El Moreno de la Ruta

Les voy a contar lo que me sucedió el verano pasado, en que me fui de mochilero a una playa de mi país.

Me llamo Kim Jaejoong de Chungnam, Corea del Sur, tengo 24 años. Soy de tez blanca, ojos grandes y grises, rubio, con un cuerpo bien formado, gracias a mis horas diarias de gimnasio, aunque mi cintura es esbelta, mis amigos para molestar, me apodan de “Cintura de Avispa”. ¡Pero no es mi culpa que mi cintura pueda medir hasta menos que el de una chica! Eso me molesta a veces, que me recuerden lo femenino que me veo cuando uso mis polos sin mangas pegados.

El último verano decidí ir de vacaciones a la playa, solo, en busca de un poco de tranquilidad, así que tomé un poco de ropa, la mochila y un viernes a la tarde salí a la ruta a esperar que algún automovilista bondadoso que me llevara hacia la playa, distante a unos 450 Km., de la ciudad de donde yo vivo.

Luego de unas horas de espera, se detuvo una camioneta, con vidrios polarizados, de manera que no podía ver al conductor. Me acerqué a la ventanilla del acompañante y me abrieron la puerta, me dijeron "sube", tiré mi mochila en la caja de la camioneta, y con mi mejor sonrisa subí…

Mi sorpresa fue grande al ver al chico moreno más bueno que jamás haya visto.

Era un macho de color, unos labios carnosos en forma de manzana, dientes blancos, y un cuerpo de infierno, musculoso, muy marcado. Llevaba puesto una remera roja ajustada al cuerpo que permitían admirar sus pectorales, hombros y bíceps voluminosos. Unos jeans claritos y al cuerpo que delimitaban unas fornidas piernas, y dejaba entrever un gran "bulto".

Me senté y hablamos de cosas mundanas.

-Soy Jaejoong- me presenté.

-Yunho, un placer- de ahí seguimos hablamos de cualquier cosa… Hasta que terminamos hablando de sexo.

Me preguntó si tenía novia, a lo que respondí que no, también me pregunto si tenía un novio, por las dudas, a lo que obviamente respondí “no”, él me dijo que tampoco tenía, y que hacía mucho que no estaba con nadie y estaba muy deseoso de una sesión de sexo. Le dije que con ese cuerpo de infarto no le sería difícil encontrar alguien con quien tener una buena sesión de sexo.

Me miró fijo a los ojos y me dijo: “¿Te gustaría probarme? Vi tu trasero cuando "hacías dedo" al costado de la ruta y me gustaría probarla”.

No sabía que decir, ¡ese tremendo semental me estaba proponiendo sexo! ¡Y hablamos de sexo del bueno!

Solo dije: “bueno busquemos un lugar”.

Me acerqué a su lado, él pasó su fuerte brazo por sobre mi hombro envolviéndome con su olor a macho, giró la cabeza y me besó con esos labios carnosos que tanto deseaba desde que subí a la camioneta.

Frenó y estacionó la camioneta a un lado de la ruta en un bosquecito de álamos, no podía verse nada desde la ruta ya que había oscurecido. Nos besamos y abrazamos, me apretaba a su cuerpo con sus fuertes brazos, podía sentir su pecho contra el mío, le saqué la remera dejando a ese semental moreno con el torso desnudo, pude admirar sus abdominales marcados y sus potentes pectorales, me senté sobre él, de frente encontrándome entre el volante de la camioneta y su pecho, comencé a refregar mi trasero sobre su miembro, que lentamente comenzaba a despertar, sintiendo que emanaba un calor incontrolable que me quemaba el trasero, subía por mi columna vertebral y luego se disparaba a todo mi cuerpo.

Empecé a besar su cuello, lamerlo lentamente con mi calurosa y húmeda lengua empapando su bronceada piel con mi saliva, seguí con su pecho, enormes pectorales como rocas, lamí y mordí sus pezones, los succionaba como un gatito sediento de leche.

Salí de esa posición y fui desprendiendo su pantalón jean. Metí mi mano y agarré un trozo de carne que me impedía cerrar mis dedos, no podía rodearlo con mi mano, lo saqué y corrí su prepucio lentamente, dejando al descubierto una cabeza, un glande morado e hinchado, del cual emanaba un exquisito olor a macho, ese exquisito olor que despiden los miembros que a uno le hacen dar ganas de engullirlas como si fueran el alimento sagrado y prohibido de los dioses.

Pasé mi lengua por mis labios para humedecerlos y me dispuse a lamer aquel precioso falo, con una tenacidad que hacia al moreno retorcerse de placer.

Este chico sí que estaba gozando, y yo ni que hablar con esa cosa en la boca. Mientras me la tragaba, con la otra mano le amasaba los testículos, se los estrujaba queriendo exprimir esas bolsas llenas de leche. Su miembro era enorme, descomunalmente grande, de unos 25 por 7 cm.

Estaba muy brillosa, producto de mi saliva y su piel estaba muy tensa, por lo que se marcaban unas venas enormes en toda su longitud.

Luego él tomó el rol dominante, me volteó sobre el asiento dejándome en cuatro patas, con mi 

trasero apuntando a su cara.

-“Ahora vas a ver lo que es estar con una persona morena… ¿Creíste que sería lo mismo que con esos paliduchos ególatras de la capital? Precioso… estás muy equivocado, tanto tiempo en la carretera influye de tantas maneras. Y ahora me toca disfrutar… disfrutarte.”-

Bajó mis pantalones dejando al descubierto mi blanco, redondo y depilado trasero, tomó mis nalgas con sus dos manos y comenzó a pasar su cálida lengua por mi raya.

Me moría de ganas de sentir su miembro, comerla toda con el trasero.

Yunho sacó de la guantera de la camioneta un pote de crema para manos con olor a fresas, me untó con la crema en todo el trasero, con especial atención a la entrada de mi ano, y luego se untó una muy buena cantidad sobre su miembro, era hermoso ver ese falo oscuro con crema 

blanca rosa sobre toda su extensión.

Luego apuntó a mi entrada, apoyo su glande, me tomo por las caderas y me empujó hacia su cuerpo. Poco a poco fui recibiendo ese descomunal pedazo.

Sin esperar a que si quiera me acostumbrara, empezó las embestidas rudas y fuertes.

Comenzó a apurar su mete y saca, solo se sentía el ruido de mis nalgas contra sus muslos y el golpeteo de sus largos y colgantes testículos que como un péndulo chocaban contra los míos.

Comenzamos a transpirar, ya que dentro de la camioneta hacía mucho calor y el olor de dos machos cogiendo inundó el habitáculo.

Me clavaba estocada, tras estocada y mi trasero resistía de manera valiente y heroica las descomunales, salvajes embestidas de ese semental castaño.

Apoyó su pecho en mi espalda, mientras seguía bombeando y comenzó a morder mi cuello y besar los lóbulos de mis orejas, susurrándome frases que me hacían subir más la calentura del momento, deseando que cumpla con cada una de sus oraciones.Pasó su mano rodeando mi cuerpo y llegó a mi pene que estaba como una roca y empezó a masturbarme con su mano, me masturbaba salvajemente, mientras arremetía contra mi trasero con su falo.

Luego comenzó a estremecerse y bombear más fuerte y con un alarido comenzó a llenar mi trasero con grandes borbotones de leche caliente y espesa, yo al sentir mis intestinos llenos de ese espeso néctar albino, comencé a expulsar mi semen leche en el asiento de la camioneta. El atractivo moreno se desplomó sobre mi espalda, agotado por el trajín de la cogida.

El peso de su cuerpo musculoso hizo que me desplomara también yo sobre el asiento lleno de mi esperma. Nos quedamos dormidos, él sobre mí, abrazados, con los cuerpos sudorosos, sentí como su miembro se salía lentamente de mi ano, dejándolo agrandado, y por la cara interna de mis muslos comenzó a correr el esperma de él que poco a poco y como una cascada iba saliendo de mí. Demostrando lo buen semental y lo bueno que es en la cama.

Luego, yo como en un trance de placer porque todavía la sentía, continuamos el recorrido hasta mi destino, y ahí simplemente me bajé, nos despedimos y el chico se largó, seguramente anotando en su lista mental una noche más a un blanquito en el camino. 

Yo sigo con mi nueva vida, nunca olvidando lo que viví. Y si de nuevo decide volver a empezar de cero… Solo espero que Yunho siga en la carretera, esperando por mí.

FIN.