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domingo, 23 de marzo de 2014

Capítulo 18


Jaejoong tragó saliva. 

—¿Quieres que me desnude? 

Sabía que parecía idiota, pero Yunho lo había cogido por sorpresa. ¿Qué quería decir exactamente con que «se sentía violento»? Miró al otro lado de la caravana el látigo que él había dejado enrollado sobre el brazo del sofá. Sabía que le había asustado muchísimo al decirle que lo amaba, pero él no se había esperado esa reacción. Aun así, sabiendo que aquél era un tema delicado para Yunho, debería haber imaginado que reaccionaría de manera exagerada. 

—Deja de perder el tiempo. —Yunho se quitó la camiseta. Los vaqueros le caían a la altura de las caderas, haciéndole parecer oscuro y peligroso.—Cuando dices que te sientes violento... Quiero decir que es el momento de mostrarte algo diferente. 

—Para ser sinceros, no creo que aún esté preparado para eso. 

—Pensaba que habías dicho que me amabas, Jaejoong, demuéstramelo.— Definitivamente Yunho lo estaba retando, y Jaejoong contó mentalmente hasta diez. —No soy de esos hombres románticos que regalan flores. Lo sabes. Me gusta el sexo. Me gusta practicarlo a menudo y no me gusta contenerme. 

«¡Dios! Sí que le había asustado.» Jaejoong se mordisqueó el labio inferior. A pesar de lo que él había dicho antes, Yunho no era previsible, así que debía ser cauteloso. Por otra parte, Tater y sus compañeros le habían enseñado una regla básica para tratar con bestias grandes. Si retrocedes, te aplastan. 

—Muy bien —dijo. —¿Qué quieres que haga? 

—Ya te lo he dicho. Desnúdate. 

—Te he dicho que quería hacerte el amor, nada más. 

—Quizá yo no quiera hacer el amor. Quizá sólo quiera follar. 

Era un cebo; uno que, evidentemente, Yunho quería que picara. Jaejoong tuvo que morderse la lengua para no caer en la trampa. Si perdía la calma le estaría siguiendo el juego, que era justo lo que él quería. Tenía que hacerle frente de alguna manera y tenía que ser él el que dictara las normas. Lo amaba demasiado para dejar que lo intimidara. 

Consideró sus opciones, luego se levantó de la cama y comenzó a desnudarse. Él no dijo nada; se limitó a observarlo. Jaejoong se quitó los zapatos y se deshizo del maillot, pero cuando se quedó en bóxer, se detuvo indeciso. Yunho estaba muy excitado, un hecho que revelaban los ceñidos vaqueros, y su estado de ánimo era tan volátil que Jaejoong no sabía qué esperar. Quizá lo mejor sería distraerlo. Puede que de esa manera lograra ganar un poco de tiempo. 

Desde la charla que había mantenido con su padre, Jaejoong no había tenido oportunidad de hablar con Yunho sobre su asombroso origen. Si ahora sacaba el tema a colación, puede que le pillara desprevenido. Una conversación sobre sus orígenes familiares podría calmar el imprevisible humor de su marido. 

—Mi padre me ha dicho que tu padre era un Choi. 

—Quítame los vaqueros. 

—Y no cualquier Choi. Me ha dicho que eres el nieto de Seunghyun II.

—No quiero tener que repetírtelo.— Yunho lo miró con tal arrogancia que no le resultó difícil imaginarlo sentado en el trono de Catalina la Grande mientras le ordenaba a alguna de las obstinadas mujeres Kim que se lanzara al Volga.

—Dice que eres el heredero de la corona coreana.

—Calla y haz lo que te digo.

Jaejoong contuvo un suspiro. «Señor, qué difícil estaba siendo.» Parecía que no había nada como una declaración de amor para que ese coreano se lanzara al ataque. A Jaejoong le costó trabajo sostenerle la mirada con algo de dignidad cuando sólo llevaba puesta la ropa interior y él parecía tan alarmantemente omnipotente, pero lo hizo lo mejor que pudo. Estaba claro que ése no era el momento adecuado para obtener las respuestas que deseaba de él. 

—Y cuando me quites los vaqueros, hazlo de rodillas —le dijo Yunho con desdén. 

«¡Mamón insufrible!» 

Él apretó los labios. 

—Ahora.

Jaejoong respiró hondo tres veces. Nunca hubiera imaginado que él lo presionaría de esa manera. Le sorprendía cómo reaccionaba un hombre bajo los efectos del miedo. Y ahora tenía intención de presionarlo para que él retirara aquella declaración de amor. ¿Cuántos tigres tenía que domesticar en un día? 

Al estudiar los arrogantes ojos entornados de Yunho, la llamarada insolente de sus fosas nasales, Jaejoong sintió una inesperada oleada de ternura. Pobrecito. Se enfrentaba al miedo de la única manera que sabía y castigarlo sólo lo pondría más a la defensiva. «Oh, Yunho, ¿qué le hizo el látigo de tu tío?» 

Lo miró a los ojos y se puso de rodillas. Lo inundó una oleada de sensaciones al ver lo excitado que estaba. Ni siquiera el miedo podía evitarlo. Yunho cerró los puños. 

—¡Maldita sea! ¿Y tú orgullo? 

Jaejoong se sentó sobre los talones y miró aquella cara dura e inflexible; esa combinación eslava de pómulos prominentes y profundas sombras, así como las pálidas líneas de tensión que le enmarcaban la boca. 

—¿Mi orgullo? Está en mi corazón, por supuesto.

—¡Estás permitiendo que te humille! 

Jaejoong sonrió. 

—Tú no puedes humillarme. Sólo yo puedo rebajarme. Y me arrodillo ante ti para desnudarte porque eso me excita. 

Un traidor silencio se extendió entre ellos. Yunho parecía muy torturado y a Jaejoong le dolió verlo así. Se inclinó hacia él y apretó los labios contra aquel duro abdomen, justo encima de la cinturilla de los vaqueros. Le dio un ligero mordisco, luego tiró del botón hasta que cedió bajo sus dedos y le bajó la cremallera.

A Yunho se le puso la piel de gallina. 

—No te comprendo en absoluto. —Su voz sonó áspera. 

—Creo que a mí sí. Es a ti mismo a quien no comprendes. 

Yunho lo agarró por los hombros y lo hizo ponerse en líe. Sus ojos parecían tan oscuros e infelices que él no podía soportar mirarlos.

—¿Qué voy a hacer contigo? —dijo él. 

—¿Quizá corresponder a mi amor? 

Yunho respiró hondo antes de cubrirle la boca con la suya. Jaejoong sintió su desesperación, pero no sabía cómo ayudarle. El beso los capturó a los dos. Los envolvió como un ciclón. 

Jaejoong no supo cómo se despojaron de la ropa, pero antes de darse cuenta estaban desnudos sobre la cama. Una sensación cálida y ardiente comenzó a extenderse por su vientre. La boca de Yunho estaba en su hombro, en su pecho, rozándole los pezones. Lo besó en el vientre. Jaejoong abrió las piernas para él y permitió que le subiera las rodillas. 

—Voy a tocarte por todas partes —le prometió él contra la suave piel del interior de sus muslos. Y lo hizo. Oh, cómo lo hizo. Puede que no lo amara con el corazón, pero lo amaba con su cuerpo, y lo hizo con una desenfrenada generosidad que lo llenó de deseo. Jaejoong aceptó todo lo que él quiso darle y se lo devolvió a su vez, usando las manos, la calidez de su boca y el roce de su piel.

Cuando finalmente él se hundió profundamente en su interior, Jaejoong lo envolvió con las piernas aferrándose a él. 

—Sí —susurró él. —Oh, sí. 

Las barreras entre ellos desaparecieron y mientras buscaban juntos el éxtasis, Jaejoong comenzó a murmurar: 

—Oh, sí. Me gusta eso. Me encanta... Sí. Más profundo. Oh, sí. Justo así... 

Jaejoong siguió susurrando aquellas palabras, guiado, por el instinto y la pasión. Si dejaba de hablar, él trataría de olvidar quién era él y lo convertiría en un cuerpo anónimo. Y eso no podía consentirlo. Era Jaejoong. Era su esposo. 

Así que habló, se aferró a él y juntos alcanzaron el éxtasis. 

Finalmente, la oscuridad dejó paso a la luz. 

—Ha sido sagrado. 

—No ha sido sagrado. Ha sido sexo.

—Hagámoslo de nuevo. 

—Vamos a cien por hora, no hemos dormido más de tres horas y llegamos con retraso a Beijing. 

—Estirado. 

—¿A quién llamas estirado? 

—A ti. 

Lo miró de reojo, con una chispa diabólica en los ojos. 

—A ver si te atreves a repetirlo cuando estés desnudo. 

—No volverás a verme desnudo hasta que admitas que ha sido sagrado. 

—¿Y si admito que fue especial? Porque fue muy especial. 

Jaejoong le dirigió una mirada engreída y lo dejó pasar. La noche anterior había sido más que especial y los dos lo sabían. Jaejoong lo había sentido en la urgencia con la que habían hecho el amor y en la forma en que se habían abrazado después. Cuando se habían mirado a los ojos no se habían ocultado nada, no se habían reservado nada. 

Esa mañana, Jaejoong esperaba que él volviera a las nidadas y que actuara de la misma manera hosca y distante de siempre. Pero para su sorpresa, él se había mostrado tierno y cariñosamente burlón. Como si se hubiera rendido. Jaejoong quería creer con cada latido de su romántico corazón que su marido se había enamorado de él, pero sabía que eso no sería fácil. Por ahora, agradecía que Yunho hubiera bajado la guardia. 

La lluvia comenzó a caer sobre el polvoriento parabrisas de la camioneta. Era un día frío y gris, y según el pronóstico del tiempo sólo iría a peor. Yunho lo miró, y Jaejoong tuvo la sensación de que le había leído la mente. 

—No puedo resistirme a ti —dijo Yunho con suavidad. —¿Lo sabes, no? Y ya me he cansado de fingir lo contrario —adoptó una expresión de profunda preocupación. —Pero no te amo, Jaejoong, y no puedes hacerte una idea de cuánto lo siento, porque si tuviera que amar a alguien, sería a ti. 

Jaejoong se obligó a tragar saliva. 

—¿Es por lo de la mutación de la que hablaste? 

—No bromees con eso. 

—Lo siento. Pero es que es increíblemente... —«Estúpido». Porque era una estupidez, aunque se calló la palabra.

Si él creía que no podía amarlo, lo único que conseguiría discutiendo con él sería que se pusiera de nuevo a la defensiva. A menos que fuera cierto. Tan desafortunado pensamiento cruzó como un relámpago por la mente de Jaejoong. ¿Y si Yunho tenía razón? ¿Y si aquella violenta infancia le había dejado una cicatriz tan profunda que nunca sería capaz de amar? ¿Y si simplemente no podía amarlo a él? 

La lluvia tamborileó con fuerza contra el techo. Jaejoong bajó la mirada a su anillo de boda. 

—Dime cómo sería. ¿Cómo sería si me amases? 

—¿Si te amase? 

—Sí. 

—Es una pérdida de tiempo hablar de algo que no puede ocurrir. 

—¿Sabes qué pienso? Que no creo que fuera mejor que esto. Ahora es perfecto. 

—Pero no durará. Dentro de seis meses nuestro matrimonio habrá terminado. No podría vivir conmigo mismo viendo cómo languideces por no darte lo que te mereces. No puedo darte amor. Ni hijos. Y eso es lo que necesitas, Jaejoong. Eres ese tipo de hombre. Te marchitarás como una flor si no lo tienes. 

Jaejoong sintió una punzada de dolor al oír aquellas palabras, pero no podía reprocharle su sinceridad. Como sabía que él no admitiría nada más por el momento, cambió de tema. 

—¿Sabes qué es lo que quiero de verdad?

—Supongo que unas semanas en un spa con manicura incluida. 

—No. Quiero trabajar en una guardería. 

—¿En serio?

—Es una tontería, ¿a que sí? Tendría que ir a la universidad y ya soy demasiado mayor. Para cuando me graduara, habría pasado de los treinta. 

—¿Igual que si no vas a la universidad?

—¿Perdón? 

—Los años pasarán igual, vayas o no a la universidad. 

—¿Me estás diciendo en serio que debería hacerlo?

—No veo por qué no. 

—Porque ya he metido la pata demasiadas veces en mi vida y no quiero hacerlo más. Sé que soy inteligente, pero he tenido una educación muy poco convencional y no soy capaz de seguir una rutina. No me imagino compartiendo clase con un puñado de jovencitos de dieciocho años de ojos brillantes recién salidos del instituto. 

—Quizás es hora de que empieces a verte con otros ojos. No olvides que eres el señorito que domestica tigres. —Le dirigió una misteriosa sonrisa que hizo que Jaejoong se preguntase de qué tigre hablaba: de Sinjun o de sí mismo, pero Yunho era demasiado arrogante para pensar que él lo había domesticado. 

Miró hacia delante y divisó una serie de flechas indicando la dirección. 

—Gira ahí delante. 

Encontrar las flechas que señalaban la ubicación del circo era tan natural para Yunho como respirar. Jaejoong sospechó que ya las había visto, pero él asintió con la cabeza. La lluvia arreció y él aumentó la velocidad de los limpiaparabrisas. 

—Supongo que no seremos tan afortunados como para instalarnos sobre el asfalto esta vez —dijo Jaejoong. 

—Me temo que no. Estaremos en un descampado.

—Supongo que ahora sabré de primera mano por qué a los circos como el de los Hermanos Quest se les llama circos de barro. Sólo espero que la lluvia no moleste a los animales. 

—Estarán bien. Son los empleados los que sufrirán más. 

—Y tú. Tú estarás allí con ellos. Siempre lo estás. 

—Es mi trabajo.

—Extraño trabajo para alguien que debería ser el heredero de la corona coreana —Lo miró de reojo. Si él pensaba que se había olvida do de ese tema, se equivocaba. 

—¿Ya estamos con eso otra vez? 

—Si me dices la verdad no volveré a mencionarlo nunca más. 

—¿Me lo prometes? 

—Te lo prometo. 

—Está bien, pues —respiró hondo. —Es probable que sea verdad. 

—¿¡Qué!? —Jaejoong volvió la cabeza con tal rapidez que casi se partió el cuello. 

—Las pruebas dicen que tengo ascendencia Choi y, por lo que Yesung ha podido averiguar, existen muchas probabilidades de que sea el bisnieto de Seunghyun II. 

Jaejoong se hundió en el asiento. 

—No me lo creo. 

—Bueno. Entonces no hay nada más de lo que hablar. 

—¿Lo dices en serio?

—Yesung tiene pruebas bastante convincentes. Pero dado que no puedo hacer nada al respecto, será mejor que hablemos de otros temas. 

—¿Eres el heredero del trono coreano?

—En Corea no hay trono. Por si se te ha olvidado, allí no existe la monarquía. 

—Pero si la hubiera... 

—Si la hubiera, saldrían Choi de cada carpintería de Corea afirmando ser el heredero. 

—Por lo que me dijo mi padre, hay pruebas más que suficientes en tu caso, ¿no? 

—Probablemente, pero ¿qué más da? Los coreanos odian más a los Choi que a los comunistas, así que no creo que se restaure la monarquía.

—¿Y si lo hicieran?

—Me cambiaría de nombre y huiría a alguna isla desierta. 

—Mi padre pondría el grito en el cielo. 

—Tu padre está obsesionado. 

—Sabes por qué concertó este matrimonio, ¿no? Yo pensaba que estaba tratando de castigarme buscándome el peor marido del mundo, pero no es así. Quería que los Kim y los Choi se unieran y me utilizó para ello.— Jaejoong se estremeció. —Es como una novela victoriana. Todo esto me pone la piel de gallina. ¿Sabes qué me dijo ayer? 

—Probablemente lo mismo que a mí. Te habrá enumerado todas las razones por las que deberíamos seguir casados. 

—Me dijo que si quería retenerte tendría que reprimir mi carácter. Y estar dispuesto a esperarte en la puerta con las zapatillas en la mano. 

Yunho sonrió. 

—A mí me dijo que ignorara tu carácter y me fijara en tu dulce cuerpo. 

—¿De veras? 

—No con esas palabras, pero ésa era la idea. 

—No lo entiendo. ¿Por qué se molestó en tramar todo esto para un matrimonio de seis meses? 

—¿No es evidente? Espera que cometamos un desliz y te quedes embarazado.— Jaejoong lo miró fijamente. —Quiere garantizar el futuro de la monarquía. Quiere un bebé con sangre Kim y Choi que ocupe un lugar en la historia. Ése es su plan. Que des a luz a un bebé mítico; si luego seguimos casados o no, no importa. De hecho, probablemente preferiría que nos divorciáramos; en cuanto rompiéramos intentaría hacerse cargo del niño.

—Pero sabe que tomo píldoras. Yuri me acompañó al urólogo. Incluso es ella quien se encarga de conseguir las recetas porque no se fía de mí. 

—Es evidente que Yuri no está tan ansiosa como él por tener un pequeño Kim–Choi corriendo por la casa. O simplemente aún no quiere ser abuela. Supongo que él no lo sabe, pero dudo que tu madrastra pueda ocultárselo durante mucho más tiempo. 

Jaejoong miró por la ventanilla los cuatro carriles de la autopista. Un letrero de neón de Taco Bell brillaba intermitentemente a un lado. Luego pasaron ante un concesionario de Subaru. Jaejoong experimentó una sensación de irrealidad por el contraste entre los modernos signos de civilización y la conversación que mantenía con Yunho sobre antiguas monarquías. Al rato le asaltó un pensamiento horrible. 

—El príncipe Siwon tenía hemofilia y es hereditaria. Yunho, no tendrás esa enfermedad, ¿verdad? 

—No. Sólo se transmite a través de las mujeres. Aunque Siwon la tenía, no podía pasarla a sus hijos.— Se pasó al carril izquierdo. —Sigue mi consejo, Jaejoong, y no piensa en esto. No vamos a seguir casados y no vas a quedarte embarazado, así que mis conexiones familiares no tienen importancia. Sólo te he contado esto para que dejes de darme la lata. 

—Yo no te doy la lata. 

Yunho le recorrió el cuerpo con una mirada lasciva. 

—Eso es como decir que tú no...

—Calla. Como pronuncies esa palabra con «F», lo lamentarás. 

—¿Qué palabra es ésa? Dímela al oído para que sepa de qué hablas. 

—No te voy a decir nada. 

—Deletréala. 

—Tampoco la deletrearé. 

Yunho siguió bromeando con él hasta llegar al recinto, pero no consiguió que se la dijera.

A primera hora de la tarde, la lluvia se había convertido en un diluvio. Gracias al impermeable que le había prestado de Yunho, Jaejoong no se había mojado la cabeza, pero para cuando terminó de comprobar la casa de fieras y visitar a Tater, tenía los vaqueros cubiertos de lodo y sus deportivas estaban tan duras que parecían zapatos de cemento. 

Esa noche, los artistas habían comenzado a hablar con él antes de la función. Brady se disculpó por la rudeza que había mostrado el día anterior y Jill lo invitó a ir de compras esa misma semana. Los Tolea y los Lipscomb la felicitaron por su valentía y los payasos le dieron un ramillete de flores de papel. 

A pesar del mal tiempo, la publicidad que había rodeado la fuga de Sinjun había atraído a mucha gente y lograron vender todas las entradas de la función matinal. Jack había narrado la historia heroica de Jaejoong, pero él lo había echado a perder al soltar un grito cuando Yunho  le rodeó las muñecas con el látigo.

Cuando acabó la función, Jaejoong volvió a ponerse los vaqueros enlodados en la zona provisional de vestuarios que se había dispuesto junto a la puerta trasera del circo para que los artistas no se mojaran los trajes de actuación. Se abrochó el impermeable, inclinó la cabeza y salió rápidamente bajo las ráfagas de lluvia y viento. Aunque no eran ni las cuatro de la tarde, la temperatura había descendido mucho y para cuando llego a la caravana le castañeteaban los dientes. Se quitó los vaqueros, puso el calentador en marcha y encendió todas las luces para iluminar la estancia.

Cuando la luz llenó el confortable interior y la caravana comenzó a caldearse, Jaejoong pensó que aquel lugar nunca le había parecido tan acogedor. Se puso un chándal color melocotón y unos calcetines de lana antes de empezar a trajinar en la pequeña cocina. Solían cenar antes de la última función y, durante las últimas semanas, había sido él quien se había encargado de hacer la comida; le encantaba cocinar cuando no tenía que guiarse por una receta.

Canturreó mientras cortaba una cebolla y varios brotes de apio antes de empezar a saltearlos con ajo en una pequeña sartén; luego añadió un poco de romero. Encontró un paquete de arroz silvestre y lo añadió junio con más hierbas aromáticas. Sintonizó la radio portátil del mostrador en una emisora de música clásica. Los olores hogareños de la cocina y los exuberantes acordes del Preludio en do menor de Rachmaninov inundaron la caravana. Hizo una ensalada, añadió pechuga de pollo a la sartén y agregó el vino blanco que quedaba en una botella que habían abierto hacía varios días. 

Se empañaron las ventanas y regueros de condensación se deslizaron por los cristales. La lluvia repiqueteaba contra el techo metálico, mientras los olores, la música suave y la acogedora cocina la mantenían en un cálido capullo. Puso la mesa con la descascarillada vajilla de porcelana china, las soperas de barro, las desparejadas copas y un viejo bote de miel que contenía unos tréboles rojos que había recogido en el campo el día anterior, antes de la fuga de Sinjun. Cuando finalmente miró a su alrededor, pensó que ninguna de las lujosas casas en las que había vivido antes le había parecido tan perfecta como aquella caravana destartalada. 

La puerta se abrió y entró Yunho. El agua se le deslizaba por el impermeable amarillo y tenía el pelo pegado a la cabeza. Jaejoong le pasó una toalla mientras él cerraba la puerta. El estallido distante de un trueno sacudió la caravana. 

—Huele bien aquí dentro. —Él echó un vistazo a su alrededor, al interior cálidamente iluminado, y Jaejoong observó en su expresión algo que parecía anhelo. ¿Había tenido alguna vez un hogar? Por supuesto no cuando era niño, pero, ¿y de adulto?

—Tengo la cena casi lista —dijo él. —¿Por qué no te cambias? 

Mientras Yunho se ponía ropa seca, Jaejoong llenó las copas de vino y revolvió la ensalada. En la radio sonaba Debussy. Cuando él regresó a la mesa con unos vaqueros y una sudadera gris, él ya había servido el pollo con arroz.

Yunho se sentó después de que Jaejoong tomara asiento. Cogió su copa y la levantó hacia él en un silencioso brindis.

—No sé cómo estará la comida. He utilizado los ingredientes que tenía a mano. 

Yunho la probó. 

—Está buenísima. 

Durante un rato comieron en un agradable silencio, disfrutando de la comida, la música y la acogedora caravana bajo la lluvia. 

—Te compraré un molinillo de pimienta con mi próximo sueldo —dijo Jaejoong, —así no tendrás que condimentar la comida con lo que contiene esa horrible lata. 

—No quiero que te gastes tu dinero en un molinillo para mí. 

—Pero si te gusta la pimienta. 

—Eso no viene al caso. El hecho es... 

—Si fuese a mí a quien le gustase la pimienta, ¿me comprarías un molinillo?

—Si quisieras... 

Jaejoong sonrió. 

Yunho pareció quedarse perplejo. 

—¿Es eso lo que quieres? ¿Un molinillo de pimienta?

—Oh, no. A mí no me gusta la pimienta. 

Él curvó la boca. 

—Me avergüenza admitirlo, Jaejoong, pero parece que empiezo a entender estas conversaciones tan complejas que tienes. 

—Pues a mí no me sorprende. Eres muy brillante. 

Le dirigió una sonrisita traviesa. 

—Y tú, señor, eres la bomba. 

—Y además sexy. 

—Eso por supuesto. 

—¿Podrías decirlo de todas maneras? 

—Claro. —Yunho lo miró con ternura y le cogió la mano por encima de la mesa. —Eres sin duda el hombre más sexy que conozco. Y el más dulce... 

A Jaejoong se le puso un nudo en la garganta y se perdió en las profundidades  de los ojos de Yunho. ¿Cómo había podido pensar que eran fríos? Bajó la cabeza antes de que él pudiese ver las lágrimas de anhelo.

Él comenzó a hablarle de la función y pronto se reían del lío que se había formado entre uno de los payasos y una señorita muy bien dotada de la primera fila. Compartieron los pequeños detalles del día: los problemas de Yunho con uno de los empleados o la impaciencia de Tater por estar atado todo el día. Planearon un viaje a la lavandería para el día siguiente y Yunho mencionó que tenía que cambiar el aceite de la camioneta. Podrían haber sido un matrimonio cualquiera, pensó Jaejoong, hablando del día a día, y no pudo evitar sentir la esperanza de que, después de todo, pudieran resolverse las cosas entre ellos. 

Yunho le dijo que fregaría los platos si se quedaba a hacerle compañía, después se quejó, naturalmente, por el número de utensilios que Jaejoong había utilizado. Mientras él bromeaba con él, a Jaejoong se le ocurrió una idea. 

Aunque Yunho le había hablado abiertamente de su linaje Choi, no le había revelado nada sobre su vida actual, algo que para él era mucho más importante. Hasta que él le dijera a qué se dedicaba cuando no viajaba con el circo no existiría entre ellos una verdadera comunicación. Pero no se le ocurría otra manera de averiguar la verdad más que engañándolo. Decidió que quizá no había nada malo en decir una pequeña mentirijilla cuando era la felicidad de su matrimonio lo que estaba en juego. 

—Yunho, creo que tengo una infección de oído. —Él dejó lo que estaba haciendo y lo miró con tal preocupación que a Jaejoong le remordió la conciencia. 

—¿Te duele el oído? 

—Un poquito. No mucho. Sólo un poquito nada más. 

—Iremos al médico en cuanto termine la función.

—Para entonces todas las consultas estarán cerradas.

—Te llevaré a urgencias. 

—No quiero ir a urgencias. Te aseguro que no es nada serio.

—No voy a dejar que viajes con una infección de oído.

—Supongo que tienes razón. —Jaejoong vaciló; sabía que ahora tocaba poner el cebo. —Tengo una idea —dijo lentamente. —¿Te importaría mirármelo tú? 

Él se quedó quieto. 

—¿Quieres que te examine yo el oído? —Jaejoong se sintió culpable. Ladeó la cabeza y jugueteó con el borde de la arrugada servilleta de papel. Al mismo tiempo, recordó la manera en que él le había preguntado si estaba vacunada del tétanos o cómo había administrado los primeros auxilios a un empleado. Tenía derecho a saber la verdad. 

—Supongo que, sea cual sea tu especialidad, estarás cualificado para tratar una infección de oído. A menos que seas veterinario. 

—No soy veterinario.

—Vale. Entonces hazlo. 

Él no dijo nada. Jaejoong contuvo los nervios mientras recolocaba los tréboles y alineaba los botes de sal y la pimienta. Se obligó a recordar que aquello era por el bien de Yunho. No podría conseguir que su matrimonio funcionara si él insistía en mantener tantas cosas en secreto. 

Lo oyó moverse. 

—Vale, Jaejoong. Te examinaré. 

El joven alzó la cabeza con rapidez. ¡Lo había conseguido! ¡Por fin lo había pillado! Con astucia, había logrado que admitiera la verdad. Su marido era médico y él había logrado que confesara.

Sabía que se enfadaría cuando lo examinara y descubriera que no tenía nada en el oído, pero ya se las arreglaría después. Sin duda alguna podría hacerle entender que había sido por su bien. No era bueno para él ser tan reservado. 

—Siéntate en la cama —dijo. —Y acércate a la luz para que pueda ver.

Él lo hizo. 
Yunho se demoró secándose las manos delante del fregadero antes de dejar a un lado la
toalla y acercarse a él. 

—¿No necesitas el instrumental? 

—Está en el maletero de la camioneta y preferiría no tener que mojarme otra vez. Además, hay más de una manera de diagnosticar una infección de oído. ¿Cuál de ellos te duele? 

Jaejoong vaciló una fracción de segundo, luego señaló la oreja derecha. Jaejoong le retiró el pelo a un lado y luego se inclinó para examinarlo. 

—No veo bien con esta luz, acuéstate. 

Jaejoong se recostó en la almohada. El colchón se hundió cuando él se sentó a su lado y le puso la mano en la garganta. 

—Traga. 

Lo hizo. 

Yunho apretó con la punta de los dedos. 

—Otra vez. 

Jaejoong tragó por segunda vez. 

—Mmm. Ahora abre la boca y di «ah»

—Ahhh... 

Yunho inclinó la cabeza de Jaejoong hacia la luz. 

—¿Qué opinas? —preguntó él finalmente. —Pues parece que sí tienes una infección, pero no creo que sea en el oído. 

«¿Tenía una infección?» 

Yunho bajó la mano a su cintura y le presionó el abdomen.

—¿Te duele aquí? 

—No. 

—Bien. —Le cogió un tobillo y lo separó del otro. —Estate quieto mientras compruebo el pulso alterno. 

Él se mantuvo en silencio con la frente arrugada de preocupación. «¿Cómo era posible que tuviera una infección?» Se encontraba bien. Luego recordó que había tenido un leve dolor de cabeza hacía un par de días y que a veces se sentía un poco mareado cuando se levantaba demasiado rápido. Tal vez estaba enfermo y no lo sabía. 

Lo miró con preocupación. 

—¿Tengo el pulso normal? 

—Shh... —Le desplazó el otro tobillo para que mantuviera las piernas separadas y le apretó las rodillas sobre la tela del chándal. —¿Te ha dolido algo últimamente? 

«¿Le había dolido algo?»

—Creo que no.

Yunho le subió la parte superior del chándal y le tocó un pezón. 

—¿Sientes algo aquí? 

—No. 

Le rozó el pezón con los dedos y, aunque su toque pareció impersonal,  Jaejoong entrecerró los ojos con suspicacia. Luego se relajó al notar la intensa concentración en la cara de Yunho. Estaba portándose como todo un profesional; no había indicio de lujuria en lo que estaba haciendo. 

Le tocó el otro pezón. 

—¿Y aquí? —preguntó. 

—No. 

Yunho bajó la parte superior del chándal, cubriéndolo con modestia, y él se sintió avergonzado por haber dudado de él. 

Parecía preocupado. 

—Me temo que... 

—¿Qué?

Cubrió la mano de Jaejoong con la suya y le dio una palmadita consoladora. 

—Jaejoong, yo no soy urólogo, y normalmente no haría esto, pero me gustaría examinarte. ¿Te importaría?

—¿Si me importaría...? —Jaejoong vaciló. —Bueno, no, supongo que no. Es decir, estamos casados y ya me has visto... pero ¿qué tienes que hacer? ¿Crees que me pasa algo? 

—Estoy prácticamente seguro de que no es nada, pero los problemas glandulares pueden complicarse y sólo quiero asegurarme de que no es así. —Yunho deslizó los pulgares hasta la cinturilla de los pantalones de Jaejoong. Él levantó las caderas y dejó que se los quitara junto con los bóxer.

Cuando él tiró la ropa al suelo, las sospechas de Jaejoong regresaron de nuevo, pero las ignoró cuando se dio cuenta de que él no estaba mirándolo. Parecía distraído, como si estuviera ensimismado. ¿Y si en realidad tenía una enfermedad rara y él estaba pensando la mejor manera de decírselo? 

—¿Prefieres que te cubra con la sábana? —preguntó él.

Al joven le ardieron las mejillas. 

—Er... esto... No es necesario. Es decir, dadas las circunstancias... 

—Vale. Entonces... —Le apretó con suavidad sus rodillas. —Dime si te duele. 

Yunho le metió un dedo en su entrada No le dolió. Ni un poquito. Nada fuera de lo normal. Mientras lo examinaba, a Jaejoong se le cerraron los ojos y comenzó a flotar. Yunho tenía un toque de lo más asombroso. Controlado. Exquisito. Un roce aquí. Otro allá. Era delicioso. Esos dedos dejaron un rastro suave y húmedo. Su boca... ¡Era su boca! 

Jaejoong levantó de golpe la cabeza de la almohada. 

—¡Eres un pervertido! —chilló él.

Él soltó una risotada y lo inmovilizó, agarrándolo con firmeza. 

—¡No eres médico! 

—¡Ya te lo había dicho! Eres muy ingenuo. —Yunho se rio más fuerte. Jaejoong intentó soltarse y él lo sujetó con firme mano mientras se bajaba la cremallera con la otra. —Pequeño farsante, has intentado engañarme con una falsa infección de oídos. 

Jaejoong entornó los ojos cuando él se bajó los vaqueros. 

—¿Qué estás haciendo? 

—Sólo hay una cura para lo que te pasa, cariño. Y yo soy el único hombre que puede proporcionártela. 

Los ojos de Yunho chispearon de risa y pareció tan satisfecho de sí mismo que la irritación de Jaejoong se aplacó y le resultó difícil mantener el ceño fruncido. 

—¡Me las pagarás! 

—No hasta que me cobre la consulta. —Los vaqueros de Yunho cayeron al suelo en un suave susurro junto con los calzoncillos. Con una amplia y lobuna sonrisa, cubrió el cuerpo de Jaejoong con el suyo y entró en él con una suave embestida. 

—¡Degenerado! Eres un horrible... ahh... un horrible... Mmm...

Yunho esbozó una sonrisa de oreja a oreja. 

—¿Decías? 

Jaejoong luchó contra la creciente excitación que lo inundaba, decidido a no ceder a él con demasiada facilidad. 

—¡Creí que me pasaba algo! Y... y durante todo ese tiempo estabas... ahhh... ¡estabas buscando un polvo! 

—Ese lenguaje... — Jaejoong gimió y apresó las caderas de Yunho entre las manos. 

—Y lo dice alguien que ha violado el juramento hipocrático... 

Él soltó una carcajada que envió vibraciones de placer al interior del joven. Cuando Jaejoong le miró a los ojos, vio que el desconocido tenso y peligroso con quien se había casado había desaparecido. En su lugar había un hombre que no había visto nunca: joven, alegre y despreocupado. A Jaejoong le dio un vuelco el corazón. 

Se le empañaron los ojos. Yunho le mordisqueó el labio inferior. 

—Oh, Yunho... 

—Calla, amor. Cállate y deja que te ame. — Dijo las palabras con el ritmo que marcaban sus embestidas. Jaejoong le respondió y se unió a él con los ojos llenos de lágrimas. En un par de horas tendrían que enfrentarse en la pista, pero por ahora no había peligro, sólo el placer que atravesaba sus cuerpos, inundaba sus corazones y estallaba en un manto de estrellas. 

Un rato después, cuando Jaejoong estaba en el cuarto de baño aplicándose el maquillaje para la función, la sensación de bienestar se evaporó. No importaba lo que él quisiera creer, no habría verdadera intimidad entre ellos si Yunho guardaba tantos secretos. 

—¿Quieres tomar un café antes de que salgamos a mojarnos? —gritó él.

Jaejoong guardó delineador y salió del cuarto de baño. Yunho estaba apoyado en el mostrador con sólo los vaqueros y una toalla amarilla colgando del cuello. Jaejoong metió las manos en los bolsillos del albornoz. 

—Lo que quiero es que te sientes y me digas a qué te dedicas cuando no viajas con el circo. 

—¿Ya estamos con eso otra vez? 

—Más bien seguimos con ello. Ya basta, Yunho. Quiero saberlo. 

—Si es por lo que acabo de hacer... 

—Eso ha sido una tontería. Pero no quiero más misterios. Si no eres médico ni veterinario, dime, ¿qué tipo de doctor eres? 

—Puede que sea dentista. 

Yunho parecía tan esperanzado que Jaejoong casi sonrió.

—No eres dentista. Ni siquiera utilizas la seda dental todos los días. 

—Sí que lo hago. 

—Mentiroso, como mucho cada dos días. Y, definitivamente, no eres psiquiatra, aunque estás neurótico perdido. 

Él cogió la taza de café del mostrador y se quedó mirando el contenido. 

—Soy profesor universitario, Jaejoong.

—¿Que eres qué?

Yunho lo miró. 

—Soy profesor de historia del arte en una pequeña universidad privada de Connecticut. Ahora mismo he cogido una excedencia.

Jaejoong se había imaginado muchas cosas, pero no ésa. Aunque, si lo pensaba bien, tampoco debería asombrarse tanto. Él había dejado caer pistas sutiles. Recordó que Krystal le había dicho que Yunho la había llevado a una exposición y le había comentado los cuadros. Y había muchas revistas de arte en la caravana, aunque él había pensado que se las habían dejado los anteriores inquilinos. Además, estaban las numerosas referencias que Yunho había hecho a pinturas famosas. Se acercó a él.

—¿Y por qué tanto misterio? 

Yunho se encogió de hombros y tomó un sorbo de café. 

—A ver si lo adivino. Es por el mismo motivo por el que usamos esta caravana, ¿no? ¿La misma razón por la que escogiste vivir en el circo en vez de otro sitio? Sabías que estaría más cómodo con un profesor universitario que con Yunho el heredero, y no querías que estuviese a gusto. 

—Quería que te dieras cuenta de lo diferentes que somos. Trabajo en un circo, Jaejoong. Yunho el heredero es una parte muy importante de mi vida. 

—Pero también eres profesor universitario. 

—En una universidad pequeña. 

Jaejoong recordó la raída camiseta universitaria que a veces se ponía él para dormir.

—¿Estudiaste en la Universidad de Seúl ?

—Hice prácticas allí, pero me licencié y doctoré en la Universidad de China. 

—Me cuesta imaginarlo. 

Yunho le rozó la barbilla con el pulgar.

—Esto no cambia nada. Todavía diluvia, tenemos una función que hacer y estás tan hermoso que lo único que quiero es quitarte el albornoz y volver a jugar a los médicos. 

Jaejoong se obligó a dejar de lado las preocupaciones y a vivir el presente, al menos de momento. 

Esa noche, a mitad de la función, se levantó viento. Cuando los laterales de la lona de nailon del circo comenzaron a hincharse y deshincharse como un gran fuelle, Yunho ignoró la afirmación de Sully de que la tormenta amainaría y ordenó a Jack que suspendiera la función.

El maestro de ceremonias lo anunció de manera discreta, diciéndole al público que necesitaban bajar la cubierta del circo como medida de seguridad, garantizando a todos el reembolso de la entrada. Mientras Sully echaba humo por el dinero perdido, Yunho dio instrucciones a los músicos de tocar una alegre melodía para acelerar la salida de la gente. 

Parte del público se detuvo bajo el toldo de entrada para no mojarse y tuvieron que animarlo para que continuara saliendo. Mientras ayudaba a la evacuación, Yunho sólo pensaba en Jaejoong; en si habría seguido sus órdenes de permanecer en la camioneta hasta que amainara el viento. 

¿Y si no lo había hecho? ¿Y si estaba ahí fuera en ese momento, bajo el viento y la lluvia, por si se había perdido algún niño o para ayudar a un anciano a llegar hasta su coche? ¡Maldición, seguro que era así! Jaejoong tenía más corazón que sentido común y se olvidaría de su propia seguridad si sabía que alguien estaba en problemas.

Un sudor frío le cubrió la piel y tuvo que recurrir a todo su control para mirar con gesto tranquilo al público que pasaba por su lado. Se dijo a sí mismo que él estaría bien, e incluso esbozó una sonrisa cuando recordó la jugarreta que le había hecho antes. Se había reído más en el tiempo que llevaban juntos que en toda su vida. Nunca sabía cuál sería la próxima ocurrencia de su esposo. Lo hacía sentirse como el niño que nunca había sido. ¿Qué haría cuando él se fuera? Se negaba a pensar en ello. Lo superaría y punto, tal como había hecho con todo lo demás. La vida lo había convertido en un solitario, y era así como le gustaba vivir. 

Cuando el último de los espectadores abandonó el circo, el viento había arreciado y la empapada lona se abombaba por las ráfagas. Yunho tenía miedo de perder la cubierta si no la aseguraban con rapidez, y se movió de un grupo a otro para ordenar y ayudar a aflojar las cuerdas. Uno de los empleados soltó la cuerda antes de tiempo y le dio en la mejilla, pero Yunho ya había sentido latigazos antes e ignoró el dolor. La fría lluvia cayó sobre él cegándole, el viento le revolvió el pelo y, durante todo el tiempo que estuvo trabajando, pensaba en Jaejoong. «Será mejor que estés en la camioneta, ángel. Por tu propia seguridad y por la mía.» 

Jaejoong estaba agazapado en el centro de la jaula de Sinjun con el tigre acurrucado a su lado y la lluvia entrando por los barrotes. Yunho no confiaba en la seguridad de la caravana durante la tormenta y le había dicho que se metiera en la camioneta hasta que amainara el viento. Se dirigía  allí cuando había oído el rugido aterrorizado de Sinjun. Se dio cuenta de que la tormenta lo había asustado. 

El tigre estaba a la intemperie, expuesto a los elementos mientras todos ayudaban a desmontar el circo. Al principio Jaejoong se había quedado junto a la jaula, pero el embate de la lluvia y del viento hacía que le resultara difícil mantenerse en pie. Sinjun se puso frenético cuando él intentó resguardarse debajo de la jaula y, sin que le quedara otra elección, se había metido dentro con él. 

Ahora lo rodeaba como si fuera un gato grande. Jaejoong sentía la vibración de la respiración y del ronroneo del felino en la espalda y gracias al calor del animal no tenía frío. Se acurrucó contra él y se sintió tan seguro como unas horas antes, cuando se encontraba entre los brazos de Yunho. 

Jaejoong no estaba en la camioneta. 

Jaejoong no estaba en la caravana. 

Yunho atravesó el recinto buscándolo frenéticamente. ¿Qué habría hecho esta vez? ¿Dónde se habría metido? ¡Maldita sea, todo eso era culpa suya! Sabía de sobra lo loco que estaba; debería haberlo acompañado a la camioneta y, ya puestos, atado al volante. 

Yunho siempre se había sentido orgulloso de mantener la cabeza fría ante una crisis, pero ahora no podía pensar. La tormenta amainó después de que aseguraran la carpa y pasaron unos cuantos minutos revisando los daños superficiales; el cristal delantero de uno de los camiones estaba salpicado de escombros y uno de los puestos había volcado por el viento. La lona del circo tenía algún desgarrón, pero no parecía haber sufrido daños serios. Tras asegurarse de que todo estaba en orden decidió ir a buscar a Jaejoong. Sin embargo, cuando llegó a la camioneta, y vio que no estaba allí, sintió cómo el pánico le atenazaba las entrañas. 

¿Por qué no lo había vigilado de cerca? Era demasiado frágil, demasiado confiado. «Dios mío, que no le haya ocurrido nada.» 

Vio un destello de luz al otro lado del recinto, pero uno de los remolques le bloqueaba la vista. Mientras corría hacia allí, oyó la voz de Jaejoong y se le aflojaron los músculos de puro alivio. Rodeó el vehículo con rapidez y pensó que nunca había visto nada más hermoso que Jaejoong sosteniendo una linterna y dirigiendo a dos de los empleados para que cargaran la jaula de Sinjun en la parte trasera del camión que transportaba a las fieras. 

Quiso sacudirlo por haberle hecho pasar tanto miedo, pero se contuvo. No era culpa suya que él se hubiera convertido en un debilucho y un cobarde.

Cuando lo vio, Jaejoong esbozó una sonrisa tan llena de felicidad que hizo que el calor alcanzara los dedos de los pies de Jaejoong.

—¡Estás bien! Estaba tan preocupado por ti.

Él se aclaró la garganta y tomó aliento para tranquilizarse. 

—¿Necesitas que te eche una mano? 

—Creo que ya estamos acabando —dijo Jaejoong, subiéndose al camión. 

Aunque Yunho quería llevarlo a la caravana y amarlo hasta la mañana siguiente, lo conocía lo suficiente como para saber que ninguna baladronada por su parte la apartaría del camión hasta que estuviera totalmente seguro de que los animales a su cargo estaban bien resguardados. Si se lo permitía, incluso les habría leído un cuento antes de arroparlos. 

Jaejoong salió por fin y, sin ninguna vacilación, estiró los brazos y se dejó caer desde la parte superior de la rampa hacia él. Cuando Yunho lo estrechó contra su pecho, decidió que eso era lo que más le gustaba de él: nunca dudaba de él. Jaejoong había sabido que lo atraparía entre sus brazos costara lo que costase. 

—¿Te quedaste en la camioneta durante la tormenta como te dije? —le preguntó plantándole un beso duro y desesperado sobre el pelo mojado. 

—Mmm... estuve a salvo, te lo aseguro. 

—Bien. Volvamos a la caravana. Los dos necesitamos una ducha caliente. 

—Antes necesito... 

—Saber cómo está Tater. Iré contigo. 

—Pero no vuelvas a mirarlo con cara de pocos amigos. 

—Nunca lo miro con cara de pocos amigos. 

—La última vez que lo miraste así heriste sus sentimientos. 

—No tiene... 

—Por supuesto que tiene sentimientos. 

—Lo mimas demasiado. 

—Es cariñoso, no mimado. Hay una gran diferencia.

Yunho le dirigió una mirada significativa. 

—Créeme, conozco la diferencia entre cariñoso y mimado.

—¿Estás insinuando...? 

—Ha sido un cumplido. 

—No ha sonado así.

Discutió con él hasta que llegaron al remolque donde se encontraba el elefante, pero Yunho no le soltó la mano en ningún momento. Ni se le borró la sonrisa de la cara.

25 comentarios:

  1. yunho q vivo, engaño a jae para q se deje revisar para lograr lo q el queria XD asi q yunho trabajaba en una universidad ** al fin se va abriendo con jae, yunho no lo admite pero ya ama a jaejoong

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  2. ynho pervertido con jae jajjajaj muy bueno el capitulo gracias

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  3. Asi que yunho es doctor pero por trabajar en una universidad omg, y le devolvio la jugada a jae cuando le mintio con lo de la infección en el oido, es un pervertido, casi me da algo cuando paso lo de la tormenta y jae no aparecia pero estaba a salvo con sinjun y yunho lo encontro, no cabe duda que algo va creciendo entre ellos sin darse cuenta ;_; ♡ gracias por actualizar!

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  4. aaww mi vida y dicen que no estan enamorados?¡ bueno yunho de jae? pienso igual que JJ no podria ser más perfecto d elo que estan viviendo ahorita :3 todo es tan bonito aunque tambien tienen una parte de razon este yunho si jj no tiene alguien que en verdad lo ame y le de hijos se marchitará mmmm esto se pone cada vez mejor y omo con lo de yunnie de maestro :O sabia que debia de ser algo asi como un sexy intelectual circense xDD jajajaja okya gracias por el cap¡¡

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  5. Por fin yunho entiende que con Jae no va a poder ... lo trato de alejar despues de que se confesara pero Jae ya sabe por donde darle a yunho y sinceramente aunque yunho lo niegue jae lo tiene cautivado
    me gusta como van yendo las cosas para ellos dos, aunque siento que van a tenere que enfrentar algo mas para estar junto

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  6. Pues ahora Yunho si tiene verdaderos contrincantes en el cariño de Jaejoong, y estos son las fieras del circo...

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  7. la historia es muy buena, pero, y espero no te molestes, pero me e dado cuenta de algunas incongruencias y esto de alguna manera es algo confuso, en verdad espero y no te molestes, se que es muy difícil adaptar una historia a algo muy distinto. Gracias

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  8. Jaja q terrible q es Yunho... Por fin me esta cayendo bien :D.. Amo como jae trata a las fieras

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  9. hahaha asi que Yunho termino jugando al doctor haha y vaya que el jueguito resulto placentero ...woo Yunho ya estas mas adentro que afuera en cuanto a tus sentimientos, solo falta que des cuenta...me encanto el cap ^^

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  10. Jae queriendo engañar a yunho ..pero el fue mas astuto jajajaj tan lindos… yunho preocupandose por su esposoooo *-*

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  11. jaja jaejoong fue muy ingenuo el quería engañar a yunho para descubrir si era doctor pero al final el engañado fue el XD!
    yunho es profesor de una universidad de verdad? wau me sorprendí :D
    que lindo fue fue yunho preocupándose por jae (*w*)

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  12. Ahh eso me suena a amor XD
    jaja ese truco que hizo el doctor yunho cuando en realidad no era medica si no maestro, lo bueno es qu por fin se revelo algo más de su vida XD ahh y no dejo de sorprenderme de lo inteligente que es jae XD

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  13. JAE YA SABE QUE SU PAPA LO CASO CON YUNHO PARA QUE TENGAN UN HIJO Y ASI TENER UN HEREDERO A LA CORONA,ME GUSTO EL TRUCO QUE UTILIZO JAE PARA QUE DESCUBRA A YUNHO PERO EL SE APROVECHO DE JAE Y LO ENGAÑO,YUNHO ES UN MAESTRO QUE SORPRESA PERO AL MENOS LE DIJO ALGO DE SU VIDA,JAE Y SU AMOR POR LOS ANIMALES VIENDO QUE CADA UNO DE ELLOS ESTEN BIEN

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  14. me mató la exploración del falso doctor por si tenía una infección.
    este Jae es demasiado inocente y Yunho un aprovechado.
    me encanta la historia ,es tan apasionante.
    gracias por compartirla

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  15. jajjajjajaaja ame a ese doctor^^ :3 ayy q bellos los amo *v*♥

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  16. me diverti cuando jugaron al doctor jejejejdjdejrje que tal examinacion jejeejee y es mas ahora yunho tiene miedo de perderlo es tiempo que acepte sus sentimientos

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  17. Woooo!!!
    Jugaron al doctor jajaja fue gracioso que jae caiga yunho es un pervertido
    gracias por el cap^^

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  18. me encanto este cap por que yunho supo ponerle una trampa a la trampa de ja.<

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  19. Me encanto lo del doctor!! por el amor a dios fue awendfoqiwjef demasiado mori de risa
    Yunnie es profesor universitario! genial eso es realmente genial :3
    Jae ve a los animales como sus bebes eso me parece hermoso <3

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  20. es verdad desde que jae llego a la vida de yunho este sonríe mas y es menos amargado
    ya yunho admítelo de una buena ves estas perdido de amor por jae son señales claras que el no termina de ver

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  21. Hahahaha Jae creyó que se había salido con la suya pero Yunho le cambio el juego aunque ambos terminaron ganando:a
    Me alegra que ya se esta dando cuenta Yunho de cuan bien le hace Jae a su vida y ademas Jae le da razones de sobra para que no lo aleje c: Solo espero que su padre y yuri no interfieran en su relacion y los separen si es que llegan a concebir un heredero xc

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  22. Yunho es un pícaro ah mentirle de que era doctor casi se lo creo Jaejoong y yo tambien pero el chico estaba caliente y necesitaba de su pobre esposo
    wiiii era profesor bueno je lo esperaba es un chico que se estq volviendo un kanojo de nervios si no sabe si Jaejoong esta totalmente a salvo aaah admite que lo amas porque eres tan terco

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  23. Que hermosa historia, me siento feliz de poder leerla....gracias

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  24. Aaaalaaa!!! tiene un posgrado!!!! Ay Yunho y dices que no vales nada...que sería si pensarás lo contrario!!! Ame este Cap, porque lentamente Yunho está descubriendo que siente más por Jae que preocupación, está celoso de Tarde. Y tiene miedo de ver sufrir a Jae. Diooos Jae te dijo entre líneas que te ama!!!!

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