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jueves, 20 de marzo de 2014

Capítulo 5


Para alivio de Jaejoong, el tema de zurrarlo no volvió a salir a colación, aunque lo cierto era que casi lo lamentaba. Si él lo hubiera amenazado físicamente, podía haberse liberado de sus votos sagrados sin dejar de estar en paz con su conciencia. 

La mañana era soleada. El aire cálido que entraba por la ventanilla entreabierta aún no era asfixiante. Jaejoong no encontraba ninguna razón para que él se pasara enfurruñado una mañana tan perfecta y bonita, así que finalmente rompió el silencio. 

—¿A dónde vamos? 

—Tenemos una cita cerca de Greenwood. 

—Supongo que es demasiado esperar que «con una cita» te refieras a ir a cenar y bailar. 

—Me temo que sí. 

—¿Cuánto tiempo estaremos allí? 

—Sólo una noche. 

—Espero que mañana no tengamos que madrugar tanto. 

—Más aún. Tenemos un largo viaje por delante. 

—No me digas. 

—La vida en los circos es así. 

—¿Y dices que tendremos que hacer esto todas las mañanas? 

—En algunos lugares nos quedaremos un par de días, pero no más. 

—¿Hasta cuándo? 

—El circo tiene programadas funciones hasta octubre. 

—¡Pero si faltan seis meses! —Jaejoong podía ver cómo el futuro se extendía como un borrón oscuro ante él. Seis meses. Justo lo que duraría su matrimonio. 

—¿Por qué te preocupas? —preguntó él. —¿De verdad crees que vas a aguantar hasta el final? 

—¿Y por qué no?

—Van a ser seis meses —dijo él sin ambages. —Recorreremos montones de kilómetros. Tenemos funciones tan al norte y tan al oeste. 

«En una camioneta sin aire acondicionado.» 

—Ésta será la última temporada del circo de los Hermanos Quest —dijo él. —Así que lo haremos lo mejor posible. 

—¿A qué te refieres con que será la última temporada? 

—El dueño murió en enero. 

—¿Owen Quest? ¿El nombre que está escrito en los camiones? 

—Sí. Su esposa, Sully, ha heredado el circo y lo ha puesto a la venta. 

«¿Había sido su imaginación o Yunho había apretado casi imperceptiblemente los labios?» 

—¿Llevas mucho tiempo en el circo? —preguntó Jaejoong, decidido a saber más de él. 

—Voy y vengo. 

—¿Tus padres pertenecían al circo? 

—¿Cuáles? ¿Mis padres  coreanos o los que me abandonaron? —Él ladeó la cabeza y él vio que le brillaban los ojos. 

—¡No te criaron! 

—¿Pero no lo oíste anoche? 

—Eso es como uno de esos cuentos de P. T. Barnum para el circo —dijo refiriéndose al popular artista circense que se inventaba fantásticas historias para hacer más emocionantes los espectáculos. —Sé que alguien tuvo que enseñarte a cabalgar y usar el látigo, pero no creo que fueran los coreanos. —Hizo una pausa. —¿O sí? 

Él se rio entre dientes. 

—¿Algo más, cara de ángel? 

No iba a dejar que se le escapara otra vez. 

—¿Cuánto llevas en el circo? 

—He viajado con el circo de los Hermanos Quest desde la adolescencia hasta que cumplí los veinte. Desde entonces voy y vengo. 

—¿Qué haces el resto del tiempo? 

—Ya sabes la respuesta a eso. Estoy en prisión por asesinar a una camarera. 

Jaejoong entrecerró los ojos, haciéndole saber que lo tenía bien calado. 

—¿No trabajas de gerente en el circo todo el tiempo? 

—No. 

Puede que si dejaba de presionarlo un rato, le sacase más información personal. 

—¿Quiénes eran los Hermanos Quest? 

—Sólo era Owen Quest. Se llama así por seguir la tradición de los Hermanos Ringling. La gente del circo considera que es mejor que todos crean que el circo es de una familia aunque no sea así. Owen fue el propietario del circo durante veinticinco años y, un poco antes de morir, me pidió que terminara la temporada por él. 

—Menudo sacrificio para ti. —Jaejoong lo miró expectante y, en vista de que él no respondía, lo aguijoneó un poco más. —Dejar de lado tu vida normal... tu trabajo de verdad... 

—Mmm. —Ignorando el interrogatorio de Jaejoong, Yunho hizo que se fijara en una señal de la carretera. —Avísame si ves más indicaciones como esa, ¿vale? 

Jaejoong vio tres flechas rojas de cartón. Cada una de ellas tenía impresas unas letras azules y señalaban hacia la izquierda. 

—¿Para qué son? 

—Nos guían hasta el recinto donde daremos la próxima función. —Desaceleró al acercarse a un cruce y giró a la izquierda. —Dobs Murria, uno de nuestros hombres, sale una noche antes que nosotros y las va colocando. Es para indicar la ruta. 

Jaejoong bostezó.  —Tengo muchísimo sueño. En cuanto lleguemos, voy a echar una buena siesta. 

—Vas a tener que conformarte con dormir de noche. El circo no mantiene a inútiles; todos trabajamos, incluso los niños. Vas a tener que hacer cosas. 

—¿Esperas que trabaje? 

—¿Acaso temes romperte una uña? 

—No soy el niño mimado que crees. 

Él le dirigió una mirada de incredulidad, pero Jaejoong intentaba evitar otra discusión e ignoró el cebo que él le estaba tendiendo. 

—Sólo quería decir que no sé nada del mundo del circo. 

—Aprenderás. Bob Thorpe, el tipo que normalmente se encarga de la taquilla, tiene que ausentarse durante un par de días. Ocuparás su lugar hasta que vuelva, suponiendo, claro está, que sepas contar lo suficiente como para devolver bien el cambio. 

—Con las monedas de curso legal, sí —respondió Jaejoong con un deje de desafío. 

—Después tendrás que encargarte de algunas tareas domésticas. Puedes comenzar por poner algo de orden en la caravana. Y agradecería una comida caliente esta noche.

—Y yo. Tendremos que buscar un buen restaurante. 

—Eso no es lo que tenía en mente. Si no sabes cocinar, puedo enseñarte lo básico. 

Jaejoong reprimió su enfado y adoptó un tono razonable.  —No creo que intentar que me encargue yo solo de todas las tareas domésticas sea la mejor manera de empezar con buen pie este matrimonio. Deberíamos repartirnos el trabajo equitativamente. 

—De acuerdo. Pero si quieres un reparto equitativo, tendrás que hacer también otras cosas. Actuarás en la presentación. 

—¿En la presentación? 

—En el espectáculo. En el desfile con el que se inicia la función, y es obligatorio. 

—¿Quieres que actúe en la función? 

—Todos, menos los obreros y los candy butchers salen en el desfile. 

—¿Qué son los candy butchers? 

—El circo tiene su propio lenguaje, ya lo irás pillando. Los que atienden los puestos del circo recibieron el nombre de butchers1 porque, en el siglo XIX, un hombre que era carnicero abandonó su trabajo para trabajar en uno de los puestos ambulantes del circo de John Robinson Show. En los puestos de algodón de azúcar se venden perritos calientes además de golosinas, por eso se llaman candy butchers. La carpa principal es lo que se conoce como circo en sí, nunca la llames «carpa» a secas. Sólo se llama así a la de la cocina y a la de la casa de fieras. El recinto se divide en dos: la parte trasera, donde dormimos y aparcamos los remolques, y la parte delantera, o zona pública. Las representaciones tienen también un lenguaje distinto. Ya te irás acostumbrando —hizo una pausa significativa, —si te quedas lo suficiente.

1 «Carniceros» en inglés. (N. de las T.)

Jaejoong decidió no picar el cebo.  —¿Qué es un donnicker? Recuerdo que ayer usaste esa palabra. 

—Es la marca de los retretes de las caravanas, cara de ángel. 

—Ah. —Continuaron viajando varios kilómetros en silencio mientras Jaejoong cavilaba sobre lo que él le había dicho. Pero era lo que no había dicho lo que más le preocupaba. —¿No crees que deberías hablarme un poco más de ti? Contarme algo sobre tu vida que sea verdad, claro. 

—No veo por qué. 

—Porque estamos casados. A cambio te contaré cualquier cosa que quieras saber de mí.

—No hay nada que me interese saber de ti. 

Eso hirió los sentimientos de Jaejoong, pero de nuevo no quiso darle más importancia de la que tenía.  —Nos guste o no, ayer hicimos unos votos sagrados. Creo que lo primero que deberíamos hacer es preguntarnos qué esperamos de este matrimonio. 

Él meneó la cabeza lentamente. Jaejoong nunca había visto a un hombre que pareciera más consternado. 

—Esto no es un matrimonio, Jaejoong. 

—¿Perdón?

—No es un matrimonio de verdad, así que quítate esa idea de la cabeza.

—¿De qué estás hablando? Por supuesto que es un matrimonio de verdad. 

—No, no lo es. Es un acuerdo legal.

—¿Un acuerdo legal? 

—Exacto. 

—Ya entiendo. 

—Bien. 

La obstinación de Yunho lo enfureció.  —Bueno, pues ya que soy el único involucrado en este acuerdo legal por el momento, intentaré que funcione, tanto si quieres como si no.

—No quiero. 

—Yunho, hicimos unos votos. Unos votos sagrados. 

—Eso no tiene ningún sentido, y tú lo sabes. Te dije desde el principio cómo iban a ser las cosas. No te respeto, ni siquiera me gustas, y te aseguro que no tengo ni la más mínima intención de jugar a las casitas. 

—Estupendo. ¡Tú tampoco me gustas! 

—Veo que nos entendemos. 

—¿Cómo podría gustarme alguien que se ha dejado comprar? Pero eso no quiere decir que vaya a ignorar mis obligaciones. 

—Me alegra oírlo. —Él lo recorrió lentamente con la mirada. —Me aseguraré de que tus obligaciones sean agradables.

Jaejoong sintió que se sonrojaba y que esa inmadura reacción lo enfadaba lo suficiente como para desafiarlo. 

—Estás refiriéndote al sexo, ¿por qué no hablas claro? 

—Por supuesto que me refiero al sexo. 

—¿Con o sin tu látigo? —Jaejoong se arrepintió en cuanto las impulsivas palabras 
salieron de su boca.

—Tú eliges. 

Jaejoong fue incapaz de seguir soportando sus bromas. Se dio la vuelta y se puso a mirar por la ventanilla. 

—¿Jaejoong? 

Tal vez fuera porque deseaba creerlo, pero su voz le pareció más suave esta vez. Él suspiró. 

—No quiero hablar de eso.

—¿De sexo? 

Jaejoong asintió con la cabeza. —Tenemos que ser realistas —dijo él, —los dos somos personas saludables, y a pesar de tus diversos desórdenes de personalidad, no eres precisamente un adefesio. 

Jaejoong se volvió hacia él para dirigirle su mirada más desdeñosa, pero lo que vio fue cómo una comisura de esa boca masculina se curvaba en lo que en otro hombre hubiera sido una sonrisa. 

—Tú tampoco eres precisamente un adefesio —admitió él a regañadientes, —pero tienes muchos más desórdenes de personalidad que yo. 

—No, creo que no. 

—Te aseguro que sí. 

—¿Como cuáles? 

—Pues bien, para empezar... ¿Estás seguro de que quieres oírlos? 

—No me lo perdería por nada del mundo. 

—Bueno, pues eres cabezota, terco y dominante. 

—Pensaba que ibas a decir algo malo. 

—No eran cumplidos. Y siempre he creído que un hombre con sentido del humor es más atractivo que uno sexy y machista. 

—Bueno, pues avísame cuando llegues a la parte mala, ¿vale? 

Jaejoong lo fulminó con la mirada y optó por no mencionar los látigos que tenía debajo de la cama.

—Es imposible hablar contigo. 

Él ajustó la visera solar.  —Lo que estaba tratando de decirte antes de que me interrumpieras con la lista de mis cualidades es que ninguno de nosotros va a poder mantenerse célibe durante los próximos seis meses. 

Jaejoong bajó la mirada. Si él supiera que él llevaba así toda la vida... 

—Vamos a vivir en un lugar pequeño —continuó él, —estamos legalmente casados y es natural que tarde o temprano echemos un polvo.

«¿Echemos un polvo?» Su rudeza le recordó que eso no significaría nada para él y que, contra toda lógica, Jaejoong quería algo de romanticismo.

—En otras palabras, esperas que haga las tareas domésticas, trabaje en el circo y «eche polvos» contigo —dijo bastante mosqueado. 

Él lo pensó detenidamente.  —Supongo que es más o menos eso. 

Jaejoong giró la cabeza y miró con aire sombrío por la ventanilla. Hacer que ese matrimonio tuviera éxito iba a ser todavía más difícil de lo que pensaba. 

Cuando Jaejoong salió de la caravana por la tarde, se tropezó con una joven, espigada y rubia, que llevaba un chimpancé sobre los hombros. La reconoció como Jia, de «Jia y Amigos», un número en el que participaban un perro y el chimpancé. Tenía la cara redonda, la piel perfecta y el pelo con las puntas abiertas, algo en lo que Jaejoong podría ayudarla si le daba la oportunidad.

—Bienvenido al circo de los Hermanos Quest —dijo la mujer. —Soy Jia.

Jaejoong le devolvió la cordial sonrisa.  —Yo soy Jaejoong. 

—Lo sé. Krystal me lo ha dicho. Éste es Frankie. 

—Hola, Frankie. —Jaejoong levantó la cabeza hacia el chimpancé encaramado en los hombros de Jia, luego dio un salto atrás cuando él le enseñó los dientes y chilló. Ya estaba bastante nervioso tras un día sin nicotina y la reacción del chimpancé sólo consiguió exacerbarlo aún más. 

—Cállate, Frankie. —Jia le palmeó la pierna peluda. —No sé qué le pasa. Le gustan todas las personas. 

—Los animales no suelen ser demasiado cariñosos conmigo. 

—Eso es porque te dan miedo. Ellos siempre lo notan. 

—Supongo que será eso. Me mordió un pastor alemán cuando era pequeño y desde entonces les tengo miedo a todos los animales. —El pastor alemán no había sido el único. Recordó una excursión del colegio a un zoo de Londres cuando tenía seis años. Se había puesto histérico cuando una cabra había comenzado a mordisquearle el uniforme. 

Una mujer con unos pantalones bombachos negros y una camiseta enorme se acercó y se presentó como Madeline. Jaejoong sabía que era una de las chicas que había entrado a la pista a lomos de uno de los elefantes. Su ropa informal hizo que Jaejoong se sintiera demasiado arreglado. Había querido tener buen aspecto en su primer día en la taquilla; para ello se había puesto una camiseta de seda color marfil con unos pantalones gris perla en lugar de los vaqueros y la camiseta del outlet que Yunho había insistido en comprarle antes de llegar. 

—Jaejoong es el novio de Yunho—dijo Jia. 

—Ya lo he oído —contestó Madeline. —Qué suerte la tuya. Yunho está como un tren. 

Jaejoong abrió la boca para decirles a esas chicas que era el esposo de Yunho, no su novio, pero se echó hacia atrás cuando Frankie comenzó a gritarle.

—Calla, Frankie. —Jia le dio al chimpancé una manzana, luego miró a Jaejoong con el evidente placer de quien ama un buen cotilleo. —Yunho y tú deben ir en serio. Jamás había visto que trajera a una persona a vivir con él. 

—A Sully le va a dar un ataque cuando regrese. —Parecía que a Madeline le complacía tal posibilidad. 

Frankie miró a Jaejoong fijamente, poniéndolo tan nervioso que le costó prestar atención a las dos jóvenes. Observó alarmado que Jia bajaba al chimpancé al suelo, donde se le agarró firmemente a la pierna. 

Jaejoong dio otro paso atrás.  —No tendrás una correa por ahí, ¿verdad? 

Jia y Madeline se rieron.  —Está amaestrado —dijo Jia, —no necesita correa. 

—¿Seguro? 

—Sí. ¿Cómo se conocieron Yunho y tú? Jack Daily, el maestro de ceremonias, nos ha dicho que Yunho no le ha contado nada de su amiguito. 

—Soy algo más que su amiguito. ¿Estás segura sobre la correa?

—No te preocupes. Frankie no le haría daño ni a una mosca. 

El chimpancé pareció perder interés en él, y Jaejoong se relajó.  —No soy el amiguito de Yunho. 

—¿No están viviendo juntos? —preguntó Madeline. 

—Claro que sí. Soy su marido. 

—¡Su marido! —Jia soltó un chillido de placer que estremeció a Jaejoong hasta la punta de los pies. —¡Yunho y tú están casados! Es genial. 

Madeline miró a Jaejoong con resentimiento. —Voy a fingir que me parece bien, aunque llevo más de un mes intentando ligármelo.

—Tú y medio circo —rio Jia. 

—¡Jaeeeeeeeeeeeee-joooooooooooong! 

Vio que  Krystal lo llamaba a voces desde el lado del patio. 

—¡Jaejoong! —gritó el adolescente. —Yunho dice que te estás retrasando. Está bastante mosqueado contigo. 

Jaejoong se sintió avergonzado. No quería que aquellas chicas supieran que Yunho y él no se habían casado por amor. 

—Es un impaciente. Supongo que será mejor que me vaya. Encantado de haberlas conocido. —Se dio la vuelta con una sonrisa, pero sólo había dado unos pasos, cuando sintió un golpe en la espalda.

—¡Ay! —Se volvió con rapidez y vio una manzana mordida en el suelo al lado de él. Más allá, Frankie gritaba con deleite mientras Jia le dirigía una mirada avergonzada.

—Lo siento —gritó. —No sé por qué actúa de esta manera. Deberías estar avergonzado, Frankie, Jaejoong es nuestro amigo.


Las palabras de Jia mermaron el deseo de Jaejoong de estrangular a la pequeña bestia, así que se despidió de las dos mujeres con la mano y se dirigió hacia la caravana de la taquilla. Se corrigió mentalmente al recordar que se suponía que tenía que llamarlo El vagón rojo. Poco antes, Yunho le había contado que las taquillas del circo se llamaban siempre así, fueran del color que fuesen. 

Krystal se puso a su lado y ajustó su paso al de Jaejoong.  —Quería pedirte perdón por haber sido grosera contigo ayer. Estaba de mal humor. 

Jaejoong sintió que por fin veía a la persona que se ocultaba tras aquella fachada de hostilidad.  —No pasa nada. 

—Yunho está muy cabreado. —Jaejoong se sorprendió al oír un atisbo de simpatía en la voz de Krystal. —Sully dice que es el tipo de hombre que nunca está demasiado tiempo con una persona, así que estate preparado para... ya sabes.

—¿Qué? 

—Ya sabes. Para que pase de ti. —Soltó un suspiro de pesar. —Debe de ser una pena ser su novio tan poco tiempo.

Jaejoong sonrió.  —Yo no soy su novio. Soy su marido. 

Krystal se paró en seco y se puso pálida.  —¡No es cierto! 

Jaejoong también se detuvo y, cuando vio la reacción de la chica, le tocó el brazo con preocupación. —Yunho y yo nos casamos ayer por la mañana, Krystal . 

Krystal se zafó de él.  —No te creo. ¡Mientes! Sólo lo dices porque yo no te gusto.

—No estoy mintiendo. 

—Yunho no se ha casado contigo. ¡No lo ha hecho! ¡Sully me dijo que él jamás se casaría! 

—Pues Sully se ha equivocado.

Para asombro de Jaejoong, a Krystal se le llenaron los ojos de lágrimas. 

—¡Puto! ¡Te odio! ¿Por qué no me lo dijiste? ¡Odio que te hayas burlado de mí! —Dio varios pasos hacia atrás antes de volverse y correr hacia las caravanas. Jaejoong la siguió con la mirada, intentando comprender la razón de la hostilidad de la chica hacia él. Sólo se le ocurrió una explicación. Krsytal debía de estar enamorada de Yunho. Jaejoong experimentó una inesperada punzada de compasión. Recordaba demasiado bien lo que se sentía al ser un adolescente sin ningún control sobre las acciones de los adultos que lo rodeaban. Con un suspiro, se encaminó al vagón rojo. 

A pesar del nombre que recibía, la taquilla era blanca; estaba salpicada por un puñado de estrellas de colores y un letrero donde se leía: HERMANOS QUEST. En contraste con el alegre exterior, el interior era aburrido y desordenado. Un maltrecho escritorio de acero se asentaba frente a un pequeño sofá repleto de montones de periódicos. Había sillas que no hacían juego, un viejo archivador y un flexo verde con la pantalla abollada. Yunho estaba sentado detrás del escritorio, con un móvil en una mano y un portapapeles en la otra. Una sola mirada a su cara tempestuosa le dijo a Jaejoong que Krystal había tenido razón en una cosa: Yunho estaba realmente enfadado. 

Su marido acabó la conversación bruscamente y se levantó, hablándole con esa calmada y espeluznante voz que él estaba empezando a temer cada vez más.

—Cuando digo que estés en un sitio a una hora, quiero que estés allí a esa hora. 

—Pero sí apenas llego media hora tarde. 

Su voz se hizo todavía más áspera. 

—No sabes nada sobre la vida real, ¿verdad, Jaejoong? Esto es un trabajo, no es como tener cita en la peluquería. De ahora en adelante, te quitaré cinco dólares del sueldo por cada minuto de retraso. 

A Jaejoong se le iluminó la cara. —¿Vas a pagarme? 

Él suspiró. —Por supuesto que voy a pagarte. Es decir, si realmente llegas a hacer algo. Pero no creas que vas a poder comprarte diamantes. Los sueldos en el circo son muy bajos.

A él no le importó. La idea de recibir un sueldo era emocionante.  —Enséñame qué tengo que hacer. Te prometo que no volveré a retrasarme.

Yunho lo llevó a la ventanilla que había en el lateral de la caravana y le explicó el procedimiento con voz suave. Era muy sencillo y Jaejoong lo aprendió de inmediato. 

—Comprobaré hasta el último penique —dijo él, —así que no cojas nada, ni siquiera para tabaco. 

—Yo no haría eso. 

Él no pareció convencido.  —Y asegúrate de no perder de vista el cajón de la recaudación ni un minuto. El circo está al borde de la ruina, no podemos permitirnos el lujo de perder dinero. 

—Por supuesto que no lo haré. No soy estúpido. 

Jaejoong contuvo el aliento presintiendo que él lo negaría, pero Yunho se concentró en destrabar la bisagra de la ventanilla. Lo acompañó mientras despachaba a los primeros clientes para asegurarse de que lo hacía bien, y cuando vio que no tenía ningún tipo de problema le dijo que se iba. 

—¿Vas a la caravana? —preguntó Jaejoong.

—Iré cuando tenga que vestirme. ¿Por qué? 

—Lo he dejado algo revuelto. —Tenía que volver a la caravana antes de que él viera el desorden que había. Al comenzar con la limpieza, debería haber dejado los armarios para el final, pero había querido fregar a fondo, Así que había vaciado los estantes para limpiarlos primero. Ahora los armarios estaban limpios, pero no le había dado tiempo de volver a colocar las cosas y no había ni una sola superficie en la caravana que no estuviera cubierta por algo: ropa, herramientas o un alarmante montón de látigos. 

—Te juro que lo recogeré todo en cuanto acabe aquí —le dijo atropelladamente, —así que no te preocupes si ves las cosas fuera de su sitio. 

Él asintió con la cabeza y lo dejó solo. Las siguientes horas pasaron sin incidentes. A Jaejoong le gustaba conversar con las personas que iban a comprar las entradas, y en varias ocasiones, cuando las familias le parecían pobres, se inventó un sinnúmero de asombrosas razones para decirles que habían ganado entradas gratis.

Ya se había propagado el rumor de que era el marido de Yunho, y muchos de los empleados del circo se inventaron excusas para pasar por allí y satisfacer su curiosidad sobre él. Tanta cordialidad extrañó a Jaejoong. Reconoció a algunos de los hombres que se ocupaban de los tenderetes, a algunos payasos y a varios miembros de la familia Lipscomb, que realizaba un número ecuestre. Se dio cuenta de que algunas de las chicas tenían que disimular para ocultar los celos que sentían porque él hubiera logrado pescar a Jung Yunho; Jaejoong apreció el gesto. Por primera vez, sintió un atisbo de esperanza. Tal vez las cosas resultaran bien después de todo. 

Quizá la persona más interesante que se presentó ante él fue Brady Pepper, el padre de Krystal. Apareció con sus ropas de trabajo: un moño blanco ceñido a la cintura por un ancho cinturón de color oro con unas cintas doradas que adornaban el escote y los tobillos. 

Una chica llamada Tiffany ya le había dicho que Brady y Yunho eran los hombres más atractivos del circo, y tuvo que darle la razón. Brady Pepper le recordaba a una versión más baja de Sylvester Stallone, lleno de músculos, actitud arrogante y acento neoyorquino. Tenía un atrayente aspecto de tío rudo, aunque por la manera que tuvo de examinarlo de arriba abajo Jaejoong supo que era un redomado mujeriego. Se recostó en la esquina del escritorio con las piernas extendidas; la perfecta imagen de un hombre que se sentía a gusto con su cuerpo. 

—Así que procedes del circo, ¿no? 

Él le hizo la pregunta con el tono agresivo y casi acusatorio que muchos neoyorquinos empleaban para preguntar cualquier cosa y Sully tardó un momento en darse cuenta de a qué se refería. 

—¿Yo? Oh, no. Mi familia no forma parte del circo.

—Eso lo hará todo más difícil para ti. En el circo de los Hermanos Quest no eres nadie si no puedes justificar tu ascendencia circense en un mínimo de tres generaciones. Simplemente pregúntale a Sully. 

—¿A Sully? 

—Es la dueña del circo.  Sully Quest. Es una de las voladoras más famosas del mundo. Trapecista —dijo él cuando vio su expresión confusa. —Ahora entrena a los hermanos Tolea, que actúan con nosotros. Son rumanos. También hace la coreografía de otros números, supervisa el vestuario y otras cosas por el estilo. 

—Si el circo es suyo, ¿por qué no lo dirige ella en vez de Yunho? 

—Ése es un trabajo de hombres. El gerente tiene que tratar con borrachos, peleas con cuchillo, discusiones. A Sully no le gustan esas cosas. 

—Aún no la conozco.

—Es que se ha ido unos días. Lo hace en ocasiones, cuando las cosas se ponen feas por aquí. 

Debió de resultar evidente que Jaejoong no comprendía lo que él había querido decir, así que se lo explicó. 

—A Sully le gustan los hombres. Sin embargo, no está demasiado tiempo con ninguno. Es un poco esnob. No se enrolla con nadie que no proceda de una antigua familia del circo. 

La imagen que se había formado de la dueña del circo, una viuda entrada en años, se desvaneció de la mente de Jaejoong. El gesto tirante en la boca de Brady hizo que se preguntara si Sully Quest no significaría algo para él. 

—En mi caso, mi viejo era carnicero en Seúl. Me marché con un circo ambulante el día que me gradué en el instituto y nunca miré atrás. —Lo miró con algo de rabia, como si esperara que discutiera con él. —Sin embargo mis hijos sí tienen sangre circense en las venas gracias a su madre. 

—No creo haberla conocido. 

—Cassie murió hace dos años, pero nos divorciamos hace doce, por lo que no estoy exactamente de luto. Ella odiaba el circo, aunque había crecido en él, y por esa razón se mudó a Seúl y se licenció en la universidad, pero a mí me gusta este mundo y me quedé aquí.

Así que Krystal también había perdido a su madre. Jaejoong quiso saber aún más. 

—Entonces tus hijos viven contigo, ¿no?  

—Krystal vivía en Seúl con su madre, pero Cassie tenía problemas para manejar a los chicos, así que se vinieron a vivir conmigo cuando eran muy jóvenes. Desde ese día, hice una función con ellos. Matt y Rob tienen ahora veinte y veintiún años. Son unos demonios, ¿pero qué puedes esperar siendo yo su padre? 

Jaejoong no estaba interesado en los diabólicos hijos de Brady e ignoró la inconfundible nota de orgullo en su voz. 

—Entonces, ¿Krystal acaba de venirse a vivir contigo? 

—Llegó el mes pasado, pero suele pasar conmigo un par de semanas en verano. Aunque claro, no es como vivir aquí todo el año. 

Cuando lo vio fruncir el ceño, se dio cuenta de que la situación no estaba resultando como él había planeado, pero Jaejoong ya tenía suficientes dificultades con su propio padre como para sentir otra punzada de compasión hacia Krystal. No era de extrañar que fumara y se enamorara de hombres mayores que ella. Aunque Brady Pepper era innegablemente atractivo, no parecía ser el más paciente de los padres. 

—Ya he conocido a Krystal. Parece una chica muy sensible. 

—Demasiado sensible diría yo. Ésta es una vida dura y Krystal es demasiado blanda. —Brady se levantó bruscamente. —Me voy antes de que comience a llegar la gente. Encantado de conocerte, Jaejoong. 

—Igualmente. 

Cuando llegó a la puerta le dirigió otra de esas miradas de rompecorazones. 

—Yunho es un hombre afortunado. 

Jaejoong sonrió educadamente y deseó que también Yunho pensase de esa manera. 

Sólo después de que comenzara la segunda función pudo Jaejoong abandonar la taquilla y observar la actuación de Yunho. Esperaba que volver a ver el espectáculo diluyera la impactante sensación que había experimentado la noche anterior, pero la habilidad de su marido le pareció todavía más impresionante. ¿Dónde había aprendido a hacer esas cosas?

Hasta que no terminó la función no recordó que debía acabar de ordenar la caravana. Regresó rápidamente y estaba abriendo la puerta cuando Jia, con Frankie encaramado de nuevo a sus hombros, lo llamó. Al ver a Jaejoong, el mono comenzó a chillar inmediatamente y a taparse los ojos. 

—Cállate, bicho malo. Ven, Jaejoong, quiero enseñarte una cosa. 

Jaejoong cerró la puerta de la caravana con rapidez, antes de que Jia pudiese ver el desorden del interior y se diera cuenta del terrible amo de casa que era. La joven lo tomó del brazo y lo condujo por la hilera de caravanas. A la izquierda pudo ver a JackDaily el maestro de ceremonias, hablando con Yunho mientras los trabajadores comenzaban a apilar las gradas.

—¡Ay! — Jaejoong dio un chillido cuando sintió un fuerte tirón del pelo. 

Frankie chilló. —Niño malo —canturreó Jia, mientras Jaejoong se colocaba lejos del alcance del chimpancé. —Ignóralo. En cuanto comprenda que no le haces caso te dejará en paz. 

Jaejoong decidió no decirle lo mucho que dudaba que eso sucediera. 

Rodearon la última caravana y Jaejoong soltó un jadeo sorprendido al ver a muchos de los artistas, todavía con ropa de actuación, alrededor de una mesa plegable sobre la que había una tarta rectangular con unos novios de plástico en el centro. Madeline, la chica que había conocido antes, estaba cerca del pastel, junto con Brady Pepper y sus hijos, el más joven de los Lipscomb, varios payasos y otros muchos empleados que había conocido antes. Sólo Krystal parecía haberse quedado al margen.

Sonriendo ampliamente, Jack Daily empujó a Yunho hacia delante mientras Madeline levantaba las manos como un director de orquesta. 

—Atención todos. ¡Felicidades! ¡Felicidades! 

Mientras el grupo cantaba, a Jaejoong se le empañaron los ojos. Esas personas apenas lo conocían, pero le tendían una mano amistosa. Después de la fría ceremonia que había sido su boda, el joven se recreó en la intimidad de ese momento. En esa improvisada reunión de los amigos de Yunho, se sintió como si estuviera asistiendo a una verdadera celebración, a una aceptación de que había ocurrido algo realmente personal, como si aquello no fuera un castigo de su padre sino una ocasión feliz. 

—Gracias —susurró Jaejoong cuando terminaron de cantar. —Gracias de todo corazón.

Miró a Yunho, y la felicidad del joven se evaporó al ver su expresión rígida y gélida. 

La gente fue guardando silencio poco a poco. Se dieron cuenta de la reacción de Yunho y supieron que algo iba mal. «Por favor, no lo hagas —pensó Jaejoong. —Quiero que sean mis amigos. Por favor finge ser feliz.»

Algunas mujeres se miraron de reojo. La certeza de que Yunho era un novio radiante desapareció con rapidez y Jaejoong observó cómo varias miradas se posaban en su barriga para intentar averiguar si estaba embarazado.

Jaejoong se obligó a hablar: —Nunca había tenido una sorpresa tan agradable. ¿Y tú, Yunho? 

Hubo un largo silencio antes de que él asintiera con la cabeza.

El joven levantó la barbilla y forzó una sonrisa.  —La tarta parece deliciosa. Apuesto lo que sea a que todos quieren tomar un trozo. —Miró fijamente a Yunho, suplicándole en silencio que colaborara. —Ven, vamos a cortarla los dos juntos. 

El silencio pareció extenderse infinitamente.  —Tengo las manos sucias. Hazlo tú. 

Con las mejillas ardiendo de vergüenza, Jaejoong se acercó a la mesa plegable, cogió un cuchillo y comenzó a cortar la tarta en porciones cuadradas. Continuaron en silencio mientras él intentaba fingir que no pasaba nada. 

—No puedo creer que improvisaran esto con tanta rapidez. ¿Cómo demonios lo hicieron? 

Madeline movió los pies con inquietud.  —Esto... er... no fue tan difícil. 

—Bueno, pues estoy impresionado. —Con las mejillas doliéndole por el esfuerzo de sonreír, Jaejoong cortó el primer trozo de tarta, lo colocó en un plato de cartón y se lo dio a Yunho. 

Él lo tomó sin decir palabra. 

El silencio se hizo más ensordecedor. Finalmente, Jia se acercó con rapidez, mirando a los novios con nerviosismo.

—Siento que sea de chocolate. Tuvimos poco tiempo, y en la pastelería no había tartas de boda.

Jaejoong la miró con gratitud al ver que intentaba aliviar la tensa situación.  —La tarta de chocolate es mi favorita. 

Yunho colocó el plato sobre la mesa tan bruscamente que el intacto trozo de pastel se tambaleó y cayó de lado. 

—Perdónenme. Tengo mucho trabajo que hacer. Gracias por todo. 

A Jaejoong le tembló la mano cuando le pasó un plato a Madeline. Alguien soltó una risita maliciosa. Jaejoong levantó la cabeza y vio que era Krystal.

La adolescente le dirigió una sonrisa triunfal y corrió detrás de Yunho.

—¿Quieres que te eche una mano? 

—Claro, cariño. —La voz cálida y afectuosa de Yunho respondiéndole a Krystal, llegó a través de la brisa nocturna. —Tenemos problemas con uno de los camiones de carga. Puedes ayudarme a comprobarlo.

Jaejoong parpadeó con fuerza. Era de lágrima fácil, pero si lloraba ahora nunca podría volver a enfrentarse a esas personas. 

—¿Un trozo de tarta? —Tendió un plato hacia un hombre rubio con barba y aspecto de surfista. Recordó que se había presentado como Hyunjoong Martin, el domador de elefantes, cuando había ido a conocerla al vagón rojo.

Él lo tomó sin mediar palabra y le dio la espalda para decirle algo a uno de los payasos. Madeline dio un paso adelante para ayudar a Jaejoong, pensando, sin duda, quiera mejor acabar lo antes posible. Los demás artistas fueron cogiendo el trozo de tarta que les correspondía y, uno a uno, se fueron marchando. 

Al cabo de un rato, sólo quedaron Jia y ella. 

—Lo siento, Jaejoong. Pensé que era una buena idea, pero debería haber supuesto que a Yunho no le parecería bien. Es muy reservado. 

Él ni siquiera se había molestado en mencionarles a sus amigos que se había casado.

Jaejoong forzó otra sonrisa.  —Todas las parejas tardan algún tiempo en adaptarse al matrimonio. 

Jia recogió los restos de la tarta y se los ofreció a Jaejoong.  —Venga, ¿por qué no te llevas lo que queda? 

Jaejoong pudo sentir la bilis en la garganta cuando los cogió; su único deseo era perder de vista aquella tarta.  —¡Santo cielo! Sí que se ha hecho tarde. Y tengo un montón de cosas que hacer antes de acostarme —dijo, y huyó de allí. 

Durante las horas siguientes, mientras desmontaban el circo para llevarlo al siguiente pueblo, él se dedicó a recolocar todo dentro de los armarios. Se sentía invadido por una sensación de desesperación y un infinito cansancio que hacía que apenas pudiera mantenerse en pie, pero a pesar de ello siguió trabajando. 

Los caros pantalones de marca que llevaba puestos estaban completamente sucios y la camiseta se le pegaba a la piel, pero no le importaba. Quería que esas personas fueran amigos suyos, pero ahora que sabían lo poco que le importaba a Yunho y lo que éste pensaba de su matrimonio, ya no lo serían. La pequeña fiesta improvisada y la tarta habían sido una pequeña bendición para él, pero su marido lo había estropeado. 

Yunho entró en la caravana, que todavía parecía tan desordenada como cuando Jaejoong llegó, poco después de medianoche. Aunque Jaejoong había limpiado y organizado los armarios, no había tenido ni tiempo ni energía para hacer nada más. Los platos sucios seguían amontonados en el fregadero y la cacerola llena de costra estaba sobre el fogón.

Él apoyó las manos en las caderas y examinó los muebles sucios, la polvorienta superficie de la mesa y los restos de la tarta de boda.

—Pensé que ibas a limpiar esto. Pero ya veo que sigue igual de sucio. 

Jaejoong apretó los dientes.  —Los armarios están limpios. 

—¿A quién mierda le importan los armarios? ¿No sabes hacer nada bien?

Jaejoong no lo pensó. Llevaba horas trabajando, su matrimonio era una farsa y había sido humillado en público por un hombre que había jurado honrarlo ante Dios. Con rapidez, recogió la tarta con una mano y se la lanzó. 

—¡Eres un imbécil! 

Yunho extendió las manos automáticamente para impedir que se la arrojara, pero no fue lo suficientemente rápido. La tarta le dio en el hombro y se deshizo en mil pedazos.

Jaejoong observó el desastre con una curiosa indiferencia. Trocitos de tarta y azúcar glas habían volado por todas partes. Una pegajosa sustancia blanca salpicaba el pelo, las cejas e incluso las pestañas de Yun. Los pedazos de chocolate que se le habían quedado pegados a la mandíbula cayeron sobre el hombro de su camiseta. La indiferencia de Jaejoong desapareció cuando vio que se ponía rojo. 

Iba a matarlo. 

Él intentó limpiarse los ojos a la vez que se movía hacia él. Jaejoong se apartó de su camino y, aprovechando la ceguera temporal de Yunho, salió corriendo por la puerta. 

Miró frenético a su alrededor, buscando un lugar seguro donde esconderse. Habían desmontado el circo. Las carpas más pequeñas estaban cerradas y la mayoría de los camiones se habían marchado. Tropezó con un matorral y acabó refugiándose en un estrecho espacio entre dos furgonetas. El corazón le golpeaba con fuerza contra las costillas. ¿Qué había hecho? 

Dio un respingo al oír la voz de un hombre y se deslizó más profundamente en las sombras, chocando contra algo sólido. Sin mirar lo que era, se apoyó allí mientras recobraba el aliento. ¿Cuánto tiempo tardaría en encontrarlo? Y... ¿qué haría luego con él?

Sintió un gruñido justo detrás de la oreja. 

Un helado escalofrío le recorrió la espalda. Se volvió con rapidez y se quedó mirando fijamente un par de ojos color oro pálido. 

Se quedó paralizado. Sabía qué clase de bestia era aquélla. Sabía que tenía ante sí a un tigre, pero era incapaz de asimilarlo. 

El animal estaba tan cerca que él sintió su aliento en la cara. El tigre dejó al descubierto los dientes, un arma afilada y letal. Jaejoong olió su esencia y oyó cómo aquel ronco gruñido de intimidación aumentaba de volumen hasta convertirse en un rugido cruel. Salió de su parálisis saltando hacia atrás cuando el animal embistió contra los barrotes de hierro que los separaban. 

Jaejoong chocó con violencia contra algo sólido y humano, pero no pudo arrancar la vista del tigre. Una alarma comenzó a sonar en su cabeza. En ese momento, la bestia parecía la reencarnación de toda la maldad del mundo y el joven sintió como si esa malevolencia fuera dirigida hacia él. Como si de alguna manera, en esa salvaje noche de Busan, hubiera encontrado su destino. 

Se dio la vuelta, incapaz de soportar la intensa mirada de esos ojos dorados por más tiempo. Al volverse se topó con una cálida fortaleza detrás de él y supo que había encontrado un santuario. 

Luego sintió algo áspero bajo la mejilla. Los acontecimientos, el miedo, el cansancio y todos los angustiosos cambios en su vida durante los últimos dos días la abrumaron y se echó a llorar. 

La mano de Yunho fue sorprendentemente suave cuando lo tomó por la barbilla para obligarlo a mirarle a la cara. Jaejoong se encontró con otro par de pálidas pupilas, tan parecidas a los ojos del tigre, que sintió como si hubiera escapado de una bestia para caer en las garras de otra. 

—Sinjun no puede lastimarte, Jaejoong. Está en una jaula. 

—¡Eso no importa! —La histeria se apoderó de él.

¿Acaso no se daba cuenta de que una jaula no podía protegerlo de lo que había visto en los ojos de ese enorme felino? 

Pero él no lo entendía y Jaejoong nunca podría explicarle la fugaz sensación de haber tenido un encuentro cara a cara con su propio destino. Se apartó de él.

—Lo siento. Tienes razón. Soy un estúpido.

—Y no por primera vez —dijo él con seriedad. 

Jaejoong levantó la mirada hacía él. Aún manchado de pastel y azúcar glas, tenía un aspecto feroz, magnífico y aterrador; igual que el tigre. Se dio cuenta de que a Yunho le temía de otra manera, de una que no comprendía por completo, sólo sabía que era algo que iba más allá de la amenaza física. Era más que eso. De alguna manera sentía que su marido podía dañarle el alma. 

Jaejoong había llegado a los límites de su resistencia. Habían sido demasiados cambios, demasiados conflictos, y no tenía ganas de luchar más. Estaba cansado hasta lo más profundo de su ser y apenas tenía fuerzas para hablar. 

—Supongo que ahora me amenazarás con algo horrible. 

—¿No crees merecerlo? Sólo los niños tiran las cosas, no los adultos. 

—Tienes razón, por supuesto. —Se apartó el pelo de la cara con una mano temblorosa. —¿De qué va esto, Yunho? ¿Humillación? Ya he tenido bastante por esta noche. ¿Desprecio? También he tenido suficiente. ¿Odio? No, eso no funcionará; estoy demasiado entumecido para sentirlo. —Hizo una pausa, vacilando. —Me temo que tendrás que recurrir a algo distinto. 

Mientras lo miraba, le pareció tan infeliz que algo se ablandó en el interior de Yunho. Sabía que Jaejoong le tenía miedo —se había asegurado de ello— y aun así seguía sin poderse creer que el joven hubiera tenido el valor suficiente como para tirarle la tarta. Pobre cabeza hueca. No se le había ocurrido pensar que había sido como atacarle con las garras de un gatito. 

Lo sintió temblar bajo sus manos. Jaejoong había guardado las garras y sus ojos sólo mostraban desesperación. ¿Sabía Jaejoong que su rostro reflejaba cada uno de sus sentimientos? 

Se preguntó con cuántos hombres se habría acostado. Probablemente ni él mismo lo sabía. A pesar de su inocente apariencia, estaba claro que le gustaban los placeres de la vida. También era un poco atolondrado y no le costaba imaginárselo en la cama de cualquier playboy, sin ni siquiera saber cómo había llegado hasta allí.

27 comentarios:

  1. Por fin Jae dijo q no es novio si no esposo d Yunho y ahora va recibir un sueldo, bajo pero su primer sueldo al fin :)

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  2. ;( porque yunho es ta cruel? Es tan desesperante y triste por todo lo que pasa jae mas cuando hubo lo del convivio por su boda y yunho fue tan cruel, y yunho pensando que jae ya ha estado con otros hombres antes, si supiera, ah solo espero que todo mejore. Gracias!

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  3. mi niño que tiene que sufrir por yunho y yunho es tan duro con el uuu ¡¡ gracias por e capitulo

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  4. definitivamente los capitulos siempre me sacan una sonrisa es que esos dos en verdad estan destinados a estar juntos¡¡ es sorprendente lo resonsable que quiere ser JJ respecto a su matrimonio y los "votos sagrados" :O eso en verdad es algo que admirar aunque Yunho aun sea un cabeza hueca insensible maldito hijo de.. ashas okya¡¡ es que en verdad como pudo hacerle eso a JJ enfrente de todos?? jaejoongnie tan feliz que se sentia por su nueva familia del circo y yunho y su insesibilidad lo hecharon a perder todo¡¡¡ :$ y esa Krystal no sé por qué pero me da mala espina...

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  5. Yunho es un tio macho insensible lleno sea frialdad por ahora, haber cuanto le dura seguro despues estara perdido por jaejoong sin ya piensa de el con otros ojos xD

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  6. por lo visto que aunque jaejoong haya dicho que yunho es su esposo y no su novio la tal kristal no le importa y le sigue haciendo ojitos a yunho Bitch XD!

    hasta ami me dolió cuando yunho se comporto así con jae delante de todos :(
    bien merecido tenia el tortazo :D
    ojala que se vuelva cariñoso con jae pronto e_e

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  7. Pobre Jae aunque no esta enamorado de su esposo esta dispuesto a estar bien con el, que los del circo lo quieran y de hacer sus cosas bien, más sin embargo Yunho se lo hace imposible, ojalá pronto te enamores de Jae.

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  8. Yunho te odio grrr
    Ánimo jae... Demuestra q eres más q una cara de ángel!!

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  9. Yunho fue muy frio, y aje estando tan feliz por aquella pequeña fiestecita de los del circo T.T pero Yunho lo desmorono, se ve que no conoce a Jae y el piensa que si, tal vez si se acercara a el vería que hay mas haya de aquel niño rico que el ve por fuera....

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  10. xq? xq? xq?? yunho eres tan malo. u.u algo bueno es que jae podra recibir un sueldo.. pero igual ya quiero que esten juntos... u.u

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  11. YH… fue demasiado enserio en la fiesta probre de jae#*# y encima lo asusta mas @*@

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  12. ¡YUNHO MALVADO! Eso hasta a mi me llego, luego Krystal bien contenta por la reacción de YunHo. Mendiga. . . Pero Jae a pesar de eso se quedo ahí hasta repartir todo el pastel. Uhm~

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  13. Al menos Yunho le explico algo sobre el circo ya que Jae empezara a trabajar allí, primero Jae le tiene miedo a los látigos y ahora hasta Frankie lo ataca, ahora ya saben que Jae es el esposo de Yunho y a Kristal no le cayo nada bien la noticia, de seguro esta enamorada de Yunho.
    Pobre Jae, Yunho no tenía por qué haberse ido y dejar solo a Jae con las personas del circo, ya me imagino como se habrá sentido Jae, pero se vengó tirándole la tarta encima de él y lo mejor Yunho no le hizo nada.

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  14. ahh que mal, ese yunho esta tratando demasiado mal a mi jaejoong
    se siento horrible que te dejen en ridiculo frente a los demás y ahora lo juzga de puto, ya quiero ver como yunho se las trague todas jaja a seguir leyendo!!!

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  15. waa yunho malo como le va a hacer eso a JJ pobre de por si no esta acostumbrado a ese lugar y nadie le hace las cosas faciles u,u pobree espero q yunho cambie su forma de ser con jejung el no se merece todo eso e,e

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  16. Yuhho hace sufrir mucho a Jae, es tan cruel y no entiendo por qué le tiene tanta manía. veremos cómo sigue. gracias

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  17. definitivamente yunho fue demasiado cruel con jae....esta en un nuevo lugar donde no conoce a nadie y al cual no esta acostumbrado ....deberia ser un poco mas comprensivo...xq humillarlo enfrente de todos....e irse con krystal eso fue peor puffff =P ....pero creo que yunho siente algo por jae ..algo lo conmueve .......YUNAJE LOVE ^^

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  18. Pobre jae TT__TT
    adfsdhgdafngfjhghjgjyfhfb quieto matar a yunho como puede ser tan frio con jae ...
    gracias por el cap^^

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  19. aishhh yunho porque lo embarraste todo no ves que jae solo quiere un poco de amor y qmistad es eso lo que le falta y luego viene a pasar lo del pastel hubiera agradecido de que le cayera en la cara aisshhhbh que rabia

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  20. Omg crei que ya se como lo va a castigar pobre JJ con el estres que esta a seguir leyendo me encanta la historia !!!

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  21. Ánimo Jae! Tu puedes ablandar el corazón de yunho.... Pobre Jae se ve q a sufrido un montón T-T pero ya esta ganando aliados o eso parece

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  22. Bueno creo que aqui empieza ya a sembrarse algo, ya Yunho vio devil a Jae.... pero JOder Yunnie no seas tan duro con el pobre 3:

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  23. pobre jae no puede ser menos cruel con el yunho lo trata mal y jae solo quiere llevar la fiesta en paz pero yunho no lo permite y fue malo y grasero delante de todos los del circo si que se sintió mal jae y para colmo a punto del infarto por el susto que le saco el tigre por esconderse de yunho no se fijo en donde se metía

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  24. Pobre Jae :( Yunho está siendo un idiota con el, Jae solo quería que se llevarán bien por lo menos y llevarse bien con sus amigos pero ahí va Yunho y lo arruina ¡Felicidades Yunho! Eres un completo imbecil r.r
    Jae por fin se esta dando cuenta de cómo es verdaderamente la vida, solo espero que se adapte rápidamente :/

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  25. Yunho fuiste muy cruel hasta delante de todos Jaejoong solo queria hacer amigos y tu lo hechas a perder pobre Jaejoong ya no puede mas se que es para que el sepa que todo en la vida no es fácil pero tambien se necesita de un poco de paz

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  26. Ahhhhh me molesta q lo trate así... Pobre Jae me hizo llorar... Ahhh yo también estaría así o más cabreada ... Conshales
    Ay xq todo mundo asume q la gente se acuesta con cualquiera q se le cruce enfrente ... Mentalidad tonta... Ahhhh

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  27. Que idea tan equivocada tienes Yunho de Jae. Últimamente estoy muy llorona cuando leo momentos en los que mis dioses son tocados en su vulnerabilidad o son heridos y está no es la esepción. Acaso Yunho no se da cuenta que Jae está poniendo todo de sí para adaptarse ??? Lo hizo llorar y no parece tener empatía con él. Jae necesita alguien que lo proteja de Yunho. Nada le costaba agradecer ese gesto de sus compañeros.

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