuera la
suya la había tocado allí? Dos años, recordó, cuando se había hecho la última
revisión médica.
Jaejoong
vio que habían llegado al aeropuerto y se armó de valor.
—Señor
Jung, tiene que entender que no podemos vivir juntos como matrimonio. Somos
unos completos desconocidos. Toda esta idea es ridícula y tendré que insistir
en que coopere más conmigo.
—¿Insistir?
—dijo él suavemente. —No creo que tengas derecho a insistir sobre nada.
Jaejoong
tensó la espalda.
—No
voy a permitir que me intimide, señor Jung.
Él
suspiró y sacudió la cabeza, mirándolo con una expresión de pesar que él dudaba
que fuera sincero.
—Esperaba
no tener que hacer esto, cara de ángel, pero debería haber imaginado que no
ibas a ser fácil. Será mejor que te explique las reglas básicas ahora mismo,
así sabrás a qué atenerte. Para bien o para mal, vamos a permanecer casados
durante seis meses a partir de hoy. Puedes irte cuando quieras, pero tendrás
que hacerlo solo. Y por si todavía no te has dado cuenta, éste no va a ser uno
de esos matrimonios modernos de los que se habla en las revistas. Éste va a ser
un matrimonio tradicional. —Repentinamente, su voz se volvió más tierna y
suave. —Lo que quiero decir, cara de ángel, es que yo mando y tú harás lo que
diga. Si no lo haces, sufrirás algunas consecuencias bastante desagradables. La
buena noticia es que, pasado el tiempo estipulado, podrás hacer lo que quieras. Sinceramente, me importará un bledo.
El
pánico se apoderó de Jaejoong, que luchó por no perder los nervios.
—No
me gusta que me amenacen. Será mejor que hable claro y me diga cuáles son esas consecuencias que penden sobre mi cabeza.
Él
se reclinó en el asiento y torció la boca en una mueca tan dura que Jaejoong
sintió un escalofrío en la espalda.
—Verás,
cara de ángel, no pienso decirte nada. Tú mismo lo descubrirás todo esta noche.
Jaejoong
se pascaba por el rincón más apañado de la sección de fumadores de la puerta de
embarque de Koreanir, dando unas caladas un profundas y rápidas al cigarrillo
que empezó a marearse. El avión, según había descubierto, se dirigía a Busan,
una de sus ciudades favoritas, algo que tomó como una buena señal en una larga
cadena de acontecimientos que se iban volviendo cada vez más desastrosos.
Primero,
el estirado y poderoso señor Jung se negó a aceptar el plan. Luego le había
saboteado el equipaje. Cuando el chófer descargó una sola maleta del maletero
en lugar del juego completo que él había preparado, Jaejoong pensó que era una
equivocación, pero Yunho lo sacó rápidamente de su error.
—Viajaremos
con poco equipaje. Le ordené al ama de llaves que lo rehiciera por ti durante
la ceremonia.
—¡No
tenía derecho a hacer eso!
—Vamos
a facturar. —Él cogió su propio y ligero equipaje, y Jaejoong se quedó mirando
con asombro cómo echaba a andar sin dejarle otra opción que seguirlo. Jaejoong
apenas podía cargar con la maleta; sus tobillos se tambaleaban sobre sus
zapatos dorados mientras se arrastraba tras él. Sintiéndose desgraciado y
cohibido, se había dirigido a la entrada, donde todo aquel que pasaba notaba
los orificios en su pantalón y el traje quemado.
Cuando
Yunho desapareció en los aseos, él se había apresurado a comprar una nueva
cajetilla, pero descubrió que sólo tenía un billete de diez dólares en el
bolso. Se dio cuenta con inquietud de que ése era todo el dinero que poseía.
Sus cuentas corrientes estaban bloqueadas y las tarjetas de crédito canceladas.
Por lo tanto, volvió a guardar el billete en la cartera y le pidió un cigarrillo
a un atractivo ejecutivo.
En
cuanto lo apagó, Yunho salió de los aseos y al ver cómo iba vestido sintió
un vuelco en el estómago. El oscuro traje sastre había sido reemplazado por una
camisa vaquera, desgastada por infinidad de lavados, y unos vaqueros tan
descoloridos que parecían casi blancos. Los bajos deshilachados del pantalón
caían sobre unas botas camperas de piel llenas de rozaduras. Llevaba la camisa
remangada, mostrando unos fuertes y bronceadoss antebrazos ligeramente cubiertos
de vello y un reloj de oro con una correa de piel. Jaejoong se mordisqueó el
labio inferior. Al pensar en todo lo que su padre podía haberle hecho, nunca se
le había ocurrido que la casaría con el Hombre Marlboro.
Él
se acercó a Jaejoong cargando la maleta con facilidad por el asa. Los ceñidos
pantalones revelaban unas piernas musculosas y unas caderas estrechas. A Jessica
le hubiera encantado.
—Vamos.
Acaban de hacer la última llamada.
—Señor
Jung, por favor, no creo que quiera hacer esto. Si me prestara sólo la tercera
parte del dinero que legítimamente me pertenece, podríamos poner fin a esta
situación.
—Le
hice una promesa a tu padre y nunca falto a mi palabra. Quizá sea un poco
anticuado, pero es una cuestión de honor.
—¡Honor!
¡Se ha vendido! ¡Dejó que mi padre le comprara! ¿Qué clase de honor es ése?
—Yesung
y yo hicimos un trato y no voy a romperlo. Por supuesto, si insistes en
marcharte, no te detendré.
—¡Sabe
que no puedo hacerlo! No tengo dinero.
—Entonces,
vámonos. —Él sacó las tarjetas de embarque del bolsillo de la camisa y se puso
en marcha.
Jaejoong
no tenía dinero ni tarjetas de crédito, y su padre le había ordenado que no se
pusiera en contacto con él. Con el estómago revuelto, se percató de que no
tenía otra alternativa que seguirlo, y cogió la maleta.
Delante
de él, Yunho había alcanzado la última hilera de sillas, donde un adolescente
estaba sentado fumando. Cuando su nuevo marido pasó junto al chico, el cigarrillo
de éste comenzó a arder.
Unas
dos horas después Jaejoong se encontraba bajo un sol resplandeciente en el
aparcamiento del aeropuerto de Busan, observando la camioneta negra de Yunho;
tenía el capó cubierto por una gruesa capa de polvo y la matrícula de Busan
casi ilegible por el barro seco que la ocultaba.
—Déjala
ahí detrás. —Yunho lanzó su propia maleta sobre la camioneta, pero no se
ofreció a hacer lo mismo con la de Jaejoong, igual que no se había ofrecido a
llevársela en el aeropuerto.
Jaejoong
rechinó los dientes. Si pensaba que iba a pedirle ayuda, podía esperar sentado. Le dolieron los brazos cuando intentó lanzar la voluminosa maleta a la parte
trasera. Pudo sentir los ojos de Yunho sobre él y, aunque sospechaba que al
final agradecería todo lo que el ama de llaves había metido en ella, en ese
momento habría dado cualquier cosa por que aquel diseño de Louis Vuitton fuera
más pequeño.
Cogió
el asa con una mano y sujetó la parte inferior de la maleta con la otra. Con
gran esfuerzo, tiró de ella.
—¿Necesitas
ayuda? —preguntó el con falsa inocencia.
—No...
gra... cias. —Las palabras parecían gruñidos más que otra cosa.
—¿Estás
seguro?
Jaejoong,
que por fin consiguió alzarla para empujarla con el hombro hacia dentro, no
tenía suficiente aliento para contestar. Sólo unos centímetros más. Se tambaleó
sobre los zapatos. Un poco más...
Con
un grito de consternación, la maleta y él cayeron hacia atrás. Gritó al
impactar contra el pavimento, luego chilló de pura rabia. Con la mirada clavada
en el cielo se percató de que la maleta había amortiguado la caída y evitado
que se lastimara. También se dio cuenta de que había caído de manera
desgarbada, rompiendo algunos botones de su camisa, dejando ver su
delicado y blanquecino pecho.
Unas
oscuras y gastadas botas camperas entraron en su ángulo de visión. Deslizó la
mirada por los muslos que se perfilaban bajo los vaqueros y por el ancho pecho
y, al llegar a aquellos ojos color negro que brillaban con diversión, Jaejoong
recuperó su dignidad. Cerrando su traje, se apoyó en los codos.
—Esto
es justo lo que pretendía.
La
risa del hombre fue ronca y oxidada, como si no se hubiera reído en mucho
tiempo.
—Si
tú lo dices.
—Así
es. —Con toda la dignidad que pudo reunir, se impulsó sobre los codos hasta
quedar sentado. —A esto es a lo que nos ha llevado su comportamiento infantil.
Espero que lo sienta.
Él
soltó una carcajada.
—Tú
lo que necesitas es un vigilante, cara de ángel, no un marido.
—¡Deje
de llamarme así!
—Agradéceme
que te llame así. —Cogió el asa de la maleta y la lanzó con facilidad sobre la
parte trasera de la camioneta como si no pesara más que el orgullo de Jaejoong.
Luego tiró de él hasta ponerlo en pie. Abrió la puerta de la camioneta y lo
empujó al sofocante interior.
Jaejoong
esperó para hablar hasta que hubieron dejado el aeropuerto atrás. Viajaban por
una carretera de doble sentido que se dirigía tierra adentro en lugar de a
Busan, como él había esperado.
Matorrales
y maleza bordeaban ambos lados de la carretera y el aire caliente que entraba
por las ventanillas abiertas de la camioneta le agitaba los cabellos. Adoptando
un tono suave, Jaejoong rompió el silencio.
—¿Podría
encender el aire acondicionado? Se me enreda el pelo.
—Lleva
años sin funcionar.
Tal
vez estuviera ya entumecido, porque aquella respuesta no lo sorprendió. Los
kilómetros pasaron volando y los signos de civilización escaseaban cada vez
más. De nuevo le preguntó lo que se había negado a contestar cuando bajaron del
avión.
—¿Podría
decirme adonde nos dirigimos?
—Es
mejor que lo veas por ti mismo.
—Eso
no suena muy esperanzador
—Por
decirlo de una manera suave, donde vamos no hay salón de cóctel.
Vaqueros,
botas, matrícula de Busan. ¡Tal vez fuera ranchero! Él sabía que había multitud
de ganaderos ricos en Busan. Quizás estuvieran dirigiéndose hacia el sur. «Por favor, Dios, que sea ranchero. Que sea
igual que un episodio repetido de Dallas. Que haya una hermosa casa, ropas de
diseño, y Sue Ellen y J. R. haraganeando alrededor de la piscina.»
—¿Es
usted ranchero?
—¿Parezco
ranchero?
—Lo
que parece es un psiquiatra. Responde a una pregunta con otra.
—¿Los
psiquiatras hacen eso? Nunca he ido a uno.
—Por
supuesto que no. Es evidente lo bien que le funciona la cabeza
Jaejoong
había intentado que el comentario sonara sarcástico, pero el sarcasmo nunca se
le había dado bien y pareció que lo estaba adulando.
Jaejoong
miró por la ventanilla el hipnótico paisaje de la carretera. Totalmente ensimismado, vio una casa desvencijada con un árbol en el patio delantero lleno
de comederos de pájaros hechos de calabaza. El aire caliente los movía.
Cerró
los ojos y se imaginó fumando. O lo intentó. Hasta ese día, no se había dado
cuenta de lo mucho que dependía de la nicotina. En cuanto se adaptara a la
nueva situación, tendría que dejar de fumar. En cuanto llegara a su nueva vida,
tendría que replantearse muchas cosas. Por ejemplo, nunca fumaría en la casa
del rancho. Si le apetecía un cigarrillo, saldría a fumárselo a la terraza, en
el balancín al lado de la piscina.
Mientras
seguía soñando, se encontró rezando otra vez: «Por favor, Dios, que haya terraza. Que haya piscina...»
Un
poco más tarde, lo despertó el traqueteo de la camioneta. Se incorporó
bruscamente, abrió los ojos y soltó un grito ahogado de asombro.
—¿Pasa
algo?
—Dígame
que eso no es lo que creo que es.
El
dedo del joven temblaba cuando señaló hacia el objeto que se movía al otro lado
del polvoriento parabrisas.
—Es
difícil confundir a un elefante con otra cosa.
Era
un elefante. Un elefante de verdad, vivito y coleando. La bestia recogió un
fardo de heno con la trompa y lo lanzó hacia atrás. Mirando la deslumbrante luz
del atardecer, Jaejoong rezó para estar todavía durmiendo y que aquello sólo
fuera una pesadilla.
—Dígame
que estamos aquí porque quiere llevarme al circo.
—No
exactamente.
—¿Va
a ir usted solo?
—No.
Jaejoong
tenía la boca tan seca que le resultaba difícil articular las palabras.
—Sé
que no le gusto, señor Jung, pero, por favor, dígame que no trabaja aquí.
—Soy
el gerente.
—Gerente
de un circo —repitió él débilmente.
—Exacto.
Atontado,
Jaejoong se dejó caer contra el asiento. A pesar de su optimismo, era incapaz
de encontrar una luz al final del túnel.
En
el recinto abrasado por el sol había una carpa de circo roja y azul junto con
varias carpas más pequeñas y una gran cantidad de caravanas. La carpa más
grande, salpicada por estrellas doradas, tenía un gran rótulo de color rojo
intenso donde se podía leer: CIRCO DE LOS
HERMANOS QUEST, PROPIETARIO: OWEN QUEST. Además de unos cuantos elefantes
atados, Jaejoong vio una llama, un camello, varias jaulas enormes con animales
y toda clase de gente de mal vivir, entre la que incluyó a algunos hombres
bastante sucios. A la mayoría de ellos parecían faltarle los dientes
delanteros.
El
padre de Jaejoong siempre había sido un esnob. Le encantaba todo ese rollo de
los linajes antiguos y los títulos de nobleza. Se jactaba de descender de las
más grandes familias zaristas de Corea. El hecho de que hubiera casado a su
único hijo con un hombre que trabajaba en un circo decía mucho de lo que sentía
por él.
—No
es exactamente el de los Hermanos Ringling.
—Eso
ya lo veo —repuso él débilmente.
—Los
Hermanos Quest es uno de los circos que se conocen como circos de barro.
—¿Por
qué dice eso?
—Pronto
lo averiguarás —la respuesta sonó ligeramente diabólica.
Su
marido aparcó la camioneta al lado de las demás, apagó el motor y salió. Para
cuando él bajó, él ya había sacado las maletas de la parte trasera y había
echado a andar cargando con ellas.
Los
zapatos de Jaejoong se hundieron en el terreno arenoso y se tambaleó mientras
seguía a Yunho. Todos dejaron lo que estaban haciendo y clavaron los ojos en
él. La rodilla le asomaba por el ancho agujero del pantalón, la chamuscada
chaqueta de raso se le caía de un hombro y los zapatos se hundían en algo
demasiado blando. Afligido, Jaejoong bajó la mirada para asegurarse de que había
pisado justo lo que se temía.
—¡Señor
Jung!
El
chillido del joven tenía un deje de histeria, pero él pareció no oírla y siguió
caminando hacia la hilera de caravanas. Él restregó la suela del zapato por la
arena, llenándoselo de polvo durante el proceso. Con una exclamación ahogada, Jaejoong
echó a andar de nuevo.
Yunho
se acercó a dos vehículos que estaban aparcados uno al lado del otro. El más
cercano era una moderna caravana plateada con una antena parabólica. Al lado
había otra caravana abollada y oxidada que parecía haber sido verde en otra
vida.
«Por favor, que sea la caravana de la
parabólica en vez de la otra. Por favor...»
Él
se paró ante la fea caravana verde, abrió la puerta y desapareció en el
interior. Jaejoong gimió, luego se dio cuenta de que estaba tan entumecido
emocionalmente que ni siquiera era capaz de sorprenderse.
Yunho
reapareció en la puerta un momento después y observó cómo se acercaba
tambaleándose hacia él.
Cuando
al fin llegó al combado peldaño de metal, él le ofreció una sonrisa cínica.
—Hogar,
dulce hogar, cara de ángel. ¿Quieres que te coja en brazos para cruzar el
umbral?
A
pesar del sarcástico comentario, él eligió ese momento en particular para
recordar que nunca lo habían cogido en brazos para cruzar un umbral y que a
pesar de las circunstancias, éste era el día de su boda.
Quizá
poner un toque sentimental los ayudaría a los dos a sacar algo positivo de esa
terrible experiencia.
—Sí,
gracias.
—¿Estás
de coña?
—¿Quiere
o no quiere hacerlo?
—No
quiero.
Él intentó
disimular la decepción.
—Vale.
—Es
una puta caravana.
—Ya
lo veo.
—Ni
siquiera creo que las caravanas tengan umbrales.
—Si
hay una puerta, hay un umbral. Incluso un iglú tiene umbral.
Por
el rabillo del ojo, Jaejoong vio que comenzaba a formarse una multitud a su
alrededor. Yunho también se dio cuenta.
—Vamos,
entra.
—Es
usted quien se ha ofrecido.
—Estaba
siendo sarcástico.
—Ya
me he fijado que lo hace mucho. Y por si nadie se lo ha dicho nunca, es una
costumbre molesta.
—Entra,
Jaejoong.
De
alguna manera se había trazado una línea y lo que había comenzado como un
impulso se había convertido en un duelo de voluntades. Jaejoong permaneció en
el escalón, con las rodillas temblorosas, pero intentando mantenerse firme.
—Le
agradecería que por lo menos tuviera la decencia de cumplir esa tradición.
—Por
el amor de Dios. —Él bajó de un salto, lo levantó en brazos y lo llevó al interior,
cerrando la puerta de una patada. Al momento lo dejó bruscamente en pie.
Antes
de poder decidir si había ganado o perdido esa batalla en particular, Jaejoong
fue consciente de lo que lo rodeaba y se olvidó de todo lo demás.
—¡Ay,
Dios!
—Herirás
mis sentimientos si me dices que no te gusta.
—Es
horrible.
El
interior era incluso peor que el exterior. Estrecho y desordenado, olía a moho,
a viejo y a comida rancia. Delante de él había una cocina en miniatura, el
mostrador de fórmica color azul desvaído estaba astillado. Los platos sucios
estaban amontonados en el diminuto fregadero y había una cacerola con una
gruesa costra sobre el fogón, justo encima de la puerta del horno, que estaba
sujeta por un trozo de cordel. La raída alfombra había sido dorada en otro
tiempo, pero ahora tenía tantas manchas que su color sólo podía describirse
recurriendo a alguna función corporal. A la derecha de la cocina, la
descolorida tapicería a cuadros del pequeño sofá apenas era visible debajo de
la pila de libros, periódicos y ropa masculina. Vio una nevera descascarillada,
armarios con el laminado astillado y una cama revuelta.
Jaejoong
miró rápidamente a su alrededor.
—¿Dónde
están el resto de las camas?
Él
lo miró sin expresión, luego pasó junto a las maletas que había dejado en medio
del suelo.
—Esto
es una caravana, cara de ángel, no una suite en el Ritz. Es todo lo que hay.
—Pero...
—Jaejoong cerró la boca. Tenía la garganta seca y un vacío en el estómago.
La
cama ocupaba la mayor parte del fondo de la caravana y estaba separada del
resto por un alambre que sostenía una descolorida cortina color café que en ese
momento estaba recogida contra la pared. Sobre las sábanas había algunas ropas
enredadas, una toalla y algo que parecía ser un pesado cinturón negro.
—El
colchón está limpio y es cómodo —dijo él.
—Estaré
más cómodo en el sofá.
—Como
quieras.
Él
oyó una serie de tintineos metálicos y vio que Yunho se estaba vaciando los
bolsillos en la desordenada encimera de la cocina: algunas monedas, las llaves
de la camioneta y la cartera.
—Vivía
en otra caravana hasta hace una semana, pero era muy pequeña para dos personas,
así que me mudé a ésta. Es una pena que no haya tenido tiempo para llamar al
decorador. —Él sacudió la cabeza. —Los donnickers están allí. Es el único sitio
que me dio tiempo a limpiar. Puedes meter tus cosas en el armario que tienes
detrás. La función empieza en una hora; no te acerques a los elefantes.
«¿Donnicker?
¿La función?»
—En
realidad, no creo que pueda vivir aquí —dijo él. —Está asqueroso.
—Tienes
razón. Supongo que necesita el toque de un niño ricachón. Encontrarás productos
de limpieza debajo del fregadero.
Él
pasó por su lado en dirección a la puerta, entonces se detuvo. Estupefacto, Jaejoong
vio cómo se acercaba de nuevo a la encimera, cogía la cartera y volvía a meterla
en el bolsillo.
Se
sintió profundamente ofendido.
—No
pensaba robarle.
—Por
supuesto que no. Pero es mejor no tentar a la suerte. —Yunho le rozó el brazo
con el pecho cuando volvió a pasar junto a él hacia la puerta. —Hoy tenemos
función a las cinco y a las ocho. Actúo en las dos.
—¡Deténgase
ahora mismo! ¡No puedo quedarme en este horrible lugar y no voy a limpiar toda
esta porquería!
Él
miró con aire distraído la punta de su bota, luego levantó la vista. Jaejoong
se quedó mirando aquellos pálidos ojos marrones y sintió un escalofrío de
temor, seguido de otra extraña sensación que no quiso examinar más a fondo.
Él
levantó lentamente la mano, y Jaejoong dio un respingo cuando lo cerró con
suavidad alrededor de su garganta. Sintió la ligera aspereza del pulgar cuando
le rozó el hueco bajo la oreja con algo que parecía una caricia.
—Escúchame
con atención, cara de ángel —dijo él con suavidad. —Podemos hacer esto por las
buenas o por las malas. De un modo u otro voy a ganar. Tú decides cómo quieres
que sea.
Se
miraron fijamente a los ojos. En un instante que pareció eterno, Yunho le
exigió sin palabras que se sometiera a él. Los ojos del hombre dejaron un
rastro de fuego sobre Jaejoong, consumiéndole la ropa, la piel, hasta que Jaejoong
se sintió desnudo y despojado, con todas sus debilidades expuestas. Quería huir
y esconderse, pero la fuerza de aquella mirada masculina lo dejó inmovilizado.
Yunho
le deslizó la mano por la garganta, luego le quitó la chaqueta por los brazos,
haciendo que cayera al suelo con un susurro. Cogió la camisa con los botones
rotos y desabotonó los demás-el corazón comenzó a latirle con fuerza.
Con
la punta del dedo, Yunho bajó por su pecho hasta llegar al pezón. Luego,
inclinó la cabeza y tomó con los dientes la suave piel que había expuesto.
Jaejoong
se quedó sin respiración cuando notó el pellizco. Debería haber sido doloroso,
pero sus sentidos percibieron el pequeño mordisco con placer. Sintió la
insolente mano de Yunho en el pelo y luego él se apartó, aunque ya había dejado
su marca en él como si fuera un animal salvaje. Fue entonces cuando Jaejoong
supo a qué le recordaban esos ojos marrones. A un animal de presa.
La
puerta de la caravana se meció sobre sus goznes. Yunho salió y lo miró, dejando
caer los botones que había tomado.
Estalló
en llamas.
Oh jesus, jae se va a morir ahi pero el final estuvo ftcvgbhn
ResponderBorrargracias por la adaptacion, sigue que estare esperandole con ansias <3
jae tratandolo de usted, de señor Jung XD bueno lo entiendo yo tambien suelo ser un poco timida con mis amigos, pero jae la tiene dificil ya q yunho tiene una mirada y caracter peculiar y ademas es su esposo , jaejoong la pasara mal lo presiento :( este yunho lo ha llevado a un sitio sucio, pasaria q sea humilde, no hay problema pero sucio :/ me da pena jae, si quiere vivir un poquito mas comodo va tener q limpiar mucho, mismo ceniciento, me dio risa q al final yunho lo llevo cargado adentro, obligado y renegando pero lo hizo, Hisashi muchas gracias por el capitulo *w*
ResponderBorrarOh esto se pone cada vez mejor, no cabe duda que yunho esta poniendo a prueba a jae , nada ds a lo que esta acostumbrado, y es o se aguanta porque de todas maneras yunho ganara! Ja y la parte donde le pide que lo carague al entrar a su hogar xD y ni que decir del final estuvo shfjja, fue uf demasiado y eso que fue algo leve! Me intriga todo eso de yunho y el fuego! Gracias por actualizar y por compartirnos esta historia!^^
ResponderBorrarOh. Un circo es mas interesante.
ResponderBorrarllamas.??! acaso esa es la habilidad de yunho en el circo bueno eso explicaría los cigarrillos en llamas XD
ResponderBorrarwaaa.. que tal cambio para jaejoong de lujos ropa cara etc, etc a un circo humilde (?
esta muy interesante voy a seguir leyendo ;)
jjajaaja pobre Jae la va a tener bien fea nada mas imagínenlo limpiando ese desastre con sus bellas hermosas y delicadas manos hay Yunho se fuerte por tu malcriado pero no lo maltrates ni abuses de el xfa .Gracias x compartir
ResponderBorrarpobre JJ jajaj bueno eso le enseñara a q no todo en la vida es lujo xD
ResponderBorrarwaa sabia q yunho tenia algo q ver con lo de los cigarros e,e asdasda
gracias x compartir esta interesante :)
uuu mi pobre jae de rico a pobre , a si tendra que aprender a ser una persona sin lujos y normal jajajajaj gracias por compartir
ResponderBorrarOMG sun¡¡ pobre jj xDD el tan diva rezando por que tuviera un poco de lujo y comodidades en el lugar donde Yunho lo llevaba y con que se encuentra?? que lo llevo a un circo~~~ un circo¡¡¡ xDD bueno por algo pasan las cosas no?? y el hecho de que Yunho no se hubiera dejado chantajear por JJ ya da lugar a ver que cosas interesantes pasaran en la historia hahahaha :O
ResponderBorrarEl padre de jae.. Le cabo una graaan tumba
ResponderBorraraigooo pobre jae ir a un ugar en el que no estaba para nada acostumbrado jja lo que se imagino de la piscina fue genial kyaa leere el sig capi
ResponderBorraresto se pone cada vez mejor! xD...me quede intrigada con eso de llos cigarrillos y lo que Yunho provoca cuando esta cerca de ellos, deseo saber por que...*tal vez pronto mi duda se aclare :D*...Jae fue a parar en un lugar completamente poco peculiar a lo que el acostumbra, tal vez sea difícil esta nueva etapa para el, y estoy ansiosa de ver como lo sobrelleva
ResponderBorrarlo llevó a un circo en el medio de la nada?? y a cuento de qué le tiene tanta idea Yunho a Jae?? por qué quiere reformarlo??
ResponderBorrarinteresante historia. seguiré leyendo así entro más en la situación. gracias
Es un cambio radical para jaee @*@… .como hara para adaptance a ello
ResponderBorrarajajajajajajajajajja amo el sarcasmo que yunho
ResponderBorrarxD ahhhhhhhhh este FF me esta gustando mucho~^^
¡JAE TÚ PLAN NO FUNCIONO! :c HAHAHAHAHAHAHAHAHAHA, sí es un elefante Jae. XDD Él todo asustado porque YunHo es el gerente de un circo. Querer que lo cargue y pasen la puerta juntos, loquillo, pero es hermoso su forma de pensar.
ResponderBorrarPobre Jae su plan no funciono ,Yunho no acepto su oferta y ahora tendrá que estar casado con el por 6 meses y para colmo tiene que vivir en un circo sin ninguna de las comodidades que tenia, espero que Yunho sea mas comprensible con el, cual será el acto de Yunho???
ResponderBorraral final jae no pudo convencer a yunho de seguir su plan....pero yunho gerente de un circo??? seguro yesung lo tramo todo muy bien...pobre jae no la va tener facil yunho le va hacer la vida imposible ( al menos por 6 meses )..T^T .adios a la diva joongie~ ...aunque en lo ultimo yunho uso su voz suave .*o* ..ya sera opcion de jae si la quiere por lasa malas XD
ResponderBorrarGracias >3< en cada capitulo se pone mejor O//O preparate Jae que Yunnie sera una bestia que tienes que dominar kyaaaaa *se va al sig. cap.
ResponderBorrarWooooooooo!!!!!!
ResponderBorrarJae dioun giro a su viada todo cambio para el
Gracias^^
por que los cigarrillos se incendian eh sera que yunho los provoca ? y tenia razon osea que es mago se puede decir
ResponderBorrarbueno que trato harian el y su papa de jae
jae si que va a tener las cosas dificiles
En llamas ?? Que fus un circo ??
ResponderBorrarPobre JJ lo que le espera limpiar vivir ahí definitivamente va ser una tortura para él y Yh me gusta como lo domina ;) ha seguur leyendo ya megustoo
slknfovjeori esperen ESPEREN! yunho es tan QUE HAGAS LO QUE TE DIJE SINO TE VIOLO! O///O Jae sufrira, y mucho creo que se enamorara por el sindrome de estocolmo que le dara xD
ResponderBorrarhay pobre jae el acostumbrado a lo bueno, bonito y lujoso
ResponderBorrary adonde vino a parar solo espero y yunho no lo haga sufrir mucho teniendo lo ahí
Me pareció tierno que Jae dijo en el capítulo pasado que se sentía como un patito feo cuando se le quedaban viendo :3 <3
ResponderBorrarAah~ Pero este capítulo definitivamente me impacto, no pensé que Yunho llevaría a Jae a un lugar así o-o Esto va a ser mas interesante con Jae de niño rico y mimado viviendo en un lugar que está a años luz de ser las riquezas que el acostumbra y además con un super guapo, pero aparentemente, frío esposo u-u
Solo espero que Yunho se suavice con el tiempo c:
Oh mi pobre Cara de Angel si que tu papa te quiere mucho .mmmm un circo interesante y Yunho es el chico del fuego eso explica lo que pasó en el aeropuerto ..pero vamos por el lado que te puede gustar esta bien sexy tu esposo a que si Jaejoong XD
ResponderBorrarOH POBRE MI ÁNGEL QUE VA HACER EL EN UN CIRCO QUE INTERESANTE SE PASO SU PAPA....GRACIAS
ResponderBorrarPobre Jae, está asustado, es tan difícil leerlo en esa situación. Yunho parece no quererlo es como si fuera un estorbo. Me gusta la historia y hubo momento en los que Jae me dio mucha ternura y risa a la vez. Por qué un hombre como Yunho vive ahí????
ResponderBorrarYunho ha de ser mago, por lo que hizo con los cigarros de Jae y esto último.
ResponderBorrarPobre Jae de princecito a amó de casa y tener que poner en orden y limpieza su nueva residencia, jajaja...
Gracias!!! ❤️💕💞