-¿Qué
mierda haces aquí fuera?
Jaejoong
abrió los ojos de golpe y, alzando la vista, vio los mismos ojos marrones que
plagaban sus pesadillas. Por un momento, no pudo recordar dónde estaba, pero
luego le vino todo a la cabeza: Yunho, la
boda, el látigo de fuego...
Fue
consciente de las manos de Yunho en los hombros, era lo único que le había
impedido caerse de la camioneta cuando él había abierto la puerta. Se había
escondido allí porque no tenía valor para pasar la noche en aquella caravana
donde sólo había una cama y un desconocido de pasado misterioso que blandía
látigos.
Intentando
escabullirse de sus manos se movió hacia el centro del asiento, alejándose de
él todo lo que pudo.
-¿Qué
hora es?
-Algo
más de medianoche. -Él apoyó una mano sobre el marco de la puerta y lo miró con
esos extraños ojos color marrón que habían plagado las pesadillas de Jaejoong.
En lugar del traje llevaba unos gastados vaqueros y una descolorida camiseta
negra, pero eso no lo hacía parecer menos amenazador.
-Cara
de ángel, ocasionas más problemas de lo que vales.
Él
fingió alisarse la ropa intentando ganar tiempo. Después de la última función,
había ido a la caravana donde vio los látigos que él había usado durante la
actuación sobre la cama, como si los hubiera dejado allí para utilizarlos más
tarde. Había procurado no mirarlos mientras estaba de pie frente a la ventana
observando cómo desmontaban la carpa.
Yunho
daba órdenes al tiempo que echaba una mano a los hombres, y Jaejoong se
había fijado en los músculos tensos de sus brazos al cargar un montón de
asientos en la carretilla elevadora y tirar de la cuerda. En ese momento había
recordado las veladas amenazas que él había hecho antes y las desagradables
consecuencias que caerían sobre él si no hacía lo que él quería. Exhausto y
sintiéndose más solo que nunca, fue incapaz de considerar los látigos que
descansaban sobre la cama como meras herramientas de trabajo. Sentía que lo
amenazaban. Fue entonces cuando supo que no tenía valor para dormir en la caravana,
ni siquiera en el sofá.
-Venga,
vamos a la cama.
Los
últimos vestigios del sueño se desvanecieron y Jaejoong se puso en guardia de
inmediato. La oscuridad era absoluta, no podía ver nada. La mayoría de los
camiones habían desaparecido y los trabajadores con ellos.
-He
decidido dormir aquí.
-Creo
que no. Por si no te has dado cuenta, estás tiritando.
Estaba
en lo cierto. Cuando había entrado en la camioneta no hacía frío, pero la
temperatura había descendido desde entonces.
-Estoy
muy bien -mintió.
Él
se encogió de hombros y se pasó la manga de la camiseta por un lado de la cara.
—Considera esto como una advertencia amistosa. Apenas he dormido en tres
días. Primero tuvimos una tormenta y casi perdimos la cubierta del circo, luego
he tenido que hacer dos viajes a Seúl. No soy una persona de trato fácil en las
mejores circunstancias, pero soy todavía peor cuando no duermo. Ahora, saca tu
dulce culito aquí afuera.
-No.
Él
levantó el brazo que tenía al costado y Jaejoong siseó alarmado cuando
vio un látigo enroscado en su mano. Él dio un puñetazo en el techo.
-¡Ahora!
Con
el corazón palpitando, Jaejoong bajó de la camioneta. La amenaza del látigo ya
no era algo abstracto y se dio cuenta de que una cosa era decirse a plena luz
del día que no dejaría que su marido lo tocara y otra muy distinta hacerlo de
noche, cuando estaban solos en medio de un campo, a oscuras, en algún lugar
apañado de Busan.
Soltó
un jadeo cuando Yunho lo agarró del brazo y lo guio a través del recinto. Con
la maleza golpeándole las sandalias, supo que no podía dejar que lo llevara a
donde quería sin oponer resistencia.
—Te
advierto que me pondré a gritar si intentas hacerme daño. —Él bostezó. —Lo digo
en serio —dijo mientras él lo empujaba hacia delante. —No quiero pensar mal de
ti, pero me resulta muy difícil no hacerlo sí sigues amenazándome de esta
manera.
Yunho
abrió la puerta de la caravana y encendió la luz, empujándolo suavemente por el
codo para que entrara.
—¿Podemos
posponer esta conversación hasta mañana?
¿Era
sólo la imaginación de Jaejoong o el interior de la caravana había encogido
desde la primera vez que lo había visto?
—No,
creo que no. Y por favor, no vuelvas a tocarme otra vez.
—Estoy
demasiado cansado para pensar en atacarte esta noche, si es eso lo que te preocupa.
Sus
palabras no lo tranquilizaron. —Si no tienes intención de atacarme, ¿por
qué me amenazas con el látigo?
Yunho
bajó la mirada a la cuerda de cuero trenzado como si se hubiera olvidado que lo
tenía en la mano, lo que Jaejoong no se creyó ni por un momento. ¿Cómo podía
ser tan descuidado con respecto a eso? ¿Y por qué llevaba un látigo por la
noche si no era para amenazarlo? Un nuevo pensamiento lo asaltó, provocándole
escalofríos por todo el cuerpo. Había oído bastantes historias sobre hombres
que utilizaban los látigos como parte de sus juegos sexuales. Incluso conocía
algunos ejemplos casi de primera mano. ¿Sería eso lo que él tenía en mente?
Él
masculló algo por lo bajo, cerró la puerta y se acercó a la cama para sentarse.
Dejó caer el látigo al suelo, pero el mango aún descansaba sobre su rodilla.
Yunho
lo miró con aprensión. Por un lado, Jaejoong había prometido honrar sus
votos matrimoniales y además él no le había hecho daño. Pero, por otro, no
había dudas de que lo había asustado. No era demasiado hábil en los
enfrentamientos, pero sabía que tenía que hacerlo. Se armó de valor.
—Creo
que deberíamos aclarar las cosas. Quiero que sepas que no voy a poder vivir
contigo si sigues intimidándome de esta manera.
—¿Intimidándote?
—Él examinó el mango del látigo. —¿De qué estás hablando?
El
nerviosismo del joven aumentó, pero se obligó a continuar. —Supongo que no
puedes evitarlo. Probablemente sea por la manera en que te criaste, aunque no
es que me haya creído esa historia de los herederos —hizo una pausa. —Porque es
falsa, ¿verdad? Él la miró como si se hubiera vuelto loco. —Sí,
claro que sí—se apresuró a decir Jaejoong. —Cuando me refiero a la
intimidación, me refiero a tus amenazas y a... —respiró hondo— ese látigo.
—¿Qué
pasa con él?
—Sé
algo de sadomasoquismo. Si tienes ese tipo de inclinaciones, te agradecería que
me lo dijeras ahora en vez de soltar indirectas.
—¿De
qué estás hablando?
—Los
dos somos adultos y no hay ninguna razón para que finjas que no me
entiendes.
—Me
temo que tendrás que ser más claro.- Jaejoong no podía creer que fuera tan
obtuso.
—Me
refiero a esos indicios que muestras de perversión sexual.
—¿Perversión
sexual?
Como
seguía mirándolo sin comprender, Jaejoong gritó frustrado. —¡Por el amor
de Dios! Si piensas golpearme y luego hacer el amor conmigo, dímelo. «Oye, Jaejoong, me gusta dar latigazos a las
personas con las que me acuesto y tú eres el siguiente de la lista.»
Al menos sabría lo que se te pasa por la cabeza.
Él
enarcó las cejas. —¿Eso haría que te sintieras mejor? Él
asintió. —¿Estás seguro?
—Tenemos
que comenzar a comunicarnos.
—Como
quieras. —Lo miró con ojos chispeantes. —Me gusta dar latigazos a las
personas con las que me acuesto y tú eres el siguiente de la lista. Ahora
voy a darme una ducha.
Entró
en el cuarto de baño y cerró la puerta.
Jaejoong
se mordisqueó el labio inferior. Aquello no había salido precisamente como
había planeado.
Yunho
se rio entre dientes mientras el agua de la ducha caía sobre su cuerpo. Esa
bella cabecita hueca le había proporcionado más diversión en las últimas
veinticuatro horas de la que había obtenido en todo el año anterior. O puede
que incluso más. Su vida era normalmente un asunto muy serio. La risa era un
lujo que no se había podido permitir mientras crecía, así que nunca había
desarrollado esa costumbre. Pero era normal cuando se había visto obligado a
soportar toda clase de agravios para obtener una sonrisa.
Recordó
el comentario de Jaejoong sobre la perversión sexual. Si bien no era su tipo de
hombre, no podía negar que había tenido pensamientos sexuales sobre él. Pero no
consideraba que fueran pervertidos. Para un hombre era difícil no pensar en el
sexo cuando tenía que hacer frente a esos profundos ojos color café y a esa boca
que parecía hecha para besar.
Habría
estropeado la diversión si le hubiera explicado que siempre llevaba un látigo
cuando sabía que los trabajadores habían estado bebiendo. Los circos ambulantes
eran como el viejo Oeste a la hora de resolver los problemas —había que prevenirlos
antes de que surgieran— y la visión del látigo era una medida muy disuasoria
para aplacar el mal genio de algunos y los viejos rencores.
Él
no lo sabía, por supuesto, y Yunho no tenía ninguna prisa en contárselo.
Por el bien de los dos, tenía intención de tener al pequeño señorito ricachón
en un puño.
A
pesar de cuanto le había divertido el último enfrentamiento con su esposo,
tenía el presentimiento de que la diversión no duraría demasiado. ¿En qué había
estado pensando Yesung cuando le había ofrecido a su hijo en matrimonio? ¿Tanto
lo odiaba que lo había sometido voluntariamente a una vida que iba más allá de
su experiencia? Cuando Yesung insistió en ese matrimonio, le había dicho que Jaejoong
necesitaba conocer la cruda realidad, pero a Yunho le costaba mucho creer que
no hubiera pensado en ello como en un castigo.
La
candidez de Jaejoong y su disparatado sistema de valores de niño rico eran una
peligrosa combinación. Realmente le sorprendería que durara mucho con él, pero,
por otra parte, había prometido que haría lo mejor para él y pensaba mantener
su palabra. Cuando Jaejoong se fuera, seria por elección propia, no porque lo
estuviera echando o sobornándolo para deshacerse de él. Puede que no le gustara
a Yesung, pero se lo debía.
Éste
parecía ser su año para pagar grandes deudas, primero la promesa hecha a Owen
Quest en su lecho de muerte: hacer una última gira con el circo bajo el nombre
de Quest. Y luego casarse con el hijo de Yesung. En todos esos años, Yesung
nunca le había pedido nada a cambio de haberle salvado la vida, pero cuando
finalmente lo hizo, le había pedido una barbaridad.
Yunho
había intentado convencer a Yesung de que podía lograr el mismo objetivo
obligando a Jaejoong a vivir con él, pero Yesung había insistido en lo contrario.
Al principio Yesung le había pedido que el matrimonio durase un año, pero Yunho
no sentía tanta gratitud como para aceptarlo. Al final acordaron que serían
seis meses, un período que concluiría al mismo tiempo que la gira con el circo
de los Hermanos Quest.
Mientras
se enjabonaba el pecho, Yunho pensó en los dos hombres que habían representado
fuerzas tan poderosas en su vida, Owen Quest y Yesung. Yesung lo había
rescatado de una existencia de abusos físicos y emocionales, mientras que Owen
lo había guiado a la madurez.
Yunho
había conocido a Yesung cuando tenía doce años y viajaba con su tío Leeteuk en
un maltrecho circo que se pasaba el verano de gira por los pueblos de la costa
ata. Nunca olvidaría esa calurosa tarde de agosto cuando Yesung apareció como
un ángel vengador para arrebatar el látigo del puño de Leeteuk y salvar a Sehn
de otra brutal paliza.
Ahora
comprendía los actos sádicos de Leeteuk, pero en ese momento no había entendido
la retorcida atracción que algunos hombres sentían por los niños y hasta dónde
podían llegar para negar esa atracción. En un impulsivo gesto de generosidad,
Yesung había pagado a Leeteuk y se había llevado a Yunho. Lo había matriculado
en la academia militar y le había proporcionado el dinero —que no el afecto— que
había hecho posible que Yunho sobreviviera hasta que pudo cuidar de sí mismo.
Pero
había sido Owen Quest quien había dado a Yunho lecciones de madurez durante las
vacaciones de verano, cuando había viajado con el circo para ganar algo de
dinero, y luego, mucho más tarde, en la edad adulta, cuando cada pocos años
dejaba atrás su vida y pasaba algunos meses en la carretera. La parte del
carácter de Yunho que no había sido moldeada por el látigo de su tío se había
formado por los sabios sermones de Owen y sus casi siempre astutas
observaciones sobre el mundo y lo duro que era sobrevivir para un hombre. La
vida era un negocio peligroso para Owen, y no había lugar para la risa o la
frivolidad. Un hombre debía trabajar duro, cuidarse de sí mismo y mantener su orgullo.
Yunho
cerró el grifo y cogió una toalla. Los dos hombres habían tenido sus razones
egoístas para ayudar a un niño desvalido. Yesung se veía a sí mismo como un
benefactor y se jactaba de sus diversos proyectos caritativos —entre los que
estaba incluido Jung Yunho— ante sus amigos de alto copete. Por otro lado, Owen
tenía un ego enorme y le encantaba tener un público impresionable que esperara
babeante sus reflexiones oscuras sobre la vida. Pero a pesar de los motivos
egoístas que pudieran haber tenido aquellos dos hombres, habían sido las únicas
personas en la joven vida de Yunho a los que él había importado algo y ninguno
de ellos le pidió nada a cambio, por lo menos no hasta ese momento.
Ahora
Yunho tenía un maltrecho circo entre las manos y un esposo sexy, pero tonto,
que iba camino de volverlo loco. No lo consentiría, por supuesto. Las
circunstancias lo habían hecho como era, un hombre rudo y terco que vivía de
acuerdo con su propio código y que no se hacía ilusiones sobre sí mismo. Kim
Jae no tenía ninguna posibilidad de vencerlo.
Se
envolvió una toalla en la cintura, cogió otra para secarse el pelo y abrió la
puerta del baño.
Jaejoong
tragó saliva cuando la puerta del baño se abrió y salió Yunho. Oh, Dios, era
impresionante. Mientras él se secaba la cabeza con la toalla, Jaejoong
aprovechó para mirar a conciencia lo que le parecía un cuerpo perfecto, con
músculos bien definidos pero no excesivamente marcados. Yunho tenía algo que
nunca había visto en ninguno de los jovenzuelos bronceados de Jessica, un
cuerpo moldeado por el trabajo duro. Tenía un ancho pecho, pero Jaejoong
estaba demasiado extasiado con la visión como para fijarse en los detalles.
Las
caderas masculinas eran considerablemente más estrechas que los hombros; el
estómago era plano y duro. Siguió con la mirada la flecha de vello que
comenzaba encima del ombligo y continuaba por debajo de la toalla amarilla. De
repente, se sintió acalorado mientras se preguntaba cómo sería lo que había más
abajo.
Él
terminó de secarse el pelo y lo miró. —Puedes acostarte conmigo o dormir
en el sofá. Ahora mismo estoy demasiado cansado para que me importe lo que
hagas.
—¡Dormiré
en el sofá! —Su voz había sonado ligeramente aguda, aunque no sabía si había
sido por sus palabras o por lo que veían sus ojos.
Él
lo privó de la visión de su pecho cuando le dio la espalda y se dirigió a la
cama. Enrolló los látigos y los puso en una caja de madera que metió debajo.
Con ellos fuera de vista, Jaejoong se dio cuenta de lo mucho que le gustaba la
visión de aquella espalda.
De
nuevo, él se volvió hacia Jaejoong. —En cinco segundos dejaré caer la
toalla.
Yunho
esperó, y después de que pasaran los cinco segundos, Jaejoong se dio cuenta de
lo que él había querido decir.
—Ah.
Quieres que aparte la vista.
Él
se rio. —Déjame dormir bien esta noche, cara de ángel, y te prometo que
mañana te enseñaré todo lo que quieras.
Ahora
sí que lo había hecho. Le había dado una impresión totalmente errónea y tenía
que corregirla.
—Creo
que me has interpretado mal.
—Espero
que no.
—Lo
has hecho. Sólo tenía curiosidad... Bueno, no curiosidad exactamente, pero...
bueno, sí, supongo que curiosidad... Aunque es natural. No deberías asumir por
ello que...
—¿Jaejoong?
—¿Sí?
—Si
dices una palabra más, cogeré uno de esos látigos que tanto te preocupan y
veremos si puedo hacer alguna de esas cosas pervertidas que mencionabas.
Jaejoong
cogió rápidamente un bóxer limpio y una descolorida camiseta de la Universidad
de Busan que había sacado del cajón de Yunho mientras estaba en la ducha,
y entró en el cuarto de baño, cerrando la puerta de un portazo.
Veinte
minutos después salió fresco de la ducha con la camiseta de Yunho puesta. Había
decidido que era preferible ponerse eso antes que el único pijama que
había encontrado en la maleta, un minúsculo bóxer de seda celeste muy apretado
que había comprado días antes de que Yoochun lo traicionara con su madre.
Yunho
dormía boca arriba, con la sábana cubriéndole las caderas desnudas. No era
correcto mirar a una persona mientras dormía, pero no podía dejar de hacerlo.
Se acercó a los pies de la cama y lo observó.
Dormido,
él no parecía tan peligroso. A Jaejoong le hormiguearon las manos por tocar ese
duro vientre plano. Subió la mirada desde al abdomen al pecho de Yunho y admiró
la perfecta simetría del torso masculino hasta que vio la medalla de oro que
colgaba de una cadena alrededor de su cuello. Cuando comprendió lo que era, se
quedó paralizado.
Era
una bella medalla coreana esmaltada. «...
vestía harapos y llevaba un colgante esmaltado de valor incalculable en el
cuello.»
Se
estremeció. Estudió la cara de la Virgen María que apoyaba la meJiaa contra la
de su hijo, y aunque no sabía mucho sobre iconos, se dio cuenta de que esa
Virgen no pertenecía a la tradición china ni nada. La ornamentación de oro en
las túnicas negras era puramente bizantina, así como el elaborado traje que
llevaba el Niño Jesús.
Se
recordó que sólo porque Yunho llevara puesto lo que obviamente era un valioso
esmalte, no quería decir que la historia fuera cierta. Lo más probable es
que fuera una joya familiar heredada. Pero todavía se sentía algo inquieto
cuando se dirigió al otro extremo de la caravana.
El
sofá estaba cubierto por la ropa que había sacado de su maleta y que había
depositado junto a un montón de periódicos y revistas, algunos de los cuales
tenían varios años. Apartó todo a un lado e hizo la cama con sábanas limpias.
Pero entre que ya había dormido un poco y aquellos lúgubres pensamientos que lo
asaltaban, no pudo conciliar el sueño, así que leyó un viejo artículo de uno de
los periódicos. Eran más de las tres cuando finalmente se durmió. Pensaba que
había acabado de cerrar los ojos cuando sintió que lo sacudían groseramente para
que se despertara.
—Arriba,
cara de ángel. Tenemos un largo día por delante.
Jaejoong
rodó sobre su estómago. Él tiró de la sábana y Jaejoong sintió el roce del aire
frío en la parte trasera de los muslos desnudos. Se negó a moverse. Si lo hacía
tendría que enfrentarse a un nuevo día.
—Venga,
Jaejoong.
Él
enterró la cara más profundamente en la almohada. Sintió cómo una mano
grande y cálida se posaba sobre la frágil seda de su bóxer y abrió los
ojos de golpe. Con un grito ahogado se puso boca arriba y tiró de la sábana
para cubrirse con ella.
Él
sonreía ampliamente. —Pensé que eso te despertaría por completo.
Era
el diablo en persona. Sólo el diablo estaba vestido y afeitado a esa hora tan
impía. Jaejoong le enseñó los dientes.
—No
me gusta madrugar. Déjame en paz.
Yunho
lo recorrió lentamente con la mirada, recordándole que de hecho estaba
prácticamente desnudo bajo la sábana, sólo vestido con una vieja camiseta suya
y un mísero bóxer.
—Tenemos
casi tres horas de viaje por delante y nos marchamos en diez minutos. Vístete y
haz algo útil. —Se apartó de él y se dirigió al fregadero.
Jaejoong
entrecerró los ojos ante la grisácea luz matutina que entraba por las pequeñas
y sucias ventanas. —Todavía es de noche.
—Son
casi las seis. —Se sirvió una taza de café y Jaejoong esperó a que se la diera.
Pero él se limitó a llevar la taza a los labios.
Jaejoong
se recostó en el sofá. —No he logrado conciliar el sueño hasta las tres.
Me quedaré aquí dentro mientras tú conduces.
—Va
contra la ley. —Él dejó la taza de café sobre la mesa, luego se agachó para
recoger rápidamente la ropa del suelo. La examinó con ojo crítico.
—¿No
tienes vaqueros?
—Por
supuesto que tengo vaqueros.
—Pues
póntelos.
Jaejoong
lo miró con aire de satisfacción. —Están en la habitación de invitados de
la casa de mi padre.
—Cómo
no. —Le tiró las ropas que había recogido del suelo. —Vístete.
Jaejoong
quiso decir algo imperdonablemente rudo, pero estaba seguro de que a él no le
haría gracia, así que se metió a regañadientes en el baño. Diez minutos después
salió vestido de manera ridícula con unos pantalones de seda color café y una
camiseta de algodón azul marino con un estampado de racimos de cerezas rojos.
Cuando Jaejoong abrió la boca para protestar por la elección de ropa, reparó en
que él estaba frente al armario abierto de la cocina y parecía a la vez enojado
y peligroso.
La
mirada del joven cayó sobre el látigo negro que llevaba enroscado en el puño y
el corazón comenzó a latirle con fuerza. No sabía qué había hecho, pero sabía
que estaba metido en problemas. Allí estaba.
—¿Te
has comido mis Choco chips?
Jaejoong
tragó saliva. —¿Exactamente de qué Choco chips estamos hablando?
—preguntó con los ojos fijos en el látigo.
—De
los Choco chips que estaban en el mueble que está encima del fregadero. De los
únicos Choco chips que había en la caravana. —Apretó los dedos en torno al
mango del látigo.
«Oh, Señor —pensó Jaejoong. —Azotado hasta morir por culpa de unos pastelitos de crema.» —¿Y
bien?
—Esto,
eh... te prometo que no volverá a ocurrir. Pero no estaban marcados ni nada
parecido, en ningún sitio decía que fueran tuyos —los ojos del joven siguieron
fijos en el látigo— y normalmente no me los habría comido... Pero esta noche
tenía hambre y, mirándolo bien, tendrás que admitir que te hice un favor,
porque atascarán mis arterias en vez de las tuyas.
—Jamás
vuelvas a tocar mis Choco chips Si los quieres, los compras, —La voz de Yunho
había sonado suave. Demasiado suave.
Se
mordisqueó el labio inferior. —Los Choco chips no son un desayuno
muy nutritivo.
—¡Deja
de hacer eso!
Jaejoong
dio un paso atrás, levantando la mirada rápidamente hacia la de él.
—¿Que
deje de hacer qué?
Él
levantó el látigo, y lo apuntó con él. —De mirarme como si me dispusiera a
arrancarte la piel del trasero. Por el amor de Dios, si ésa fuera mi intención
te habría quitado el bóxer, no te habría obligado a vestirte.
Jaejoong
soltó aire. —No sabes cuánto me alegra oír eso.
—Si
decido darte latigazos, no será por un Choco chips.
De
nuevo volvía a amenazarlo. —Deja ya de amenazarme o lo lamentarás.
—¿Qué
vas a hacer, cara de ángel? ¿Apuñalarme con el delineador? —Lo miró con
diversión. Luego se dirigió hacia la cama de dónde sacó la caja de madera que
había debajo para guardar el látigo dentro.
Jaejoong
se irguió en su todo su metro sesenta y cinco y lo fulminó con la mirada.
—Para que lo sepas, Chuck Norris me dio clases de kárate. —Por desgracia, hacía
diez años de eso y no se acordaba de nada, pero Yunho no lo sabía.
—Si
tú lo dices.
—Además,
Arnold Schwarzenegger en persona me asesoró sobre un programa de ejercicios
físicos. —Ojalá le hubiera hecho caso.
—Te
he entendido, Jaejoong. Eres un chico muy fuerte. Ahora muévete.
Apenas
hablaron un minuto durante la primera hora de viaje. Como él no le había dado
tiempo suficiente para arreglarse, Jaejoong tuvo que terminar de maquillarse en
la camioneta y peinarse sin secador. En lugar de apreciar la dificultad de la
tarea y cooperar un poco, él lo ignoró cuando le pidió que disminuyera la
velocidad mientras se pintaba los ojos y además protestó cuando la laca le
salpicó la cara.
Yunho
compró el desayuno de Jaejoong. Detuvo la camioneta en un lugar decorado con un
caldero de cobre rodeado por barras de pan brillantes. Después de desayunar, Jaejoong
se metió en el baño y se fumó los tres cigarrillos que le quedaban. Cuando
salió se dio cuenta de dos cosas. Una atractiva camarera coqueteaba con Yunho,
y él no hacía nada para desalentarla.
Jaejoong
lo observó ladear la cabeza y sonreír por algo que había dicho la chica. Experimentó una punzada de celos al ver que parecía gustarle la compañía de la
camarera más que la suya. Se disponía a ignorar lo que estaba ocurriendo cuando
recordó la promesa que había hecho de honrar sus votos matrimoniales. Con
resignación, enderezó los hombros y se acercó a la mesa donde dirigió a la empleada
su sonrisa más radiante.
—Muchas
gracias por hacerle compañía a mi marido mientras estaba en el baño.
La
camarera, en cuya placa identificativa se leía Jaekyung, pareció algo sorprendida
por la actitud amistosa de Jaejoong.
—Ha
sido muy amable por tu parte —Jaejoong bajó la voz a un fuerte susurro. —Nadie
se ha portado bien con él desde que salió de prisión.
Yunho
se atragantó con el café.
Jaejoong
se inclinó para darle una palmadita en la espalda mientras le dirigía una
sonrisa radiante a la estupefacta Jaekyung.
—No
me importan todas las pruebas que presentó el fiscal. Nunca he creído que
asesinara a aquella camarera.
Ante
aquella declaración Yunho volvió a atragantarse. Jaekyung retrocedió con
rapidez.
—Lo
siento. Ya ha terminado mi turno.
—Pues
hala, vete —dijo Jaejoong alegremente. —¡Y que Dios te bendiga!
Yunho
controló finalmente la tos. Se levantó de la mesa con una expresión todavía más
enojada de lo que era habitual en él. Antes de que tuviese oportunidad de abrir
la boca, Jaejoong extendió la mano y le puso un dedo en los labios.
—Por
favor, no me estropees este momento, Yunho. Es la primera vez desde nuestra
boda que te gano por la mano y quiero disfrutar de cada precioso segundo.
Él
lo miró como si fuese a estrangularlo, pero se limitó a arrojar varios billetes
sobre la mesa y a empujarlo fuera del restaurante.
—¿Vas
a ponerte gruñón? —Las sandalias de Jaejoong resbalaban en la grava mientras él
lo arrastraba hacia la camioneta y la fea caravana verde. —Ya lo decía yo. Eres
el hombre más gruñón que he conocido nunca. Y no te sienta bien, nada bien, Yunho.
Tanto si lo aceptas como si no, estás casado y por lo tanto no deberías...
—Entra
antes de que te zurre en público.
Allí
estaba otra vez, otra de sus enloquecedoras amenazas. ¿Quería decir eso que no
lo zurraría si lo obedecía o simplemente que no pensaba zurrarlo en público?
Todavía cavilaba sobre esa cuestión tan desagradable cuando él puso en marcha
la camioneta. Momentos después estaban de nuevo en la carretera.
Que parcito, discutiendo por unas choco chips y Jae asustado por aquel látigo
ResponderBorrarHay estos dos son todo un caso, primero por las choco chips luego por el coqueteo con la camarera xD yunho amenzando a jae a cada rato debido a los látigos y todo, ah ver como continua esta historia! Gracias!
ResponderBorrarme encanta cuando jaejoong se pone celoso y hace sus escenitas ><
ResponderBorrara jaejoong estaba que se le caía la baba por yunho después de su ducha y a quien no *Q*
me dio risa su pelea por unas simples chocochips XD
después de todo el papa de jaejoong no era tan malo , me alegro que haya ayudado a yunho en su niñez (^w^)
jajajaj bien JJ defiende lo q es tuyo xDD
ResponderBorrarese par son el uno para el otro!!
a si se hace jae lo tu es tu yo jujuju gracias por e capitulo
ResponderBorrarohh por dios que aventuraras les esperan juntos *w* ese JJ todo traumado y masoquista si bien que se imagino con el Yunnie usando el látigo xDD jajajaja owww adoro que lo llame cara de ángel es tan ashfahdkha :3 jajaja esos dos sus personalidades son tan divertidas cuando se juntan aunque es algo extraño que JJ tenga ideas tan consevadoras sobre el matrimonio, el sexo y asi :O un toque que le da mas misterio a la historia ... y la ultima parte donde JJ asusta a la camarera jajajajajajajaja buenisimo jajajajaja xDDD
ResponderBorrarJaejoong marcado terrrtorio y tratando sea ex convito a su esposo xD
ResponderBorrarYunho tan enérgico que se ha de ver con su látigo y peleando por unas choco chips, y Jae celoso no se pudo aguantar decir esas cosas a la camarera para alejar la de Yunho, que par...
ResponderBorrarSip Yunho Jae te va a volver lco jiji ... veamos si es que de verdad el no podra contigo como dices ...
ResponderBorrarjajaj me encanta la manera en como Jae espanta a todas las meseras y lo mejor es que lo hace con tanta elegancia kkk
muchisimas gracias por el fic
Jajaja Yunho no mataría ni a una mosca!! Pero jae casi mata a esa camarera jajajaajja
ResponderBorrarjajajaja hay Jae tu y tus grandes palabras a la camarera, buen golpe, y Yunho no puede negar que esta viviendo nuevas experiencias con Jae, hasta ahora no a pasado nada a mayores en su inusual matrimonio, sigo leyendo :D
ResponderBorrarjaajajajajajajajajajajajjajajajajajja este par es un show.. pelean por tonterias.. jajajajajajjaajjjajaajaj ay Dios mio!! y me mato con lo del delineador jajajajajajajjajajaj
ResponderBorrarJakak jae que maneea de espantar ala pobre camadeea *-*… .se pone mas interesante
ResponderBorrar¿Con miedo de dormir junto a YunHo? Yo lo esperaba ya en la cama(?) bien puesta y toda la cosa.LOOL XDD ¡No! Yo sé que YunHo es de Jae y viceversa.
ResponderBorrar"Ah~ quieres que me voltee" XDD Curiosito, eh. YO TAMBIÉN. sjdaskjfakjs
Jae no queriendo madrugar, YunHo con sus Choco chips, esto esta genial y más aún lo que le dijo Jae a la camarera, CELOS y se justifica con sus votos sagrados. Uhm~
Jae le teme mucho a los látigos y Yunho solo lo asusta mas no le dice la verdad y ahora Jae cree que Yunho es un sadomasoquista, pobre Jae ahora tiene que madrugar par que se puedan ir.
ResponderBorrarMe encanto la parte donde Jae le dice a la camarera que Yunho acababa de salir de la prisión y esos dos peleándose por unos choco chips y Jae pensando que lo iban a latigar por eso.
Jajajajaja este capítulo me mato de risa!!!!! Lo de la la camarera fue genial !!!
ResponderBorrarjaja esta capi me encantó jaja por fin jae se salió con la suya, muy bien, aunque espero que deje ese nocivo vicio de fumar, waa por otro lado yunho si que tuvo una vida dificil jaja tantas cosas que se le ocurren a jae XD kyaa a seguir leyendo XD
ResponderBorrarpobre Jae ,tiene terror que Yunho le dé de latigazos. y Yunho no hace nada para sacarlo de su error.
ResponderBorrarme morí de risa con la mentira que Jae le echa a la camarera zorrita para espantarla. muy bien hecho Jae. presiento que Jae es muy optimista y no es nada vengativo.
Jajajajajajajajajajja jae aterroriso a la camarera jajja fue gracioso
ResponderBorrargracias por el cap^^
jajhajajahajshshsha esta vez se la gano jjae se ve que no pudo controlar sus celos
ResponderBorrarse nota que ya tiene sentimientos hacia yunho solo que no se da cuenta
jejejeejejr
jajajajajandcuhjnwoefuhnwef me parto Jae es adorable a su manera, es como un adulto niño xD y Yunho no tiene paciencia,pero apezar de todo lo encuentra divertido
ResponderBorrarnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn :) que lindo jae puso en su lugar a el coqueto de yunho pues que se cree este hombre es ta casado con jae y lo tiene que respetar y si se le olvida esta jae para recordarselo ahora si que le izo honor a su apodo cara de ángel y todo puso nerviosa a la camarera resbalosa y si que le saco tremendo susto mínimo por atreverse a coquetear a el marido de jae XD
ResponderBorrarHahaha cuando Yunho le dijo a Jae que le iba a dar con el latigo:a ¡Tu se lo pediste Jae! Cx Hahahaha
ResponderBorrarAy pero que listillo salio el cara de angel, también puedes ser todo un diablillo Hahaha Nunca se me hubiera ocurrido algo como.lo que le dijo a la camarera, eso estuvo bien jugado ;) Se me hace tan lindo que quiera honrar sus votos <3 Eso dice mucho de él
Jeje pelear por una galletitas hay Cara de Angel esta nas asustado de que Yunho le de latigazos pero admitw que tiene un cuerpazo .... me encanto la parte del restaurante jajajajaja me morí de la risa Jaejoong eres lo máximo para espantar zorras XD
ResponderBorrarQue divertido su carita de ángel no se la hacer fácil me encanto el capitulo ..gracias
ResponderBorrarJajajaj Ay que risa, Amo a Jae cuando saca sus puntadas, me mató con esta escena de celos, lo del látigo y el rollo de los pastelitos. De tonto no tiene nada, apuesto que Yunho está loco con sus ocurrencias, ya me imagino su cara de póker cada que Jae le sale con sus repuestas.
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