Para
alivio de Jaejoong, el tema de zurrarlo no volvió a salir a colación, aunque lo
cierto era que casi lo lamentaba. Si él lo hubiera amenazado físicamente, podía
haberse liberado de sus votos sagrados sin dejar de estar en paz con su
conciencia.
La
mañana era soleada. El aire cálido que entraba por la ventanilla entreabierta
aún no era asfixiante. Jaejoong no encontraba ninguna razón para que él se
pasara enfurruñado una mañana tan perfecta y bonita, así que finalmente rompió
el silencio.
—¿A
dónde vamos?
—Tenemos
una cita cerca de Greenwood.
—Supongo
que es demasiado esperar que «con una
cita» te refieras a ir a cenar y bailar.
—Me
temo que sí.
—¿Cuánto
tiempo estaremos allí?
—Sólo
una noche.
—Espero
que mañana no tengamos que madrugar tanto.
—Más
aún. Tenemos un largo viaje por delante.
—No
me digas.
—La
vida en los circos es así.
—¿Y
dices que tendremos que hacer esto todas las mañanas?
—En
algunos lugares nos quedaremos un par de días, pero no más.
—¿Hasta
cuándo?
—El
circo tiene programadas funciones hasta octubre.
—¡Pero
si faltan seis meses! —Jaejoong podía ver cómo el futuro se extendía como un
borrón oscuro ante él. Seis meses. Justo lo que duraría su matrimonio.
—¿Por
qué te preocupas? —preguntó él. —¿De verdad crees que vas a aguantar hasta el
final?
—¿Y
por qué no?
—Van
a ser seis meses —dijo él sin ambages. —Recorreremos montones de kilómetros. Tenemos funciones tan al norte y tan al oeste.
«En una
camioneta sin aire acondicionado.»
—Ésta
será la última temporada del circo de los Hermanos Quest —dijo él. —Así que lo
haremos lo mejor posible.
—¿A
qué te refieres con que será la última temporada?
—El
dueño murió en enero.
—¿Owen
Quest? ¿El nombre que está escrito en los camiones?
—Sí.
Su esposa, Sully, ha heredado el circo y lo ha puesto a la venta.
«¿Había sido
su imaginación o Yunho había apretado casi imperceptiblemente los labios?»
—¿Llevas
mucho tiempo en el circo? —preguntó Jaejoong, decidido a saber más de él.
—Voy
y vengo.
—¿Tus
padres pertenecían al circo?
—¿Cuáles?
¿Mis padres coreanos o los que me abandonaron? —Él ladeó la cabeza y él
vio que le brillaban los ojos.
—¡No
te criaron!
—¿Pero
no lo oíste anoche?
—Eso
es como uno de esos cuentos de P. T. Barnum para el circo —dijo refiriéndose al
popular artista circense que se inventaba fantásticas historias para hacer más
emocionantes los espectáculos. —Sé que alguien tuvo que enseñarte a cabalgar y
usar el látigo, pero no creo que fueran los coreanos. —Hizo una pausa. —¿O sí?
Él
se rio entre dientes.
—¿Algo
más, cara de ángel?
No
iba a dejar que se le escapara otra vez.
—¿Cuánto
llevas en el circo?
—He
viajado con el circo de los Hermanos Quest desde la adolescencia hasta que
cumplí los veinte. Desde entonces voy y vengo.
—¿Qué
haces el resto del tiempo?
—Ya
sabes la respuesta a eso. Estoy en prisión por asesinar a una camarera.
Jaejoong
entrecerró los ojos, haciéndole saber que lo tenía bien calado.
—¿No
trabajas de gerente en el circo todo el tiempo?
—No.
Puede
que si dejaba de presionarlo un rato, le sacase más información personal.
—¿Quiénes
eran los Hermanos Quest?
—Sólo
era Owen Quest. Se llama así por seguir la tradición de los Hermanos Ringling.
La gente del circo considera que es mejor que todos crean que el circo es de
una familia aunque no sea así. Owen fue el propietario del circo durante
veinticinco años y, un poco antes de morir, me pidió que terminara la temporada
por él.
—Menudo
sacrificio para ti. —Jaejoong lo miró expectante y, en vista de que él no
respondía, lo aguijoneó un poco más. —Dejar de lado tu vida normal... tu
trabajo de verdad...
—Mmm.
—Ignorando el interrogatorio de Jaejoong, Yunho hizo que se fijara en una señal
de la carretera. —Avísame si ves más indicaciones como esa, ¿vale?
Jaejoong
vio tres flechas rojas de cartón. Cada una de ellas tenía impresas unas letras
azules y señalaban hacia la izquierda.
—¿Para
qué son?
—Nos
guían hasta el recinto donde daremos la próxima función. —Desaceleró al
acercarse a un cruce y giró a la izquierda. —Dobs Murria, uno de nuestros
hombres, sale una noche antes que nosotros y las va colocando. Es para indicar
la ruta.
Jaejoong
bostezó. —Tengo muchísimo sueño. En cuanto lleguemos, voy a echar una
buena siesta.
—Vas
a tener que conformarte con dormir de noche. El circo no mantiene a inútiles;
todos trabajamos, incluso los niños. Vas a tener que hacer cosas.
—¿Esperas
que trabaje?
—¿Acaso
temes romperte una uña?
—No
soy el niño mimado que crees.
Él
le dirigió una mirada de incredulidad, pero Jaejoong intentaba evitar otra
discusión e ignoró el cebo que él le estaba tendiendo.
—Sólo
quería decir que no sé nada del mundo del circo.
—Aprenderás.
Bob Thorpe, el tipo que normalmente se encarga de la taquilla, tiene que
ausentarse durante un par de días. Ocuparás su lugar hasta que vuelva,
suponiendo, claro está, que sepas contar lo suficiente como para devolver bien
el cambio.
—Con
las monedas de curso legal, sí —respondió Jaejoong con un deje de desafío.
—Después
tendrás que encargarte de algunas tareas domésticas. Puedes comenzar por poner
algo de orden en la caravana. Y agradecería una comida caliente esta noche.
—Y
yo. Tendremos que buscar un buen restaurante.
—Eso
no es lo que tenía en mente. Si no sabes cocinar, puedo enseñarte lo básico.
Jaejoong
reprimió su enfado y adoptó un tono razonable. —No creo que intentar que
me encargue yo solo de todas las tareas domésticas sea la mejor manera de
empezar con buen pie este matrimonio. Deberíamos repartirnos el trabajo equitativamente.
—De
acuerdo. Pero si quieres un reparto equitativo, tendrás que hacer también otras
cosas. Actuarás en la presentación.
—¿En
la presentación?
—En
el espectáculo. En el desfile con el que se inicia la función, y es
obligatorio.
—¿Quieres
que actúe en la función?
—Todos,
menos los obreros y los candy butchers salen en el desfile.
—¿Qué
son los candy butchers?
—El
circo tiene su propio lenguaje, ya lo irás pillando. Los que atienden los
puestos del circo recibieron el nombre de butchers1
porque, en el siglo XIX, un hombre que era carnicero abandonó su trabajo para
trabajar en uno de los puestos ambulantes del circo de John Robinson Show. En
los puestos de algodón de azúcar se venden perritos calientes además de
golosinas, por eso se llaman candy butchers. La carpa principal es lo que se
conoce como circo en sí, nunca la llames «carpa»
a secas. Sólo se llama así a la de la cocina y a la de la casa de fieras. El
recinto se divide en dos: la parte trasera, donde dormimos y aparcamos los
remolques, y la parte delantera, o zona pública. Las representaciones tienen
también un lenguaje distinto. Ya te irás acostumbrando —hizo una pausa
significativa, —si te quedas lo suficiente.
1 «Carniceros» en inglés. (N. de las T.)
Jaejoong
decidió no picar el cebo. —¿Qué es un donnicker? Recuerdo que ayer usaste
esa palabra.
—Es
la marca de los retretes de las caravanas, cara de ángel.
—Ah.
—Continuaron viajando varios kilómetros en silencio mientras Jaejoong cavilaba
sobre lo que él le había dicho. Pero era lo que no había dicho lo que más le
preocupaba. —¿No crees que deberías hablarme un poco más de ti? Contarme algo
sobre tu vida que sea verdad, claro.
—No
veo por qué.
—Porque
estamos casados. A cambio te contaré cualquier cosa que quieras saber de mí.
—No
hay nada que me interese saber de ti.
Eso
hirió los sentimientos de Jaejoong, pero de nuevo no quiso darle más
importancia de la que tenía. —Nos guste o no, ayer hicimos unos votos
sagrados. Creo que lo primero que deberíamos hacer es preguntarnos qué esperamos
de este matrimonio.
Él
meneó la cabeza lentamente. Jaejoong nunca había visto a un hombre que
pareciera más consternado.
—Esto
no es un matrimonio, Jaejoong.
—¿Perdón?
—No
es un matrimonio de verdad, así que quítate esa idea de la cabeza.
—¿De
qué estás hablando? Por supuesto que es un matrimonio de verdad.
—No,
no lo es. Es un acuerdo legal.
—¿Un
acuerdo legal?
—Exacto.
—Ya
entiendo.
—Bien.
La
obstinación de Yunho lo enfureció. —Bueno, pues ya que soy el único
involucrado en este acuerdo legal por el momento, intentaré que funcione, tanto
si quieres como si no.
—No
quiero.
—Yunho,
hicimos unos votos. Unos votos sagrados.
—Eso
no tiene ningún sentido, y tú lo sabes. Te dije desde el principio cómo iban a
ser las cosas. No te respeto, ni siquiera me gustas, y te aseguro que no tengo
ni la más mínima intención de jugar a las casitas.
—Estupendo.
¡Tú tampoco me gustas!
—Veo
que nos entendemos.
—¿Cómo
podría gustarme alguien que se ha dejado comprar? Pero eso no quiere decir que
vaya a ignorar mis obligaciones.
—Me
alegra oírlo. —Él lo recorrió lentamente con la mirada. —Me aseguraré de que tus
obligaciones sean agradables.
Jaejoong
sintió que se sonrojaba y que esa inmadura reacción lo enfadaba lo suficiente
como para desafiarlo.
—Estás
refiriéndote al sexo, ¿por qué no hablas claro?
—Por
supuesto que me refiero al sexo.
—¿Con
o sin tu látigo? —Jaejoong se arrepintió en cuanto las impulsivas palabras
salieron de su boca.
—Tú
eliges.
Jaejoong
fue incapaz de seguir soportando sus bromas. Se dio la vuelta y se puso a mirar
por la ventanilla.
—¿Jaejoong?
Tal
vez fuera porque deseaba creerlo, pero su voz le pareció más suave esta vez. Él
suspiró.
—No
quiero hablar de eso.
—¿De
sexo?
Jaejoong
asintió con la cabeza. —Tenemos que ser realistas —dijo él, —los dos somos
personas saludables, y a pesar de tus diversos desórdenes de personalidad, no
eres precisamente un adefesio.
Jaejoong
se volvió hacia él para dirigirle su mirada más desdeñosa, pero lo que vio fue
cómo una comisura de esa boca masculina se curvaba en lo que en otro hombre
hubiera sido una sonrisa.
—Tú
tampoco eres precisamente un adefesio —admitió él a regañadientes, —pero tienes
muchos más desórdenes de personalidad que yo.
—No,
creo que no.
—Te
aseguro que sí.
—¿Como
cuáles?
—Pues
bien, para empezar... ¿Estás seguro de que quieres oírlos?
—No
me lo perdería por nada del mundo.
—Bueno,
pues eres cabezota, terco y dominante.
—Pensaba
que ibas a decir algo malo.
—No
eran cumplidos. Y siempre he creído que un hombre con sentido del humor es más
atractivo que uno sexy y machista.
—Bueno,
pues avísame cuando llegues a la parte mala, ¿vale?
Jaejoong
lo fulminó con la mirada y optó por no mencionar los látigos que tenía debajo
de la cama.
—Es
imposible hablar contigo.
Él
ajustó la visera solar. —Lo que estaba tratando de decirte antes de que
me interrumpieras con la lista de mis cualidades es que ninguno de nosotros va
a poder mantenerse célibe durante los próximos seis meses.
Jaejoong
bajó la mirada. Si él supiera que él llevaba así toda la vida...
—Vamos
a vivir en un lugar pequeño —continuó él, —estamos legalmente casados y es
natural que tarde o temprano echemos un polvo.
«¿Echemos un polvo?» Su rudeza le recordó que
eso no significaría nada para él y que, contra toda lógica, Jaejoong quería
algo de romanticismo.
—En
otras palabras, esperas que haga las tareas domésticas, trabaje en el circo y «eche polvos» contigo —dijo bastante
mosqueado.
Él
lo pensó detenidamente. —Supongo que es más o menos eso.
Jaejoong
giró la cabeza y miró con aire sombrío por la ventanilla. Hacer que ese
matrimonio tuviera éxito iba a ser todavía más difícil de lo que pensaba.
Cuando
Jaejoong salió de la caravana por la tarde, se tropezó con una joven, espigada
y rubia, que llevaba un chimpancé sobre los hombros. La reconoció como Jia, de
«Jia y Amigos», un número en el que participaban un perro y el chimpancé. Tenía
la cara redonda, la piel perfecta y el pelo con las puntas abiertas, algo en lo
que Jaejoong podría ayudarla si le daba la oportunidad.
—Bienvenido
al circo de los Hermanos Quest —dijo la mujer. —Soy Jia.
Jaejoong
le devolvió la cordial sonrisa. —Yo soy Jaejoong.
—Lo
sé. Krystal me lo ha dicho. Éste es Frankie.
—Hola,
Frankie. —Jaejoong levantó la cabeza hacia el chimpancé encaramado en los
hombros de Jia, luego dio un salto atrás cuando él le enseñó los dientes y
chilló. Ya estaba bastante nervioso tras un día sin nicotina y la reacción del
chimpancé sólo consiguió exacerbarlo aún más.
—Cállate,
Frankie. —Jia le palmeó la pierna peluda. —No sé qué le pasa. Le gustan todas
las personas.
—Los
animales no suelen ser demasiado cariñosos conmigo.
—Eso
es porque te dan miedo. Ellos siempre lo notan.
—Supongo
que será eso. Me mordió un pastor alemán cuando era pequeño y desde entonces
les tengo miedo a todos los animales. —El pastor alemán no había sido el único. Recordó una excursión del colegio a un zoo de Londres cuando tenía seis años.
Se había puesto histérico cuando una cabra había comenzado a mordisquearle el
uniforme.
Una
mujer con unos pantalones bombachos negros y una camiseta enorme se acercó y se
presentó como Madeline. Jaejoong sabía que era una de las chicas que había
entrado a la pista a lomos de uno de los elefantes. Su ropa informal hizo que Jaejoong
se sintiera demasiado arreglado. Había querido tener buen aspecto en su primer
día en la taquilla; para ello se había puesto una camiseta de seda color marfil
con unos pantalones gris perla en lugar de los vaqueros y la camiseta del
outlet que Yunho había insistido en comprarle antes de llegar.
—Jaejoong
es el novio de Yunho—dijo Jia.
—Ya
lo he oído —contestó Madeline. —Qué suerte la tuya. Yunho está como un tren.
Jaejoong
abrió la boca para decirles a esas chicas que era el esposo de Yunho, no su
novio, pero se echó hacia atrás cuando Frankie comenzó a gritarle.
—Calla,
Frankie. —Jia le dio al chimpancé una manzana, luego miró a Jaejoong con el
evidente placer de quien ama un buen cotilleo. —Yunho y tú deben ir en serio.
Jamás había visto que trajera a una persona a vivir con él.
—A
Sully le va a dar un ataque cuando regrese. —Parecía que a Madeline le
complacía tal posibilidad.
Frankie
miró a Jaejoong fijamente, poniéndolo tan nervioso que le costó prestar
atención a las dos jóvenes. Observó alarmado que Jia bajaba al chimpancé al
suelo, donde se le agarró firmemente a la pierna.
Jaejoong
dio otro paso atrás. —No tendrás una correa por ahí, ¿verdad?
Jia
y Madeline se rieron. —Está amaestrado —dijo Jia, —no necesita correa.
—¿Seguro?
—Sí.
¿Cómo se conocieron Yunho y tú? Jack Daily, el maestro de ceremonias, nos ha
dicho que Yunho no le ha contado nada de su amiguito.
—Soy
algo más que su amiguito. ¿Estás segura sobre la correa?
—No
te preocupes. Frankie no le haría daño ni a una mosca.
El
chimpancé pareció perder interés en él, y Jaejoong se relajó. —No soy el
amiguito de Yunho.
—¿No
están viviendo juntos? —preguntó Madeline.
—Claro
que sí. Soy su marido.
—¡Su
marido! —Jia soltó un chillido de placer que estremeció a Jaejoong hasta la
punta de los pies. —¡Yunho y tú están casados! Es genial.
Madeline
miró a Jaejoong con resentimiento. —Voy a fingir que me parece bien, aunque
llevo más de un mes intentando ligármelo.
—Tú
y medio circo —rio Jia.
—¡Jaeeeeeeeeeeeee-joooooooooooong!
Vio
que Krystal lo llamaba a voces desde el lado del patio.
—¡Jaejoong!
—gritó el adolescente. —Yunho dice que te estás retrasando. Está bastante
mosqueado contigo.
Jaejoong
se sintió avergonzado. No quería que aquellas chicas supieran que Yunho y él no
se habían casado por amor.
—Es
un impaciente. Supongo que será mejor que me vaya. Encantado de haberlas
conocido. —Se dio la vuelta con una sonrisa, pero sólo había dado unos pasos,
cuando sintió un golpe en la espalda.
—¡Ay!
—Se volvió con rapidez y vio una manzana mordida en el suelo al lado de él. Más
allá, Frankie gritaba con deleite mientras Jia le dirigía una mirada
avergonzada.
—Lo
siento —gritó. —No sé por qué actúa de esta manera. Deberías estar avergonzado,
Frankie, Jaejoong es nuestro amigo.
Las
palabras de Jia mermaron el deseo de Jaejoong de estrangular a la pequeña
bestia, así que se despidió de las dos mujeres con la mano y se dirigió hacia
la caravana de la taquilla. Se corrigió mentalmente al recordar que se suponía
que tenía que llamarlo El vagón rojo. Poco antes, Yunho le había contado que
las taquillas del circo se llamaban siempre así, fueran del color que fuesen.
Krystal
se puso a su lado y ajustó su paso al de Jaejoong. —Quería pedirte perdón
por haber sido grosera contigo ayer. Estaba de mal humor.
Jaejoong
sintió que por fin veía a la persona que se ocultaba tras aquella fachada de
hostilidad. —No pasa nada.
—Yunho
está muy cabreado. —Jaejoong se sorprendió al oír un atisbo de simpatía en la
voz de Krystal. —Sully dice que es el tipo de hombre que nunca está demasiado
tiempo con una persona, así que estate preparado para... ya sabes.
—¿Qué?
—Ya
sabes. Para que pase de ti. —Soltó un suspiro de pesar. —Debe de ser una pena
ser su novio tan poco tiempo.
Jaejoong
sonrió. —Yo no soy su novio. Soy su marido.
Krystal
se paró en seco y se puso pálida. —¡No es cierto!
Jaejoong
también se detuvo y, cuando vio la reacción de la chica, le tocó el brazo con
preocupación. —Yunho y yo nos casamos ayer por la mañana, Krystal .
Krystal
se zafó de él. —No te creo. ¡Mientes! Sólo lo dices porque yo no te
gusto.
—No
estoy mintiendo.
—Yunho
no se ha casado contigo. ¡No lo ha hecho! ¡Sully me dijo que él jamás se
casaría!
—Pues
Sully se ha equivocado.
Para
asombro de Jaejoong, a Krystal se le llenaron los ojos de lágrimas.
—¡Puto!
¡Te odio! ¿Por qué no me lo dijiste? ¡Odio que te hayas burlado de mí! —Dio
varios pasos hacia atrás antes de volverse y correr hacia las caravanas. Jaejoong
la siguió con la mirada, intentando comprender la razón de la hostilidad de la
chica hacia él. Sólo se le ocurrió una explicación. Krsytal debía de estar enamorada de Yunho. Jaejoong experimentó una
inesperada punzada de compasión. Recordaba demasiado bien lo que se sentía al
ser un adolescente sin ningún control sobre las acciones de los adultos que lo
rodeaban. Con un suspiro, se encaminó al vagón rojo.
A
pesar del nombre que recibía, la taquilla era blanca; estaba salpicada por un
puñado de estrellas de colores y un letrero donde se leía: HERMANOS QUEST. En contraste con el alegre exterior, el interior
era aburrido y desordenado. Un maltrecho escritorio de acero se asentaba frente
a un pequeño sofá repleto de montones de periódicos. Había sillas que no hacían
juego, un viejo archivador y un flexo verde con la pantalla abollada. Yunho
estaba sentado detrás del escritorio, con un móvil en una mano y un
portapapeles en la otra. Una sola mirada a su cara tempestuosa le dijo a Jaejoong
que Krystal había tenido razón en una cosa: Yunho
estaba realmente enfadado.
Su
marido acabó la conversación bruscamente y se levantó, hablándole con esa
calmada y espeluznante voz que él estaba empezando a temer cada vez más.
—Cuando
digo que estés en un sitio a una hora, quiero que estés allí a esa hora.
—Pero
sí apenas llego media hora tarde.
Su voz
se hizo todavía más áspera.
—No
sabes nada sobre la vida real, ¿verdad, Jaejoong? Esto es un trabajo, no es
como tener cita en la peluquería. De ahora en adelante, te quitaré cinco
dólares del sueldo por cada minuto de retraso.
A Jaejoong
se le iluminó la cara. —¿Vas a pagarme?
Él
suspiró. —Por supuesto que voy a pagarte. Es decir, si realmente llegas a hacer
algo. Pero no creas que vas a poder comprarte diamantes. Los sueldos en el
circo son muy bajos.
A
él no le importó. La idea de recibir un sueldo era emocionante. —Enséñame
qué tengo que hacer. Te prometo que no volveré a retrasarme.
Yunho
lo llevó a la ventanilla que había en el lateral de la caravana y le explicó el
procedimiento con voz suave. Era muy sencillo y Jaejoong lo aprendió de
inmediato.
—Comprobaré
hasta el último penique —dijo él, —así que no cojas nada, ni siquiera para
tabaco.
—Yo
no haría eso.
Él
no pareció convencido. —Y asegúrate de no perder de vista el cajón de la
recaudación ni un minuto. El circo está al borde de la ruina, no podemos permitirnos
el lujo de perder dinero.
—Por
supuesto que no lo haré. No soy estúpido.
Jaejoong
contuvo el aliento presintiendo que él lo negaría, pero Yunho se concentró en
destrabar la bisagra de la ventanilla. Lo acompañó mientras despachaba a los
primeros clientes para asegurarse de que lo hacía bien, y cuando vio que no
tenía ningún tipo de problema le dijo que se iba.
—¿Vas
a la caravana? —preguntó Jaejoong.
—Iré
cuando tenga que vestirme. ¿Por qué?
—Lo
he dejado algo revuelto. —Tenía que volver a la caravana antes de que él viera
el desorden que había. Al comenzar con la limpieza, debería haber dejado los
armarios para el final, pero había querido fregar a fondo, Así que había
vaciado los estantes para limpiarlos primero. Ahora los armarios estaban
limpios, pero no le había dado tiempo de volver a colocar las cosas y no había
ni una sola superficie en la caravana que no estuviera cubierta por algo: ropa,
herramientas o un alarmante montón de látigos.
—Te
juro que lo recogeré todo en cuanto acabe aquí —le dijo atropelladamente, —así
que no te preocupes si ves las cosas fuera de su sitio.
Él
asintió con la cabeza y lo dejó solo. Las siguientes horas pasaron sin
incidentes. A Jaejoong le gustaba conversar con las personas que iban a comprar
las entradas, y en varias ocasiones, cuando las familias le parecían pobres, se
inventó un sinnúmero de asombrosas razones para decirles que habían ganado
entradas gratis.
Ya
se había propagado el rumor de que era el marido de Yunho, y muchos de los
empleados del circo se inventaron excusas para pasar por allí y satisfacer su
curiosidad sobre él. Tanta cordialidad extrañó a Jaejoong. Reconoció a algunos
de los hombres que se ocupaban de los tenderetes, a algunos payasos y a varios
miembros de la familia Lipscomb, que realizaba un número ecuestre. Se dio
cuenta de que algunas de las chicas tenían que disimular para ocultar los celos
que sentían porque él hubiera logrado pescar a Jung Yunho; Jaejoong apreció el
gesto. Por primera vez, sintió un atisbo de esperanza. Tal vez las cosas resultaran
bien después de todo.
Quizá
la persona más interesante que se presentó ante él fue Brady Pepper, el padre
de Krystal. Apareció con sus ropas de trabajo: un moño blanco ceñido a la
cintura por un ancho cinturón de color oro con unas cintas doradas que adornaban
el escote y los tobillos.
Una
chica llamada Tiffany ya le había dicho que Brady y Yunho eran los hombres más
atractivos del circo, y tuvo que darle la razón. Brady Pepper le recordaba a
una versión más baja de Sylvester Stallone, lleno de músculos, actitud
arrogante y acento neoyorquino. Tenía un atrayente aspecto de tío rudo, aunque
por la manera que tuvo de examinarlo de arriba abajo Jaejoong supo que era un
redomado mujeriego. Se recostó en la esquina del escritorio con las piernas
extendidas; la perfecta imagen de un hombre que se sentía a gusto con su
cuerpo.
—Así
que procedes del circo, ¿no?
Él
le hizo la pregunta con el tono agresivo y casi acusatorio que muchos
neoyorquinos empleaban para preguntar cualquier cosa y Sully tardó un momento
en darse cuenta de a qué se refería.
—¿Yo?
Oh, no. Mi familia no forma parte del circo.
—Eso
lo hará todo más difícil para ti. En el circo de los Hermanos Quest no eres
nadie si no puedes justificar tu ascendencia circense en un mínimo de tres
generaciones. Simplemente pregúntale a Sully.
—¿A
Sully?
—Es
la dueña del circo. Sully Quest. Es una de las voladoras más famosas del
mundo. Trapecista —dijo él cuando vio su expresión confusa. —Ahora entrena a
los hermanos Tolea, que actúan con nosotros. Son rumanos. También hace la
coreografía de otros números, supervisa el vestuario y otras cosas por el
estilo.
—Si
el circo es suyo, ¿por qué no lo dirige ella en vez de Yunho?
—Ése
es un trabajo de hombres. El gerente tiene que tratar con borrachos, peleas con
cuchillo, discusiones. A Sully no le gustan esas cosas.
—Aún
no la conozco.
—Es
que se ha ido unos días. Lo hace en ocasiones, cuando las cosas se ponen feas
por aquí.
Debió
de resultar evidente que Jaejoong no comprendía lo que él había querido decir,
así que se lo explicó.
—A
Sully le gustan los hombres. Sin embargo, no está demasiado tiempo con ninguno.
Es un poco esnob. No se enrolla con nadie que no proceda de una antigua familia
del circo.
La
imagen que se había formado de la dueña del circo, una viuda entrada en años,
se desvaneció de la mente de Jaejoong. El gesto tirante en la boca de Brady
hizo que se preguntara si Sully Quest no significaría algo para él.
—En
mi caso, mi viejo era carnicero en Seúl. Me marché con un circo ambulante el
día que me gradué en el instituto y nunca miré atrás. —Lo miró con algo de
rabia, como si esperara que discutiera con él. —Sin embargo mis hijos sí tienen
sangre circense en las venas gracias a su madre.
—No
creo haberla conocido.
—Cassie
murió hace dos años, pero nos divorciamos hace doce, por lo que no estoy
exactamente de luto. Ella odiaba el circo, aunque había crecido en él, y por
esa razón se mudó a Seúl y se licenció en la universidad, pero a mí me gusta
este mundo y me quedé aquí.
Así
que Krystal también había perdido a su madre. Jaejoong quiso saber aún más.
—Entonces
tus hijos viven contigo, ¿no?
—Krystal
vivía en Seúl con su madre, pero Cassie tenía problemas para manejar a los
chicos, así que se vinieron a vivir conmigo cuando eran muy jóvenes. Desde ese
día, hice una función con ellos. Matt y Rob tienen ahora veinte y veintiún
años. Son unos demonios, ¿pero qué puedes esperar siendo yo su padre?
Jaejoong
no estaba interesado en los diabólicos hijos de Brady e ignoró la inconfundible
nota de orgullo en su voz.
—Entonces,
¿Krystal acaba de venirse a vivir contigo?
—Llegó
el mes pasado, pero suele pasar conmigo un par de semanas en verano. Aunque
claro, no es como vivir aquí todo el año.
Cuando
lo vio fruncir el ceño, se dio cuenta de que la situación no estaba resultando
como él había planeado, pero Jaejoong ya tenía suficientes dificultades con su
propio padre como para sentir otra punzada de compasión hacia Krystal. No era
de extrañar que fumara y se enamorara de hombres mayores que ella. Aunque Brady
Pepper era innegablemente atractivo, no parecía ser el más paciente de los
padres.
—Ya
he conocido a Krystal. Parece una chica muy sensible.
—Demasiado
sensible diría yo. Ésta es una vida dura y Krystal es demasiado blanda. —Brady
se levantó bruscamente. —Me voy antes de que comience a llegar la gente. Encantado de conocerte, Jaejoong.
—Igualmente.
Cuando
llegó a la puerta le dirigió otra de esas miradas de rompecorazones.
—Yunho
es un hombre afortunado.
Jaejoong
sonrió educadamente y deseó que también Yunho pensase de esa manera.
Sólo
después de que comenzara la segunda función pudo Jaejoong abandonar la taquilla
y observar la actuación de Yunho. Esperaba que volver a ver el espectáculo
diluyera la impactante sensación que había experimentado la noche anterior,
pero la habilidad de su marido le pareció todavía más impresionante. ¿Dónde
había aprendido a hacer esas cosas?
Hasta
que no terminó la función no recordó que debía acabar de ordenar la caravana. Regresó rápidamente y estaba abriendo la puerta cuando Jia, con Frankie
encaramado de nuevo a sus hombros, lo llamó. Al ver a Jaejoong, el mono comenzó
a chillar inmediatamente y a taparse los ojos.
—Cállate,
bicho malo. Ven, Jaejoong, quiero enseñarte una cosa.
Jaejoong
cerró la puerta de la caravana con rapidez, antes de que Jia pudiese ver el
desorden del interior y se diera cuenta del terrible amo de casa que era. La
joven lo tomó del brazo y lo condujo por la hilera de caravanas. A la izquierda
pudo ver a JackDaily el maestro de ceremonias, hablando con Yunho mientras los
trabajadores comenzaban a apilar las gradas.
—¡Ay!
— Jaejoong dio un chillido cuando sintió un fuerte tirón del pelo.
Frankie
chilló. —Niño malo —canturreó Jia, mientras Jaejoong se colocaba lejos del
alcance del chimpancé. —Ignóralo. En cuanto comprenda que no le haces caso te
dejará en paz.
Jaejoong
decidió no decirle lo mucho que dudaba que eso sucediera.
Rodearon
la última caravana y Jaejoong soltó un jadeo sorprendido al ver a muchos de los
artistas, todavía con ropa de actuación, alrededor de una mesa plegable sobre
la que había una tarta rectangular con unos novios de plástico en el centro.
Madeline, la chica que había conocido antes, estaba cerca del pastel, junto con
Brady Pepper y sus hijos, el más joven de los Lipscomb, varios payasos y otros
muchos empleados que había conocido antes. Sólo Krystal parecía haberse quedado
al margen.
Sonriendo
ampliamente, Jack Daily empujó a Yunho hacia delante mientras Madeline
levantaba las manos como un director de orquesta.
—Atención
todos. ¡Felicidades! ¡Felicidades!
Mientras
el grupo cantaba, a Jaejoong se le empañaron los ojos. Esas personas apenas lo
conocían, pero le tendían una mano amistosa. Después de la fría ceremonia que
había sido su boda, el joven se recreó en la intimidad de ese momento. En esa
improvisada reunión de los amigos de Yunho, se sintió como si estuviera
asistiendo a una verdadera celebración, a una aceptación de que había ocurrido
algo realmente personal, como si aquello no fuera un castigo de su padre sino
una ocasión feliz.
—Gracias
—susurró Jaejoong cuando terminaron de cantar. —Gracias de todo corazón.
Miró
a Yunho, y la felicidad del joven se evaporó al ver su expresión rígida y
gélida.
La
gente fue guardando silencio poco a poco. Se dieron cuenta de la reacción de Yunho
y supieron que algo iba mal. «Por favor,
no lo hagas —pensó Jaejoong. —Quiero
que sean mis amigos. Por favor finge ser feliz.»
Algunas
mujeres se miraron de reojo. La certeza de que Yunho era un novio radiante
desapareció con rapidez y Jaejoong observó cómo varias miradas se posaban en su
barriga para intentar averiguar si estaba embarazado.
Jaejoong
se obligó a hablar: —Nunca había tenido una sorpresa tan agradable. ¿Y tú, Yunho?
Hubo
un largo silencio antes de que él asintiera con la cabeza.
El
joven levantó la barbilla y forzó una sonrisa. —La tarta parece
deliciosa. Apuesto lo que sea a que todos quieren tomar un trozo. —Miró
fijamente a Yunho, suplicándole en silencio que colaborara. —Ven, vamos a cortarla
los dos juntos.
El
silencio pareció extenderse infinitamente. —Tengo las manos sucias. Hazlo
tú.
Con
las mejillas ardiendo de vergüenza, Jaejoong se acercó a la mesa plegable,
cogió un cuchillo y comenzó a cortar la tarta en porciones cuadradas. Continuaron
en silencio mientras él intentaba fingir que no pasaba nada.
—No
puedo creer que improvisaran esto con tanta rapidez. ¿Cómo demonios lo
hicieron?
Madeline
movió los pies con inquietud. —Esto... er... no fue tan difícil.
—Bueno,
pues estoy impresionado. —Con las mejillas doliéndole por el esfuerzo de
sonreír, Jaejoong cortó el primer trozo de tarta, lo colocó en un plato de
cartón y se lo dio a Yunho.
Él
lo tomó sin decir palabra.
El
silencio se hizo más ensordecedor. Finalmente, Jia se acercó con rapidez,
mirando a los novios con nerviosismo.
—Siento
que sea de chocolate. Tuvimos poco tiempo, y en la pastelería no había tartas
de boda.
Jaejoong
la miró con gratitud al ver que intentaba aliviar la tensa situación. —La
tarta de chocolate es mi favorita.
Yunho
colocó el plato sobre la mesa tan bruscamente que el intacto trozo de pastel se
tambaleó y cayó de lado.
—Perdónenme.
Tengo mucho trabajo que hacer. Gracias por todo.
A Jaejoong
le tembló la mano cuando le pasó un plato a Madeline. Alguien soltó una risita
maliciosa. Jaejoong levantó la cabeza y vio que era Krystal.
La
adolescente le dirigió una sonrisa triunfal y corrió detrás de Yunho.
—¿Quieres
que te eche una mano?
—Claro,
cariño. —La voz cálida y afectuosa de Yunho respondiéndole a Krystal, llegó a
través de la brisa nocturna. —Tenemos problemas con uno de los camiones de
carga. Puedes ayudarme a comprobarlo.
Jaejoong
parpadeó con fuerza. Era de lágrima fácil, pero si lloraba ahora nunca podría
volver a enfrentarse a esas personas.
—¿Un
trozo de tarta? —Tendió un plato hacia un hombre rubio con barba y aspecto de
surfista. Recordó que se había presentado como Hyunjoong Martin, el domador de
elefantes, cuando había ido a conocerla al vagón rojo.
Él
lo tomó sin mediar palabra y le dio la espalda para decirle algo a uno de los
payasos. Madeline dio un paso adelante para ayudar a Jaejoong, pensando, sin
duda, quiera mejor acabar lo antes posible. Los demás artistas fueron cogiendo
el trozo de tarta que les correspondía y, uno a uno, se fueron marchando.
Al
cabo de un rato, sólo quedaron Jia y ella.
—Lo
siento, Jaejoong. Pensé que era una buena idea, pero debería haber supuesto que
a Yunho no le parecería bien. Es muy reservado.
Él
ni siquiera se había molestado en mencionarles a sus amigos que se había
casado.
Jaejoong
forzó otra sonrisa. —Todas las parejas tardan algún tiempo en adaptarse
al matrimonio.
Jia
recogió los restos de la tarta y se los ofreció a Jaejoong. —Venga, ¿por
qué no te llevas lo que queda?
Jaejoong
pudo sentir la bilis en la garganta cuando los cogió; su único deseo era perder
de vista aquella tarta. —¡Santo cielo! Sí que se ha hecho tarde. Y tengo
un montón de cosas que hacer antes de acostarme —dijo, y huyó de allí.
Durante
las horas siguientes, mientras desmontaban el circo para llevarlo al siguiente
pueblo, él se dedicó a recolocar todo dentro de los armarios. Se sentía
invadido por una sensación de desesperación y un infinito cansancio que hacía
que apenas pudiera mantenerse en pie, pero a pesar de ello siguió trabajando.
Los
caros pantalones de marca que llevaba puestos estaban completamente sucios y la
camiseta se le pegaba a la piel, pero no le importaba. Quería que esas personas
fueran amigos suyos, pero ahora que sabían lo poco que le importaba a Yunho y
lo que éste pensaba de su matrimonio, ya no lo serían. La pequeña fiesta
improvisada y la tarta habían sido una pequeña bendición para él, pero su
marido lo había estropeado.
Yunho
entró en la caravana, que todavía parecía tan desordenada como cuando Jaejoong
llegó, poco después de medianoche. Aunque Jaejoong había limpiado y organizado
los armarios, no había tenido ni tiempo ni energía para hacer nada más. Los
platos sucios seguían amontonados en el fregadero y la cacerola llena de costra
estaba sobre el fogón.
Él
apoyó las manos en las caderas y examinó los muebles sucios, la polvorienta
superficie de la mesa y los restos de la tarta de boda.
—Pensé
que ibas a limpiar esto. Pero ya veo que sigue igual de sucio.
Jaejoong
apretó los dientes. —Los armarios están limpios.
—¿A
quién mierda le importan los armarios? ¿No sabes hacer nada bien?
Jaejoong
no lo pensó. Llevaba horas trabajando, su matrimonio era una farsa y había sido
humillado en público por un hombre que había jurado honrarlo ante Dios. Con rapidez,
recogió la tarta con una mano y se la lanzó.
—¡Eres
un imbécil!
Yunho
extendió las manos automáticamente para impedir que se la arrojara, pero no fue
lo suficientemente rápido. La tarta le dio en el hombro y se deshizo en mil
pedazos.
Jaejoong
observó el desastre con una curiosa indiferencia. Trocitos de tarta y azúcar
glas habían volado por todas partes. Una pegajosa sustancia blanca salpicaba el
pelo, las cejas e incluso las pestañas de Yun. Los pedazos de chocolate que se
le habían quedado pegados a la mandíbula cayeron sobre el hombro de su
camiseta. La indiferencia de Jaejoong desapareció cuando vio que se ponía rojo.
Iba
a matarlo.
Él
intentó limpiarse los ojos a la vez que se movía hacia él. Jaejoong se apartó
de su camino y, aprovechando la ceguera temporal de Yunho, salió corriendo por
la puerta.
Miró
frenético a su alrededor, buscando un lugar seguro donde esconderse. Habían
desmontado el circo. Las carpas más pequeñas estaban cerradas y la mayoría de
los camiones se habían marchado. Tropezó con un matorral y acabó refugiándose
en un estrecho espacio entre dos furgonetas. El corazón le golpeaba con fuerza
contra las costillas. ¿Qué había hecho?
Dio
un respingo al oír la voz de un hombre y se deslizó más profundamente en las
sombras, chocando contra algo sólido. Sin mirar lo que era, se apoyó allí
mientras recobraba el aliento. ¿Cuánto tiempo tardaría en encontrarlo? Y...
¿qué haría luego con él?
Sintió
un gruñido justo detrás de la oreja.
Un
helado escalofrío le recorrió la espalda. Se volvió con rapidez y se quedó
mirando fijamente un par de ojos color oro pálido.
Se
quedó paralizado. Sabía qué clase de bestia era aquélla. Sabía que tenía ante
sí a un tigre, pero era incapaz de asimilarlo.
El
animal estaba tan cerca que él sintió su aliento en la cara. El tigre dejó al
descubierto los dientes, un arma afilada y letal. Jaejoong olió su esencia y
oyó cómo aquel ronco gruñido de intimidación aumentaba de volumen hasta
convertirse en un rugido cruel. Salió de su parálisis saltando hacia atrás
cuando el animal embistió contra los barrotes de hierro que los separaban.
Jaejoong
chocó con violencia contra algo sólido y humano, pero no pudo arrancar la vista
del tigre. Una alarma comenzó a sonar en su cabeza. En ese momento, la bestia
parecía la reencarnación de toda la maldad del mundo y el joven sintió
como si esa malevolencia fuera dirigida hacia él. Como si de alguna manera, en
esa salvaje noche de Busan, hubiera encontrado su destino.
Se
dio la vuelta, incapaz de soportar la intensa mirada de esos ojos dorados por
más tiempo. Al volverse se topó con una cálida fortaleza detrás de él y supo
que había encontrado un santuario.
Luego
sintió algo áspero bajo la mejilla. Los acontecimientos, el miedo, el cansancio
y todos los angustiosos cambios en su vida durante los últimos dos días la
abrumaron y se echó a llorar.
La
mano de Yunho fue sorprendentemente suave cuando lo tomó por la barbilla para
obligarlo a mirarle a la cara. Jaejoong se encontró con otro par de pálidas
pupilas, tan parecidas a los ojos del tigre, que sintió como si hubiera
escapado de una bestia para caer en las garras de otra.
—Sinjun
no puede lastimarte, Jaejoong. Está en una jaula.
—¡Eso
no importa! —La histeria se apoderó de él.
¿Acaso
no se daba cuenta de que una jaula no podía protegerlo de lo que había visto en
los ojos de ese enorme felino?
Pero
él no lo entendía y Jaejoong nunca podría explicarle la fugaz sensación de
haber tenido un encuentro cara a cara con su propio destino. Se apartó de él.
—Lo
siento. Tienes razón. Soy un estúpido.
—Y
no por primera vez —dijo él con seriedad.
Jaejoong
levantó la mirada hacía él. Aún manchado de pastel y azúcar glas, tenía un
aspecto feroz, magnífico y aterrador; igual que el tigre. Se dio cuenta de que
a Yunho le temía de otra manera, de una que no comprendía por completo, sólo
sabía que era algo que iba más allá de la amenaza física. Era más que eso. De
alguna manera sentía que su marido podía dañarle el alma.
Jaejoong
había llegado a los límites de su resistencia. Habían sido demasiados cambios,
demasiados conflictos, y no tenía ganas de luchar más. Estaba cansado hasta lo
más profundo de su ser y apenas tenía fuerzas para hablar.
—Supongo
que ahora me amenazarás con algo horrible.
—¿No
crees merecerlo? Sólo los niños tiran las cosas, no los adultos.
—Tienes
razón, por supuesto. —Se apartó el pelo de la cara con una mano temblorosa.
—¿De qué va esto, Yunho? ¿Humillación? Ya he tenido bastante por esta noche.
¿Desprecio? También he tenido suficiente. ¿Odio? No, eso no funcionará; estoy
demasiado entumecido para sentirlo. —Hizo una pausa, vacilando. —Me temo que
tendrás que recurrir a algo distinto.
Mientras
lo miraba, le pareció tan infeliz que algo se ablandó en el interior de Yunho. Sabía que Jaejoong le tenía miedo —se había asegurado de ello— y aun así seguía
sin poderse creer que el joven hubiera tenido el valor suficiente como para
tirarle la tarta. Pobre cabeza hueca. No se le había ocurrido pensar que había
sido como atacarle con las garras de un gatito.
Lo
sintió temblar bajo sus manos. Jaejoong había guardado las garras y sus ojos
sólo mostraban desesperación. ¿Sabía Jaejoong que su rostro reflejaba cada uno
de sus sentimientos?
Se
preguntó con cuántos hombres se habría acostado. Probablemente ni él mismo lo
sabía. A pesar de su inocente apariencia, estaba claro que le gustaban los
placeres de la vida. También era un poco atolondrado y no le costaba
imaginárselo en la cama de cualquier playboy, sin ni siquiera saber cómo había
llegado hasta allí.
Por fin Jae dijo q no es novio si no esposo d Yunho y ahora va recibir un sueldo, bajo pero su primer sueldo al fin :)
ResponderBorrar;( porque yunho es ta cruel? Es tan desesperante y triste por todo lo que pasa jae mas cuando hubo lo del convivio por su boda y yunho fue tan cruel, y yunho pensando que jae ya ha estado con otros hombres antes, si supiera, ah solo espero que todo mejore. Gracias!
ResponderBorrarmi niño que tiene que sufrir por yunho y yunho es tan duro con el uuu ¡¡ gracias por e capitulo
ResponderBorrardefinitivamente los capitulos siempre me sacan una sonrisa es que esos dos en verdad estan destinados a estar juntos¡¡ es sorprendente lo resonsable que quiere ser JJ respecto a su matrimonio y los "votos sagrados" :O eso en verdad es algo que admirar aunque Yunho aun sea un cabeza hueca insensible maldito hijo de.. ashas okya¡¡ es que en verdad como pudo hacerle eso a JJ enfrente de todos?? jaejoongnie tan feliz que se sentia por su nueva familia del circo y yunho y su insesibilidad lo hecharon a perder todo¡¡¡ :$ y esa Krystal no sé por qué pero me da mala espina...
ResponderBorrarYunho es un tio macho insensible lleno sea frialdad por ahora, haber cuanto le dura seguro despues estara perdido por jaejoong sin ya piensa de el con otros ojos xD
ResponderBorrarpor lo visto que aunque jaejoong haya dicho que yunho es su esposo y no su novio la tal kristal no le importa y le sigue haciendo ojitos a yunho Bitch XD!
ResponderBorrarhasta ami me dolió cuando yunho se comporto así con jae delante de todos :(
bien merecido tenia el tortazo :D
ojala que se vuelva cariñoso con jae pronto e_e
Pobre Jae aunque no esta enamorado de su esposo esta dispuesto a estar bien con el, que los del circo lo quieran y de hacer sus cosas bien, más sin embargo Yunho se lo hace imposible, ojalá pronto te enamores de Jae.
ResponderBorrarYunho te odio grrr
ResponderBorrarÁnimo jae... Demuestra q eres más q una cara de ángel!!
Yunho fue muy frio, y aje estando tan feliz por aquella pequeña fiestecita de los del circo T.T pero Yunho lo desmorono, se ve que no conoce a Jae y el piensa que si, tal vez si se acercara a el vería que hay mas haya de aquel niño rico que el ve por fuera....
ResponderBorrarxq? xq? xq?? yunho eres tan malo. u.u algo bueno es que jae podra recibir un sueldo.. pero igual ya quiero que esten juntos... u.u
ResponderBorrarYH… fue demasiado enserio en la fiesta probre de jae#*# y encima lo asusta mas @*@
ResponderBorrar¡YUNHO MALVADO! Eso hasta a mi me llego, luego Krystal bien contenta por la reacción de YunHo. Mendiga. . . Pero Jae a pesar de eso se quedo ahí hasta repartir todo el pastel. Uhm~
ResponderBorrarAl menos Yunho le explico algo sobre el circo ya que Jae empezara a trabajar allí, primero Jae le tiene miedo a los látigos y ahora hasta Frankie lo ataca, ahora ya saben que Jae es el esposo de Yunho y a Kristal no le cayo nada bien la noticia, de seguro esta enamorada de Yunho.
ResponderBorrarPobre Jae, Yunho no tenía por qué haberse ido y dejar solo a Jae con las personas del circo, ya me imagino como se habrá sentido Jae, pero se vengó tirándole la tarta encima de él y lo mejor Yunho no le hizo nada.
ahh que mal, ese yunho esta tratando demasiado mal a mi jaejoong
ResponderBorrarse siento horrible que te dejen en ridiculo frente a los demás y ahora lo juzga de puto, ya quiero ver como yunho se las trague todas jaja a seguir leyendo!!!
waa yunho malo como le va a hacer eso a JJ pobre de por si no esta acostumbrado a ese lugar y nadie le hace las cosas faciles u,u pobree espero q yunho cambie su forma de ser con jejung el no se merece todo eso e,e
ResponderBorrarYuhho hace sufrir mucho a Jae, es tan cruel y no entiendo por qué le tiene tanta manía. veremos cómo sigue. gracias
ResponderBorrardefinitivamente yunho fue demasiado cruel con jae....esta en un nuevo lugar donde no conoce a nadie y al cual no esta acostumbrado ....deberia ser un poco mas comprensivo...xq humillarlo enfrente de todos....e irse con krystal eso fue peor puffff =P ....pero creo que yunho siente algo por jae ..algo lo conmueve .......YUNAJE LOVE ^^
ResponderBorrarPobre jae TT__TT
ResponderBorraradfsdhgdafngfjhghjgjyfhfb quieto matar a yunho como puede ser tan frio con jae ...
gracias por el cap^^
aishhh yunho porque lo embarraste todo no ves que jae solo quiere un poco de amor y qmistad es eso lo que le falta y luego viene a pasar lo del pastel hubiera agradecido de que le cayera en la cara aisshhhbh que rabia
ResponderBorrarOmg crei que ya se como lo va a castigar pobre JJ con el estres que esta a seguir leyendo me encanta la historia !!!
ResponderBorrarÁnimo Jae! Tu puedes ablandar el corazón de yunho.... Pobre Jae se ve q a sufrido un montón T-T pero ya esta ganando aliados o eso parece
ResponderBorrarBueno creo que aqui empieza ya a sembrarse algo, ya Yunho vio devil a Jae.... pero JOder Yunnie no seas tan duro con el pobre 3:
ResponderBorrarpobre jae no puede ser menos cruel con el yunho lo trata mal y jae solo quiere llevar la fiesta en paz pero yunho no lo permite y fue malo y grasero delante de todos los del circo si que se sintió mal jae y para colmo a punto del infarto por el susto que le saco el tigre por esconderse de yunho no se fijo en donde se metía
ResponderBorrarPobre Jae :( Yunho está siendo un idiota con el, Jae solo quería que se llevarán bien por lo menos y llevarse bien con sus amigos pero ahí va Yunho y lo arruina ¡Felicidades Yunho! Eres un completo imbecil r.r
ResponderBorrarJae por fin se esta dando cuenta de cómo es verdaderamente la vida, solo espero que se adapte rápidamente :/
Yunho fuiste muy cruel hasta delante de todos Jaejoong solo queria hacer amigos y tu lo hechas a perder pobre Jaejoong ya no puede mas se que es para que el sepa que todo en la vida no es fácil pero tambien se necesita de un poco de paz
ResponderBorrarAhhhhh me molesta q lo trate así... Pobre Jae me hizo llorar... Ahhh yo también estaría así o más cabreada ... Conshales
ResponderBorrarAy xq todo mundo asume q la gente se acuesta con cualquiera q se le cruce enfrente ... Mentalidad tonta... Ahhhh
Que idea tan equivocada tienes Yunho de Jae. Últimamente estoy muy llorona cuando leo momentos en los que mis dioses son tocados en su vulnerabilidad o son heridos y está no es la esepción. Acaso Yunho no se da cuenta que Jae está poniendo todo de sí para adaptarse ??? Lo hizo llorar y no parece tener empatía con él. Jae necesita alguien que lo proteja de Yunho. Nada le costaba agradecer ese gesto de sus compañeros.
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