Jaejoong
tragó saliva.
—¿Quieres
que me desnude?
Sabía
que parecía idiota, pero Yunho lo había cogido por sorpresa. ¿Qué quería decir
exactamente con que «se sentía violento»?
Miró al otro lado de la caravana el látigo que él había dejado enrollado sobre
el brazo del sofá. Sabía que le había asustado muchísimo al decirle que lo
amaba, pero él no se había esperado esa reacción. Aun así, sabiendo que aquél
era un tema delicado para Yunho, debería haber imaginado que reaccionaría de
manera exagerada.
—Deja
de perder el tiempo. —Yunho se quitó la camiseta. Los vaqueros le caían a la
altura de las caderas, haciéndole parecer oscuro y peligroso.—Cuando dices que
te sientes violento... Quiero decir que es el momento de mostrarte algo
diferente.
—Para
ser sinceros, no creo que aún esté preparado para eso.
—Pensaba
que habías dicho que me amabas, Jaejoong, demuéstramelo.— Definitivamente Yunho
lo estaba retando, y Jaejoong contó mentalmente hasta diez. —No soy de esos
hombres románticos que regalan flores. Lo sabes. Me gusta el sexo. Me gusta
practicarlo a menudo y no me gusta contenerme.
«¡Dios! Sí que le había asustado.» Jaejoong se mordisqueó el
labio inferior. A pesar de lo que él había dicho antes, Yunho no era
previsible, así que debía ser cauteloso. Por otra parte, Tater y sus compañeros
le habían enseñado una regla básica para tratar con bestias grandes. Si
retrocedes, te aplastan.
—Muy
bien —dijo. —¿Qué quieres que haga?
—Ya
te lo he dicho. Desnúdate.
—Te
he dicho que quería hacerte el amor, nada más.
—Quizá
yo no quiera hacer el amor. Quizá sólo quiera follar.
Era
un cebo; uno que, evidentemente, Yunho quería que picara. Jaejoong tuvo que
morderse la lengua para no caer en la trampa. Si perdía la calma le estaría
siguiendo el juego, que era justo lo que él quería. Tenía que hacerle frente de
alguna manera y tenía que ser él el que dictara las normas. Lo amaba demasiado
para dejar que lo intimidara.
Consideró
sus opciones, luego se levantó de la cama y comenzó a desnudarse. Él no dijo
nada; se limitó a observarlo. Jaejoong se quitó los zapatos y se deshizo del
maillot, pero cuando se quedó en bóxer, se detuvo indeciso. Yunho estaba muy
excitado, un hecho que revelaban los ceñidos vaqueros, y su estado de ánimo era
tan volátil que Jaejoong no sabía qué esperar. Quizá lo mejor sería distraerlo.
Puede que de esa manera lograra ganar un poco de tiempo.
Desde
la charla que había mantenido con su padre, Jaejoong no había tenido
oportunidad de hablar con Yunho sobre su asombroso origen. Si ahora sacaba el
tema a colación, puede que le pillara desprevenido. Una conversación sobre sus
orígenes familiares podría calmar el imprevisible humor de su marido.
—Mi
padre me ha dicho que tu padre era un Choi.
—Quítame
los vaqueros.
—Y
no cualquier Choi. Me ha dicho que eres el nieto de Seunghyun II.
—No
quiero tener que repetírtelo.— Yunho lo miró con tal arrogancia que no le
resultó difícil imaginarlo sentado en el trono de Catalina la Grande mientras
le ordenaba a alguna de las obstinadas mujeres Kim que se lanzara al Volga.
—Dice
que eres el heredero de la corona coreana.
—Calla
y haz lo que te digo.
Jaejoong
contuvo un suspiro. «Señor, qué difícil
estaba siendo.» Parecía que no había nada como una declaración de amor para
que ese coreano se lanzara al ataque. A Jaejoong le costó trabajo sostenerle la
mirada con algo de dignidad cuando sólo llevaba puesta la ropa interior y él
parecía tan alarmantemente omnipotente, pero lo hizo lo mejor que pudo. Estaba
claro que ése no era el momento adecuado para obtener las respuestas que
deseaba de él.
—Y
cuando me quites los vaqueros, hazlo de rodillas —le dijo Yunho con
desdén.
«¡Mamón
insufrible!»
Él
apretó los labios.
—Ahora.
Jaejoong
respiró hondo tres veces. Nunca hubiera imaginado que él lo presionaría de esa
manera. Le sorprendía cómo reaccionaba un hombre bajo los efectos del miedo. Y
ahora tenía intención de presionarlo para que él retirara aquella declaración
de amor. ¿Cuántos tigres tenía que domesticar en un día?
Al
estudiar los arrogantes ojos entornados de Yunho, la llamarada insolente de sus
fosas nasales, Jaejoong sintió una inesperada oleada de ternura. Pobrecito. Se
enfrentaba al miedo de la única manera que sabía y castigarlo sólo lo pondría
más a la defensiva. «Oh, Yunho, ¿qué le
hizo el látigo de tu tío?»
Lo
miró a los ojos y se puso de rodillas. Lo inundó una oleada de sensaciones al
ver lo excitado que estaba. Ni siquiera el miedo podía evitarlo. Yunho cerró
los puños.
—¡Maldita
sea! ¿Y tú orgullo?
Jaejoong
se sentó sobre los talones y miró aquella cara dura e inflexible; esa
combinación eslava de pómulos prominentes y profundas sombras, así como las
pálidas líneas de tensión que le enmarcaban la boca.
—¿Mi
orgullo? Está en mi corazón, por supuesto.
—¡Estás
permitiendo que te humille!
Jaejoong
sonrió.
—Tú
no puedes humillarme. Sólo yo puedo rebajarme. Y me arrodillo ante ti para
desnudarte porque eso me excita.
Un
traidor silencio se extendió entre ellos. Yunho parecía muy torturado y a Jaejoong
le dolió verlo así. Se inclinó hacia él y apretó los labios contra aquel duro
abdomen, justo encima de la cinturilla de los vaqueros. Le dio un ligero
mordisco, luego tiró del botón hasta que cedió bajo sus dedos y le bajó la
cremallera.
A Yunho
se le puso la piel de gallina.
—No
te comprendo en absoluto. —Su voz sonó áspera.
—Creo
que a mí sí. Es a ti mismo a quien no comprendes.
Yunho
lo agarró por los hombros y lo hizo ponerse en líe. Sus ojos parecían tan
oscuros e infelices que él no podía soportar mirarlos.
—¿Qué
voy a hacer contigo? —dijo él.
—¿Quizá
corresponder a mi amor?
Yunho
respiró hondo antes de cubrirle la boca con la suya. Jaejoong sintió su
desesperación, pero no sabía cómo ayudarle. El beso los capturó a los dos. Los
envolvió como un ciclón.
Jaejoong
no supo cómo se despojaron de la ropa, pero antes de darse cuenta estaban
desnudos sobre la cama. Una sensación cálida y ardiente comenzó a extenderse
por su vientre. La boca de Yunho estaba en su hombro, en su pecho, rozándole
los pezones. Lo besó en el vientre. Jaejoong abrió las piernas para él y
permitió que le subiera las rodillas.
—Voy
a tocarte por todas partes —le prometió él contra la suave piel del interior de
sus muslos. Y lo hizo. Oh, cómo lo hizo. Puede que no lo amara con el corazón,
pero lo amaba con su cuerpo, y lo hizo con una desenfrenada generosidad que lo
llenó de deseo. Jaejoong aceptó todo lo que él quiso darle y se lo devolvió a
su vez, usando las manos, la calidez de su boca y el roce de su piel.
Cuando
finalmente él se hundió profundamente en su interior, Jaejoong lo envolvió con
las piernas aferrándose a él.
—Sí
—susurró él. —Oh, sí.
Las
barreras entre ellos desaparecieron y mientras buscaban juntos el éxtasis, Jaejoong
comenzó a murmurar:
—Oh,
sí. Me gusta eso. Me encanta... Sí. Más profundo. Oh, sí. Justo así...
Jaejoong
siguió susurrando aquellas palabras, guiado, por el instinto y la pasión. Si
dejaba de hablar, él trataría de olvidar quién era él y lo convertiría en un
cuerpo anónimo. Y eso no podía consentirlo. Era Jaejoong. Era su esposo.
Así
que habló, se aferró a él y juntos alcanzaron el éxtasis.
Finalmente,
la oscuridad dejó paso a la luz.
—Ha
sido sagrado.
—No
ha sido sagrado. Ha sido sexo.
—Hagámoslo
de nuevo.
—Vamos
a cien por hora, no hemos dormido más de tres horas y llegamos con retraso a
Beijing.
—Estirado.
—¿A
quién llamas estirado?
—A
ti.
Lo
miró de reojo, con una chispa diabólica en los ojos.
—A
ver si te atreves a repetirlo cuando estés desnudo.
—No
volverás a verme desnudo hasta que admitas que ha sido sagrado.
—¿Y
si admito que fue especial? Porque fue muy especial.
Jaejoong
le dirigió una mirada engreída y lo dejó pasar. La noche anterior había sido
más que especial y los dos lo sabían. Jaejoong lo había sentido en la urgencia
con la que habían hecho el amor y en la forma en que se habían abrazado
después. Cuando se habían mirado a los ojos no se habían ocultado nada, no se
habían reservado nada.
Esa
mañana, Jaejoong esperaba que él volviera a las nidadas y que actuara de la
misma manera hosca y distante de siempre. Pero para su sorpresa, él se había
mostrado tierno y cariñosamente burlón. Como si se hubiera rendido. Jaejoong
quería creer con cada latido de su romántico corazón que su marido se había
enamorado de él, pero sabía que eso no sería fácil. Por ahora, agradecía que Yunho
hubiera bajado la guardia.
La
lluvia comenzó a caer sobre el polvoriento parabrisas de la camioneta. Era un
día frío y gris, y según el pronóstico del tiempo sólo iría a peor. Yunho lo
miró, y Jaejoong tuvo la sensación de que le había leído la mente.
—No
puedo resistirme a ti —dijo Yunho con suavidad. —¿Lo sabes, no? Y ya me he
cansado de fingir lo contrario —adoptó una expresión de profunda preocupación.
—Pero no te amo, Jaejoong, y no puedes hacerte una idea de cuánto lo siento,
porque si tuviera que amar a alguien, sería a ti.
Jaejoong
se obligó a tragar saliva.
—¿Es
por lo de la mutación de la que hablaste?
—No
bromees con eso.
—Lo
siento. Pero es que es increíblemente... —«Estúpido».
Porque era una estupidez, aunque se calló la palabra.
Si
él creía que no podía amarlo, lo único que conseguiría discutiendo con él sería
que se pusiera de nuevo a la defensiva. A menos que fuera cierto. Tan
desafortunado pensamiento cruzó como un relámpago por la mente de Jaejoong. ¿Y
si Yunho tenía razón? ¿Y si aquella violenta infancia le había dejado una
cicatriz tan profunda que nunca sería capaz de amar? ¿Y si simplemente no podía
amarlo a él?
La
lluvia tamborileó con fuerza contra el techo. Jaejoong bajó la mirada a su
anillo de boda.
—Dime
cómo sería. ¿Cómo sería si me amases?
—¿Si
te amase?
—Sí.
—Es
una pérdida de tiempo hablar de algo que no puede ocurrir.
—¿Sabes
qué pienso? Que no creo que fuera mejor que esto. Ahora es perfecto.
—Pero
no durará. Dentro de seis meses nuestro matrimonio habrá terminado. No podría
vivir conmigo mismo viendo cómo languideces por no darte lo que te mereces. No
puedo darte amor. Ni hijos. Y eso es lo que necesitas, Jaejoong. Eres ese tipo
de hombre. Te marchitarás como una flor si no lo tienes.
Jaejoong
sintió una punzada de dolor al oír aquellas palabras, pero no podía reprocharle
su sinceridad. Como sabía que él no admitiría nada más por el momento, cambió
de tema.
—¿Sabes
qué es lo que quiero de verdad?
—Supongo
que unas semanas en un spa con manicura incluida.
—No.
Quiero trabajar en una guardería.
—¿En
serio?
—Es
una tontería, ¿a que sí? Tendría que ir a la universidad y ya soy demasiado
mayor. Para cuando me graduara, habría pasado de los treinta.
—¿Igual
que si no vas a la universidad?
—¿Perdón?
—Los
años pasarán igual, vayas o no a la universidad.
—¿Me
estás diciendo en serio que debería hacerlo?
—No
veo por qué no.
—Porque
ya he metido la pata demasiadas veces en mi vida y no quiero hacerlo más. Sé
que soy inteligente, pero he tenido una educación muy poco convencional y no
soy capaz de seguir una rutina. No me imagino compartiendo clase con un puñado
de jovencitos de dieciocho años de ojos brillantes recién salidos del
instituto.
—Quizás
es hora de que empieces a verte con otros ojos. No olvides que eres el señorito
que domestica tigres. —Le dirigió una misteriosa sonrisa que hizo que Jaejoong
se preguntase de qué tigre hablaba: de Sinjun o de sí mismo, pero Yunho era
demasiado arrogante para pensar que él lo había domesticado.
Miró
hacia delante y divisó una serie de flechas indicando la dirección.
—Gira
ahí delante.
Encontrar
las flechas que señalaban la ubicación del circo era tan natural para Yunho
como respirar. Jaejoong sospechó que ya las había visto, pero él asintió con la
cabeza. La lluvia arreció y él aumentó la velocidad de los
limpiaparabrisas.
—Supongo
que no seremos tan afortunados como para instalarnos sobre el asfalto esta vez
—dijo Jaejoong.
—Me
temo que no. Estaremos en un descampado.
—Supongo
que ahora sabré de primera mano por qué a los circos como el de los Hermanos
Quest se les llama circos de barro. Sólo espero que la lluvia no moleste a los
animales.
—Estarán
bien. Son los empleados los que sufrirán más.
—Y
tú. Tú estarás allí con ellos. Siempre lo estás.
—Es
mi trabajo.
—Extraño
trabajo para alguien que debería ser el heredero de la corona coreana —Lo miró
de reojo. Si él pensaba que se había olvida do de ese tema, se
equivocaba.
—¿Ya
estamos con eso otra vez?
—Si
me dices la verdad no volveré a mencionarlo nunca más.
—¿Me
lo prometes?
—Te
lo prometo.
—Está
bien, pues —respiró hondo. —Es probable que sea verdad.
—¿¡Qué!?
—Jaejoong volvió la cabeza con tal rapidez que casi se partió el cuello.
—Las
pruebas dicen que tengo ascendencia Choi y, por lo que Yesung ha podido
averiguar, existen muchas probabilidades de que sea el bisnieto de Seunghyun
II.
Jaejoong
se hundió en el asiento.
—No
me lo creo.
—Bueno.
Entonces no hay nada más de lo que hablar.
—¿Lo
dices en serio?
—Yesung
tiene pruebas bastante convincentes. Pero dado que no puedo hacer nada al
respecto, será mejor que hablemos de otros temas.
—¿Eres
el heredero del trono coreano?
—En
Corea no hay trono. Por si se te ha olvidado, allí no existe la
monarquía.
—Pero
si la hubiera...
—Si
la hubiera, saldrían Choi de cada carpintería de Corea afirmando ser el
heredero.
—Por
lo que me dijo mi padre, hay pruebas más que suficientes en tu caso, ¿no?
—Probablemente,
pero ¿qué más da? Los coreanos odian más a los Choi que a los comunistas, así que no creo que se restaure la monarquía.
—¿Y
si lo hicieran?
—Me
cambiaría de nombre y huiría a alguna isla desierta.
—Mi
padre pondría el grito en el cielo.
—Tu
padre está obsesionado.
—Sabes
por qué concertó este matrimonio, ¿no? Yo pensaba que estaba tratando de
castigarme buscándome el peor marido del mundo, pero no es así. Quería que los
Kim y los Choi se unieran y me utilizó para ello.— Jaejoong se
estremeció. —Es como una novela victoriana. Todo esto me pone la piel de
gallina. ¿Sabes qué me dijo ayer?
—Probablemente
lo mismo que a mí. Te habrá enumerado todas las razones por las que deberíamos
seguir casados.
—Me
dijo que si quería retenerte tendría que reprimir mi carácter. Y estar
dispuesto a esperarte en la puerta con las zapatillas en la mano.
Yunho
sonrió.
—A
mí me dijo que ignorara tu carácter y me fijara en tu dulce cuerpo.
—¿De
veras?
—No
con esas palabras, pero ésa era la idea.
—No
lo entiendo. ¿Por qué se molestó en tramar todo esto para un matrimonio de seis
meses?
—¿No
es evidente? Espera que cometamos un desliz y te quedes embarazado.— Jaejoong
lo miró fijamente. —Quiere garantizar el futuro de la monarquía. Quiere un bebé
con sangre Kim y Choi que ocupe un lugar en la historia. Ése es su plan. Que
des a luz a un bebé mítico; si luego seguimos casados o no, no importa. De
hecho, probablemente preferiría que nos divorciáramos; en cuanto rompiéramos
intentaría hacerse cargo del niño.
—Pero
sabe que tomo píldoras. Yuri me acompañó al urólogo. Incluso es ella quien se
encarga de conseguir las recetas porque no se fía de mí.
—Es
evidente que Yuri no está tan ansiosa como él por tener un pequeño Kim–Choi
corriendo por la casa. O simplemente aún no quiere ser abuela. Supongo que él
no lo sabe, pero dudo que tu madrastra pueda ocultárselo durante mucho más
tiempo.
Jaejoong
miró por la ventanilla los cuatro carriles de la autopista. Un letrero de neón
de Taco Bell brillaba intermitentemente a un lado. Luego pasaron ante un
concesionario de Subaru. Jaejoong experimentó una sensación de irrealidad por
el contraste entre los modernos signos de civilización y la conversación que
mantenía con Yunho sobre antiguas monarquías. Al rato le asaltó un pensamiento
horrible.
—El
príncipe Siwon tenía hemofilia y es hereditaria. Yunho, no tendrás esa
enfermedad, ¿verdad?
—No.
Sólo se transmite a través de las mujeres. Aunque Siwon la tenía, no podía
pasarla a sus hijos.— Se pasó al carril izquierdo. —Sigue mi consejo, Jaejoong,
y no piensa en esto. No vamos a seguir casados y no vas a quedarte embarazado,
así que mis conexiones familiares no tienen importancia. Sólo te he contado
esto para que dejes de darme la lata.
—Yo
no te doy la lata.
Yunho
le recorrió el cuerpo con una mirada lasciva.
—Eso
es como decir que tú no...
—Calla.
Como pronuncies esa palabra con «F»,
lo lamentarás.
—¿Qué
palabra es ésa? Dímela al oído para que sepa de qué hablas.
—No
te voy a decir nada.
—Deletréala.
—Tampoco
la deletrearé.
Yunho
siguió bromeando con él hasta llegar al recinto, pero no consiguió que se la
dijera.
A
primera hora de la tarde, la lluvia se había convertido en un diluvio. Gracias
al impermeable que le había prestado de Yunho, Jaejoong no se había mojado la
cabeza, pero para cuando terminó de comprobar la casa de fieras y visitar a
Tater, tenía los vaqueros cubiertos de lodo y sus deportivas estaban tan duras
que parecían zapatos de cemento.
Esa
noche, los artistas habían comenzado a hablar con él antes de la función. Brady
se disculpó por la rudeza que había mostrado el día anterior y Jill lo invitó a
ir de compras esa misma semana. Los Tolea y los Lipscomb la felicitaron por su
valentía y los payasos le dieron un ramillete de flores de papel.
A
pesar del mal tiempo, la publicidad que había rodeado la fuga de Sinjun había
atraído a mucha gente y lograron vender todas las entradas de la función
matinal. Jack había narrado la historia heroica de Jaejoong, pero él lo había
echado a perder al soltar un grito cuando Yunho le rodeó las muñecas con
el látigo.
Cuando
acabó la función, Jaejoong volvió a ponerse los vaqueros enlodados en la zona
provisional de vestuarios que se había dispuesto junto a la puerta trasera del
circo para que los artistas no se mojaran los trajes de actuación. Se abrochó
el impermeable, inclinó la cabeza y salió rápidamente bajo las ráfagas de
lluvia y viento. Aunque no eran ni las cuatro de la tarde, la temperatura había
descendido mucho y para cuando llego a la caravana le castañeteaban los
dientes. Se quitó los vaqueros, puso el calentador en marcha y encendió todas
las luces para iluminar la estancia.
Cuando
la luz llenó el confortable interior y la caravana comenzó a caldearse, Jaejoong
pensó que aquel lugar nunca le había parecido tan acogedor. Se puso un chándal
color melocotón y unos calcetines de lana antes de empezar a trajinar en la
pequeña cocina. Solían cenar antes de la última función y, durante las últimas
semanas, había sido él quien se había encargado de hacer la comida; le
encantaba cocinar cuando no tenía que guiarse por una receta.
Canturreó
mientras cortaba una cebolla y varios brotes de apio antes de empezar a
saltearlos con ajo en una pequeña sartén; luego añadió un poco de romero.
Encontró un paquete de arroz silvestre y lo añadió junio con más hierbas
aromáticas. Sintonizó la radio portátil del mostrador en una emisora de música
clásica. Los olores hogareños de la cocina y los exuberantes acordes del
Preludio en do menor de Rachmaninov inundaron la caravana. Hizo una ensalada,
añadió pechuga de pollo a la sartén y agregó el vino blanco que quedaba en una
botella que habían abierto hacía varios días.
Se
empañaron las ventanas y regueros de condensación se deslizaron por los
cristales. La lluvia repiqueteaba contra el techo metálico, mientras los
olores, la música suave y la acogedora cocina la mantenían en un cálido
capullo. Puso la mesa con la descascarillada vajilla de porcelana china, las
soperas de barro, las desparejadas copas y un viejo bote de miel que contenía
unos tréboles rojos que había recogido en el campo el día anterior, antes de la
fuga de Sinjun. Cuando finalmente miró a su alrededor, pensó que ninguna de las
lujosas casas en las que había vivido antes le había parecido tan perfecta como
aquella caravana destartalada.
La
puerta se abrió y entró Yunho. El agua se le deslizaba por el impermeable
amarillo y tenía el pelo pegado a la cabeza. Jaejoong le pasó una toalla
mientras él cerraba la puerta. El estallido distante de un trueno sacudió la
caravana.
—Huele
bien aquí dentro. —Él echó un vistazo a su alrededor, al interior cálidamente
iluminado, y Jaejoong observó en su expresión algo que parecía anhelo. ¿Había
tenido alguna vez un hogar? Por supuesto no cuando era niño, pero, ¿y de
adulto?
—Tengo
la cena casi lista —dijo él. —¿Por qué no te cambias?
Mientras
Yunho se ponía ropa seca, Jaejoong llenó las copas de vino y revolvió la
ensalada. En la radio sonaba Debussy.
Cuando él regresó a la mesa con unos vaqueros y una sudadera gris, él ya había
servido el pollo con arroz.
Yunho
se sentó después de que Jaejoong tomara asiento. Cogió su copa y la levantó hacia
él en un silencioso brindis.
—No
sé cómo estará la comida. He utilizado los ingredientes que tenía a mano.
Yunho
la probó.
—Está
buenísima.
Durante
un rato comieron en un agradable silencio, disfrutando de la comida, la música
y la acogedora caravana bajo la lluvia.
—Te
compraré un molinillo de pimienta con mi próximo sueldo —dijo Jaejoong, —así no
tendrás que condimentar la comida con lo que contiene esa horrible lata.
—No
quiero que te gastes tu dinero en un molinillo para mí.
—Pero
si te gusta la pimienta.
—Eso
no viene al caso. El hecho es...
—Si
fuese a mí a quien le gustase la pimienta, ¿me comprarías un molinillo?
—Si
quisieras...
Jaejoong
sonrió.
Yunho
pareció quedarse perplejo.
—¿Es
eso lo que quieres? ¿Un molinillo de pimienta?
—Oh,
no. A mí no me gusta la pimienta.
Él
curvó la boca.
—Me
avergüenza admitirlo, Jaejoong, pero parece que empiezo a entender estas
conversaciones tan complejas que tienes.
—Pues
a mí no me sorprende. Eres muy brillante.
Le dirigió
una sonrisita traviesa.
—Y
tú, señor, eres la bomba.
—Y
además sexy.
—Eso
por supuesto.
—¿Podrías
decirlo de todas maneras?
—Claro.
—Yunho lo miró con ternura y le cogió la mano por encima de la mesa. —Eres sin
duda el hombre más sexy que conozco. Y el más dulce...
A Jaejoong
se le puso un nudo en la garganta y se perdió en las profundidades de los
ojos de Yunho. ¿Cómo había podido pensar que eran fríos? Bajó la cabeza antes
de que él pudiese ver las lágrimas de anhelo.
Él
comenzó a hablarle de la función y pronto se reían del lío que se había formado
entre uno de los payasos y una señorita muy bien dotada de la primera fila.
Compartieron los pequeños detalles del día: los problemas de Yunho con uno de
los empleados o la impaciencia de Tater por estar atado todo el día. Planearon
un viaje a la lavandería para el día siguiente y Yunho mencionó que tenía que
cambiar el aceite de la camioneta. Podrían haber sido un matrimonio cualquiera,
pensó Jaejoong, hablando del día a día, y no pudo evitar sentir la esperanza de
que, después de todo, pudieran resolverse las cosas entre ellos.
Yunho
le dijo que fregaría los platos si se quedaba a hacerle compañía, después se
quejó, naturalmente, por el número de utensilios que Jaejoong había utilizado.
Mientras él bromeaba con él, a Jaejoong se le ocurrió una idea.
Aunque
Yunho le había hablado abiertamente de su linaje Choi, no le había revelado
nada sobre su vida actual, algo que para él era mucho más importante. Hasta que
él le dijera a qué se dedicaba cuando no viajaba con el circo no existiría
entre ellos una verdadera comunicación. Pero no se le ocurría otra manera de averiguar
la verdad más que engañándolo. Decidió que quizá no había nada malo en decir
una pequeña mentirijilla cuando era la felicidad de su matrimonio lo que estaba
en juego.
—Yunho,
creo que tengo una infección de oído. —Él dejó lo que estaba haciendo y lo miró
con tal preocupación que a Jaejoong le remordió la conciencia.
—¿Te
duele el oído?
—Un
poquito. No mucho. Sólo un poquito nada más.
—Iremos
al médico en cuanto termine la función.
—Para
entonces todas las consultas estarán cerradas.
—Te
llevaré a urgencias.
—No
quiero ir a urgencias. Te aseguro que no es nada serio.
—No
voy a dejar que viajes con una infección de oído.
—Supongo
que tienes razón. —Jaejoong vaciló; sabía que ahora tocaba poner el cebo.
—Tengo una idea —dijo lentamente. —¿Te importaría mirármelo tú?
Él
se quedó quieto.
—¿Quieres
que te examine yo el oído? —Jaejoong se sintió culpable. Ladeó la cabeza y
jugueteó con el borde de la arrugada servilleta de papel. Al mismo tiempo,
recordó la manera en que él le había preguntado si estaba vacunada del tétanos
o cómo había administrado los primeros auxilios a un empleado. Tenía derecho a
saber la verdad.
—Supongo
que, sea cual sea tu especialidad, estarás cualificado para tratar una
infección de oído. A menos que seas veterinario.
—No
soy veterinario.
—Vale.
Entonces hazlo.
Él
no dijo nada. Jaejoong contuvo los nervios mientras recolocaba los tréboles y
alineaba los botes de sal y la pimienta. Se obligó a recordar que aquello era
por el bien de Yunho. No podría conseguir que su matrimonio funcionara si él
insistía en mantener tantas cosas en secreto.
Lo
oyó moverse.
—Vale,
Jaejoong. Te examinaré.
El
joven alzó la cabeza con rapidez. ¡Lo había conseguido! ¡Por fin lo había
pillado! Con astucia, había logrado que admitiera la verdad. Su marido era
médico y él había logrado que confesara.
Sabía
que se enfadaría cuando lo examinara y descubriera que no tenía nada en el
oído, pero ya se las arreglaría después. Sin duda alguna podría hacerle
entender que había sido por su bien. No era bueno para él ser tan reservado.
—Siéntate
en la cama —dijo. —Y acércate a la luz para que pueda ver.
Él
lo hizo.
Yunho
se demoró secándose las manos delante del fregadero antes de dejar a un lado la
toalla y acercarse a él.
—¿No
necesitas el instrumental?
—Está
en el maletero de la camioneta y preferiría no tener que mojarme otra vez. Además, hay más de una manera de diagnosticar una infección de oído. ¿Cuál de
ellos te duele?
Jaejoong
vaciló una fracción de segundo, luego señaló la oreja derecha. Jaejoong le
retiró el pelo a un lado y luego se inclinó para examinarlo.
—No
veo bien con esta luz, acuéstate.
Jaejoong
se recostó en la almohada. El colchón se hundió cuando él se sentó a su lado y le
puso la mano en la garganta.
—Traga.
Lo
hizo.
Yunho
apretó con la punta de los dedos.
—Otra
vez.
Jaejoong
tragó por segunda vez.
—Mmm.
Ahora abre la boca y di «ah».
—Ahhh...
Yunho
inclinó la cabeza de Jaejoong hacia la luz.
—¿Qué
opinas? —preguntó él finalmente. —Pues parece que sí tienes una infección, pero
no creo que sea en el oído.
«¿Tenía una
infección?»
Yunho
bajó la mano a su cintura y le presionó el abdomen.
—¿Te
duele aquí?
—No.
—Bien.
—Le cogió un tobillo y lo separó del otro. —Estate quieto mientras compruebo el
pulso alterno.
Él se
mantuvo en silencio con la frente arrugada de preocupación. «¿Cómo era posible que tuviera una
infección?» Se encontraba bien. Luego recordó que había tenido un leve
dolor de cabeza hacía un par de días y que a veces se sentía un poco mareado
cuando se levantaba demasiado rápido. Tal vez estaba enfermo y no lo sabía.
Lo
miró con preocupación.
—¿Tengo
el pulso normal?
—Shh...
—Le desplazó el otro tobillo para que mantuviera las piernas separadas y le
apretó las rodillas sobre la tela del chándal. —¿Te ha dolido algo últimamente?
«¿Le había
dolido algo?»
—Creo
que no.
Yunho
le subió la parte superior del chándal y le tocó un pezón.
—¿Sientes
algo aquí?
—No.
Le
rozó el pezón con los dedos y, aunque su toque pareció impersonal, Jaejoong
entrecerró los ojos con suspicacia. Luego se relajó al notar la intensa
concentración en la cara de Yunho. Estaba portándose como todo un profesional;
no había indicio de lujuria en lo que estaba haciendo.
Le
tocó el otro pezón.
—¿Y
aquí? —preguntó.
—No.
Yunho
bajó la parte superior del chándal, cubriéndolo con modestia, y él se sintió
avergonzado por haber dudado de él.
Parecía
preocupado.
—Me
temo que...
—¿Qué?
Cubrió
la mano de Jaejoong con la suya y le dio una palmadita consoladora.
—Jaejoong,
yo no soy urólogo, y normalmente no haría esto, pero me gustaría examinarte.
¿Te importaría?
—¿Si
me importaría...? —Jaejoong vaciló. —Bueno, no, supongo que no. Es decir,
estamos casados y ya me has visto... pero ¿qué tienes que hacer? ¿Crees que me
pasa algo?
—Estoy
prácticamente seguro de que no es nada, pero los problemas glandulares pueden
complicarse y sólo quiero asegurarme de que no es así. —Yunho deslizó los
pulgares hasta la cinturilla de los pantalones de Jaejoong. Él levantó las
caderas y dejó que se los quitara junto con los bóxer.
Cuando
él tiró la ropa al suelo, las sospechas de Jaejoong regresaron de nuevo, pero
las ignoró cuando se dio cuenta de que él no estaba mirándolo. Parecía
distraído, como si estuviera ensimismado. ¿Y si en realidad tenía una
enfermedad rara y él estaba pensando la mejor manera de decírselo?
—¿Prefieres
que te cubra con la sábana? —preguntó él.
Al
joven le ardieron las mejillas.
—Er...
esto... No es necesario. Es decir, dadas las circunstancias...
—Vale.
Entonces... —Le apretó con suavidad sus rodillas. —Dime si te duele.
Yunho
le metió un dedo en su entrada No le dolió. Ni un poquito. Nada fuera de lo
normal. Mientras lo examinaba, a Jaejoong se le cerraron los ojos y comenzó a
flotar. Yunho tenía un toque de lo más asombroso. Controlado. Exquisito. Un
roce aquí. Otro allá. Era delicioso. Esos dedos dejaron un rastro suave y húmedo.
Su boca... ¡Era su boca!
Jaejoong
levantó de golpe la cabeza de la almohada.
—¡Eres
un pervertido! —chilló él.
Él
soltó una risotada y lo inmovilizó, agarrándolo con firmeza.
—¡No
eres médico!
—¡Ya
te lo había dicho! Eres muy ingenuo. —Yunho se rio más fuerte. Jaejoong intentó
soltarse y él lo sujetó con firme mano mientras se bajaba la cremallera con la
otra. —Pequeño farsante, has intentado engañarme con una falsa infección de
oídos.
Jaejoong
entornó los ojos cuando él se bajó los vaqueros.
—¿Qué
estás haciendo?
—Sólo
hay una cura para lo que te pasa, cariño. Y yo soy el único hombre que puede
proporcionártela.
Los
ojos de Yunho chispearon de risa y pareció tan satisfecho de sí mismo que la
irritación de Jaejoong se aplacó y le resultó difícil mantener el ceño
fruncido.
—¡Me
las pagarás!
—No
hasta que me cobre la consulta. —Los vaqueros de Yunho cayeron al suelo en un
suave susurro junto con los calzoncillos. Con una amplia y lobuna sonrisa,
cubrió el cuerpo de Jaejoong con el suyo y entró en él con una suave embestida.
—¡Degenerado!
Eres un horrible... ahh... un horrible... Mmm...
Yunho
esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Decías?
Jaejoong
luchó contra la creciente excitación que lo inundaba, decidido a no ceder a él
con demasiada facilidad.
—¡Creí
que me pasaba algo! Y... y durante todo ese tiempo estabas... ahhh... ¡estabas
buscando un polvo!
—Ese
lenguaje... — Jaejoong gimió y apresó las caderas de Yunho entre las
manos.
—Y
lo dice alguien que ha violado el juramento hipocrático...
Él
soltó una carcajada que envió vibraciones de placer al interior del joven.
Cuando Jaejoong le miró a los ojos, vio que el desconocido tenso y peligroso
con quien se había casado había desaparecido. En su lugar había un hombre que
no había visto nunca: joven, alegre y despreocupado. A Jaejoong le dio un
vuelco el corazón.
Se
le empañaron los ojos. Yunho le mordisqueó el labio inferior.
—Oh,
Yunho...
—Calla,
amor. Cállate y deja que te ame. — Dijo las palabras con el ritmo que marcaban
sus embestidas. Jaejoong le respondió y se unió a él con los ojos llenos de
lágrimas. En un par de horas tendrían que enfrentarse en la pista, pero por
ahora no había peligro, sólo el placer que atravesaba sus cuerpos, inundaba sus
corazones y estallaba en un manto de estrellas.
Un
rato después, cuando Jaejoong estaba en el cuarto de baño aplicándose el
maquillaje para la función, la sensación de bienestar se evaporó. No importaba
lo que él quisiera creer, no habría verdadera intimidad entre ellos si Yunho
guardaba tantos secretos.
—¿Quieres
tomar un café antes de que salgamos a mojarnos? —gritó él.
Jaejoong
guardó delineador y salió del cuarto de baño. Yunho estaba apoyado en el
mostrador con sólo los vaqueros y una toalla amarilla colgando del cuello. Jaejoong
metió las manos en los bolsillos del albornoz.
—Lo
que quiero es que te sientes y me digas a qué te dedicas cuando no viajas con
el circo.
—¿Ya
estamos con eso otra vez?
—Más
bien seguimos con ello. Ya basta, Yunho. Quiero saberlo.
—Si
es por lo que acabo de hacer...
—Eso
ha sido una tontería. Pero no quiero más misterios. Si no eres médico ni
veterinario, dime, ¿qué tipo de doctor eres?
—Puede
que sea dentista.
Yunho
parecía tan esperanzado que Jaejoong casi sonrió.
—No
eres dentista. Ni siquiera utilizas la seda dental todos los días.
—Sí
que lo hago.
—Mentiroso,
como mucho cada dos días. Y, definitivamente, no eres psiquiatra, aunque estás
neurótico perdido.
Él
cogió la taza de café del mostrador y se quedó mirando el contenido.
—Soy
profesor universitario, Jaejoong.
—¿Que
eres qué?
Yunho
lo miró.
—Soy
profesor de historia del arte en una pequeña universidad privada de
Connecticut. Ahora mismo he cogido una excedencia.
Jaejoong
se había imaginado muchas cosas, pero no ésa. Aunque, si lo pensaba bien,
tampoco debería asombrarse tanto. Él había dejado caer pistas sutiles. Recordó
que Krystal le había dicho que Yunho la había llevado a una exposición y le
había comentado los cuadros. Y había muchas revistas de arte en la caravana,
aunque él había pensado que se las habían dejado los anteriores inquilinos.
Además, estaban las numerosas referencias que Yunho había hecho a pinturas
famosas. Se acercó a él.
—¿Y
por qué tanto misterio?
Yunho
se encogió de hombros y tomó un sorbo de café.
—A
ver si lo adivino. Es por el mismo motivo por el que usamos esta caravana, ¿no?
¿La misma razón por la que escogiste vivir en el circo en vez de otro sitio?
Sabías que estaría más cómodo con un profesor universitario que con Yunho el
heredero, y no querías que estuviese a gusto.
—Quería
que te dieras cuenta de lo diferentes que somos. Trabajo en un circo, Jaejoong. Yunho
el heredero es una parte muy importante de mi vida.
—Pero
también eres profesor universitario.
—En
una universidad pequeña.
Jaejoong
recordó la raída camiseta universitaria que a veces se ponía él para dormir.
—¿Estudiaste
en la Universidad de Seúl ?
—Hice
prácticas allí, pero me licencié y doctoré en la Universidad de China.
—Me
cuesta imaginarlo.
Yunho
le rozó la barbilla con el pulgar.
—Esto
no cambia nada. Todavía diluvia, tenemos una función que hacer y estás tan
hermoso que lo único que quiero es quitarte el albornoz y volver a jugar a los
médicos.
Jaejoong
se obligó a dejar de lado las preocupaciones y a vivir el presente, al menos de
momento.
Esa
noche, a mitad de la función, se levantó viento. Cuando los laterales de la
lona de nailon del circo comenzaron a hincharse y deshincharse como un gran
fuelle, Yunho ignoró la afirmación de Sully de que la tormenta amainaría y
ordenó a Jack que suspendiera la función.
El
maestro de ceremonias lo anunció de manera discreta, diciéndole al público que
necesitaban bajar la cubierta del circo como medida de seguridad, garantizando
a todos el reembolso de la entrada. Mientras Sully echaba humo por el dinero
perdido, Yunho dio instrucciones a los músicos de tocar una alegre melodía para
acelerar la salida de la gente.
Parte
del público se detuvo bajo el toldo de entrada para no mojarse y tuvieron que
animarlo para que continuara saliendo. Mientras ayudaba a la evacuación, Yunho
sólo pensaba en Jaejoong; en si habría seguido sus órdenes de permanecer en la
camioneta hasta que amainara el viento.
¿Y
si no lo había hecho? ¿Y si estaba ahí fuera en ese momento, bajo el viento y
la lluvia, por si se había perdido algún niño o para ayudar a un anciano a
llegar hasta su coche? ¡Maldición, seguro que era así! Jaejoong tenía más
corazón que sentido común y se olvidaría de su propia seguridad si sabía que
alguien estaba en problemas.
Un
sudor frío le cubrió la piel y tuvo que recurrir a todo su control para mirar
con gesto tranquilo al público que pasaba por su lado. Se dijo a sí mismo que
él estaría bien, e incluso esbozó una sonrisa cuando recordó la jugarreta que
le había hecho antes. Se había reído más en el tiempo que llevaban juntos que
en toda su vida. Nunca sabía cuál sería la próxima ocurrencia de su esposo. Lo
hacía sentirse como el niño que nunca había sido. ¿Qué haría cuando él se
fuera? Se negaba a pensar en ello. Lo superaría y punto, tal como había hecho
con todo lo demás. La vida lo había convertido en un solitario, y era así como
le gustaba vivir.
Cuando
el último de los espectadores abandonó el circo, el viento había arreciado y la
empapada lona se abombaba por las ráfagas. Yunho tenía miedo de perder la
cubierta si no la aseguraban con rapidez, y se movió de un grupo a otro para
ordenar y ayudar a aflojar las cuerdas. Uno de los empleados soltó la cuerda
antes de tiempo y le dio en la mejilla, pero Yunho ya había sentido latigazos
antes e ignoró el dolor. La fría lluvia cayó sobre él cegándole, el viento le
revolvió el pelo y, durante todo el tiempo que estuvo trabajando, pensaba en Jaejoong.
«Será mejor que estés en la camioneta, ángel. Por tu propia seguridad y por la
mía.»
Jaejoong
estaba agazapado en el centro de la jaula de Sinjun con el tigre acurrucado a
su lado y la lluvia entrando por los barrotes. Yunho no confiaba en la
seguridad de la caravana durante la tormenta y le había dicho que se metiera en
la camioneta hasta que amainara el viento. Se dirigía allí cuando había
oído el rugido aterrorizado de Sinjun. Se dio cuenta de que la tormenta lo
había asustado.
El
tigre estaba a la intemperie, expuesto a los elementos mientras todos ayudaban
a desmontar el circo. Al principio Jaejoong se había quedado junto a la jaula,
pero el embate de la lluvia y del viento hacía que le resultara difícil
mantenerse en pie. Sinjun se puso frenético cuando él intentó resguardarse
debajo de la jaula y, sin que le quedara otra elección, se había metido dentro
con él.
Ahora
lo rodeaba como si fuera un gato grande. Jaejoong sentía la vibración de la
respiración y del ronroneo del felino en la espalda y gracias al calor del
animal no tenía frío. Se acurrucó contra él y se sintió tan seguro como unas
horas antes, cuando se encontraba entre los brazos de Yunho.
Jaejoong
no estaba en la camioneta.
Jaejoong
no estaba en la caravana.
Yunho
atravesó el recinto buscándolo frenéticamente. ¿Qué habría hecho esta vez? ¿Dónde se habría metido? ¡Maldita sea, todo eso era culpa suya! Sabía de sobra
lo loco que estaba; debería haberlo acompañado a la camioneta y, ya puestos,
atado al volante.
Yunho
siempre se había sentido orgulloso de mantener la cabeza fría ante una crisis,
pero ahora no podía pensar. La tormenta amainó después de que aseguraran la
carpa y pasaron unos cuantos minutos revisando los daños superficiales; el
cristal delantero de uno de los camiones estaba salpicado de escombros y uno de
los puestos había volcado por el viento. La lona del circo tenía algún
desgarrón, pero no parecía haber sufrido daños serios. Tras asegurarse de que
todo estaba en orden decidió ir a buscar a Jaejoong. Sin embargo, cuando llegó
a la camioneta, y vio que no estaba allí, sintió cómo el pánico le atenazaba
las entrañas.
¿Por
qué no lo había vigilado de cerca? Era demasiado frágil, demasiado confiado. «Dios mío, que no le haya ocurrido nada.»
Vio
un destello de luz al otro lado del recinto, pero uno de los remolques le
bloqueaba la vista. Mientras corría hacia allí, oyó la voz de Jaejoong y se le
aflojaron los músculos de puro alivio. Rodeó el vehículo con rapidez y pensó
que nunca había visto nada más hermoso que Jaejoong sosteniendo una linterna y
dirigiendo a dos de los empleados para que cargaran la jaula de Sinjun en la
parte trasera del camión que transportaba a las fieras.
Quiso
sacudirlo por haberle hecho pasar tanto miedo, pero se contuvo. No era culpa
suya que él se hubiera convertido en un debilucho y un cobarde.
Cuando
lo vio, Jaejoong esbozó una sonrisa tan llena de felicidad que hizo que el
calor alcanzara los dedos de los pies de Jaejoong.
—¡Estás
bien! Estaba tan preocupado por ti.
Él
se aclaró la garganta y tomó aliento para tranquilizarse.
—¿Necesitas
que te eche una mano?
—Creo
que ya estamos acabando —dijo Jaejoong, subiéndose al camión.
Aunque
Yunho quería llevarlo a la caravana y amarlo hasta la mañana siguiente, lo
conocía lo suficiente como para saber que ninguna baladronada por su parte la
apartaría del camión hasta que estuviera totalmente seguro de que los animales
a su cargo estaban bien resguardados. Si se lo permitía, incluso les habría
leído un cuento antes de arroparlos.
Jaejoong
salió por fin y, sin ninguna vacilación, estiró los brazos y se dejó caer desde
la parte superior de la rampa hacia él. Cuando Yunho lo estrechó contra su
pecho, decidió que eso era lo que más le gustaba de él: nunca dudaba de él. Jaejoong
había sabido que lo atraparía entre sus brazos costara lo que costase.
—¿Te
quedaste en la camioneta durante la tormenta como te dije? —le preguntó
plantándole un beso duro y desesperado sobre el pelo mojado.
—Mmm...
estuve a salvo, te lo aseguro.
—Bien.
Volvamos a la caravana. Los dos necesitamos una ducha caliente.
—Antes
necesito...
—Saber
cómo está Tater. Iré contigo.
—Pero
no vuelvas a mirarlo con cara de pocos amigos.
—Nunca
lo miro con cara de pocos amigos.
—La
última vez que lo miraste así heriste sus sentimientos.
—No
tiene...
—Por
supuesto que tiene sentimientos.
—Lo
mimas demasiado.
—Es
cariñoso, no mimado. Hay una gran diferencia.
Yunho
le dirigió una mirada significativa.
—Créeme,
conozco la diferencia entre cariñoso y mimado.
—¿Estás
insinuando...?
—Ha
sido un cumplido.
—No
ha sonado así.
Discutió
con él hasta que llegaron al remolque donde se encontraba el elefante, pero Yunho
no le soltó la mano en ningún momento. Ni se le borró la sonrisa de la cara.
yunho q vivo, engaño a jae para q se deje revisar para lograr lo q el queria XD asi q yunho trabajaba en una universidad ** al fin se va abriendo con jae, yunho no lo admite pero ya ama a jaejoong
ResponderBorrarynho pervertido con jae jajjajaj muy bueno el capitulo gracias
ResponderBorrarAsi que yunho es doctor pero por trabajar en una universidad omg, y le devolvio la jugada a jae cuando le mintio con lo de la infección en el oido, es un pervertido, casi me da algo cuando paso lo de la tormenta y jae no aparecia pero estaba a salvo con sinjun y yunho lo encontro, no cabe duda que algo va creciendo entre ellos sin darse cuenta ;_; ♡ gracias por actualizar!
ResponderBorraraaww mi vida y dicen que no estan enamorados?¡ bueno yunho de jae? pienso igual que JJ no podria ser más perfecto d elo que estan viviendo ahorita :3 todo es tan bonito aunque tambien tienen una parte de razon este yunho si jj no tiene alguien que en verdad lo ame y le de hijos se marchitará mmmm esto se pone cada vez mejor y omo con lo de yunnie de maestro :O sabia que debia de ser algo asi como un sexy intelectual circense xDD jajajaja okya gracias por el cap¡¡
ResponderBorrarYunho tiene celos de los animales xD (?)
ResponderBorrarPor fin yunho entiende que con Jae no va a poder ... lo trato de alejar despues de que se confesara pero Jae ya sabe por donde darle a yunho y sinceramente aunque yunho lo niegue jae lo tiene cautivado
ResponderBorrarme gusta como van yendo las cosas para ellos dos, aunque siento que van a tenere que enfrentar algo mas para estar junto
Pues ahora Yunho si tiene verdaderos contrincantes en el cariño de Jaejoong, y estos son las fieras del circo...
ResponderBorrarla historia es muy buena, pero, y espero no te molestes, pero me e dado cuenta de algunas incongruencias y esto de alguna manera es algo confuso, en verdad espero y no te molestes, se que es muy difícil adaptar una historia a algo muy distinto. Gracias
ResponderBorrarJaja q terrible q es Yunho... Por fin me esta cayendo bien :D.. Amo como jae trata a las fieras
ResponderBorrarhahaha asi que Yunho termino jugando al doctor haha y vaya que el jueguito resulto placentero ...woo Yunho ya estas mas adentro que afuera en cuanto a tus sentimientos, solo falta que des cuenta...me encanto el cap ^^
ResponderBorrarJae queriendo engañar a yunho ..pero el fue mas astuto jajajaj tan lindos… yunho preocupandose por su esposoooo *-*
ResponderBorrarjaja jaejoong fue muy ingenuo el quería engañar a yunho para descubrir si era doctor pero al final el engañado fue el XD!
ResponderBorraryunho es profesor de una universidad de verdad? wau me sorprendí :D
que lindo fue fue yunho preocupándose por jae (*w*)
Ahh eso me suena a amor XD
ResponderBorrarjaja ese truco que hizo el doctor yunho cuando en realidad no era medica si no maestro, lo bueno es qu por fin se revelo algo más de su vida XD ahh y no dejo de sorprenderme de lo inteligente que es jae XD
JAE YA SABE QUE SU PAPA LO CASO CON YUNHO PARA QUE TENGAN UN HIJO Y ASI TENER UN HEREDERO A LA CORONA,ME GUSTO EL TRUCO QUE UTILIZO JAE PARA QUE DESCUBRA A YUNHO PERO EL SE APROVECHO DE JAE Y LO ENGAÑO,YUNHO ES UN MAESTRO QUE SORPRESA PERO AL MENOS LE DIJO ALGO DE SU VIDA,JAE Y SU AMOR POR LOS ANIMALES VIENDO QUE CADA UNO DE ELLOS ESTEN BIEN
ResponderBorrarme mató la exploración del falso doctor por si tenía una infección.
ResponderBorrareste Jae es demasiado inocente y Yunho un aprovechado.
me encanta la historia ,es tan apasionante.
gracias por compartirla
jajjajjajaaja ame a ese doctor^^ :3 ayy q bellos los amo *v*♥
ResponderBorrarme diverti cuando jugaron al doctor jejejejdjdejrje que tal examinacion jejeejee y es mas ahora yunho tiene miedo de perderlo es tiempo que acepte sus sentimientos
ResponderBorrarWoooo!!!
ResponderBorrarJugaron al doctor jajaja fue gracioso que jae caiga yunho es un pervertido
gracias por el cap^^
me encanto este cap por que yunho supo ponerle una trampa a la trampa de ja.<
ResponderBorrarMe encanto lo del doctor!! por el amor a dios fue awendfoqiwjef demasiado mori de risa
ResponderBorrarYunnie es profesor universitario! genial eso es realmente genial :3
Jae ve a los animales como sus bebes eso me parece hermoso <3
es verdad desde que jae llego a la vida de yunho este sonríe mas y es menos amargado
ResponderBorrarya yunho admítelo de una buena ves estas perdido de amor por jae son señales claras que el no termina de ver
Hahahaha Jae creyó que se había salido con la suya pero Yunho le cambio el juego aunque ambos terminaron ganando:a
ResponderBorrarMe alegra que ya se esta dando cuenta Yunho de cuan bien le hace Jae a su vida y ademas Jae le da razones de sobra para que no lo aleje c: Solo espero que su padre y yuri no interfieran en su relacion y los separen si es que llegan a concebir un heredero xc
Yunho es un pícaro ah mentirle de que era doctor casi se lo creo Jaejoong y yo tambien pero el chico estaba caliente y necesitaba de su pobre esposo
ResponderBorrarwiiii era profesor bueno je lo esperaba es un chico que se estq volviendo un kanojo de nervios si no sabe si Jaejoong esta totalmente a salvo aaah admite que lo amas porque eres tan terco
Que hermosa historia, me siento feliz de poder leerla....gracias
ResponderBorrarAaaalaaa!!! tiene un posgrado!!!! Ay Yunho y dices que no vales nada...que sería si pensarás lo contrario!!! Ame este Cap, porque lentamente Yunho está descubriendo que siente más por Jae que preocupación, está celoso de Tarde. Y tiene miedo de ver sufrir a Jae. Diooos Jae te dijo entre líneas que te ama!!!!
ResponderBorrar