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jueves, 20 de marzo de 2014

Capítulo 4


-¿Qué mierda haces aquí fuera? 

Jaejoong abrió los ojos de golpe y, alzando la vista, vio los mismos ojos marrones que plagaban sus pesadillas. Por un momento, no pudo recordar dónde estaba, pero luego le vino todo a la cabeza: Yunho, la boda, el látigo de fuego...

Fue consciente de las manos de Yunho en los hombros, era lo único que le había impedido caerse de la camioneta cuando él había abierto la puerta. Se había escondido allí porque no tenía valor para pasar la noche en aquella caravana donde sólo había una cama y un desconocido de pasado misterioso que blandía látigos. 

Intentando escabullirse de sus manos se movió hacia el centro del asiento, alejándose de él todo lo que pudo.

-¿Qué hora es? 

-Algo más de medianoche. -Él apoyó una mano sobre el marco de la puerta y lo miró con esos extraños ojos color marrón que habían plagado las pesadillas de Jaejoong. En lugar del traje llevaba unos gastados vaqueros y una descolorida camiseta negra, pero eso no lo hacía parecer menos amenazador. 

-Cara de ángel, ocasionas más problemas de lo que vales. 

Él fingió alisarse la ropa intentando ganar tiempo. Después de la última función, había ido a la caravana donde vio los látigos que él había usado durante la actuación sobre la cama, como si los hubiera dejado allí para utilizarlos más tarde. Había procurado no mirarlos mientras estaba de pie frente a la ventana observando cómo desmontaban la carpa. 

Yunho daba órdenes al tiempo que echaba una mano a los hombres, y  Jaejoong se había fijado en los músculos tensos de sus brazos al cargar un montón de asientos en la carretilla elevadora y tirar de la cuerda. En ese momento había recordado las veladas amenazas que él había hecho antes y las desagradables consecuencias que caerían sobre él si no hacía lo que él quería. Exhausto y sintiéndose más solo que nunca, fue incapaz de considerar los látigos que descansaban sobre la cama como meras herramientas de trabajo. Sentía que lo amenazaban. Fue entonces cuando supo que no tenía valor para dormir en la caravana, ni siquiera en el sofá. 

-Venga, vamos a la cama. 

Los últimos vestigios del sueño se desvanecieron y Jaejoong se puso en guardia de inmediato. La oscuridad era absoluta, no podía ver nada. La mayoría de los camiones habían desaparecido y los trabajadores con ellos. 

-He decidido dormir aquí.

-Creo que no. Por si no te has dado cuenta, estás tiritando. 

Estaba en lo cierto. Cuando había entrado en la camioneta no hacía frío, pero la temperatura había descendido desde entonces. 

-Estoy muy bien -mintió. 

Él se encogió de hombros y se pasó la manga de la camiseta por un lado de la cara.  —Considera esto como una advertencia amistosa. Apenas he dormido en tres días. Primero tuvimos una tormenta y casi perdimos la cubierta del circo, luego he tenido que hacer dos viajes a Seúl. No soy una persona de trato fácil en las mejores circunstancias, pero soy todavía peor cuando no duermo. Ahora, saca tu dulce culito aquí afuera. 

-No.

Él levantó el brazo que tenía al costado y  Jaejoong siseó alarmado cuando vio un látigo enroscado en su mano. Él dio un puñetazo en el techo.

-¡Ahora!

Con el corazón palpitando, Jaejoong bajó de la camioneta. La amenaza del látigo ya no era algo abstracto y se dio cuenta de que una cosa era decirse a plena luz del día que no dejaría que su marido lo tocara y otra muy distinta hacerlo de noche, cuando estaban solos en medio de un campo, a oscuras, en algún lugar apañado de Busan. 

Soltó un jadeo cuando Yunho lo agarró del brazo y lo guio a través del recinto. Con la maleza golpeándole las sandalias, supo que no podía dejar que lo llevara a donde quería sin oponer resistencia. 

—Te advierto que me pondré a gritar si intentas hacerme daño. —Él bostezó. —Lo digo en serio —dijo mientras él lo empujaba hacia delante. —No quiero pensar mal de ti, pero me resulta muy difícil no hacerlo sí sigues amenazándome de esta manera. 

Yunho abrió la puerta de la caravana y encendió la luz, empujándolo suavemente por el codo para que entrara. 

—¿Podemos posponer esta conversación hasta mañana? 

¿Era sólo la imaginación de Jaejoong o el interior de la caravana había encogido desde la primera vez que lo había visto? 

—No, creo que no. Y por favor, no vuelvas a tocarme otra vez. 

—Estoy demasiado cansado para pensar en atacarte esta noche, si es eso lo que te preocupa. 

Sus palabras no lo tranquilizaron.  —Si no tienes intención de atacarme, ¿por qué me amenazas con el látigo? 

Yunho bajó la mirada a la cuerda de cuero trenzado como si se hubiera olvidado que lo tenía en la mano, lo que Jaejoong no se creyó ni por un momento. ¿Cómo podía ser tan descuidado con respecto a eso? ¿Y por qué llevaba un látigo por la noche si no era para amenazarlo? Un nuevo pensamiento lo asaltó, provocándole escalofríos por todo el cuerpo. Había oído bastantes historias sobre hombres que utilizaban los látigos como parte de sus juegos sexuales. Incluso conocía algunos ejemplos casi de primera mano. ¿Sería eso lo que él tenía en mente? 

Él masculló algo por lo bajo, cerró la puerta y se acercó a la cama para sentarse. Dejó caer el látigo al suelo, pero el mango aún descansaba sobre su rodilla. 

Yunho lo miró con aprensión. Por un lado,  Jaejoong había prometido honrar sus votos matrimoniales y además él no le había hecho daño. Pero, por otro, no había dudas de que lo había asustado. No era demasiado hábil en los enfrentamientos, pero sabía que tenía que hacerlo. Se armó de valor. 

—Creo que deberíamos aclarar las cosas. Quiero que sepas que no voy a poder vivir contigo si sigues intimidándome de esta manera. 

—¿Intimidándote? —Él examinó el mango del látigo. —¿De qué estás hablando? 

El nerviosismo del joven aumentó, pero se obligó a continuar. —Supongo que no puedes evitarlo. Probablemente sea por la manera en que te criaste, aunque no es que me haya creído esa historia de los herederos —hizo una pausa. —Porque es falsa, ¿verdad? Él la miró como si se hubiera vuelto loco.  —Sí, claro que sí—se apresuró a decir Jaejoong. —Cuando me refiero a la intimidación, me refiero a tus amenazas y a... —respiró hondo— ese látigo. 

—¿Qué pasa con él?

—Sé algo de sadomasoquismo. Si tienes ese tipo de inclinaciones, te agradecería que me lo dijeras ahora en vez de soltar indirectas. 

—¿De qué estás hablando? 

—Los dos somos adultos y no hay ninguna razón para que finjas que no me entiendes. 

—Me temo que tendrás que ser más claro.- Jaejoong no podía creer que fuera tan obtuso. 

—Me refiero a esos indicios que muestras de perversión sexual. 

—¿Perversión sexual?

Como seguía mirándolo sin comprender, Jaejoong gritó frustrado.  —¡Por el amor de Dios! Si piensas golpearme y luego hacer el amor conmigo, dímelo. «Oye, Jaejoong, me gusta dar latigazos a las  personas con las que me acuesto y tú eres el siguiente de la lista.» Al menos sabría lo que se te pasa por la cabeza.

Él enarcó las cejas.  —¿Eso haría que te sintieras mejor? Él asintió. —¿Estás seguro? 

—Tenemos que comenzar a comunicarnos. 

—Como quieras. —Lo miró con ojos chispeantes. —Me gusta dar latigazos a las  personas con las que me acuesto y tú eres el siguiente de la lista. Ahora voy a darme una ducha. 

Entró en el cuarto de baño y cerró la puerta.

Jaejoong se mordisqueó el labio inferior. Aquello no había salido precisamente como había planeado. 

Yunho se rio entre dientes mientras el agua de la ducha caía sobre su cuerpo. Esa bella cabecita hueca le había proporcionado más diversión en las últimas veinticuatro horas de la que había obtenido en todo el año anterior. O puede que incluso más. Su vida era normalmente un asunto muy serio. La risa era un lujo que no se había podido permitir mientras crecía, así que nunca había desarrollado esa costumbre. Pero era normal cuando se había visto obligado a soportar toda clase de agravios para obtener una sonrisa. 

Recordó el comentario de Jaejoong sobre la perversión sexual. Si bien no era su tipo de hombre, no podía negar que había tenido pensamientos sexuales sobre él. Pero no consideraba que fueran pervertidos. Para un hombre era difícil no pensar en el sexo cuando tenía que hacer frente a esos profundos ojos color café y a esa boca que parecía hecha para besar. 

Habría estropeado la diversión si le hubiera explicado que siempre llevaba un látigo cuando sabía que los trabajadores habían estado bebiendo. Los circos ambulantes eran como el viejo Oeste a la hora de resolver los problemas —había que prevenirlos antes de que surgieran— y la visión del látigo era una medida muy disuasoria para aplacar el mal genio de algunos y los viejos rencores. 

Él no lo sabía, por supuesto, y  Yunho no tenía ninguna prisa en contárselo. Por el bien de los dos, tenía intención de tener al pequeño señorito ricachón en un puño. 

A pesar de cuanto le había divertido el último enfrentamiento con su esposo, tenía el presentimiento de que la diversión no duraría demasiado. ¿En qué había estado pensando Yesung cuando le había ofrecido a su hijo en matrimonio? ¿Tanto lo odiaba que lo había sometido voluntariamente a una vida que iba más allá de su experiencia? Cuando Yesung insistió en ese matrimonio, le había dicho que Jaejoong necesitaba conocer la cruda realidad, pero a Yunho le costaba mucho creer que no hubiera pensado en ello como en un castigo. 

La candidez de Jaejoong y su disparatado sistema de valores de niño rico eran una peligrosa combinación. Realmente le sorprendería que durara mucho con él, pero, por otra parte, había prometido que haría lo mejor para él y pensaba mantener su palabra. Cuando Jaejoong se fuera, seria por elección propia, no porque lo estuviera echando o sobornándolo para deshacerse de él. Puede que no le gustara a Yesung, pero se lo debía. 

Éste parecía ser su año para pagar grandes deudas, primero la promesa hecha a Owen Quest en su lecho de muerte: hacer una última gira con el circo bajo el nombre de Quest. Y luego casarse con el hijo de Yesung. En todos esos años, Yesung nunca le había pedido nada a cambio de haberle salvado la vida, pero cuando finalmente lo hizo, le había pedido una barbaridad.

Yunho había intentado convencer a Yesung de que podía lograr el mismo objetivo obligando a Jaejoong a vivir con él, pero Yesung había insistido en lo contrario. Al principio Yesung le había pedido que el matrimonio durase un año, pero Yunho no sentía tanta gratitud como para aceptarlo. Al final acordaron que serían seis meses, un período que concluiría al mismo tiempo que la gira con el circo de los Hermanos Quest. 

Mientras se enjabonaba el pecho, Yunho pensó en los dos hombres que habían representado fuerzas tan poderosas en su vida, Owen Quest y Yesung. Yesung lo había rescatado de una existencia de abusos físicos y emocionales, mientras que Owen lo había guiado a la madurez. 

Yunho había conocido a Yesung cuando tenía doce años y viajaba con su tío Leeteuk en un maltrecho circo que se pasaba el verano de gira por los pueblos de la costa ata. Nunca olvidaría esa calurosa tarde de agosto cuando Yesung apareció como un ángel vengador para arrebatar el látigo del puño de Leeteuk y salvar a Sehn de otra brutal paliza. 

Ahora comprendía los actos sádicos de Leeteuk, pero en ese momento no había entendido la retorcida atracción que algunos hombres sentían por los niños y hasta dónde podían llegar para negar esa atracción. En un impulsivo gesto de generosidad, Yesung había pagado a Leeteuk y se había llevado a Yunho. Lo había matriculado en la academia militar y le había proporcionado el dinero —que no el afecto— que había hecho posible que Yunho sobreviviera hasta que pudo cuidar de sí mismo.

Pero había sido Owen Quest quien había dado a Yunho lecciones de madurez durante las vacaciones de verano, cuando había viajado con el circo para ganar algo de dinero, y luego, mucho más tarde, en la edad adulta, cuando cada pocos años dejaba atrás su vida y pasaba algunos meses en la carretera. La parte del carácter de Yunho que no había sido moldeada por el látigo de su tío se había formado por los sabios sermones de Owen y sus casi siempre astutas observaciones sobre el mundo y lo duro que era sobrevivir para un hombre. La vida era un negocio peligroso para Owen, y no había lugar para la risa o la frivolidad. Un hombre debía trabajar duro, cuidarse de sí mismo y mantener su orgullo.

Yunho cerró el grifo y cogió una toalla. Los dos hombres habían tenido sus razones egoístas para ayudar a un niño desvalido. Yesung se veía a sí mismo como un benefactor y se jactaba de sus diversos proyectos caritativos —entre los que estaba incluido Jung Yunho— ante sus amigos de alto copete. Por otro lado, Owen tenía un ego enorme y le encantaba tener un público impresionable que esperara babeante sus reflexiones oscuras sobre la vida. Pero a pesar de los motivos egoístas que pudieran haber tenido aquellos dos hombres, habían sido las únicas personas en la joven vida de Yunho a los que él había importado algo y ninguno de ellos le pidió nada a cambio, por lo menos no hasta ese momento. 

Ahora Yunho tenía un maltrecho circo entre las manos y un esposo sexy, pero tonto, que iba camino de volverlo loco. No lo consentiría, por supuesto. Las circunstancias lo habían hecho como era, un hombre rudo y terco que vivía de acuerdo con su propio código y que no se hacía ilusiones sobre sí mismo. Kim Jae no tenía ninguna posibilidad de vencerlo. 

Se envolvió una toalla en la cintura, cogió otra para secarse el pelo y abrió la puerta del baño.

Jaejoong tragó saliva cuando la puerta del baño se abrió y salió Yunho. Oh, Dios, era impresionante. Mientras él se secaba la cabeza con la toalla, Jaejoong aprovechó para mirar a conciencia lo que le parecía un cuerpo perfecto, con músculos bien definidos pero no excesivamente marcados. Yunho tenía algo que nunca había visto en ninguno de los jovenzuelos bronceados de Jessica, un cuerpo moldeado por el trabajo duro. Tenía un  ancho pecho, pero Jaejoong estaba demasiado extasiado con la visión como para fijarse en los detalles. 

Las caderas masculinas eran considerablemente más estrechas que los hombros; el estómago era plano y duro. Siguió con la mirada la flecha de vello que comenzaba encima del ombligo y continuaba por debajo de la toalla amarilla. De repente, se sintió acalorado mientras se preguntaba cómo sería lo que había más abajo.

Él terminó de secarse el pelo y lo miró.  —Puedes acostarte conmigo o dormir en el sofá. Ahora mismo estoy demasiado cansado para que me importe lo que hagas. 

—¡Dormiré en el sofá! —Su voz había sonado ligeramente aguda, aunque no sabía si había sido por sus palabras o por lo que veían sus ojos.

Él lo privó de la visión de su pecho cuando le dio la espalda y se dirigió a la cama. Enrolló los látigos y los puso en una caja de madera que metió debajo. Con ellos fuera de vista, Jaejoong se dio cuenta de lo mucho que le gustaba la visión de aquella espalda. 

De nuevo, él se volvió hacia Jaejoong.  —En cinco segundos dejaré caer la toalla. 

Yunho esperó, y después de que pasaran los cinco segundos, Jaejoong se dio cuenta de lo que él había querido decir.

—Ah. Quieres que aparte la vista. 

Él se rio.  —Déjame dormir bien esta noche, cara de ángel, y te prometo que mañana te enseñaré todo lo que quieras. 

Ahora sí que lo había hecho. Le había dado una impresión totalmente errónea y tenía que corregirla.

—Creo que me has interpretado mal.

—Espero que no. 

—Lo has hecho. Sólo tenía curiosidad... Bueno, no curiosidad exactamente, pero... bueno, sí, supongo que curiosidad... Aunque es natural. No deberías asumir por ello que... 

—¿Jaejoong? 

—¿Sí?                                                                                   

—Si dices una palabra más, cogeré uno de esos látigos que tanto te preocupan y veremos si puedo hacer alguna de esas cosas pervertidas que mencionabas. 

Jaejoong cogió rápidamente un bóxer limpio y una descolorida camiseta de la Universidad de Busan que había sacado del cajón de Yunho mientras estaba en la ducha, y entró en el cuarto de baño, cerrando la puerta de un portazo. 

Veinte minutos después salió fresco de la ducha con la camiseta de Yunho puesta. Había decidido que era preferible ponerse eso antes que el único pijama que había encontrado en la maleta, un minúsculo bóxer de seda celeste muy apretado que había comprado días antes de que Yoochun lo traicionara con su madre. 

Yunho dormía boca arriba, con la sábana cubriéndole las caderas desnudas. No era correcto mirar a una persona mientras dormía, pero no podía dejar de hacerlo. Se acercó a los pies de la cama y lo observó. 

Dormido, él no parecía tan peligroso. A Jaejoong le hormiguearon las manos por tocar ese duro vientre plano. Subió la mirada desde al abdomen al pecho de Yunho y admiró la perfecta simetría del torso masculino hasta que vio la medalla de oro que colgaba de una cadena alrededor de su cuello. Cuando comprendió lo que era, se quedó paralizado. 

Era una bella medalla coreana esmaltada. «... vestía harapos y llevaba un colgante esmaltado de valor incalculable en el cuello.»

Se estremeció. Estudió la cara de la Virgen María que apoyaba la meJiaa contra la de su hijo, y aunque no sabía mucho sobre iconos, se dio cuenta de que esa Virgen no pertenecía a la tradición china ni nada. La ornamentación de oro en las túnicas negras era puramente bizantina, así como el elaborado traje que llevaba el Niño Jesús.

Se recordó que sólo porque Yunho llevara puesto lo que obviamente era un valioso esmalte, no quería decir que la historia  fuera cierta. Lo más probable es que fuera una joya familiar heredada. Pero todavía se sentía algo inquieto cuando se dirigió al otro extremo de la caravana. 

El sofá estaba cubierto por la ropa que había sacado de su maleta y que había depositado junto a un montón de periódicos y revistas, algunos de los cuales tenían varios años. Apartó todo a un lado e hizo la cama con sábanas limpias. Pero entre que ya había dormido un poco y aquellos lúgubres pensamientos que lo asaltaban, no pudo conciliar el sueño, así que leyó un viejo artículo de uno de los periódicos. Eran más de las tres cuando finalmente se durmió. Pensaba que había acabado de cerrar los ojos cuando sintió que lo sacudían groseramente para que se despertara. 

—Arriba, cara de ángel. Tenemos un largo día por delante.

Jaejoong rodó sobre su estómago. Él tiró de la sábana y Jaejoong sintió el roce del aire frío en la parte trasera de los muslos desnudos. Se negó a moverse. Si lo hacía tendría que enfrentarse a un nuevo día. 

—Venga, Jaejoong. 

Él enterró la cara más profundamente en la almohada.  Sintió cómo una mano grande y cálida se posaba sobre la frágil seda de su bóxer y abrió los ojos de golpe. Con un grito ahogado se puso boca arriba y tiró de la sábana para cubrirse con ella.

Él sonreía ampliamente.  —Pensé que eso te despertaría por completo. 

Era el diablo en persona. Sólo el diablo estaba vestido y afeitado a esa hora tan impía. Jaejoong le enseñó los dientes.

—No me gusta madrugar. Déjame en paz. 

Yunho lo recorrió lentamente con la mirada, recordándole que de hecho estaba prácticamente desnudo bajo la sábana, sólo vestido con una vieja camiseta suya y un mísero bóxer. 

—Tenemos casi tres horas de viaje por delante y nos marchamos en diez minutos. Vístete y haz algo útil. —Se apartó de él y se dirigió al fregadero.

Jaejoong entrecerró los ojos ante la grisácea luz matutina que entraba por las pequeñas y sucias ventanas.  —Todavía es de noche. 

—Son casi las seis. —Se sirvió una taza de café y Jaejoong esperó a que se la diera. Pero él se limitó a llevar la taza a los labios. 

Jaejoong se recostó en el sofá.  —No he logrado conciliar el sueño hasta las tres. Me quedaré aquí dentro mientras tú conduces. 

—Va contra la ley. —Él dejó la taza de café sobre la mesa, luego se agachó para recoger rápidamente la ropa del suelo. La examinó con ojo crítico. 

—¿No tienes vaqueros?

—Por supuesto que tengo vaqueros.

—Pues póntelos.

Jaejoong lo miró con aire de satisfacción.  —Están en la habitación de invitados de la casa de mi padre.

—Cómo no. —Le tiró las ropas que había recogido del suelo. —Vístete. 

Jaejoong quiso decir algo imperdonablemente rudo, pero estaba seguro de que a él no le haría gracia, así que se metió a regañadientes en el baño. Diez minutos después salió vestido de manera ridícula con unos pantalones de seda color café y una camiseta de algodón azul marino con un estampado de racimos de cerezas rojos. Cuando Jaejoong abrió la boca para protestar por la elección de ropa, reparó en que él estaba frente al armario abierto de la cocina y parecía a la vez enojado y peligroso. 

La mirada del joven cayó sobre el látigo negro que llevaba enroscado en el puño y el corazón comenzó a latirle con fuerza. No sabía qué había hecho, pero sabía que estaba metido en problemas. Allí estaba. 

—¿Te has comido mis Choco chips? 

Jaejoong tragó saliva.  —¿Exactamente de qué Choco chips estamos hablando? —preguntó con los ojos fijos en el látigo. 

—De los Choco chips que estaban en el mueble que está encima del fregadero. De los únicos Choco chips que había en la caravana. —Apretó los dedos en torno al mango del látigo.

«Oh, Señor —pensó Jaejoong. —Azotado hasta morir por culpa de unos pastelitos de crema.» —¿Y bien? 

—Esto, eh... te prometo que no volverá a ocurrir. Pero no estaban marcados ni nada parecido, en ningún sitio decía que fueran tuyos —los ojos del joven siguieron fijos en el látigo— y normalmente no me los habría comido... Pero esta noche tenía hambre y, mirándolo bien, tendrás que admitir que te hice un favor, porque atascarán mis arterias en vez de las tuyas. 

—Jamás vuelvas a tocar mis Choco chips Si los quieres, los compras, —La voz de Yunho había sonado suave. Demasiado suave. 

Se mordisqueó el labio inferior.  —Los  Choco chips no son un desayuno muy nutritivo. 

—¡Deja de hacer eso! 

Jaejoong dio un paso atrás, levantando la mirada rápidamente hacia la de él. 

—¿Que deje de hacer qué? 

Él levantó el látigo, y lo apuntó con él. —De mirarme como si me dispusiera a arrancarte la piel del trasero. Por el amor de Dios, si ésa fuera mi intención te habría quitado el bóxer, no te habría obligado a vestirte. 

Jaejoong soltó aire.  —No sabes cuánto me alegra oír eso.

—Si decido darte latigazos, no será por un Choco chips. 

De nuevo volvía a amenazarlo.  —Deja ya de amenazarme o lo lamentarás. 

—¿Qué vas a hacer, cara de ángel? ¿Apuñalarme con el delineador? —Lo miró con diversión. Luego se dirigió hacia la cama de dónde sacó la caja de madera que había debajo para guardar el látigo dentro. 

Jaejoong se irguió en su todo su metro sesenta y cinco y lo fulminó con la mirada.  —Para que lo sepas, Chuck Norris me dio clases de kárate. —Por desgracia, hacía diez años de eso y no se acordaba de nada, pero Yunho no lo sabía.

—Si tú lo dices. 

—Además, Arnold Schwarzenegger en persona me asesoró sobre un programa de ejercicios físicos. —Ojalá le hubiera hecho caso. 

—Te he entendido, Jaejoong. Eres un chico muy fuerte. Ahora muévete.

Apenas hablaron un minuto durante la primera hora de viaje. Como él no le había dado tiempo suficiente para arreglarse, Jaejoong tuvo que terminar de maquillarse en la camioneta y peinarse sin secador. En lugar de apreciar la dificultad de la tarea y cooperar un poco, él lo ignoró cuando le pidió que disminuyera la velocidad mientras se pintaba los ojos y además protestó cuando la laca le salpicó la cara. 

Yunho compró el desayuno de Jaejoong. Detuvo la camioneta en un lugar decorado con un caldero de cobre rodeado por barras de pan brillantes. Después de desayunar, Jaejoong se metió en el baño y se fumó los tres cigarrillos que le quedaban. Cuando salió se dio cuenta de dos cosas. Una atractiva camarera coqueteaba con Yunho, y él no hacía nada para desalentarla. 

Jaejoong lo observó ladear la cabeza y sonreír por algo que había dicho la chica. Experimentó una punzada de celos al ver que parecía gustarle la compañía de la camarera más que la suya. Se disponía a ignorar lo que estaba ocurriendo cuando recordó la promesa que había hecho de honrar sus votos matrimoniales. Con resignación, enderezó los hombros y se acercó a la mesa donde dirigió a la empleada su sonrisa más radiante.

—Muchas gracias por hacerle compañía a mi marido mientras estaba en el baño. 

La camarera, en cuya placa identificativa se leía Jaekyung, pareció algo sorprendida por la actitud amistosa de Jaejoong. 

—Ha sido muy amable por tu parte —Jaejoong bajó la voz a un fuerte susurro. —Nadie se ha portado bien con él desde que salió de prisión. 

Yunho se atragantó con el café.

Jaejoong se inclinó para darle una palmadita en la espalda mientras le dirigía una sonrisa radiante a la estupefacta Jaekyung. 

—No me importan todas las pruebas que presentó el fiscal. Nunca he creído que asesinara a aquella camarera.

Ante aquella declaración Yunho volvió a atragantarse. Jaekyung retrocedió con rapidez.

—Lo siento. Ya ha terminado mi turno. 

—Pues hala, vete —dijo Jaejoong alegremente. —¡Y que Dios te bendiga! 

Yunho controló finalmente la tos. Se levantó de la mesa con una expresión todavía más enojada de lo que era habitual en él. Antes de que tuviese oportunidad de abrir la boca, Jaejoong extendió la mano y le puso un dedo en los labios.

—Por favor, no me estropees este momento, Yunho. Es la primera vez desde nuestra boda que te gano por la mano y quiero disfrutar de cada precioso segundo. 

Él lo miró como si fuese a estrangularlo, pero se limitó a arrojar varios billetes sobre la mesa y a empujarlo fuera del restaurante. 

—¿Vas a ponerte gruñón? —Las sandalias de Jaejoong resbalaban en la grava mientras él lo arrastraba hacia la camioneta y la fea caravana verde. —Ya lo decía yo. Eres el hombre más gruñón que he conocido nunca. Y no te sienta bien, nada bien, Yunho. Tanto si lo aceptas como si no, estás casado y por lo tanto no deberías... 

—Entra antes de que te zurre en público. 

Allí estaba otra vez, otra de sus enloquecedoras amenazas. ¿Quería decir eso que no lo zurraría si lo obedecía o simplemente que no pensaba zurrarlo en público? Todavía cavilaba sobre esa cuestión tan desagradable cuando él puso en marcha la camioneta. Momentos después estaban de nuevo en la carretera.

26 comentarios:

  1. Que parcito, discutiendo por unas choco chips y Jae asustado por aquel látigo

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  2. Hay estos dos son todo un caso, primero por las choco chips luego por el coqueteo con la camarera xD yunho amenzando a jae a cada rato debido a los látigos y todo, ah ver como continua esta historia! Gracias!

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  3. me encanta cuando jaejoong se pone celoso y hace sus escenitas ><
    a jaejoong estaba que se le caía la baba por yunho después de su ducha y a quien no *Q*

    me dio risa su pelea por unas simples chocochips XD

    después de todo el papa de jaejoong no era tan malo , me alegro que haya ayudado a yunho en su niñez (^w^)

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  4. jajajaj bien JJ defiende lo q es tuyo xDD
    ese par son el uno para el otro!!

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  5. a si se hace jae lo tu es tu yo jujuju gracias por e capitulo

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  6. ohh por dios que aventuraras les esperan juntos *w* ese JJ todo traumado y masoquista si bien que se imagino con el Yunnie usando el látigo xDD jajajaja owww adoro que lo llame cara de ángel es tan ashfahdkha :3 jajaja esos dos sus personalidades son tan divertidas cuando se juntan aunque es algo extraño que JJ tenga ideas tan consevadoras sobre el matrimonio, el sexo y asi :O un toque que le da mas misterio a la historia ... y la ultima parte donde JJ asusta a la camarera jajajajajajajaja buenisimo jajajajaja xDDD

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  7. Jaejoong marcado terrrtorio y tratando sea ex convito a su esposo xD

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  8. Yunho tan enérgico que se ha de ver con su látigo y peleando por unas choco chips, y Jae celoso no se pudo aguantar decir esas cosas a la camarera para alejar la de Yunho, que par...

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  9. Sip Yunho Jae te va a volver lco jiji ... veamos si es que de verdad el no podra contigo como dices ...
    jajaj me encanta la manera en como Jae espanta a todas las meseras y lo mejor es que lo hace con tanta elegancia kkk
    muchisimas gracias por el fic

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  10. Jajaja Yunho no mataría ni a una mosca!! Pero jae casi mata a esa camarera jajajaajja

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  11. jajajaja hay Jae tu y tus grandes palabras a la camarera, buen golpe, y Yunho no puede negar que esta viviendo nuevas experiencias con Jae, hasta ahora no a pasado nada a mayores en su inusual matrimonio, sigo leyendo :D

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  12. jaajajajajajajajajajajajjajajajajajja este par es un show.. pelean por tonterias.. jajajajajajjaajjjajaajaj ay Dios mio!! y me mato con lo del delineador jajajajajajajjajajaj

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  13. Jakak jae que maneea de espantar ala pobre camadeea *-*… .se pone mas interesante

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  14. ¿Con miedo de dormir junto a YunHo? Yo lo esperaba ya en la cama(?) bien puesta y toda la cosa.LOOL XDD ¡No! Yo sé que YunHo es de Jae y viceversa.

    "Ah~ quieres que me voltee" XDD Curiosito, eh. YO TAMBIÉN. sjdaskjfakjs

    Jae no queriendo madrugar, YunHo con sus Choco chips, esto esta genial y más aún lo que le dijo Jae a la camarera, CELOS y se justifica con sus votos sagrados. Uhm~

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  15. Jae le teme mucho a los látigos y Yunho solo lo asusta mas no le dice la verdad y ahora Jae cree que Yunho es un sadomasoquista, pobre Jae ahora tiene que madrugar par que se puedan ir.
    Me encanto la parte donde Jae le dice a la camarera que Yunho acababa de salir de la prisión y esos dos peleándose por unos choco chips y Jae pensando que lo iban a latigar por eso.

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  16. Jajajajaja este capítulo me mato de risa!!!!! Lo de la la camarera fue genial !!!

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  17. jaja esta capi me encantó jaja por fin jae se salió con la suya, muy bien, aunque espero que deje ese nocivo vicio de fumar, waa por otro lado yunho si que tuvo una vida dificil jaja tantas cosas que se le ocurren a jae XD kyaa a seguir leyendo XD

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  18. pobre Jae ,tiene terror que Yunho le dé de latigazos. y Yunho no hace nada para sacarlo de su error.
    me morí de risa con la mentira que Jae le echa a la camarera zorrita para espantarla. muy bien hecho Jae. presiento que Jae es muy optimista y no es nada vengativo.

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  19. Jajajajajajajajajajja jae aterroriso a la camarera jajja fue gracioso
    gracias por el cap^^

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  20. jajhajajahajshshsha esta vez se la gano jjae se ve que no pudo controlar sus celos
    se nota que ya tiene sentimientos hacia yunho solo que no se da cuenta
    jejejeejejr

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  21. jajajajajandcuhjnwoefuhnwef me parto Jae es adorable a su manera, es como un adulto niño xD y Yunho no tiene paciencia,pero apezar de todo lo encuentra divertido

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  22. nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn :) que lindo jae puso en su lugar a el coqueto de yunho pues que se cree este hombre es ta casado con jae y lo tiene que respetar y si se le olvida esta jae para recordarselo ahora si que le izo honor a su apodo cara de ángel y todo puso nerviosa a la camarera resbalosa y si que le saco tremendo susto mínimo por atreverse a coquetear a el marido de jae XD

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  23. Hahaha cuando Yunho le dijo a Jae que le iba a dar con el latigo:a ¡Tu se lo pediste Jae! Cx Hahahaha
    Ay pero que listillo salio el cara de angel, también puedes ser todo un diablillo Hahaha Nunca se me hubiera ocurrido algo como.lo que le dijo a la camarera, eso estuvo bien jugado ;) Se me hace tan lindo que quiera honrar sus votos <3 Eso dice mucho de él

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  24. Jeje pelear por una galletitas hay Cara de Angel esta nas asustado de que Yunho le de latigazos pero admitw que tiene un cuerpazo .... me encanto la parte del restaurante jajajajaja me morí de la risa Jaejoong eres lo máximo para espantar zorras XD

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  25. Que divertido su carita de ángel no se la hacer fácil me encanto el capitulo ..gracias

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  26. Jajajaj Ay que risa, Amo a Jae cuando saca sus puntadas, me mató con esta escena de celos, lo del látigo y el rollo de los pastelitos. De tonto no tiene nada, apuesto que Yunho está loco con sus ocurrencias, ya me imagino su cara de póker cada que Jae le sale con sus repuestas.

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